Reseña del libro

Israel Sanmartín

Profesor del Departamento de Historia Medieval y Moderna de la Facultad de Geografía e Historia de la USC.

La obra representa un importante repositorio de memoria sobre el conflicto vasco. Y eso sitúa al libro en la reflexión sobre la imposibilidad de separar la historia de la memoria.

El escritor José Alfonso Romero P. Seguín fue un Guardia Civil destinado en Guipúzcoa entre 1979 y 1983. Como resultado de aquella experiencia y con los años, ha escrito un conjunto de relatos que ha reunido en el libro “La hija del txakurra” (Libros.com, 2015). Son un total de once relatos muy trabajados donde su autor se ha esforzado por rendir un homenaje muy sentido a las víctimas de la banda terrorista ETA desde una perspectiva donde lo humano, el dolor y el relato no teleológico en la búsqueda de no construir héroes son sus fundamentos últimos.

Romero P. Seguín, que colabora habitualmente como escritor en diferentes medios de prensa gallegos, ha escrito una novela donde se presenta la tragedia personal del propio autor con sus vivencias. En ese relato de vida, también anida la catástrofe colectiva que supusieron los llamados “años de plomo” durante la etapa conocida en España como la Transición Española. La vivencia de esos dramas llevaron al autor a un grave desgarro psicológico, que le hace describir, analizar y fotografiar a todos los personajes que van desfilando por el libro con suma sensibilidad y con una gran precisión y cuidado en sus sentimientos.

Al mismo tiempo, el texto nos traslada a una época histórica que el creador refleja como parte de una cierta “memoria colectiva”. Los años de la Transición son, en un sentido amplio,  un momento histórico que podríamos englobar dentro de lo que el profesor Lourenzo Fernández Prieto denomina como  “pasados incómodos”, que serían momentos en los que tanto el historiador como el ciudadano se revuelven incómodos “con” y “en” los hechos, en el debate y en el posicionamiento. Fernández Prieto sugiere abrir la perspectiva en el estudio de esos momentos de fricción históricos para buscar un protagonismo más coral en los sujetos de investigación individuales y colectivos, y bucear en el camino de encontrar nuevos datos, nuevos actores y nuevos enfoques. Todo con la idea de saber y conocer más, tanto de las víctimas como de los verdugos; tanto de la sociedad como de los posicionamientos de cada uno.

La obra es un juego constante y dialéctico entre la ficción y la realidad. Todos los acontecimientos y atentados sobre los que se reflexiona son veraces aunque José Alfonso los novele para descargar dramatismo y dar “suelta” a su faceta de escritor puntilloso, esmerado y brillante.

Nos encontramos, pues, ante un trabajo que podríamos situar dentro de las reflexiones de lo que académicamente se denomina “historia actual” o “historia del presente”, que es una línea de investigación con fuerte impronta en la historiografía española, en la que el historiador se sitúa en la preocupación del pasado más reciente (en este caso la Transición Española). Alejado de esa disciplina pero en ese mismo contexto, José Alfonso Romero describe unos acontecimientos reales tanto en lo relativo a los asesinatos que describe como a los nombres que son protagonistas, pero ficcionados en su desarrollo. La obra es un juego constante y dialéctico entre la ficción y la realidad. Es decir, todos los acontecimientos y atentados sobre los que se reflexiona son veraces aunque José Alfonso los novele para descargar dramatismo y dar “suelta” a su faceta de escritor puntilloso, esmerado y brillante. La narración de Romero busca reflejar lo cotidiano en aquellos años iniciales de la Transición, pero sobre todo nos transmite cómo es la convivencia minuto a minuto con el dolor, ya sea en la propia casa, en las relaciones humanas o en los mismos bares. “Lo cierto es que esperamos tanto de la vida que terminamos convirtiéndola en eso, en una vulgar y aburrida espera…Y un día cualquiera, viene la muerte y nos lleva”, relata nuestro escritor.

El libro marca diferentes episodios que podemos resumir con los siguientes conceptos:

a) El libro es un canto a la relación entre la memoria individual y colectiva de una época. Hoy en día estamos en el momento de la escritura de la historia y de la creación de memorias sobre la Transición. El volumen es una buena muestra de una biografía novelada y de cómo se van construyendo las memorias desde los acontecimientos y la historia.

b )Los relatos ofrecen una redacción cuidada y delicada que abraza y acuna a los personajes, que parecen estar continuamente en su límite emocional. La ficción le sirve al autor para consolar a los protagonistas de los sucesos y elevarlos de su sufrimiento. Lo irreal es una vía de escape y una estrategia que utilizan tanto el creador como sus personajes para evadirse de la realidad, y lo que es más importante, para poder contarla. Seguramente el protagonista y escritor de muchos de los relatos sería incapaz de redactarlos en otro formato/tono.

c) La obra es un grito y una memoria “de” y “sobre” la ausencia y de los pensamientos que generan ambos argumentos. Por un lado, el dolor del desaparecido y por otro lado, la reflexión sobre la situación de amputación emocional. Es, en esencia, una búsqueda en la relación entre el recuerdo y el olvido y su lucha contra los “recordadores profesionales” y para protegerse de los “olvidadores a sueldo”.

d) Es un viaje al útero de una sociedad donde conviven y arraigan los asesinatos, la muerte, el desprecio, la coerción social, los silencios colectivos y personales y, sobre todo, una dinámica basada en el “con nosotros o contra nosotros” que destruye y aniquila todo intento de construcción de un espacio público sano, en el que circulan de forma enfermiza ideas como la de patria, nación o independencia.

e) El libro muestra la vida de los guardias civiles y sus contextos más íntimos. Una realidad no siempre comprendida y que en esta ocasión está firmada por un uno de sus antiguos números. Pero la novedad está en que la exposición no está construida desde el rencor sino desde la humanidad y la comprensión.

f) La protagonista principal de todas las narraciones es la muerte. De ella se nos muestra sus diferentes planos y todas las sensaciones que provoca, sobre todo desde una perspectiva de pérdida abrupta e inesperada. Incluso podemos percivir el olor de la muerte en los cuentos. El libro habla “sobre” y “desde” la muerte. Así parece que escuchamos el ruido seco de los disparos y los silencios inmediatos y eternos que dejan.

g) El texto está escrito por un testigo/escritor de los sucesos. Eso hace que tenga una dimensión personal y una mayor legitimidad en la memoria. Desnuda gran parte de la subjetividad del autor y el dolor de los Guardias Civiles y su geografía, como  por ejemplo el cuartel de Itxaurrondo.

h) Nos muestra el lado subalterno del dolor. El libro maneja con suma delicadeza el dolor de los niños, su muerte y los sufrimientos que tenían que padecer en una sociedad dominada por el concepto de “ocultación”. En el fondo, para una parte de la población, eran “hijos de txacurra”, es decir “hijos de perros”.

i) Nos exhibe las miserias de una sociedad cerrada dominada por las metáforas y los recursos literarios en el lenguaje diario, oficial y político, con el fin de adaptarse a la gran dictadora de ese momento, que era la “ocultación”.

j) El compendio de historias  está amueblado espacialmente con esmero. El relato es muy cinematográfico. Parece que seguimos a una cámara fija y que pasan los personajes y las situaciones descritas en una atmósfera muy cargada emocionalmente y siempre con ese aire triste y de niebla intelectual, que parecen de nuevo una maniobra para arropar y cuidar a los protagonistas de los dramas.

k) El libro no deja de lado el flanco ideológico del conflicto. Desfilan en boca de personajes o en la narración los mantras de ETA, los residuos franquistas, el conflicto armado y las ideas de la democracia. Muchas veces todos estos temas están localizados como están en la realidad: mezcladas y descontextualizadas.

l) Por último, José Alfonso nos narra una memoria del dolor donde están presentes las culpas, las imágenes, la familia, la autoridad, los nombres propios y su propia historia, como ya hemos dicho.

La hija del txacurra es una obra, por tanto, que representa un importante repositorio de memoria sobre el conflicto vasco. Y eso sitúa al libro en la reflexión sobre la imposibilidad de separar la historia de la memoria. Este apareamiento lleva, a su vez, a discutir sobre cómo se construye la realidad y sus diferentes estratos y situaciones. Ahí volvemos al principio, a la idea de “historia actual”. Esta línea de trabajo recoge como temas de estudio la posibilidad de la subjetividad del escritor, la historia política y el trauma social. Ahora se trata de incorporar la idea de “pasado incómodo” y su pluralidad de métodos y actores, y la de la ficción, que muestra que la ocultación es más fácil que trabaje en asociación con ella. Y por último, está la memoria, que es el verdadero fin de este libro.  Con todo este material, los historiadores tenemos más datos para trabajar y edificar una realidad más poliédrica y compleja, que ayudará a construir una historia y unas memorias más matizadas y equilibradas. ¿Querrán bailar todas juntas? Igual algún día, sí. Mientras sigamos trabajando….