Creatividad Internacional
Red de Literatura y Cine
'FANÁTICO DE SÉPTIMA ENTRADA', de Javier Aviña Coronado
En mi infancia y juventud, cuándo vivía en mi porteño Veracruz natal, el equipo de beisbol de mis amores fue el glorioso club Águila. Obvio, se dirá, por ser el equipo representativo del puerto. Y lo de glorioso no es calificativo que yo le adjudique llevado por mi admiración, así se le conocía en el mundo beisbolero por las glorias deportivas históricamente ganadas. Fue de los primeros equipos creados en México, y de las glorias que hablo muchas se deben acreditar a tiempos anteriores a mi nacencia.
Por él habían pasado extraordinarios peloteros, muchos hechos en el propio estado de Veracruz, que desde siempre ha sido cuna de grandes beisbolistas. Pero los “grandes” en el equipo, siempre fueron los cubanos. Como Agustín Verde, que fue alguna vez mánager y los llevó a dos campeonatos, en 1937 primero y luego en 1938, justo en el año en que yo nací. Como Santos “Canguro” Amaro, que amén de extraordinario primera base y jonronero, pasados sus años de jugador activo sería también mánager y también campeón doble, en 1952 y 1961. El “Canguro” Amaro se casó con una porteña y se quedó a vivir en Veracruz hasta su muerte allá por el 2000; su hijo Rubén llegaría a las Mayores y jugó para los Cardenales, los Filis y los Yanquis.
Pero de la pléyade de grandes peloteros de aquella lejana época, si alguien fue verdaderamente único, inolvidable, - y que jugó algún tiempo en el Águila- fue el legendario cubano Martín Dihigo, acaso el más grande beisbolista que en Méxíco ha jugado. Todos coinciden en que tuvo la mala fortuna de vivir en una época en que las Ligas Mayores no daban cupo a los jugadores negros, pues igual hubiera brillado entre la mejor pelota de los Estados Unidos.
De los ídolos beisboleros que yo conocí en el glorioso Águila, destaco al pítcher Lino Donoso, (cubano, por variar), y me precio de haberlo visto en un inolvidable juego en que dejó “con la majagua al hombro” nada menos que a 18 bateadores. De los mexicanos, al “Huevito” Álvarez, extraordinario en el short stop, que nada le pedía a su similar de los yanquis de N. York, el gran Phil Rizzuto.
Y hablando de las Ligas Mayores, he de decir que en mis tiempos infantiles no había ningún mexicano en el beisbol de los Estados Unidos. Después, cuando yo cursaba la escuela secundaria, un veracruzano brillaría excepcionalmente: Beto Ávila. Jugó la segunda base para los Indios de Cleveland, estuvo tanto en alguna Serie Mundial como en Juego de Estrellas, fue champion bat en 1953. Ese año en que se coronó campeón de bateo, concluida la temporada en los E. U. llegó a Veracruz y se le recibió como a un héroe. Se le preparó un desfile por las principales avenidas porteñas. Beto a bordo de un automóvil abierto. Medio Veracruz estuvo ahí, incluyendo desde luego a todos nosotros, los alumnos de segundo de secundaria del Colegio Cristóbal Colón, que desertamos de las aulas para poder ser testigos del magno acontecimiento.
Usualmente, yo no tenía “plata” para acudir al parque de beis las veces que hubiera querido. Así que me convertí en consuetudinario “fanático de séptima entrada”. Me refiero a la encantadora tradición beisbolera en que se abrían las puertas del parque, justo en la “fatídica”, y podían ingresar a las tribunas pobretes y ociosos para ver gratis el final del partido. Era todo un show, pues nuestro ingreso generaba la rechifla del “respetable” y toda suerte de cuchufletas verbales, generalmente ingeniosas, nunca groseras. Era parte del espectáculo.
El cronista local que trasmitía por radio los juegos invariablemente destacaba con evidente intención: “ahora hacen su aparición los fanáticos de séptima entrada”… y se escuchaba como fondo la “música de viento” generada por la fanaticada con boleto pagado. En la Ciudad de México, el inolvidable cronista “Mago” Septién era más sutil, él decía: “Ya estamos en la séptima entrada y siguen entrando los fanáticos”.
Han pasado sesenta años. Hoy, en esta evocación nostálgica, lo digo con especial orgullo:
Yo fui fanático de séptima entrada.
Respuestas a esta discusión
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Mil gracias por tu recepción a mi texto que, ciertamente, no es un cuento sino una suerte de anécdota personal. Mi premio es que te haya suscitado gratos recuerdos. Lejos está de cansarme la historia del andarín Carvajal, mas bien creo que me regalaste un interesante y divertido relato (no tanto para Carvajal) que podía haber sido base de una narración literaria de tu parte.
Pastor Aguiar dijo:Amigo, qué buena crónica has dejado, y para colmo sobre un tema que me toca muy de cerca. Yo nací por los 50, y recuerdo que en el batey, en el justo medio, había un terreno de pelota, donde mi padre era pitcher, y me contaron que tenía una recta de humo; pero como no tenía muchos recursos de curvas, etc, se cansaba muy pronto, así que lo dejaban unos tres capítulos y lo relevaban. A mí me gustaba la recptoría, hasta que una vez me agarró unpellizco de bola de marcha atrás y me dejó lelo...no teníamos careta protectora. Desde entonces jugué el campo central, bien alejado, ja ja ja. Dihigo fue una gloria, así como otros posteriores, de los que recuerdo allá a algunos. Así que los logros deportivos no fueron obra de los barbudos del 59, como quisieron hacer ver usando el deporte como arma política. Me haces recordar una pincelada tragicómica, no de pelota, sono de atletismo. Resulta que en mi provincia había un señor al que llamaban el andarín Carvajal, que creo que repartía cartas e iba simepre corriendo, sin parar, kilómetros y kilómetros y no se cansaba. Cuando vinieron las Olimpiadas de San Luis, (¿por los treinta del pasadom siglo?) lo motivaron a aprticipar enel maratón, y le reunieron el dinero justito, sin apenas nada para comer, u otros divertimentos. Pues Carvajal salió en punta y acumuló una ventaja que lo hacía el indiscutible ganador. Entonces en bruto guajiro, partido de hambre como estaba, descubrió un manzano repleto de frutos a orillas del circuito. Miró atrás y llevaba tanta ventajam que no vio a su más cercano seguidor. Entonces se dio una hartera epopéyica de manzanas medio verdes, y le agarró un dolor de barriga tan terrible, que allí mismo quedó boca arriba...Y dicen las malas lenguas que el ganador llegó fresquecito a la meta...resulta que se supo después que viajó en automóvil más de la mitads de la carrera, pues entonces los autos eran una rareza, toda una novedad. Un abrazo, amigo. Espero no haberte cansado, pero me provocaste con esas magníficas anécdotas.
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Eres un privilegiado si conociste al gran Dihigo. En Cuba no se ha querido hacer el salón de la fama del beisbol porque tendrían que incluir a demasiados jugadores de antes del 59, cosa estúpida por cierto. Ahora, por todas estas historias que cuentas, y que no me pierdo ninguna, he conocido de la relación y el aporte entre Cuba y Veracruz. Tuve de vecinos unos pescadores que llegaban con sus viveros (como se conocían sus embarcaciones de motor y vela triangular) a Isla Mujeres y otros puntos de Yucatán, pero eso sería material para otras historias. Te envío el número de certificado del correo: RR054397316CR
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Siempre nos traes algo diferente y exquisito, no teníamos esa tradición en Cuba, pero hubiera estado también en la 'séptima' entrada.
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Oh, decepción, y yo que creía que era una tradición beisbolera en todas partes. Gracias por el comentario.
Ismael Lorenzo dijo:Siempre nos traes algo diferente y exquisito, no teníamos esa tradición en Cuba, pero hubiera estado también en la 'séptima' entrada.
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No voy a mentir por presumir, yo no conocí al inmortal Dihigo. Supe mucho de él por los que lo vieron jugar en el Águila de Veracruz, por todo lo que escuché y leí pues fue casi una leyenda en México. Se le quiso, se le admiró y se le recuerda como el más grande pelotero.
Con el número que me pasas veré si me entero algo sobre el envío de tu libro.
Rolando Ambrón Tolmo dijo:Eres un privilegiado si conociste al gran Dihigo. En Cuba no se ha querido hacer el salón de la fama del beisbol porque tendrían que incluir a demasiados jugadores de antes del 59, cosa estúpida por cierto. Ahora, por todas estas historias que cuentas, y que no me pierdo ninguna, he conocido de la relación y el aporte entre Cuba y Veracruz. Tuve de vecinos unos pescadores que llegaban con sus viveros (como se conocían sus embarcaciones de motor y vela triangular) a Isla Mujeres y otros puntos de Yucatán, pero eso sería material para otras historias. Te envío el número de certificado del correo: RR054397316CR
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No sé si ha cambiado en las últimas décadas, yo hace más de 30 años que salí y no he regresado, Pastor debe de estar más al tanto.
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Y yo escribí sobre algo que viví hace cosa de 60 años. A los 18 de edad dejé el puerto para irme a estudiar a Monterrey, luego, cuando el Águila andaba "arrastrando la cobija" respecto a lo que alguna vez fue, dejé de interesarme por el beis. Supongo que la tradición hace mucho que dejó de existir.
Creatividad Internacional dijo:No sé si ha cambiado en las últimas décadas, yo hace más de 30 años que salí y no he regresado, Pastor debe de estar más al tanto.
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