Carlos Bruch

Un fotógrafo con ideas de escritor. 
Y alguien que escribe de las imágenes que no le gusta ver.

Fotógrafo, escritor del libro Reflexiones desde el Ex/Interior.

¿Cómo comenzaste en la fotografía?

Con muchas ganas y entusiasmo. Como encantado. Y así sigo después de treinta años.

Nunca fui bueno para el fútbol y lo tuve muy claro desde pequeño. Había en mi colegio una serie de clases extra programáticas que se llevaban a cabo a la hora que mis amigos jugaban al fútbol. Vi la gloria cuando supe que dentro de esas clases estaba la de aprender fotografía. Eso incluía en ese entonces también revelar y ampliar. Mis primeras imágenes las hice con un tarro de café forrado de negro por dentro (cámara) y con un pequeño agujero al medio (objetivo).

 Tus viajes seguramente han influido en tu forma de pensar ¿qué es lo que te gusta expresar con tus fotos?

Siempre he gozado de compartir. Tanto cosas, alimentos, bebidas como vivencias y emociones. En los viajes se viven experiencias fuera de lo cotidiano, se conoce gente de distintas costumbres y eso me atrae de especial manera. Lo que intento hacer al fotografiar es contar de otra forma eso que me va pasando y que en cierta manera observo que le pasa a otros que son seres como yo solo que con distintas experiencias de vida. No hay nada nuevo que contar, lo novedoso y atractivo está en cómo lo cuentas.

 Imagino que tendrás miles de anécdotas ¿Qué es lo más raro que te ha pasado? ¿Y lo más emotivo?

Lo más emotivo ha sido sin duda la experiencia de ser padre. Ir viendo, sintiendo e interactuando con seres de amor las distintas etapas de ellos y las mías a la vez. Y eso es como la mejor secuencia de imágenes jamás logradas, que quedan impresas en tu alma y en tu mente. Por supuesto que también les he hecho a mis hijos muchas y lindas fotos. Muchas!

Una de las tantas anécdotas raras y simpáticas que me han sucedido fotografiando fue una vez en Buenos Aires en 2007 le hice una foto a una señora en una cafetería de un parque al paso, sin detenerme más de lo necesario que para encuadrar y disparar porque me llamó la atención su cabellera. Era grande como un afro, electrizado, pero con pelo blanco. No intercambiamos palabra, no se percató que la fotografíe (Street photography, mi estilo preferido por espontáneo). El cabello blanco y frondoso de la señora que rondaba unos 60 años era único, nunca había visto un pelo así. Tan inconfundible que ocho años más trade en pleno verano en París rebosante de turistas la volví a ver a través de mi lente entre una multitud cerca de Notre Dame. Luego de tomarle un par de fotos esta vez me acerqué a conversar con ella. Quería constatar que se trataba de la misma persona. Y efectivamente fue a ella a quien había fotografiado en Buenos Aire años antes. Disfruto de estas coincidencias en este mundo tan basto.

 ¿Cuál ha sido el trabajo de fotografía que más te ha afectado?

San Salvador. 2002, noviembre. Vi morir a una joven universitaria frente a mí después de haber sido acuchillada para robarle un dólar. Mi cámara fue mi escudo ante algo tan doloroso.

¿Cuál es tu escritor y tu libro favorito?

Hermann Hesse. Demian

También Alegre de Hugo Wast es un libro que me impresionó. Es la historia de un niño negro que es vendido como esclavo y llega a América. Primer libro que me mostró las injusticias de la vida. Una bofetada literaria en mi propia niñez.

 ¿Cómo surgió tu interés por la escritura?

De la mamera más cotidiana. Desde que recuerdo a mi casa siempre llegaban cuatro periódicos, dos por la mañana y dos por la tarde. Me los devoraba todos. Los leía desde los sucesos, la política hasta espectáculos. Me gustaba ir siguiendo hechos a diario aunque no los entendiera, como la política, curiosamente también lo relacionado con la economía y todo lo que le sucedía a las personas.

Nunca leí mucho poesía o novelas románticas. Me quedo en la realidad aunque después yo la transformo según mis propios fantasmas y visiones.

 ¿Asumías una idea clara cuando decides empezar a escribir?

Jamás. Todo comienza como un humo débil y difuso que apenas se dibuja en un lugar indefinible ubicado entre mi mente y el lugar donde se producen las emociones.

 ¿Cómo ha sido el proceso de pensar y construir este libro?

No pensé nada. Todo fueron sentimientos. Algunos muy claros otros bastantes confusos y difíciles de escribir. Estaban ahí, como enrollados en mí subconsciente, hechos un nudo. Y cada vez que surgían a veces alcanzaba a acercarme a un teclado o un lápiz  a escribirlos. Pero muchos costaron un mundo en salir.

Todo esto sucedió en los momentos duros en los que me separaba de mi esposa y transité hacia una soledad que nunca había experimentado antes.

La construcción luego surgió casi de manera fluida. Fue cosa de ir concatenando las imágenes y las palabras, algo que aprendí a desarrollar en mi pasada de diez años por el periodismo como editor de Fotografía.

Lloré pero también reí con ganas al hacerlo.

 ¿Qué quieres que encuentre el lector al leer tu libro?

Que descubra que la verdad es imprecisa. Que el alma es como la gelatina, se amolda, se encoje y crece y luego se hace líquida según se van desarrollando las emociones. Que todos estamos expuestos a encontrarnos con momentos que nos impactan y que solo depende de nosotros mismos si los archivamos tal y como son, los dejamos pasar como a las hormigas o los entronizamos como a dioses. Y que todo eso, sea lo que sea, es válido. Ya que todo es efímero.

¿Hay alguna fotografía que te hubiera gustado tomar, pero no hayas podido todavía?

El día que la tome se acaba todo ya que dejará de haber ilusión, expectativa y búsqueda.

 ¿Podemos saber cuál es tu próximo proyecto?

Aún está en etapa embrionaria. He conocido muchos personajes a lo largo de mi vida. Personas interesantes por su capacidad creativa, emotiva o por el simple hecho de poder transmitir de manera genial sus ideas. A muchos de ellos los he fotografiado. Y de cada uno guardo una anécdota, un momento que también se puede contar con palabras.

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