Deambulaba tranquilamente por el universo, mirando aquí y allá, cuando de repente oí detrás de mí : “Uuuuuuh….!!!!”, sonreí antes de girarme sabiendo ya quién era. Efectivamente, El Principito me había encontrado y jugueteaba entre mi estela.

Nos saludamos efusivamente, ni sé la de tiempo qué hacía que no nos veíamos. Nos sentamos a charlar de nuestras cosas, hablábamos atropelladamente, los dos queríamos decir mucho en poco tiempo, como si tiempo fuera precisamente lo que nos faltara, pero ya se sabe, cuando se reencuentra dos buenos amigos, todo tiempo es poco

Saciadas nuestras curiosidades, me preguntó  si me dirigía a algún lugar en concreto. Le respondí que no, sólo paseaba y le pregunté si tenía él tenía algún plan.

Amable y cortésmente, como él es, me explicó que a su Planeta no podía invitarme, porque como yo ya sabía era muy pequeño y apenas cabía él.  Pero si me apetecía,  podíamos ir a visitar otro.

Me pareció un plan estupendo, acepté encantada. Nos quedamos pensativos decidiendo qué planeta visitar cuando se nos acercó una estrella ya mayor, cotilla a más no poder, y nos dijo:

-¿Sabeis lo que está ocurriendo en Marte?

 No. Contestamos a dúo, y, sin darnos tiempo a preguntarle, se marchó riendo.

Nos miramos y entonces recordé que al pasar cerca de Marte me había parecido verlo más rojo que nunca. Lo comenté con El Principito y decidimos ir a curiosear.

A unos 50.000 km. de distancia ya se oía un griterío ensordecedor. Tengo muy delicado el oído, algo que todo  el universo sabe, por lo que mi amigo me propuso que le esperara allí mientras él iba a ver qué pasaba

Algo aburrida de tanta espera, no sé los años qué ya llevaba allí, sopesaba la posibilidad de dejarle una nota e irme.

De pronto apareció, venía sudoroso, corriendo y muy compungido.

Inquieta le dejé que se tranquilizara y esperé a qué estuviera listo para la explicación.

Lo que me contó me dejó pasmada. Al parecer Fobos y Deimos, se habían enzarzado en la pelea más cruenta de todas las que habían mantenido y eso qué eran incontables.

Ambos se morían de celos, los dos querían ser el preferido de Marte, éste, coqueto a más no poder, se dejaba querer.

Habían enviado mensajeros al Sol (para algo era el Astro Rey) solicitando su mediación  en la pelea. Declinó la invitación alegando que tenía asuntos más serios que resolver y que de amoríos él nada sabía.

Al oír esto, partieron nuevos  mensajeros hacia la Vieja Madre Luna. Seguros de que no los dejaría en la estacada.

Así fue, y presurosa se dirigió al lugar de la pelea. Cuando llegó , impuso su autoridad y su voz (todo hay que decirlo, era potente y chillona), haciéndoles callar a todos.

Fobos y Deimos, asustados, obedecieron sin chistar dirigiéndose a su lugar, pero Marte, intentando conquistarla a ella también le dijo:  “No tengo la culpa de ser tan atractivo”.

Tales palabras enfurecieron a La Luna de tal modo que sumamente irritada se giró hacie él  tildándolo de vanidoso, engreído, coqueto, descarado y frívolo

No  iba a soporta ningún flirteo más y que éste ultimo unido a la falta de respeto hacia ella, le iba a costar un severo castigo.

Pensativa sentenció:

 “A partir de hoy y hasta dentro de 10.000.000 de años, tu color rojo será de un rosado muy pálido y poco visible, ni Fobos ni Deimos oirán tus vanidosas e insulsas palabras.”

Dándose la vuelta majestuosamente, ordenó:

 “Qué así quede escrito y se cumpla el castigo hasta su fin”.

Las estrellas presurosas levantaron las actas correspondientes que pusieron en mano de los luceros emisarios para el conocimiento de toda la Galaxia.

Marte lloró pidiendo clemencia pero no la obtuvo, la Luna se fue murmurando.

“ Mala cosa es la vanidad, capaz de volver locos a los cuerdos”.

Tanto al Principito como a mí nos pareció un justo castigo a tanta vanidad, dándonos por satisfechos, proseguimos nuestros paseo cogidos del brazo.

Dannu