Fue James Truslow Adams, historiador norteamericano, quien uso ese término en 1931, para definir que la prosperidad depende de las habilidades de cada persona y de su trabajo, sin la premisa del destino regido por la jerarquía social. En general, el sueño americano puede definirse como la igualdad de oportunidades y libertades que le permiten a todos los habitantes de los Estados Unidos, lograr en la vida todos sus objetivos con el esfuerzo y la determinación.

Millones de inmigrantes hemos venido a este país persiguiendo el Sueño Americano. Algunos para lograr la riqueza que no podríamos tener en nuestros países de orígenes, otros buscando un lugar donde nuestros hijos crezcan con una buena educación, deseando que tengan las oportunidades que no tuvimos. Muchos, huyendo de las limitaciones impuestas por motivos de religión, raza, clases sociales o diferencias de pensamiento.

¿Pero son los Estados Unidos el país más maravilloso del mundo, donde pudiéramos todos realizar ese sueño de prosperidad, libertad y realización personal?  Algunos afirma, que sí, que los Estados Unidos de América es el país más grandioso del mundo; otros con una valentía enorme en el pensamiento, expresan en voz alta, que no, que ya no somos el país mejor del mundo.

Los Estados Unidos ya no son el único país del mundo que goza de libertad, Canadá, Japón, Inglaterra, Francia, España, Italia, Australia, Bélgica, gozan de la misma o mejor libertad que nosotros gozamos. De los 240 estados soberanos en el mundo, hay más de 180 que gozan de libertad. Si analizamos las estadísticas, en muchos indicadores nos va muy mal, o terriblemente mal: por ejemplo ocupamos el lugar séptimo en alfabetización, quiere esto decir que en la tierra de la miel y la esperanza, existen personas que no saben leer ni escribir, pero peor es que somos el lugar 27 en matemáticas y el lugar 22 en ciencias; nosotros que fuimos a la Luna y hemos explorado casi todo el Sistema Solar. Y si fuera poco somos el lugar 49 en expectativas de vida, el lugar 178 en mortalidad infantil! Somos el tercer país en ingresos familiares medios, el cuarto lugar en exportaciones y el cuarto lugar en mano de obra experimentada. Pero lo peor está por decir, desgraciadamente y bochornosamente somos los primeros en: número de ciudadanos encarcelados, número de personas que aun en pleno siglo XXI creen que los ángeles son reales!.  Por otra parte, somos el país que dedica el mayor presupuesto a la defensa, es enorme, casi es, el gasto militar de 26 países unidos! De dónde sale todo ese dinero, del bolsillo de los que aún creen en el american dream, personas como Usted y como yo que día a día trabajamos duro porque aun creemos que nuestros políticos nos defienden como solían hacerlo antes, y que nuestros legisladores escriben o derogan leyes por razones éticas y no por intereses económicos de individuos o corporaciones, que contribuyen a sus campañas políticas; campañas que en el fondo no persiguen la guerra contra la pobreza, sino contra la gente pobre.

Cada día, millones como Usted o yo, nos levantamos a perseguir ese sueño de prosperidad, incrédulos en nuestra visión de un mundo que cada vez más ignora las advertencias y pronósticos de la comunidad científica sobre la irreversible destrucción que causamos con nuestra acción a los recursos naturales y a todo el planeta.

Quien mato el Sueño Americano?... Nosotros mismos. Todos somos culpables de ese crimen!.  En primera por no reconocer que vamos por el mal camino; y segundo por culpar a otros, de nuestros propios errores. América ya no es el mejor país del mundo! Y si has leído hasta aquí, debes preguntarte ahora, que debemos hacer para volver a tener nuestro país de vuelta. No me vengas con estupideces, como que debemos cambiar al Presidente. O traer de vuelta a Dios a la Casa Blanca o enviar a la séptima flota para hacerles la guerra a los musulmanes.

Piensa como podemos hacer que los hombres vuelvan a ser reverenciados por su inteligencia y no, por los millones de dólares que amasan en sus fortunas personales. Piensa bien, porque en ello nos va la sobrevivencia.

Eduardo R. Casanova

Miami, noviembre 2015