Me piden a veces que hable de arte y que juzgue ciertas obras pictóricas y pienso siempre que se juzga a algún artista se suele cometer una ligereza pues no se somete a juicio más que una parte ínfima de su obra, no se tiene en cuenta la labor anterior y tampoco el proceso y el porqué de esa obra, sus vivencias, inquietudes y dudas, y las mayorías de las veces, su sufrimiento para dar a luz lo que cree que debe ser conocido de su intimidad o del subconsciente que puede aflorar sin él mismo darse entera cuenta

El artista y su obra están siempre en constante transformación como lo está cualquier ser vivo, pero el artista nos deja testimonio con sus obras. Este testimonio está expuesto a las críticas que pueden ser positivas o negativas dependiendo, primero, de las modas del momento y, segundo, de los prejuicios de los que ejercen de críticos. Con suerte, el artista puede salir bien parado y continuar con su obra con algo más de moral, de lo contrario, o tiene que replantearse su trabajo  ya que sus dudas parece que eran ciertas, o puede sentirse tan desorientado que no podrá salir de ese pozo al que lo lleve la falta de comprensión.

Todos somos muy dados  a "sentar cátedra" cuando juzgamos o damos una opinión y deberíamos pararnos a pensar en esa frase bíblica "no juzgues y no serás juzgado".

Y hecho este preámbulo, paso a decir que, así como hay que intentar comprender al artista, también hay que desenmascarar al que, amparándose en el manto de artista, mediante trucos, amistades o política, consigue de la crítica sus favores y, por consiguiente, los del público, que sigue a la crítica con los ojos cerrados.

¿Cómo se desenmascara al pseudoartista o al artista que se corrompe, que también los hay? Pues aunque no es sencillo, creo que no es imposible. Primeramente dando mayor importancia a la educación artística a los niños en los colegios. La Historia del Arte debe enseñarse como base sin permitir que los profesores ejerzan sus influencias clasistas por este u otro estilo, época o autor. Deberían dedicarse a explicar todo cuanto se ha hecho y su porqué para que el alumno se forme con la historia  y no se deforme con el criterio del profesor.

De esta forma todos conocerán la verdad y no habrá diferencias independientemente de quién las imparta. Esto será suficiente para que a estos futuros jueces no se los pueda engañar fácilmente. Paralelamente a este fundamental paso, creo que los que se supone que tenemos formación suficiente y no se nos puede confundir, debemos denunciar públicamente, no tanto al falso artista, como al que lo juzga y enaltece pues, finalmente este es el principal responsable de que "ese personaje" triunfe y se lucre a costa de crear más confusión aún.

Hemos de conseguir que cuando alguien contemple, escuche o lea una obra, primero y antes de todo, distinga que no es un fraude, que se trata de una obra sincera y con un mínimo de calidad y, a partir de ahí, ya puede dedicarle su atención, o de lo contrario, su desprecio. Esta sensibilidad aunque siempre será muy diversa, en líneas generales, si se fomenta, puede llegar a ser como un instinto más del ser humano con el que poder defenderse de esos críticos sin escrúpulos. 

El arcaico dicho "sobre gustos no hay nada escrito", además de arcaico, es falso. Sobre gustos precisamente hay tanto escrito, que no estaría nada mal que todos leyéramos más sobre estos temas y entonces veríamos qué diferencias tan notorias existen entre lo auténtico y lo falso, lo bello y lo aberrante. Las bibliotecas están llenas de estos temas, los museos, también, y en la música clásica, fuente de inspiración para cualquiera que se llame músico, no digamos. Pues informémonos a fondo y no tengamos mal gusto, por favor.