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       Lo bien que la pasé en esa casa, -que la pasamos todos- las anécdotas habidas, los gratos recuerdos, en buena parte fueron producto de la personalidad de mi amigo el Conejo. Tengo hasta mi teoría. Para nosotros los que estudiábamos, la casa era, desde luego, el lugar donde comíamos y dormíamos, pero también donde seguíamos metidos en los problemas del estudio. Para Harvey, que ciertamente afrontaba en su trabajo situaciones difíciles, la casa era el lugar adonde llegaba a descansar, a olvidarse de problemas laborales y pasarla lo mejor posible.

       El Conejo tenía más edad que nosotros los estudiantes, pero tenía también más carácter juvenil que la mayoría de nosotros. Incluyendo, obviamente, al suscrito.

       Aunque, según mi compañero de Arquitectura, Harvey tenía dos personalidades. Decía que a veces era medio cabrón,  que no era un “Conejo” sino un Conejeque. Harvey, que ya dije era medio “mamón” y pueril, replicaba que él era un noble Conejique. Términos que pasaron al argot cotidiano de los cuates de la casa. Así que según las actitudes de Harvey decíamos que estaba en plan de Conejeque o en plan de Conejique.

       Llegó un noviembre, llegó el Día de Muertos y a mí se me ocurrió la mexicanísima tradición mexicana de escribir unas “calaveras” dedicadas a cada uno de los habitantes de aquella casa. Para quien acaso no lo sepa, versos chuscos en que se da por muerta a la persona. Creo que ello despertó en Harvey cierta admiración por esa facilidad mía para escribir sobre bobadas. El hecho es que, en una ocasión, me preguntó si yo era capaz de escribir un verso en base a un “pie forzado”. Esto es, una frase impuesta, a partir de la cual hay que seguir escribiendo un texto. Le contesté que sí, que pensara cualquiera, que me diera cinco minutos y que yo lo resolvería. Al pueril de Harvey se le ocurrió como “pie forzado” la siguiente frase: “Conejique contra “Conejeque”.  

       No sé si en cinco minutos, pero le escribí el verso bajo la condición impuesta.

       Y salió lo siguiente:

Conejique contra Conejeque:

Absurda confrontación

de un conejucho cabrón

y un conejito tembleque.

Inútil es que se aplique

en este forzado pié;

y resuelvo yo, el Mesié,

que nunca jamás tengan pique,

“Conejeque” y “Conejique”.

       Si dije antes que el Conejo tenía la casa como oasis para llegar a pasarla bien, para nada diré que después del Tec los demás llegábamos a sumergirnos exclusivamente en el estudio o clavarnos en el restirador. Siempre he sostenido que no existe estudiante que se entregue al estudio de tiempo completo… a menos que sea medio anormal. En ese aspecto nosotros éramos bastante normales.

       Y para el “relajo-time” el Conejo se aplicaba bastante bien. Y era original además. Enfatizo lo de la originalidad porque en cierta medida era una peculiaridad de Harvey, le gustaba distinguirse en algunas cosas, hasta en la forma de inventar situaciones para pasarla bien.

       De los que contaré un par de ejemplos.

(le seguimos mañana)