A.-Descripción Objetiva:

Una manzana, descrita objetivamente, es una fruta sumamente popular, de forma “amanzanada”, con unos 10 centímetros de diámetro y 20 gramos de peso.
Los sabios en la materia la conocen como pomácea comestible, obtenida del manzano doméstico, malus doméstica para los aún más sabios.
Una manzana igual se puede comer peladita que con todo y cáscara, más recomendable la segunda alternativa por, dicen, sus propiedades digestivas. Otra virtud de la cáscara de la manzana es que, si la gente irresponsable la tira en la banqueta, no ofrece a los inocentes peatones los riesgos de una de plátano.
La manzana es prolífica por naturaleza. Se produce más que la población china, al grado de que (wikipedia dixit) se cosechan 55 millones de toneladas al año. También, según la wiki, hay en el mundo alrededor de 7,500 variedades de manzanas, de las que yo conozco como….dos: la golden y la starking.
Como son las que me sé, en materia de color apenas me consta que unas manzanas son rojas, de un agradable rojo incluso, y otras amarillitas, con toques de verde algunas, si no es que francamente verdes. Su piel -supongo que también en las 7498 variedades que no conozco-, es lisa, delgada y brillante.
Hasta donde realmente yo sé para efectos de esta descripción, el árbol productor de esta singular fruta tiene hojas ovaladas; ya un amigo que tiene unas tierritas justamente en Zacatlán de las Manzanas, del estado de Puebla, ha ensanchado mis conocimientos precisándome que las hojas del manzano igual son dentadas, que alcanzan hasta unos 14 cm de largo, y que además posee flores algo grandes. Hasta me ha advertido que no olvide mencionar que una manzana que se precie de serlo tiene una depresión en la parte superior, de donde estaba prendida al árbol; la tiene también en la parte inferior pero más discreta. Ah, y que excluya esa estulticia de “forma amanzanada”, ya que los botánicos la registran como forma pomo globosa.
En todo caso, lo que quiero destacar es que hay otras manzanas, las urbanas, que en cambio tienen normalmente forma cuadrada o rectangular. Estas manzanas son las que realmente nos gustan a los arquitectos, ya que en ellas metemos edificios que previamente diseñamos y construimos, gracias a lo cual nos hacemos de plata para comprar no sólo manzanas de las de a de veras, sino también mangos, melones, verdurita, tacos de barbacoa… Bueno, me temo que estoy invadiendo el terreno de la subjetividad. Almas generosas habrá que lo perdonen, seguramente más que lo censuren. Así que apelo a la indulgencia, no quiero que este texto se convierta en una Manzana… de la Discordia.

B.-Descripción Subjetiva:

Me introduzco en el ejercicio de describir subjetivamente una manzana, recordando su 25 % de participación protagónica en el pasaje bíblico tan conocido. Bien sabemos que el resto de la historia se la llevaron nuestros padres Adán y Eva, así como una inocente serpiente ubicada in situ por voluntad divina. Fruto Prohibido dicen unos, de la Tentación otros, historia y desenlace conocemos todos. Mi interpretación es que del cuadrángulo protagónico fue la menos culpable o responsable de los hechos. Acaso el mismo Dios lo interpretó igual, la dotó de singulares propiedades y por siempre ha sido de las frutas consentidas de la humanidad. No precisamente para mí, por lo que me atrevo a sugerir que, si nuestros bíblicos padres hubieran tenido como yo, preferencias por otros frutos, tal vez la lamentable historia del Paraíso Terrenal se hubiera evitado.
Mi subjetiva interpretación me traslada a mi ya muy lejana infancia. Cómo no relacionar la manzana con la tal Blanca Nieves. No el poder sugestivo de una serpiente sino de una triste bruja, además gustos afines con nuestra madre Eva, el hecho es que la chica bien que se zampó la manzana y entró en trance hipnótico. Bueno, a fin de cuentas no le fue nada mal.
Y ya entrado en remembranzas infantiles, por mis lecturas supe que una manzana no sólo es motivo de ingesta de todo tipo, también de blancos arqueriles para que un diestro en la materia, como Guillermo Tell, salve la vida de su hijo.
Decía mi abuela que no hay nada más refrescante que la sombra de un árbol. Lo sé de suyo, pero hay que destacar que para el común de los mortales no pasará de eso, que ya es bastante. En cambio, la historia de la ciencia da cuenta de un hombre cansado que, tal vez aconsejado por una abuela como la mía, se tumbó a la sombra de un árbol. Pues resultó que justo era un manzano, se desprendió uno de sus frutos, le cayó en la cabeza al hombre cansado, y éste en vez de sobarse la contusión largó la Ley de la Gravitación Universal. Bueno, dicen que Isaac Newton era así.
Abundando en mi currículum infantil de lector, he de presumir que, en “El Libro de Oro de los Niños”, leí sobre Mitología. Así supe de las bellas Ninfas del Ocaso que vigilaban un huerto maravilloso llamado de las Hespérides, sembrado de árboles con manzanas de oro que otorgaban a sus poseedores la vida eterna. Sesenta y cinco años después, en estas subjetivas interpretaciones, evoco aquellas manzanas de oro que subyugaron mi imaginación.
No negaré que me gusta ver a las manzanas en interpretaciones pictóricas. Tan solo en bodegones, agrupada con frutas hermanas, la he disfrutado en todos los estilos. Clásico es para los incipientes estudiantes de pintura el ejercicio de su representación; alguna vez yo mismo me enfrenté a semejante reto, lamentables fueron los resultados y opté por ser sólo un testigo de su inclusión en el arte pictórico. Definitivamente nunca he sido fan de Marta Chapa y mi admiración se la concedo a Rufino Tamayo, que volcó su preferencia pictórica-frutal a algo definitivamente más afín a mí en arte interpretativo y selección frutal. Tan sólo por eso soy asiduo al restaurante Sanborn´s donde luce su famosísimo mural “de las sandías”.
Pablo Neruda evidentemente fue mil veces más admirador que yo respecto a esta fruta; tanto que escribió una Oda a la Manzana. Me inclino reverentemente ante su sensibilidad: “... siempre recién caída del Paraíso, plena y pura mejilla arrebolada de la aurora”.
Y no será expresión poética, pero me llama la atención esa frase común entre los norteamericanos, reconocimiento popular a las virtudes de la manzana: “An apple a day keeps the doctor away”.
Tal vez el reconocimiento a la bondad de esta fruta por los gringos, explique que hayan hecho de la tarta de manzana casi un postre nacional. Por cierto que, para mi gusto, la mejor receta del postre la ha dado Carl Sagan: “para hacer un pay de manzana lo primero es crear un universo”
Esto de la Manzana de la Discordia no sólo es pretexto para hacer bromas tontas cuya paternidad asumo, otras subjetivas interpretaciones se dieron protagonizadas por Hera, Atenea, Afrodita, Eris, Seuz, Paris, que desembocaron en la guerra de Troya. Todos conocen la historia.
Me pregunto que movió a otras subjetividades para volcar su interpretación. ¿Qué motivó a los Beatles para hacerla el logotipo de su disquera? ¿Qué a los fabricantes de MacIntosh para hacer lo mismo y nombrar Apple a su empresa?
Y en esta era computacional donde una empresa tiene por símbolo una manzana, miren qué paradoja personal de un genio paradigmático de ella: Alan Turing, pionero de la Inteligencia Artificial, se come una manzana emponzoñada con cianuro potásico para poner fin a su vida.
Y por cierto, habida cuenta que la manzana, al menos antaño, fue vehículo para estimular generosidades docentes, acaso hoy lo sea para simpatías blogeditoriales; así que, aunque virtual, concluyo enviando una manzana a Ismael Lorenzo. Si es que el buen hombre tuvo la paciencia de llegar hasta aquí.