-¡Pasen, pasen y vean! ¡Aquí tienen a la última atracción de nuestra increíble feria, el monstruo más horripilante de todos! Con todos ustedes: ¡el fabuloso Hombre Bombilla!

El Hombre Bombilla se encendió y todos pudieron verle.

-¡Oh, qué feo es! –exclamó una mujer.

-¡Mira, mamá, tiene la cabeza transparente!

-¡Es verdad! ¿Dónde tendrá el cerebro?

-¿Si le golpeo sonará hueco? –preguntó un anciano alzando su bastón.

-¡No, no pueden tocar al Hombre Bombilla! –dijo el feriante-. Se rompe con facilidad.

-¡Vaya mierda! –exclamó el niño.

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Al Hombre Bombilla no le gustaba ser un fenómeno de feria, pero nunca se le había pasado por la cabeza que pudiera haber algo más aparte de la feria. No había conocido otra cosa en toda su vida, ya que su madre le entregó al dueño en cuanto vio lo que había dado a luz (en un sentido completamente nuevo de la expresión).

Pero una noche de luna llena, al Hombre Bombilla se le encendió la cabeza.

¡Se le había ocurrido un plan de fuga!

Bueno, básicamente se le había ocurrido que podía fugarse. Era una idea completamente nueva para él. Al principio frágil como el cristal que la resguardaba, creció con fuerza, ocupándolo todo y amenazando con reventar su cráneo.

Cuando no pudo aguantar más, le dijo decidido a la mujer barbuda:

-Me voy esta noche. No llores por mí.

El Hombre Bombilla se despojó del ridículo disfraz que le obligaban a llevar y se dirigió a la salida. Hércules, el forzudo del circo, intentó detenerle en su huida, interponiéndose en su camino, pero el hombre bombilla le cegó con su fulgor y se internó en la oscuridad de la noche, iluminándola con su luz. Corrió desnudo por los campos como una luna que hubiese descendido a la tierra. Ya no se sentía un freak. ¡Por fin era libre!

Y un nuevo mundo se abría ante él.

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Al llegar a la ciudad, el Hombre Bombilla se agenció un bombín para disimular su extraordinaria calva y anduvo por la calle apagado, como un ciudadano deprimido más.

Pero la gente le reconoció: su cabeza de cristal era inconfundible.

-¡Mirad, ahí va el Hombre Bombilla! –decían.

El Hombre Bombilla corrió por las callejuelas más oscuras, escapando de la gente, y se escondió en una tienda de lámparas.

-Aquí pasaré desapercibido –se dijo.

El dueño le miró fascinado.

-¿Dónde tienes el cerebro? –le preguntó.

-Sólo se me ocurren ideas cuando me enciendo –contestó el Hombre Bombilla.

El dueño intentó desenroscarle la cabeza.

-¡Tiene que ser mía! –dijo-. ¡He de investigar este fenómeno de cerca!

-¡Déjeme! –gritó el Hombre Bombilla.

El viejo no le hizo caso, así que el Hombre Bombilla se encendió, dejándole ciego. Al ver lo que había hecho, volvió a invadirle el miedo y huyó de la ciudad igual que había huido de la feria.

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El mundo no está hecho para mí, pensó el Hombre Bombilla. Un fuego arde dentro de mi cráneo y se niega a extinguirse. La luz de mi cabeza es insoportable, mis demonios interiores demasiado visibles... ¿Por qué tengo que ser tan transparente?

Vagó por los campos en flor y se dio cuenta de que el mundo no era tan feo.

Pero los hombres siempre lo estropean todo, pensó.

Así que se retiró a una cueva en las montañas y siguió pensando (al fin y al cabo no tenía otra cosa que hacer). Se le ocurrieron un montón de ideas, y pensó que podría cambiar el mundo. Se sentía un iluminado. Luego pensó que a lo mejor era porque no había comido nada en las últimas 48 horas.

-Me voy a quedar calvo de tanto pensar –se dijo.

Ah, no, ya lo estaba.

Y se quedó dormido de puro agotamiento.

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Mientras el Hombre Bombilla dormía, un pastor entró en la cueva, buscando una oveja descarriada. Al ver al Hombre Bombilla le reconoció, pues se había hecho tan famoso que hasta en las montañas más apartadas habían oído hablar de él. Le gritó para despertarle, pero no surtió efecto, así que probó a darle golpecitos en sus mejillas de cristal. Pero el pastor era un hombre rudo y no calculó bien su fuerza. El Hombre Bombilla se rompió.

¿Creéis que el pastor lamentó su muerte?

No, estaba más preocupado por el hecho de haberse cortado los dedos con el cristal.

¿Y dónde se habría metido esa maldita oveja?