Pornografía mexicana
Se abrió la puerta y la chica entró desnuda.
- Quiero que saltes chiquita -- dijo el hombre velludo.
La chica saltó, sus carnes rebotaron.
- Ahora enséñame el culito. Vamos chulita, no pasa nada, no te voy a morder.
La chica sonrió de manera forzada, después volteó el cuerpo y le enseñó los glúteos, abrió sus nalgas y le enseñó el ano al observador. Era una habitación lúgubre, una silla metálica con el logo de Coca-Cola sostenía el cuerpo de ese mastodonte grasoso.
- ¡Muy bien! Mi amor, todo listo, vete a cambiar chiquita, nos vamos mañana.
La chica salió de la habitación, probablemente a vestirse. El hombre gordo se levantó y abrió otra puerta. Detrás de ella estaba una habitación escasamente iluminada por un foco mugroso, sentado junto a la mesa que colindaba con esa enorme ventana estaba un hombre calvo, musculoso que ostentaba un bigote “revolucionario”. El gordo se sentó en la otra silla, en el polo opuesto de la mesa.
- Entonces ¿Qué pedo? ¿Dónde está la vieja del Mapache? -- dijo el calvo.
- La acabo de ver we, está en la otra recamara, está bien sabrosa la condenada, ya le dije que sí a todo, mañana nos vamos para Morelos, allá ya nos echamos unas películitas, ya después te las enseño, ya veremos si se mueve bien, pero de todos modos gracias pinche Macaco, la vieja está bien buena-- dijo el cerdo.
- Tá bien cabrón, confío en que te la lleves.
- ¿Qué le dijiste al Mapache?- dijo el gordo.
- Que se fue con su hermano, de todos modos parte de toda esta mamada es que nos chingaramos al cabrón de su carnal, ayer lo levantamos en la noche, ahorita el Cotorro y el Zarco le están dando una calientadita por culero.
- ¿Pues que hizo el pobre? Si apenas es un morrito.
- Pues ya vez wey, se quiso pasar de verga, nos compró dos dosis de coca y estuvo dándole vuelta hasta que nos trajo hasta su chingada madre, no nos lo chingamos antes porque era hermano del Mapache, pero al ratito le toca a él, mira, todo va a estar bien chido, vamos hacer que se cojan a su vieja preferida, le chamuscamos a su hermano horita que terminen estos cabrones y horita le vamos a poner una putiza a su jefa.
- No mames wey, si solo es una ruca, ella no le hace mal a nadie cabrón.
- Así es esto cabrón, quien se pasa de verga se pasa de verga.
- Pero no mames, no hay que pasarse de pendejo, igual ¿A ti te gustaría que se metieran con tu jefa? Yo la conozco, además ya se va a quedar sola, no tarda en morirse, déjala we.
- Pinche Gordo, parece que te gustara cabrón- se ríe de manera chillona.
- No mames cabrón, le dices al que se cogió a todas las viejas de la calle, y que por cierto se va a coger a la vieja del Mapache ¡Si ya vi los hoyos donde voy a meter la verga cabrón! jajajaja Pero ya enserio cabrón, deja a la ruca en paz, mejor me la traigo para acá, es que cocina bien rico la condenada.
- La neta sí we, bueno, solo con una condición wey, déjame que me coja a la vieja del Mapache, dile cabrón que es para probar que tal se mueve.
- Va, es que la neta mi pinche vieja cocina bien culero. Mejor me traigo a la ruca.
- Entonces quedamos cabrón, yo mañana pasó a despedirme, que en la noche bajamos al Mapache y el viernes me voy para el gabacho, pá que no me persigan sus cuates.
- No mames ¿Te lo vas a chingar aunque sus carnales lo están vigilando?
- Ahuevo, el cabrón ya me las debe desde hace dos meses, primero dicen que mató al Cerbero, después le rompió su madre a mi carnal el Zarco, hace como una semana el cabrón entró a mi cantón y me chingo como 1 kilo de hierba y 300 gramos de coca, como te dije, mañana te llevas a su vieja y le enseñamos la “carita” de su carnal ¿No quieres ver como se lo putea mis carnales?
- No we, yo no le hago a eso, lo mio son la venta de las viejas.
- Tá bueno cabrón, luego nos vemos.
- Entonces ¿Qué? vas a probar a la vieja del Mapache ¿O no?
- ¡Claro cabrón! Pero mañana, que hoy vamos a preparar la calentadita, que si nos tenemos que putear al cabrón de Mauricio, que ese wey vive al lado, vamos a entrar a su cantón y ya, lo puteamos y listo- ríe con voz chillona.
Los dos se despiden con un fuerte apretón de manos. En unas horas van a callar al Mapache.
La española
La industria porno es una de las más nobles del mundo, debido a que se encarga de decirle a la gente que su sexualidad no está mal, refiriéndome más en especifico a esa serie de películas y fotografías que muestran a personas normales teniendo relaciones sexuales de manera salvaje y expedita, como las grandes estrellas del porno internacional. Sin embargo, hay algo oscuro entre los rincones de este trabajo, que es igual de digno que los demás, la realidad es que está dominado por mafias, muchas veces coludidas con narcotraficantes, secuestradores, sicarios y de manera más grave con la trata de blancas. La novia del Mapache, Sofía, mejor conocida como “La Española”, llegó a la Ciudad de México por error, mientras escapaba de sus deudas excesivas en su natal Madrid; se enamoró de una “mala persona”, un abusivo ebrio con tendencias violentas que constantemente la golpeaba y en sus momentos de viaje en la drogadicción abusaba de ella. Así que al ofrecerle la oportunidad de escapar de ese infierno, la chica la tomó, se unió a los bajos mundos de la pornografía mexicana.
- Oye ¿Pero cómo? Entonces me quito el ropaje y le doy a su concha ¿Verdad?
- Sí, ya, hora chamaca, acuéstate, horita llega Susana y empezamos la escena.
- Vale tío, pero por qué tanta agresividad, pensé yo que ya nos llevábamos bien.
- Pinche Española jajaja, ya perdón, mira, para que veas que soy buena onda, vete por unas líneas en la mesa de allá, atrás de donde está el tripie, después regresas, me sales muy linda encueradita, ándale, vete por las líneas y por un refresquito, que el Francisco se bajó por los chescos la otra vez y nos dejó dos cajas allá.
- Vale tío, eso me gusta, los niños buenos que tratan bien a las mujeres se llevan buenas recompensas –le lanza una mirada coqueta.
- Pregunto, me dijeron que te iba muy mal en la capital, nunca supe de eso.
- Pues entérate chabal, me enredé con un tío loco, me dejé pegar, ya sabes, crisis existenciales que le dan a una, pero ya escapando con eso, y después de unas cuantas, como ustedes dicen “cogidas”, una le tomó gusto al trabajo, eso es bueno ¿No crees? –ella sonríe.
- Yo creo que sí tiernita.
- ¡Pero bueno! Que no llegan los actores y yo acá caliente, pero que poca consideración ¿Qué no sabe que nunca hay que hacer esperar a una dama?
En ese momento llega una joven de no menos de 15 años, ella se sienta en la cama, observa al camarógrafo y a la Española, mira a la cámara, suspira.
- Oye tío, pero ¿Esto es legal? Digo, yo sé que no en el más estricto sentido de la palabra, pero es una niña.
- Tú no le hagas, no pasa nada, tú sólo dale, tú vete linda chiquita y ya después discutimos.
- Está bien tío, no te voy a discutir, igual yo trato estas cosas con mucha delicadeza.
La Española se desnudó con ligereza, la adolecente simplemente agachó la cabeza y con las manos de metal, robóticas pero tiernas, empezó a quitarse la ropa, tomó el tirante de su hombro izquierdo, y así quitándose la piel hasta quedar totalmente desnuda, con el cuerpo frágil, acurrucada en su estómago, como si hiciera un frío abominable en la habitación.
- ¡Pero animo niña! Que no te va a pasar nada que yo siempre he sido cuidadosa con estas cosas—le dice la Española.
La chica sólo la miró, sin emitir el menor sonido, asentó con la cabeza y se recostó.
- Bueno, mejor empezamos Españolita, horale, a lamer alfombra—dice el camarógrafo.
- Oye tío, que agresivo, esto va con calma.
La mujer se acerca a la cama, lentamente llega hasta el cuerpo de la adolecente, empieza a acariciar los pequeños senos de la chica, la niña responde tocándola con cierta inseguridad.
Las escenas que al principio eran simples se volvieron más complicadas, los besos y las caricias corresponden a una proporción empresarial, el espectador no quiere ver un compromiso real y emocional entre los dos amantes, tampoco que las chicas, besándose, se asuman en una identidad homosexual, claro que no, la gente lo único que ve son las carnes, quiere saber de fantasmas de lo que podría ser el afecto, pero nada más allá.
En unas horas llegaron dos actores más, dos hombres de cara tosca pero de cuerpos entrenados en gimnasios de alta calidad, ellos lo único que tenían que hacer era consumir la pastilla azul y entrar en las cavidades, como ya lo mencioné, un mundo calculado igual que el de las chicas, pues en ese mundo de movimientos entrenados y placenteros, las barreras entre la pena, la vergüenza y la distinción social caen. Claro, no es del todo perfecto, culturalmente, por lo menos en las películas de los bajos barrios, debe haber una manipulación más cruda de la mujer, aunque ellas saben tomar el papel dominante en el asunto, solo hace falta que acepten el placer y vean, como toda persona realista, hombre o mujer, a la otredad como un pedazo de carne.
Ellos se desnudaron, sus pitos erectos fueron enfocados por la cámara, hay que aclarar que la pornografía posee un lenguaje cinematográfico complejo, tanto en el acercamiento a la penetración como en los encuadres a los cuerpos, la forma de ignorar la cara del hombre, es más, el solo enfocar la expresión de la mujer, implica conceptos semióticos, ya que, con el contexto, es importante que ésta demuestre más en su rostro que en su cuerpo que está complacida, a excepción del porno japonés, en ese la expresión es más dolorosa. Estas son explicaciones necesarias para este negocio. Los hombres entraron, cambiaron de posiciones con las chicas, la menor, con reacciones frías y automáticas, solo se limitaba a obedecer a los hombres, cuando estos, ese es el secreto, la tomaban de la cadera, así jugaron al querer de los fantasmas, un poco doloroso, por el ano, por la vagina, por la boca, escena tras escena, los cuerpos empiezan a sudar, sus carnes se empalagaban de los líquidos nacientes del erotismo.
Después de todo, las cosas se vuelven fingidas para todas las partes, todo se hunde en un mar de contracciones embarazosas, y al final, cuando el último corte de la cámara está hecho, todos se saludan un poco y se van a su casa.
Así la Española vivió dos semanas, entre desconocidos, siempre los mismos actores, pero feliz, pues sin violencia, solo tenía que mover piezas hechas de humo y perfume ¿Qué más se podía pedir?
Ella tenía un cuerpo hermoso de blanca porcelana, era muy delicada, en cada estirar de piernas, mostrar de nalgas y mirar de ojos se apreciaba el trabajo metódico del maquillaje y de la naturaleza.
Los orgasmos revoloteaban bajo la piel, su cuerpo madrileño se deslizó y materializó en una impresión digital para que algún solitario que se masturbaba en otra parte del país, del mundo, del universo, qué sé yo.
Los tiros
En el momento en terminó de moverse la saliva de la chica, el camarógrafo colocó la tapa de la lente de su herramienta, observó las curvas de la chica española, sonrió con morbosidad. En ese momento disparos, estruendosos, se escucharon en la calle que se hallaba brillante con la lluvia. Todos en el estudio de filmación se agacharon, la menor emitió un pequeño grito y se cubrió la cabeza con las manos, el camarógrafo simplemente se escondió debajo de la cama.
Los disparos continuaron hasta que una de las balas destrozó la cámara y parte de las lámparas de iluminación.
Todos se colocaron en la pared contraria a donde las balas impactaban.
Todo eran tiros, los segundos eternos se desvanecieron, alguien quería derribar la puerta.
Cazando al Mapache
El Mapache estaba dormido en su cama. En la mesa una pizza hawaiana se llenaba de hormigas. Mientras dormitaba escuchó el molesto rechinido de la duela de la casa de junto, de su amigo Mauricio, “mañana le digo a ese cabrón que arregle esa madre” pensó.
Los rechinidos de la madera lo hartaron, seguramente Mauricio estaba drogado y se puso a bailar escuchando las canciones de Gilberto Santarosa. “Pinche loco, mañana le voy a decir que le baje de huevos”, el Mapache se acurrucó otra vez entre sus cobijas tejidas por su madre y se durmió por unos minutos más. Los rechinidos se volvieron pisotones.
- ¡Ya!
Se dijo, se levantó de su cama, tomó su celular y le marcó al celular de Mauricio, se equivocó una vez, cuando reanudó la acción algo lo distrajo, detuvo el marcar, notó sombras raras que se proyectaban por la luz de la casa de su amigo, se asomó con cuidado, no vio a nadie, sin embargo observó que los muebles de la casa de junto habían sido sacados de sus lugares, luego escuchó nuevos pasos en la duela, alzó la mirada a donde debería estar a esa hora Mauricio “Ese otro también no está en ese lugar, ese cabrón no está”, entonces oyó pasos en la duela y vio sombras humanas en movimiento que se proyectaban en las cortinas. La intuición le dijo “se acaban de chingar al Mauricio”. Corrió rápidamente hacia su cama, levantó el colchón, sacó una escuadra, la atoró en el resorte del pantalón, después se dirigió con mucho sigilo al baño, miró la tasa del baño, el escusado no estaba fundido al suelo, el Mapache levantó el enorme pedazo de porcelana, después despegó una enorme y pesada lamina forrada de azulejos, cerró la puerta del baño con llave y se metió en el enorme agujero que había destapado y que acompañaba a la cañería, una casa mal construida, pero , que sin quererlo, tenía un escape que desembocaba en la coladera de la calle, pues el espacio hasta la planta baja recorría las tuberías pegadas a la pared con suficiente espacio para un mapache.
Los hombres entraron a la casa del Mapache, apuñalaron los colchones, abrieron los muebles, voltearon la ropa, tratando de encontrar al malnacido, cuando vieron la puerta del baño cerrada simplemente dispararon con un cuerno de chivo, cuando no vieron ningún cuerpo entre los agujeros, entraron al sanitario y observaron el agujero, el Macaco observó la oscuridad de la cañería y solo pudo pensar “los cuates del Mapache vienen a partirnos la madre”.
La rabia del Mapache
Uno de los hombres del Macaco se asomó por la ventana que daba hacia la calle, en ese momento al pobre tipo una bala de destrozó el cráneo. Los demás hombres alistaron sus armas y bien organizados se colocaron en las partes del segundo piso donde serían menos propensos a los tiros, otros bajaron a la primera planta y desde las ventanas de la cocina dispararon las primeras descargas de su bando.
Los de arriba tiraban desde las ventanas, sus armas eran cortas y no tenían mucho parque, sabían que los cuates del Mapache podían responder, pero se suponía que todo el plan, toda la operación iba a ser un “levantamiento” silencioso.
Y todas las ventanas se rompieron, los cabrones que defendían la planta baja fueron acribillados. El mismo Mapache entró por delante, abrió el zaguán con un disparo en la chapa, derribó la puerta y entró escoltado por tres ratas, asesinó de un tiro en la cabeza al tipo que bajaba por las escaleras, sorprendió a los otros tres que quedaban en la parte del arriba, incluyendo al Macaco, mató a los otros dos.
Al Macaco el Mapache le disparó en el cuello, el Mapache fue militar, la puntería no era problema. Mientras el Macaco sufría por la hemorragia y por una herida en la pierna, el Mapache se le acercó, lo arrodilló de una patada, le quitó los pantalones y calzones, sacó su navaja y con un movimiento torpe y tosco le cortó los huevos a su enemigo, la víctima gritó y gritó, el Mapache cargó su arma y golpeó la cabeza calva con el plomo de la escuadra.
El Mapache cargó todas sus cosas, le echó “un fon” al comandante de la policía “…Sí we, fueron los de la banda del Macaco, diles a los del barrio que a mí me mataron, yo voy por mi vieja a Morelos…sí, sí, ya fui a romperle su madre al Gordo, dice que la mandó por allá pero voy a tardar en encontrarla un poco, no sé ni en que casa está, ya le cortamos los huevos igual que al Macaco… sí, sí we, nos chingamos al Frutsi, al Ramiro y a otros dos cabrones, ya luego veo donde te veo, sale, chido, bye”.
Cállate
Las balas destruyeron todo, las cortinas gruesas que tapaban el set de filmación yacían perforadas por los impactos. “¡¿Qué coño pasa?!” gritó la Española. Nadie respondió. Uno de los actores que se había escondido atrás del mueble de la tele gritó “¿no tienes fusca?” dirigiéndose al camarógrafo que estaba escondido debajo de la cama. El cineasta erótico indicó con la mano el buró de la esquina.
- ¡Pinche puta! ¡Sal cabrona! ¡Órale pinche puta!—gritó el Mapache desde afuera de la residencia de grabación. Se alejó hasta la otra banqueta y disparó dos veces hacia la habitación de filmación.
Uno de los actores corrió desnudo hacia el buró, desordenó dos cajones hasta que encontró un revolver. Entonces le gritó a la Española “pásame mis calzones”, ella asistió y se los aventó, el hombre se los puso, se acercó cuidadosamente a la ventana, tratando de que los proyectiles no lo golpearan, exclamó “nos rendimos cabrón, no dispares”.
El Mapache siguió gritando insultos hacia la Española, disparó otras dos veces al hartarse de la insistencia del actor, no lo mató pero consiguió que este tirara el arma y cobarde saliera corriendo a otra parte de la casa.
El Mapache repitió la formula, estaba solo, todos sus hombres a orden de él estaban en Ciudad de México “esta vieja es mía, voy solo cabrones”. Disparó a la chapa del zaguán, entró, con algunas patadas derribó la frágil puerta de madera delgada. Cuando llegó a la habitación donde la Española se encontraba se acercó fríamente al segundo actor ¡BAM!, a la niña ¡BAM!, no notó al camarógrafo debajo de la cama, tomó a la Española del cabello, la llevó a la cama y la golpeó con la cacha de la pistola “¡Haber pendeja ¿Por qué cabrona? Creías que te podías largar a meterte de puta así no más ¿Muy vergera verdad?!” gritó mientras golpeaba de manera brutal el cuerpo desnudo de la Española. El Mapache la tiró de la cama y le dijo “vístete pendeja, que nos regresamos para México, allí ya vemos como te va a ir”. La Española con el cuerpo blando se vistió poco a poco. El Mapache tropezó con la mano del camarógrafo que quería alcanzar un celular tirado en la alfombra, ¡BAM!
Los tres cadáveres tiñeron de rojo la mayor parte de la alfombra blanca.
- Apúrate cabrona, no tengo tu pinche tiempo—dijo el Mapache a la Española.
El Mapache fue a revisar las otras habitaciones, encontró al primer actor escondido en el closet, un disparo certero en la frente fue todo.
El Mapache siguió su búsqueda de testigos y oyentes. La Española salió lentamente de la habitación, aturdida por las muertes y por el olor a pólvora y sangre. Entonces, cuando iba a apagar la luz y veía el llegar de la noche, el brillo del revolver acaparó su atención. Sólo lo levantó, gritó “Pinche Mapache, ven y cógeme”, él hombre se dirigió hacia el set mientras gritaba insultos y amenazas, de pronto él quedó paralizado, miró el cañón del revolver, pensó en lo imposible que era el tirar primero que ella, la Española sonrió y dijo “corte pendejo”.