LA CULTURA EN LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL

Desde finales del siglo XIX, se presentó en Alemania la oposición entre cultura y civilización, como parte de la interpretación de los Círculos nacionalistas y conservadores, frente a los seguidores liberales de la democracia a partir de la Gran Guerra de 1914.
Una de las raíces de esta oposición se remonta al debate que tuvo lugar en el siglo XVII sobre el modelo educativo a seguir en la universidad alemana. En aquel contexto, el término «cultura» adquirió una connotación humanista, conectada con una idea aristocrática y personal del cultivo de sí que se hacía derivar de su origen latino, mientras que «civilización» se asoció con la dimensión social del individuo, adquiriendo una connotación preferentemente política.
Humboldt proyectó el ideal humanista de la cultura en la formación integral y artística del individuo, que se implantó en las universidades. Para Hegel, en cambio, el problema de la elección entre una educación humanista o política no existía porque, como él la entendía, la formación humanista -cuya expresión más elevada era la filosofía- educaba al individuo para el cumplimiento de las funciones del Estado.
La polémica entre humanizar o politizar la cultura prosiguió entre los jóvenes hegelianos, mientras que se defendía una politización de la cultura frente a una concepción de ésta, autosuficiente y sustraída a la vida pública
El centro de toda reflexión, y aun de toda realidad, es el hombre. Sin embargo, no se trata del hombre en general, ni del representante de una Humanidad abstracta, sino de “cada uno de los hombres”, el “Yo único”. El carácter exclusivista de la cultura política heredera de la Ilustración abogó por una cultura personal orientada hacia la autorrevelación del yo individual.
El precedente que ejerció mayor influjo en su tiempo fue sobre Nietzsche, al abordar el problema de la cultura en la situación resultante de la guerra franco-alemana de 1870-1871,
Nietzsche se niega a aceptar que la victoria bélica de Alemania sea también una victoria de la cultura alemana sobre la francesa. Quienes así lo ven confunden la cultura triunfante -la de los «escribientes» de periódicos y «fabricantes» de novelas, es decir, lo que Nietzsche llama la «cultería», imitadora, banalizadora y autocomplaciente- con la cultura alemana auténtica y efectiva, antítesis de la idea de la civilización que distinguía a Francia.
¿Política y democracia? Tal fue la tesis propuesta por Thomas Mann en su obra: Consideraciones de un apolítico.
Mann advertía el alejamiento del espíritu alemán con respecto al mundo de la política y de la democracia, y señalaba que la idea de democracia se oponía a la aristocracia, ésta última como expresión de lo mejor del ser humano organizado socialmente. La cultura debía situarse en el centro de la comunidad como elemento de su actividad espiritual, y tenía como origen a la tradición espiritual del Estado burgués, que conoció en vida y por el cual se opuso al establecimiento de una sociedad civilizada con intereses superiores a la cultura que debía ser su base.