SENTIDA REFLEXIÓN EN FORMA DE EPÍSTOLA SOBRE LA OBRA POÉTICA DE MIRTHA CHERATO de AGUIAR.

(De Manuel Salinas a Jeniffer Moore)

Málaga, 10 de Agosto de 2012

Querida Jeniffer:

qué bellísima carta la tuya, es una hermosísima biografía que podía haber abierto tu espléndido libro de poemas. Me encanta ese autorretrato que en ella dibujas con algunos aromas de colores: 

" [...] y yo, cuido mis gatos, ando en bicicleta por el barrio que es un paraíso de tranquilidad, preparo unos aromáticos platos con verduras frescas y especias de la huerta, alimento una bandada completa de pájaros que se asienta en una estación que les preparé en un rincón del jardín, mientras los observo y escribo..." 

  Querida amiga, esa bandada de pájaros a los que alimentas no son otros que tus propios poemas, ¿Te diste cuenta? Y, como ellos, desde tu/su humilde estatura levantas un vuelo -cuando menos se lo espera uno-, altísimo, que se enreda en el aire de ese "faro que alumbra en mi boca", como tú dices que son las calcinadas palabras de los versos publicados en ese libro tuyo. Y a esa azul luz de tinta acuden a comer tus poemas, hechos realidad, hechos dulce viento, porque ellos son sueños que nos hacen soñar más libres, porque ellos hacen que “se pudran las puertas, las ventanas y sus barrotes”. No es otra su meta. No es otra nuestra meta: HACER EL MUNDO MÁS HABITABLE.

Amiga mía, ¿te he dicho que, cuando tú enciendes la luz de tus versos, uno ve que amaneció de pronto y que la mañana estaba llena de pájaros que nunca antes había oído?

Jeni no dejes en el alfeizar de tu ventana dormir felices a los gatos el blanco silencio del invierno. Oye temblar en las espigas la lluvia, pues sólo ella guarda la medida de tus versos. Y sigue en tu jardín buscando esos colores sin nombre, esas músicas dormidas, esa ballesta viva que, inesperadamente, desde tus poemas al corazón arponea y sorprende.

Querida amiga, tú me has enseñado que una casa con jardín no es un vacío encallado, porque - y perdona que contradiga esta vez tus versos-, en las palabras el amor sí hace nido.

  ¿Te he dicho alguna vez, Jeni, que la lectura de los clásicos nos enseña a sentirnos menos solos, menos vulnerables en estos tiempos difíciles porque nos transmiten que hay algo heroico en el hombre.

Y tú, poeta mía, encontraste esa antigua grandeza en la Belleza que crece en tus poemas; ya que no existe un verso tuyo que no tenga esas alas de oro que saben hacernos recordar que una vez jugamos desnudos en el Paraíso.

Esta es tu hazaña: cada mañana junto al jardín te sientas a tejer o destejer palabras que suben descalzas por el papel o por el blanco muro o por el alma. Ese es tu esfuerzo inútil.

De esta manera, Penélope mía, tú eres poeta y exuberante y sin pies ni cabeza clásica, y tus versos tienen vitalidad y gracia e inteligencia, y a ellos puedo decirles eso mismo que dice un personaje de Pérez de Ayala:

“Me habló usted siempre de las cosas extraordinarias con tanta naturalidad, que yo me veía obligado a aceptarlas como cosas naturales, y de las cosas naturales con tanta intensidad, que yo descubría en ellas nuevos sentidos”.

Por eso -y porque hoy siento en llamas el aroma de mayo-, voy a sacar a pasear esos versos tuyos en un coche tirado por hermosos caballos, los invitaré a beber en todas las tabernas de Málaga para que, como los marineros, podamos esta tarde cantar, alegres, las canciones de amor más tristes.  Hoy, Jeniffer Moore, porque deja al tiempo con la boca abierta, voy celebrar nuestro amor por la poesía.

Querida amiga, hoy sé que tú has oído la risa oculta del agua y que no lo callas. Y que no lo callas.

Sinceramente tuyo

                                                                                       Manuel