Por Ernesto Santana Zaldívar

El documental Despertar, censurado en la XI Muestra de Jóvenes Realizadores, fue exhibido en días recientes en el espacio Cine a Toda Costa, inaugurado de esa manera por los organizadores del proyecto Estado de SATS. La exhibición contó con la participación de uno de los directores del filme y su guionista, Ricardo Figueredo Oliva (realizador independiente graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños), además de Raudel Collazo, que hace rap bajo el nombre de Escuadrón Patriota, a quien está dedicado el documental.

Despertar, según Ricardo Figueredo, es sólo “cine de autor”, sin pretensiones comerciales ni de experimentación cinematográfica, y confiesa que incluso amigos suyos le dijeron que no les había gustado. Filmada con un mínimo de recursos, la película prescinde de entrevistas y se limita a seguir lo que ocurre en la vida cotidiana de Raudel Collazo: su vida familiar humilde en San José de las Lajas, su trabajo como psicólogo de niños discapacitados y como músico, la relación con sus amigos y otros aspectos sin aparente trascendencia. El núcleo de la obra es la carismática personalidad de este hombre afro descendiente entregado a una actividad que rebasa las normales reivindicaciones encontrables en el hip-hop y busca, sin más, el cambio social y político, lo que, por supuesto, resulta tan excitante para la audiencia como inquietante para las autoridades, que ya habían prohibido sus actuaciones.

En una Muestra anterior ocurrió que se quiso censurar un documental dedicado a Los Aldeanos, raperos que alcanzaron una popularidad inusitada a pesar de toda prohibición. En aquella ocasión Fernando Pérez amenazó con abandonar la presidencia de la Muestra, lo que evitó la censura. Ahora renunció al no poder evitar la censura de Despertar. Lástima que haya acudido en su carta de renuncia a la partícula de Higgs, tan importante para la física como difícil de arrastrar como metáfora para la Muestra. Lástima que —error que él mismo reconoce en la carta— “haya tratado de dirigir la Muestra como si fuera una película”. Si acaso se le puede acusar de ingenuo, no es fácil abrigar dudas sobre la honestidad de Fernando Pérez. Concluir, como él, que “el cine —como la vida— únicamente se genera y expresa y fructifica en la diversidad” no pasa de ser una afirmación obvia. Su obra y su actuación pública, no obstante, hablan con suficiente vehemencia sobre su condición como artista.

Mucho más interesante que lo que haya expresado él en su renuncia, son algunas de las declaraciones de otros cineastas, críticos y personas relacionadas con la cinematografía cubana después de ese gesto tajante del notable director. Unas resultan desconcertantes, como la de Pavel Giroud (La edad de la peseta, Tres veces dos, Manteca, mondongo y bacalao con pan), que ha sufrido en obra propia la censura, pero que ya ha demostrado en afirmaciones anteriores ser, más que contradictorio, elusivo y poco atinado. En esta ocasión ha dicho que “renunciar a algo no merece aplausos”. Según él, la censura puede ser enfrentada con maña, con “timbales” o renunciando, pero, “esto último es lo que ha venido pasando en Cuba en los últimos años: todo inconforme renuncia, incluso renuncia a su suelo y se va a hacer su vida por ahí. Decisión que también respeto. Quizá algún día yo la tome, porque algún día me cansaré.”

Enrique Pineda Barnet, el brillante director de La Bella del Alambra es más colorido: “Me operé del odio. Uno puede ganarse el derecho a guardarse los sueños. El derecho a respetar hasta las decisiones no compartidas, sin ser exactamente cómplices. No pertenezco ni a un partido de pelota. Lo único que preservo es una esencia de Humanidad, de Patria, de Soñador, hasta de cursi (¿y qué?). Sabemos de cuál ‘arriba’ viene el aguacero, y que es inevitable. Solo me quedan dos caminos: abrir el paraguas o abrir las compuertas para que arrase el Diluvio. Tengo que preservar lo escaso que me queda”. Elegante intento de dar una opinión apropiada, pero sin mucha utilidad para el caso, amén de que la imagen de las compuertas y el Diluvio, muy de cine catastrófico, es demasiado vaga.

Reynaldo Lastres Labrada llega, por su parte, a una triste conclusión, que la realidad insiste en confirmar: “Entre el miedo, el oportunismo y la distancia consciente, esta generación se diluye y pierde así su representatividad. Se ha instaurado, como pensamiento mayoritario, la idea contraria a Cormac McCarthy en tanto este, en materia audiovisual y en muchas otras materias, no es país para jóvenes”. “Más que una derrota, es una prueba”, considera Milena Almira. “Ahora solo resta comprobar si nos parecemos más a nuestro tiempo que a nuestros padres. Si estuviéramos escribiendo un guion, esto podría considerarse un gran punto de giro. Habrá quien se quede dormido porque es demasiado complejo seguir las peripecias de la trama. Habrá quien ya pueda intuir el final. Y por supuesto, habremos (sic) los que, queriendo poner nuestro granito de arena, estaremos dispuestos a saltarnos la cuarta pared para intentar transformar el relato. En cualquier caso, todo guion, por muy enrevesado que se torne, tendrá siempre una escena necesaria. Y es esa la que está por escribirse ahora. Probablemente ocurra que muchos renieguen de la obra, diciendo simplemente: Esa no es mi película. Pero si no es nuestra, si no la escribimos nosotros. ¿Entonces quién?”

Para Hannah Imbert Morell “basta echar un vistazo a nuestro alrededor para percatarnos de la cantidad de creadores que casi semanalmente emigran hacia otros países con el sueño, al menos, de realizar sus carreras fuera de Cuba. La mayoría de nosotros estamos cansados de participar en conversatorios, reuniones, congresos, donde las personas a cargo de la dirección nos escuchan y parecen razonar, de donde salimos contentos y optimistas, para luego caer y entender, que nuevamente, nada sucederá. Yo soy del grupo de quienes todavía están dispuestos a decir lo que piensan y tienen fe en que las cosas van a cambiar. Como me niego a pensar que debo quedarme quieta, llamo a todos los jóvenes a luchar por esa muestra, a apoyar, desde los frentes que tengamos a mano por su existencia, por su continuidad. Y no solo debemos pelear por eso, sino porque las cosas que han hecho que Fernando Pérez deje la Muestra, cambien. Quizá muchos piensen que es una guerra perdida de antemano, pero no por ello debemos dejar de echarla”. Juan Carlos Calahorra cree que “nosotros, jóvenes realizadores, cubanos habituados a la omisión culpable, a la queja de temporada, a otra cosa mariposa, deberíamos estar de luto. Un luto también por nuestra cuota de ocio y tardanza. En lo que nos toca, no nos quedemos tranquilos nunca. No confiemos ni en estas ni en otras palabras. Pero desaprendamos a callar”.

El crítico Gustavo Arcos Fernandez-Britto, siempre audaz y ajeno a sofismas, fue muy preciso: “Cuando Fernando Pérez suscribe su texto y recuerda su posición como gestor de un proyecto inclusivo, que tanto ha tenido por años que lidiar contra todo tipo de ‘fuerzas externas’, aquellos que aman el arte y el cine deberían estar de su lado, aunque por ello tengan que paralizar la Muestra. No importa aquí si el documental censurado ahora, es bueno, logrado o mediocre, lo que interesa es la posición común que deberían tener los creadores más jóvenes, y también los que no lo son, para con esta actitud de censurar y prohibir. Si los ideólogos o funcionarios del ICAIC consideran que un documental puede provocar la caída de un sistema, una idea o un proyecto de sociedad, entonces poco han conseguido a lo largo de cincuenta años”.

A pesar de lo que había dicho Ricardo Figueredo acerca de la falta de pretensiones del documental y de que algunos no habían quedado satisfechos con la forma en que fue concebido y resuelto, al final de la proyección, con mar nocturno de fondo, hubo un aplauso cerrado en la terraza donde Estado de Sats dejó inaugurado su nuevo espacio, Cine a Toda Costa, creado para mostrar filmes que, no obstante su calidad, hayan sido objeto de censura. Preguntado por más detalles acerca de la exclusión sufrida, el codirector y guionista del documental, contó que había sido personalmente Roberto Smith, vicedirector del ICAIC, quien le informó que la obra quedaba fuera de la Muestra. Le extrañó a Figueredo, sin embargo, que otro trabajo suyo, Operación Alfa, que a él le parecía más “problemático”, permaneciera incluido.

Los motivos de la censura del filme se relacionan sin duda alguna con lo que proclama Raudel Collazo en sus canciones. Solo hay que leer algunos versos de una canción de su último disco, La nueva filosofía de lucha: “Ellos no son como nosotros, / nosotros somos la solución. / Libérate del miedo interior y grita: ¡Rebelión! / Hablo de tomar el control en nuestras comunidades, / de nuestro dinero, de nuestros derechos, nuestras necesidades. / Cortan nuestra libertad, nos vigilan con cámaras. / ¡Despiértense, el sistema no nos regaló nada! / La rebelión no es un proyecto, ¡es nuestro derecho!”

“Ellos” —esos que son el problema para el que nosotros somos la solución, según Raudel— no pueden estar nada contentos con lo que les grita en la cara el joven rapero.