Alejo Urdaneta
LA BELLA Y LA BESTIA, DE JEAN COCTEAU (1946)

El escritor francés Jean Cocteau llegó a decir que el arte es necesario pero que no sabía explicar para qué. No sabemos nosotros por qué lo dijo si su obra toda, en letras y en cine es artística. La bella y la bestia fue filmada en 1946, y puede afirmarse que es una de las grandes películas dotadas de la magia del arte. Es una viva fantasía con efectos sorprendentes, y se recuerda la exigencia a Cocteau del coreógrafo Sergio Diaghilev: "¡Sorpréndeme!. Esto dijo Cocteau del episodio: “Yo estaba en la edad absurda en que uno se cree poeta y sentía en Diaghilev una resistencia educada. Lo interrogaba y me respondió "¡Sorpréndeme, espero que me sorprendas!”… Adiviné pronto que no se sorprende a un Diaghilev en quince días. A partir de ese instante, decidí morir y revivir”.
Y fue sorprendido Diaghilev con esta pieza fílmica excepcional.


Es una película surrealista adaptada de un cuento francés que nos muestra a una bestia tan sola como el hombre, incomprendida como un animal. Se ha dicho que el autor pretendió dejar un mensaje tras el sufrimiento producido por la Segunda Guerra Mundial.
Es apreciable en el planteamiento de Cocteau la presencia de símbolos freudianos que sugieren el subconsciente de los personajes. La relación entre ellos tiene una carga muy sensible de sexualidad. Hay en el personaje femenino la ambigua sensación de atracción y rechazo. En el primer encuentro de ambos, ella está sentada a la espera de que la bestia aparezca, y cuando nota su presencia su reacción no puede calificarse de miedo sino de amor sexual.
Los escenarios tienen del surrealismo de Dalí y del expresionismo de Orson Welles en Ciudadano Kane: candelabros sostenidos por brazos humanos, estatuas vivas cuyos ojos siguen a los personajes, un espejo que se convierte en piscina: surrealismo evidente.
La bella parece vivir en una situación onírica cuando está en la mansión de la bestia. Al ser llevada a la cama (la de ella) observamos que tiene colgada ropa ordinaria de un lado, y un vestido de reina del otro.
El origen de esta extraña relación importa poco a la esencia de la película. La bella es rehén de la bestia. Vive una existencia sometida al padre y dos hermanas dominantes. Su deber con el padre la hace descuidar el negocio y termina por perder todo. Cuando el padre es hecho prisionero por la bestia y amenazado de muerte, recibe la proposición de la bestia de volver a su casa si entrega a cambio a una de sus hijas en su lugar. La bella llega al castillo cabalgando en el caballo blanco de la bestia, porque es esa la manera de llegar a la morada del captor. La bella es recibida por la bestia con estas palabras: “No estás en peligro”.
Se inicia la relación, con temor en ambos. También la bestia se ha enamorado y el amor suscita temor.
Ya sabemos que la bestia es un hermoso príncipe.
El cineasta Cocteau entró en el cine para hacer magia. Fue un poeta en el sentido griego del hacedor, paseando su genio por pasillos de neblina que confunden realidad y fantasía. Creo en esta película lo inaprehensible.
Josette Day representa a la bella, conmovedora presencia ante Jean Marais, en tres papeles distintos, entre ellos el de la bestia. Jean Marais, el gran actor francés, nos representa a nosotros, bestias conmovidas.
Un comentarista de esta gran película expresó: “Todo el film enchina la piel de principio a fin, como esos sueños que nos dejan en la boca de la mañana el aliento de unos labios que nos han besado con una intensidad mayor que la de la carne.”