Matías Pérez de viaje por el Caribe

La cuarta parte de una tetralogía comenzada un par de décadas atrás,   con ‘Matías Pérez entre los locos’,  ‘Matías Pérez regresa a casa’ y 'Matías Pérez en los días de invierno', que pensábamos era la última novela de la serie, pero ha surgido esta nueva e inesperada conclusión.

“Los libros con las aventuras de Matías Pérez son un compendio de humor desternillante, erotismo desenfrenado y surrealismo caribeño. Muy recomendable lectura” — Alfredo García Francés, novelista y ex periodista del diario ‘El País’.

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Comentario de Peter Bloch, escritor y crítico neoyorquino sobre 'Matías Pérez entre los locos', novela de Ismael Lorenzo.

"Con un talento indiscutible, Ismael Lorenzo cultiva una clase de novela muy suya, poniendo lo fantástico al servicio de la crítica social satírica, llena de incidentes eroticos marcados por el mismo elemento fantástico-satírico. Lo gracioso y la caricatura literaria son características de su manera novelística. Puedo prometer al lector de "Matías Pérez entre los locos" y sus secuelas, que no va a aburrirse". — Peter Bloch

(Peter Bloch, nacido en Alemania,  escritor, historiador del arte y critico que participó en el movimiento cultural hispano en Nueva York, por más de 35 años. Autor de varios libros, así como de innumerables críticas literarias y ensayos.) 

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"Hay muchos  que se preguntan el significado de las portadas en la tetralogía de Ismael Lorenzo. Si empezamos por ‘Matías Pérez entre los locos’, aquellos que la hayan leído nunca verían el nombre de la ciudad en que aterrizó ‘Matías’ en su globo. Pero la portada lo dice en la foto de ‘Ocean Drive’, la famosa avenida de Miami Beach frente a la arena y el mar.   Lo mismo en ‘Matías Pérez regresa a casa’, nunca se dice qué ciudad, pero la portada es una playa y un par de atrayentes bañistas, por cierto es una foto de Sta. María del Mar, en el Este de La Habana y sus múltiples playas.  Y en ‘Matías Pérez en los días de invierno’, la foto claramente nos muestra a Benidorm, una playa muy visitada por turistas adinerados. Y finalmente en ‘Matías Pérez de viaje por el Caribe’ nos muestra su portada una vista aérea de Lincoln Rd. South Beach, en la noche. — Jorge dominguez, Editor y periodista.

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© 2018 by Ismael Lorenzo – US Copyright Office

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Primera Parte

'Camino a Lincoln Road'

Hoy he salido tarde para South Beach, pero al pasar la biblioteca decido caminar que siempre es saludable, además es desestrezante mirar al paisaje playero. Sí, estoy de nuevo en el ambiente caribeño, aunque todavía añoro el tiempo que pasé en aquel balneario europeo, delicioso pero nunca nada es eterno, y los que nos dedicamos a la ciencia investigativa siempre tenemos que estar preparados a lo inesperado. Pero no puedo quejarme, pude salir a tiempo y el crucero por el Caribe  me trajo de nuevo a esta playa donde hace muchos años, un día aterricé en la azotea de un condominio. Después de bajarme del bus en Collins Ave. al pasar apurado una ventana abierta, veo a una joven que se contempla en el espejo con el hilo dental bajado hasta  los muslos, y sus  esplendorosas  nalgas dando a la ventana, no puedo menos que echar una rápida mirada y sigo sin detenerme, lamentando haber salido tarde, pero hubiera sido bueno asegurarle que no le faltaba nada. 

En la esquina del parque veo una venta de melones apetitosos y comida rápida, disponible las 24 horas del día, con un curioso cartelito donde aseguran, que de todas las comidas, el amor es la que mejor hacen, a pesar de que me ha entrado hambre, sigo hacia mi cita. Pero  al doblar la calle acercándome a Lincoln Rd, miro por arriba de un muro hacia la piscina de una casa y terrible, pura kriptonita para mí, una chica en bikini rosado y con larga cabellera negra sentada en una piscina, casi me desmayo,  aprovecho y le tiro una foto con mi cell, y cuando quiero  tratar de tomarle  una segunda foto,  al mirar sobre el muro de nuevo,  ya había desaparecido. A prisa sigo mi camino  muy debilitado por la kriptonita. Al entrar en Lincoln Rd  veo en una pequeña cafetería que sirve a sus comensales de pie, a una amiga con la que trabajé junto hace muchos años, me acerco y le doy un abrazo sin que me note, se vuelve asustada, sonríe feliz y me dice, "Tengo ahora un turno de día", y entonces no puedo evitar mi genética curiosidad literaria y le pregunto, “¿Cuántos te tuvistes que echar?", ella abre los ojos y me dice, "Fue por mi actitud laboral", asiento con la cabeza y digo "No lo dudo" y sigo apurado hacia mi cita, pero ya casi llegando,  junto a una fuentecita de agua, veo al que hablaba solo en el bus, vendiendo gafas, en chancletas flip flops, bermudas y una camisa playera abierta. Me mira, mueve la cabeza y dice: "Inútil, lijosa y de mala leche",  vuelvo a asentir con mi cabeza, pero sin entender y al fin llego  a mi  oficina en las sillas de afuera del Starbucks  Cafe.

Le echo una detenida mirada a una rubia  de pie al lado de las mesitas, en unos shorts que su espectacular trasero quieren romper y acariciando un perrito en sus manos. Quisiera ser perro, si tuviera una dueña como esa. Félix, el productor de la radio ya me esperaba y me mira molesto por el atraso, pero me excuso explicándole que el viaje ha sido muy accidentado.  Me siento en las mesitas de afuera del Starbucks, iba a pedir un café, pero al mirar hacia la entrada del  Starbucks, casi me caigo de la silla. Cargado con una bandejita llevando  tres humeantes tazas de café  y caminando con sumo cuidado para no tropezar en la transitada acera que separa las mesitas de la entrada del Café, reconozco al Dr. Banchi, lo menos que me esperaba, pues desde que desapareció de Benidorm hace años, no había oído nada de él.  Bueno yo también tuve también que desaparecer porque mi fórmula rejuvenecedora Pesteabo forever, tuvo ciertos incovenientes en las pruebas a las que estaba sometiéndola el Dr. Banchi. El Dr. Banchi, en una camisa playera,  shorts y chancletas flip flops, con los pocos pelos de su calva completamente blancos saliéndose bajo su inseparable sombrero Stetson,  su cara ya algo arrugada, me mira, empieza a reíse y me dice: 

—El mundo es pequeño.

Lo miro y le contesto: 

—Sí, y a veces demasiado pequeño.

Félix, el productor nos mira sorprendido y exclama:

—No tenía idea de que Uds. se conocían.

—Hace mucho y en otra playa muy lejana la última vez que nos vimos —digo.

— Matías, enseguida que Félix me habló que conocía a un químico muy capaz para el nuevo proyecto en que estamos, me imaginé enseguida que eras tú. 

—Me alegro que Uds. se conozcan —dice Félix mientras prueba el humeante café. No tenía idea de que el Dr. Banchi estaba por aquí, siempre me han ido mal los negocios con él, pienso mientras la vista se me va para las bañistas que pasan por la acera, con sus desbordantes traseros saliendo de sus diminutos bikinis tangas.

El Dr. Banchi, mientras le da un sorbo a su Café, me dice:

—Verás, tenemos la idea de establecer una clínica para el aumento de glúteos, ya hemos alquilado un edificio de tres pisos al final de Lincoln Rd, en la playa.

— Pero Doctor, hay mucha competencia en todo en eso. 

— Ahí entras tú, tenemos que desarrollar un compuesto inyectable que sea más barato que las cirugía estándars hoy en día. Ahí tiene que entrar tu indudable genio de químico, del que no tengo dudas, Matías.

— El Dr. Banchi me ha hablado muy bien de Ud —interviene Félix el productor — Verá, por medio de mi cadena de radio emisoras podemos hacerle muy buena propaganda a la clínica.

— Es algo que tengo que pensar antes de  aceptar, pues esto es más bien inesperado y fuera de mis investigaciones habituales— digo, mientras le doy un vistazo a un inmenso trasero enfundado en un jean de una rubia que pasa por la ancha acera—. Una fórmula para este propósito no sale de inmediato. Mi fórmula ‘Pesteabo’, fue algo que trabajé por muchos años,  pero esto es diferente.

   —Matías, confiamos en ti, esta vez saldremos millonarios — dice el Dr. Banchi —. Mira, primero fueron los implantes mamarios que se pusieron de moda, después el botox. Ahora la nueva tendencia en cirugías estéticas en Hollywood y que se extiende por todas partes, es el aumento de glúteos.

— El costo actual de esas cirugías de aumento de glúteos — me explica Félix el productor — está en promedio por los $5,000, en clínicas confiables. Nosotros tenemos la idea de ofrecerlos a $2,000, está en aquí en South Beach, si logramos el procedimiento adecuado, y por eso es que hemos buscado un químico de su talla.

— Uds. saben que mi descubrimiento químico primario fue mi fórmula Pesteabo, para combatir enfermedades como el HIV, por medio de la alta concentración del olor vaginal y después la variante para la fórmula de rejuvenecimiento que tuvo sus pequeños incovenientes, pero de una aplicación para cirugía estétic sale un poco de mis cauces investigativos

De pronto detrás mío resuena una voz gruesa.

— Espero que me dejen senta a su mesa — dice un individuo de estatura más bien baja, pero con un tshirt que se revienta bajos sus músculos.

—Ya te estábamos esperando, Pepe — le dice el Dr. Banchi — ahí tienes una silla vacía. Y dirigiéndose a mí, me explica:

— Este es Pepe Fitness, es un entrenador personal que va dirigir  el gimnasio que pensamos abrir, y que atraerá las mujeres que serán nuestras futuras clientas. Pepe, este es el famoso químico Matías Pérez —me presenta el Dr. Banchi.

—La idea es completa, el gimnasio para atraer las mujeres y luego le vendemos el aumento de glúteos a precios muy asequibles — agrega Félix el productor —, y después por mis estaciones de radio y webs le haremos la publicidad. 

Pepe Fitness me hace un saludo con la cabeza y agrega:

—Lo que necesitamos es un procedimiento en que podamos competir con bajos costos: “Los glúteos más grandes, a los precios más asequibles”, ya estoy pensando en lo bien que van a sonar esos anuncios.

—Matías, yo sé que eres desinteresado en tu amor por la ciencia, pero creo que con esto podemos 

irnos con una buena cantidad para nuestro retiro — dice Félix el productor, siempre optimista.

—Vamos a ver, tengo que ponerme en contacto con algunos colaboradores y empezar a estudiar las 

variantes — digo mientras tomo mi café, me hubiera gustado un emparedado también, pero  el 

Dr. Banchi siempre ha sido algo restringido con su billetera.

—Estoy seguro que lo lograrás, visítame en mi oficina aquí, al final de Lincoln Rd, para discutir lor detalles — me dice el Dr. Banchi dándome su tarjeta con su teléfono.

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