«Descubrimos que los patrones muy concretos de la actividad neuronal en la corteza orbitofrontal, una región del cerebro asociada con el procesamiento emocional, actúan como un código neural que captura el sentimiento subjetivo de un individuo», dice Anderson, profesor adjunto de desarrollo humano de escuela de Ecología Humana de la Universidad de Cornell y autor principal del estudio.
Sus resultados proporcionan una idea de cómo el cerebro representa nuestros sentimientos más íntimos – lo que Anderson llama la última frontera de la neurociencia – y cambia la idea de larga data de que en el cerebro las emociones se representan simplemente a través de la activación en regiones especializadas de los sentimientos positivos o negativos.
«Si el placer que a ti y a mí nos produce el saborear un buen vino o el ver una puesta de sol es similar, nuestros resultados sugieren que es porque compartimos patrones concretos similares de actividad en la corteza orbitofrontal», dice Anderson.
«Parece que el cerebro humano genera un código especial para todo el espectro de valencia de agradable a desagradable, de sentimientos buenos a malos, que se puede leer como una ‘escala de valencia neural’, en la que la inclinación de una población de neuronas en una dirección es igual a un sentimiento positivo, y la inclinación en la otra dirección es igual a un sentimiento negativo», explica Anderson.
Para el estudio, los investigadores mostraron a los participantes una serie de imágenes y sabores durante la neuroimagenología funcional, luego analizaron las calificaciones de los participantes de sus experiencias subjetivas, junto con sus patrones de activación cerebral.
El equipo de Anderson encontró que la valencia se representaba como patrones específicos sensoriales o códigos en las regiones del cerebro asociadas con la visión y el gusto, así como códigos independientes de las claves sensoriales en la corteza orbitofrontale, lo que sugiere, según los autores, que la representación de nuestra experiencia subjetiva interna no se limita a centros emocionales especializados, sino que puede ser crucial para la percepción de la experiencia sensorial.
También descubrieron que los sentimientos subjetivos similares – ya sean evocados por los ojos o por la lengua – dieron lugar a un patrón similar de la actividad en la corteza orbitofrontal, lo que sugiere que el cerebro contiene un código de emoción común a través de distintas experiencias de placer (o de disgusto), añade Anderson. Además, esos patrones de actividad de experiencias positivas y negativas en parte fueron compartidos a través de las personas.
«Sin importar que tan personales sentimos nuestros sentimientos, la evidencia sugiere que nuestro cerebro utiliza un código estándar para hablar el mismo lenguaje emocional», concluye Anderson.
Artículo científico: Junichi Chikazoe, Daniel H Lee, Nikolaus Kriegeskorte, Adam K Anderson. Population coding of affect across stimuli, modalities and individuals. Nature Neuroscience (2014), doi: 10.1038/nn.3749
Fuente: Cornell University