Derechito, derechito, se venía.

Me estaba cansando un poco. Esa caminata tipo radar móvil, examinando la zona de combate me hacía doler la espalda. Además esa mirada al vacío me ganaba insultos varios tipo “mirá por dónde andás, boludo”.

En ese mismo momento me cruza la Juani -¿Otra vez la tortícolis, Beto?-, me dice y estira la mano para tantearme la nuca. ¿A esta hora pasará el colectivo al convento de los monjes trapenses? No importa que abran más tarde, puedo esperar debajo de una mesa. Porque si me ven con esta mina acariciándome, no me queda otra salida que el destierro. Pero el lugar del encuentro está escondido; no nos vieron y no nos van a ver si me siento en ese rincon y ella me da unos masajes. Dios mío, me dejó el cuello de manteca.

-¿Viniste sólo, Beto? Claro, vos preferís la caza solitaria... quedate quieto que te quiero aflojar esos nudos tensos en la nuca ¿Por qué tan nervioso? Te va bien en estudio, en el trabajo, las mujeres hacen cualquier cosa para llamar tu atención, vas de conquista en conquista...

-¿Vos me viste en acciones, alguna vez?.

-No. Pero no es necesario. Con sólo verte te imagino mezcla de Atila y Marco Polo. Bueno, ya está. Podés internarte de nuevo en la selva.

<>

Buena, la piba. A la distancia me muestra el pulgar levantado y me señala a la mina que está en la mira de todos los varones entre 16 y 75. Aspiro hondo, inicio mirada grado 7 y comienzo la marcha de conquista.

Suspendo la marcha de conquista. De golpe, la mina, después de mirarme fijo, largo rato, sin parpadear, como una araña, empezó a caminar, derechito, derechito, apuntando a pasarme por encima. Esto no estaba en los planes. Lo que son esos momentos; en un relámpago se me vino a la cabeza la escena del detective que se para en el camino del coche que viene a toda velocidad pero el detective, derecho, piernas abiertas, la pistola firme con las dos manos, apunta al conductor -que es el asesino serial degenerado canibal- y bang, bang, o crap, crap, según los subtitulos, el asesino hecho fiambre, el coche sin control continua acercándose, viboreando, derrapando y pasa a un pelito de distancia del saco de gabardina del detective que se inclina para ver si la tela quedó manchada, mientras el coche vuelca, resbala, entra al supermercado por la vidriera y termina en la góndola de supercongelados. El detective sopla el caño de la pistola -no sé para qué, pero hay que hacerlo- y yo me despierto, con la mina a mitad de camino y yo no tengo ningun arma y después de todo mi mamá nunca me dijo, entre sus advertencias y recomendaciones, que había que bajar a tiros a las comehombres. Porque parece ser eso, una depredadora y yo su futura víctima.

Ángel -mi primo, el que me convenció de venir al baile- sabría qué hacer. El fué el que me dijo que apuntara con mi mirada asesina a la mina elegida, que esté sóla, no con un novio que me baja la mirada a piñas.

-Las minas siempre comienzan ignorándote. Sos, en todo caso algo que se interpone en su mirada. Luego, cuando detecta que sos alguien que la está mirando a ella, con un golpe de mirada te informa que te calificó como “otro idiota baboso”.

En realidad,ya mucho antes, ella te había detectado como OMNI (Objeto Macho No Identificado) dentro del radio de control, iniciando procesos remotos y en tiempo real de medicion y evaluacion, Parecido a lo que en la guerra hacían los aviones cuando dectaban que un avión los apuntaba¨. Pero la mina no te rechazó. Lo que hizo fue definir las reglas del juego. De su juego. Vos te acercás, respetuosamente, con expresión de “humilde sielvo pide peldón”. Perdiste, ya te devaluaste no menos de un 30%.

No tenés que entrar en su juego. Vos no jugás. Tu mirada no pide devolución, es una mirada mezcla buho malumorado y halcón sádico. La mirada de ella se estrella, de derrite, cae a tus pies. Todo lo que tenés que hacer es cargar la mirada, disparar y sostenerla hasta que ella se de cuenta de que tiene adelante un hombre impiadoso, que abdique en cuerpo y alma (no importa, hay que incluir el alma). Porque eso es lo que las mujeres quieren, abdicar. Rendirse, entregar las armas -como comienzo-, perder la voluntad.

Pero ésta no está en los apuntes. Se acerca a paso de locomotora y se detiene a 50 cm, sin dejar de mirarme fijo. Yo me mantengo en la mirada de estúpido sonrisa idiota, que no será la mejor pero es la única de que dispongo.

-¿Y?¿Adonde vamos?

-Desde el fondo del Comando de Operaciones aflora la respuesta táctico-estratégica apropiada.

-¿Qué?

-¿Adónde vamos a encamarnos? ¿Al hotel o a mi casa?

-No..., Yo..., Eh...

-¿No me mirabas con ganas de encamarte conmigo? -me dice taconeando con impaciencia.

-No..., Sí...,Es decir...

-Ya me parecía. Vos sos machito de nacimiento, nada más. Para ejercer te faltan muchas teóricas y todas las prácticas. Me parece difícil que alcances el título, pibe. Cuando tengas algunas materias contame. .

Y se fue. El paso firme como cuando vino, mientras yo me disolvía en la autocompasión. Ya estaba en nivelautodesprecio, cuando siento una mano sobre mi hombro.

-¿La rebotaste, Beto? Hiciste bien -me dice la Juani, que evidentemente estaba siguiendo los acontecimientos, pero no alcanzaba a interpretarlos adecuadamente-. ¿Qué se cree ésta, que los hombres son todos unos babosos, que no saben mirar a una mujer? Hiciste bien, Beto. Hay muchas mujeres -que por discreción no te las puedo señalar- pero que alcanzarían la felicidad si lograran tu atención.

Creo que los trapenses no abren tan temprano. Además Juani retornó a los masajes que me disuelven nudos, autocompasiones y ogfas.

-Acá está un poco aburrido. ¿Que te parece si vamos a mi casa, en el camino compramos unas pizzas y vemos la última de Scorcese?

Esta piba es capaz de levantar a un muerto. ¡Qué optimismo tiene! ¡Uy! ¡Y qué fuerte que está! No me había dado cuenta.-De jamón y morrones estaría bien-. ¡Linda la noche!

<>

-Che, Ángela... ¿No era que si lo vapuleaba un poco al chico ése lo tenía comiendo de mi mano?. Acabo de verlo con una de jamón y morrones de un lado y una piba del otro, caminando rápido....

© Carlos Adalberto Fernández