Respuestas a esta discusión

Permalink Responder para Pilar García G el agosto 24, 2014 a las 2:20pm

PRIMER CAPÍTULO:

—Desciendo de una familia de brujas, mis antecesores también lo eran, nunca quise esto en mi vida pero con el paso de los años se ha hecho muy fuerte en mí interior.

En los sueños me visitan y me muestran el pasado, donde ellas fueron asesinadas sin piedad, quemadas, descuartizadas por quienes les temían. Siento ese dolor que ellas sintieron pero al mismo tiempo siento una paz, algo que me revelan y me indican que pronto llegará mi momento donde hallaré las conexiones con mi Yo Superior y con la valquiria que llevo dentro y debo despertar.

Mi niñez no fue fácil ¿sabes?, mi madre me abandonó y fui acogida por una familia que aunque no fueron los mejores padres, me criaron y educaron para hacer de mi lo que  hoy soy, esto que ves frente a ti.

Sufrí abusos sexuales por parte de un familiar, me amenazaba con que si contaba algo de lo que él me hacía y sí decía algo nadie me creería.

Sus amenazas, el no ser de esa familia sino ser una joven chica que adoptaron y el miedo de que no me creyeran y también me abandonaran me hizo estar callada, —¡Gran error! —, porque sus visitas a mi cuarto y sus abusos iban en aumento y cada vez que él me hacia esas cosas me desgarraba, sentía por dentro impotencia, me sentía sucia, me sentía una puta porque así él me llegó a tratar y hacer sentir.

Y fue entonces cuando despertó algo en mí, supe que mi belleza era un arma de doble filo que debía saber utilizar para no volver a sufrir más.

Mi virginidad, mi inocencia fue violentamente arrancada por ese hombre; ya nada perdía en mí ser, él me lo arrancó todo.

Me convertí en esa dama que todos deseaban poseer, pero era yo la que los poseía, los utilizaba de cierta manera para conseguir mis objetivos y a cambio entregaba mi cuerpo a la lujuria, al deseo, a un beneficio propio que me llenó de vacío. Pero la rabia y el dolor no me dejaban ver la realidad y seguía inmersa en vengarme de cierta manera de aquella atrocidad que me hicieron, ni suplicas, ni ruegos, ni llantos, nada valió para liberarme de aquel monstruo, ¿Por qué me iba a importar a mi causar daño a otros?¿Qué importancia tenia entregarme en un momento de pasión?, realmente ninguna para mí, la hermosa mujer, esa joya valiosa era simplemente una rosa llena de espinas que no se sentía con valor alguno… pero bueno dejemos esto, luego entenderás porque te lo cuento y el porqué de mis actos.

Soy nueva en esta ciudad, apenas conozco gente para salir y hablar, llevo tan sólo unos meses, vine tras el amor de mi vida, ese hombre que ha llenado un vacío y  me ha devuelto la felicidad, con él empiezo una nueva vida, no es fácil por muchos motivos volver a empezar  y más cuando detrás tienes tantos fantasmas que quieren verte sin vida y hundida en la miseria pero nadie me venció y nadie lo hará.

Al margen de esto, en mí ha revivido algo últimamente que siempre quise controlar o negar su existencia, poseo eso que llaman don, percibo, siento y puedo ver con la ayuda de las cartas el pasado, presente y futuro, ahora sé que es el momento de ayudar a los demás y estoy preparándome para ello y el hecho de haberlo aceptado ha despertado tantas cosas en mí, tantas que no se pueden contar en este instante pero te las iré contando, no lo dudes amiga.

Me miró y su mirada era clara, transparente, con una fuerza que traspasaba todo mi ser. Estaba claro, el destino nos había unido y, ambas debíamos recorrer un camino donde íbamos aprender  tantas cosas que nunca llegué a imaginar.

— ¿Qué piensas de todo lo que te he dicho?, pensarás que soy una loca, ¿verdad?, me preguntó Mar, mientras tomaba su último sorbo de café y apagaba su cigarro.

—No, no creo que seas una loca, creo que tienes mucho que contar y muchas cosas del pasado que debes cerrar para continuar y que éste es el lugar elegido para ello, aquí en esta ciudad se escribirá un antes y un después.

Mar, me miró y sonrió con una complicidad que nunca antes había sentido con nadie y continuó contándome su vida que más que una vida eran muchas historias que llevaban a un mismo camino.

—Sabes amiga, me gusta esta ciudad aunque creo que yo a ella no le gusto, desde que llegué aquí no levanto cabeza, más bien parece que me devuelve los fantasmas y con ellos vuelven mis pesadillas, en ellas soy aquella niña que un día fui, estoy junto a mi padre, ese hombre que me crío y educó aunque no era mi padre biológico ejerció como tal.

El día que falleció lloré mucho. Yo estaba junto él y le dije al oído entre un susurro y un grito de desesperación “Que no se marchara” “Que no me dejara” yo lo necesitaba tanto a mi lado pero eso no importo, él se debía marchar, así es la vida una vez llega a su final, la muerte se nos lleva con ella a eso que llaman descanso eterno, una vez más la muerte arrancaba de mi lado a quienes quería; hacia tan sólo unos meses a mi ex marido también se lo llevó, dejándome rota de dolor en esta casa llena de recuerdos.

Ahora sé que después de ese adiós hay algo más. Te voy a contar algo que quizá te asuste pero es algo más de nuestra vida, están con nosotros de una forma u otra; cuando le pedí eso a mi padre él se quedó sin yo saberlo a mi lado, la casa donde yo vivía antes ese lugar que tanta paz me transmitía, se transformó en ruidos, en cosas que se movían, en luces que se apagaban y encendían, llegó un momento que me era imposible seguir así, pensé que estaba loca pues sólo yo al principio notaba esos fenómenos que ocurrían en mi casa. Se lo conté a un buen amigo que me habló de un psicólogo que me ayudaría a superar todo esto, pensaban que eran alucinaciones, que mi mente quería sentir de alguna manera a mi padre y así no afrontar su perdida;  psicólogos, pastillas, tratamientos, terapias… no era algo que yo quería ni creía que fuera arreglar lo que me pasaba, pero llegado al punto que estaba entre la tristeza de la perdida y el hecho de que yo sólo fuera consciente de esos sucesos me llevaron aceptar la ayuda de ese psicólogo.

No puedo negar que me ayudase, pero no como yo necesitaba. Durante una temporada el tratamiento con pastillas me hizo efecto; pero al tiempo, todo regresó a estar igual, los ruidos cada vez eran más constantes y las cosas que sucedían ya no las veía yo sola sino gente que me rodeaba también, el olor a azufre estaba en toda la casa, incluso por la calle, a veces, lo podía percibir como una presencia que me seguía.

Llamé al psicólogo, que de mi médico llegó a ser mi amigo y confidente, para explicarle que nuevamente volvían a pasar cosas extrañas en mi casa e incluso por la calle lo sentía. Hasta mi pelo se levantaba en el aire como si alguien lo tomara en sus manos, y ese olor, ese olor azufre, no me lo podía quitar de mi cabeza, era constante percibirlo. Al contarle lo que de nuevo me ocurría me dijo que iba a llamar a una amiga que llevaba estos temas pero que  no era médica más bien era clarividente; claro está, la medicina y lo paranormal no son campos compatibles, pero en este caso optó por no tratarme como paciente sino como amiga y me citó con esa mujer misteriosa.

Al día siguiente cogí mi coche y me dirigí a un pueblo cercano donde yo vivía y que nunca antes había visitado. Allí había una tienda de santos y de esoterismo donde se hallaba esa mujer, era algo que me daba mucho respeto y en el fondo no quería creer que fuera real, aunque qué más realidad quería, si yo misma lo estaba viviendo, pero no terminaba de aceptarlo. De todas maneras no podía seguir así, le pedí a una amiga que me acompañara a ese lugar. Al llegar a la tienda, nada más abrir, me quede perpleja admirando todo lo que en ella había y esa sensación de paz que en su interior se sentía.

Se acercó una mujer preguntándonos en qué nos podía ayudar, le dije que había quedado con Diana, que venía de parte de un amigo en común y ella me estaba esperando.

 

La mujer nos pidió muy amablemente que esperáramos, que iba avisar que habíamos llegado. Se adentró por un pasillo y al rato apareció otra mujer, se dirigió hacia mí y me dijo:

—Hola Mar, acompáñame tenemos mucho de qué hablar y veo que vienes acompañada.

Era una mujer mayor con la tez blanquecina, sus ojos eran marrones claros con mucha luz, su pelo era largo y liso lleno de canas por su avanzada edad y su voz era fuerte, tenía un acento extranjero, su mirada se clavaba en la mía con fuerza pero lo que realmente me sorprendió era, ¿Cómo sabía que yo era Mar?. Mi amiga era igual que yo, el pelo largo y rizado del mismo color rojizo, sus ojos eran azules como los míos; sin embargo Diana vino directamente hacia mí.

—Sí, ella es una amiga le pedí que me acompañara, contesté mientras Diana ya se dirigía hacia un cuarto que había detrás de una cortinas.

Sin girarse me contestó, no me refería a tu amiga, traes alguien más contigo, vamos sígueme.

Mi amiga se quedó mirando la tienda mientras yo fui donde estaba Diana. Al correr la cortina sentí un escalofrío, estaba todo lleno de velas, había un altar con un santo y ella al otro lado del altar esperándome.

—Vamos pasa y túmbate en esa camilla de ahí, relájate y no digas nada, sólo escúchame.

Cada vez tenía más ganas de largarme de ese lugar, pero algo me pedía que me quedara, así que hice caso, pasé y me tumbé.

Comenzó hablar de mi vida, de mi niñez, de cosas que nadie sabía y me preguntó cómo se llamaba mi padre.

Yo me sentía asustada y los nervios me ganaban, me sentía desprotegida, ella sabía tantas cosas de mí que debía parar eso para evitar que tocara temas que me dañaran y le contesté irónicamente.

—¡Vaya clarividente es usted!, si debo decirle cómo se llama mi padre, debería saberlo, ¿no cree?

—Sé cómo se llama tu padre pero quiero que tú me lo digas.

Esto no es ningún juego y necesito saber que te lo tomas en serio y eres sincera para poder hacer bien mi trabajo, así que dime ¿Cómo se llama tu padre?

—Manuel, mi padre se llama Manuel.

—¡Mentira!, tu padre no se llama Manuel, quiero la verdad; dime cómo se llama tu padre.

Yo me enfadé, me trataba de mentirosa cuando le decía la verdad, mi padre se llamaba Manuel y le contesté enfadada.

—Mire señora, usted no es clarividente, ni es nada. No tiene ni idea y no le permito que me insulte al tratarme de mentirosa. Mi padre se llama Manuel.

Diana, se levantó enfadada y me dijo: —Lárgate, no quiero mentirosas en mi consulta, vete.

Me levanté y contesté: —La mentirosa es usted y por supuesto que me largo, vieja loca.

—Tu padre se llama José Ramón, no Manuel, me dijo mientras salía de esa habitación.

De repente me quede parada, inmóvil, era cierto mi padre biológico se llamaba José Ramón.

Me di media vuelta y la miré, volví a sentarme en esa camilla y le dije que José Ramón es mi padre biológico, pero mi padre el que me crió y educó se llama Manuel, no le he mentido.

—Bueno, siéntate y seguimos.

Es a tu padre José Ramón a quien veo ahora, quien me está hablando y me dice cosas de ti pero tienes otro hombre a tu lado, el que te protege desde que naciste, él murió tres meses antes de que tú nacieras, es tu ángel protector, se llama Daniel.

 

Tu vida ha estado marcada por desgracias, los momentos felices han sido pocos y en esos momentos el que ha sido tu compañero, ha sido tu padre Manuel. Siempre te trató de protegerte y cuidarte aunque lamenta no haberlo hecho como debía. Al pedirle que se quedara, él siente que debe hacerlo, pero no es su lugar, él debe marcharse. Mientras no se marche, tu casa y todo lo que te rodea se irá destruyendo poco a poco. Te veo casada y tendrás una hija, tendrás dinero, mucho dinero, pero por culpa de ese hombre con el que te casaras perderás todo, deberás volver a empezar y enfrentar nuevamente la vida desde cero, pero lo harás, no te asustes pequeña, lo harás…

Recibirás unas visitas de dos mujeres que te ayudaran a despertar algo que posees desde que naciste, ellas son brujas descendientes de valkirias, vendrán a ayudarte y a prepararte, son parte de ti, de tus antepasados. No temas, confía en ellas. En el momento que estés lista para ello, se presentaran ante ti y te darán visiones del pasado para enfrentar el futuro.

Ahora lo primero es hacer que tu padre se vaya y por fin regrese la paz a tu vida.

—Yo no creí nada, no me iba a casar, ni pensaba tener otra hija, ya tenía dos hijos y una hija que para mí eran mi vida y de hombres no quería volver a saber nunca más.

Mi ex marido Miguel falleció dejándome con mis tres hijos sola y un gran vacío que nadie podría llenar, él fue el gran amor de mi vida, así que no tomé en cuenta sus palabras, me excusé que ya me debía marchar, que me dijera cuanto era la consulta para poderle pagar y ella contestó:

 

–Nada, no me debes nada y sé que al tiempo a mí regresarás cuando todo lo que te he dicho se haga realidad, ve en paz, Mar.