El placer de humillar
solo lo siente un esclavo
y el de sembrar esperanza,
solo un valiente.

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Es amargo renunciar a los deseos
pero, a veces, nos lo pide el corazón
y no hay nada más amargo
que renunciar a un sentimiento.

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A quienes lo esperamos todo del mundo,

la vida nos traiciona

demasiadas veces

y nuestra alma sedimenta

un poso de amargura

que nos acompaña a todos lados,

algo más que una insatisfacción

nos hace daño desde lo hondo,

una infinita nostalgia,

un sentimiento de pérdida,

el dolor

con que nos golpea la decepción,

he echado mucho tiempo de menos

los gozos del amor

y la paz de la dignidad,

no he querido nunca nada

que…

A mi amada

     En un pueblo cercano a donde yo vivo, tuvo un funcionario el Ayuntamiento con un orgullo tan minúsculo que su ego tuvo que hincharse hasta casi eclipsar al mismo Sol. Le educó en la insignificancia un entorno donde se ridiculizaba y criticaba la fragilidad, se magnificaba el más mínimo error o descuido y todo lo extraño y desconocido se sentía como una amenaza. Su espíritu perdió todo su amor a sí mismo dándose golpes de pecho en la Iglesia cada domingo,…

De mis manos, escapa
el caudal todo del río,
no es mío, es de la vida
y la vida no lo da
pero, en mi palma, yo cargo
un poquito de sus aguas
y, de tan humilde modo,
mi sed se sacia toda.

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El corazón no puede
amar lo feo,
lo contempla lleno de frío,
deseoso de apartarlo de sí
para recuperar el placer
pero la belleza que él ansía
no es la consensuada
sino la que lo desborda
de libertad y asombro
y hace tan insólito su camino
como él es.

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No hace mucho que estoy levantado

y mi corazón está triste,

mi espíritu es melancólico en sí,

la existencia es un empeño difícil,

el bien es frágil y, en cambio, el mal

es resistente y casi imposible de combatir,

un insignificante virus

puede causar un dolor desmedido

sin que a él lo altere nada,

la felicidad está siempre en peligro,

ni el más afortunado de los hombres

puede verse libre

de verle el rostro a la desdicha,

la…

Límite es un presidio,

límite es que falte aire,

límite es la muerte,

límite es que se frustre un sueño,

que se acabe la ilusión,

que comiencen las tinieblas,

límite es agonía y odio,

no quiero reglamentos para la vida,

ni puertas para la libertad,

ni términos para la dignidad,

hoy presiento

la sombra fría de todos los límites,

oscurece mi aliento

y perturba mi corazón

y no quisiera otra cosa

que arrojarla de mis…

Como una nube blanca

que se desliza lenta un día de verano

bajo los rayos ardientes

del sol de la mañana

y que, leve y remota, a nada ofende

y va dejando en la tierra

un regusto a paraíso

al paso raudo de su sombra,

alivio efímero del calor,

¡así es la libertad!

Como una brisa fresca

de un atardecer de mayo

que, suavemente, se extiende

sobre el mar y los campos

llenando de perfume el aire,

tan delicada…

No es justificable

la verdadera valía,

algunos podrían alegar

razones convincentes para ensalzarme

pero no hay ninguna que me encumbre

hasta el infinito y la eternidad,

esa la habría de hallar

únicamente el amor

pero el amor detesta

los argumentos y explicaciones

y no quiere más que embeberse

de la entera inmensidad,

poco importa quiénes seamos

para quien no nos ama

fuera de seres humanos

que respetan y se respetan…

No quiero saber, no tengo curiosidad,
quiero mundo, quiero vida,
quiero libertad, sol, aire,
quiero arrancarle la eternidad a un segundo,
embeberme en la existencia.

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El Sol me tiende su escala,
hasta mi humilde nido, llega
su claridad redentora,
sus hebras me rozan y parece
que tiran hacia arriba,
el ansia agita mi pecho
y mis párvulas alas se remueven intranquilas
aprestándose para recibir
el tesoro de la vida.

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Tengo frío;

mi corazón contempla

la belleza del mundo

y está abierto a lo grande y lo sublime,

más allá

de la codicia y la vanagloria,

de la sumisión y la muerte;

mi alma se estremece al roce del bien

entregada a la plenitud y al goce, 

el amor y la libertad

me guían y dan sentido

y, en la cumbre de mi solaz,

contemplo lo eterno,

la inefable esencia de la vida;

pero tengo frío,

no reconozco a mis…

Sintiendo que era indigno
del amor que añoraba, 
pensaba con amargura y despecho
en la desolación de mi eternidad.

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A mi amada

¿Sabes qué quisiera, dulce amor?

Alcanzar la paz,

dejar mi ingrata trinchera,

soñar que estoy satisfecho

o estarlo de verdad si fuera posible,

darme un día entero

de vacaciones de mí,

salir afuera y, de repente,

sentir calor en lugar de frío

y ver mucha luz

y escuchar casi música

y no el horrible grito de la vida,

que el camino fuera sencillo y llano,

libre de tanto rigor,

que las dolorosas dudas…

La sobria contención de tus gestos,
emanada de tu sencillez y honestidad,
me lleva a imaginar
la agonía de tu pudor
y, apiadado y admirado,
muero por hacerte sentir
la conmoción de mis entrañas,
el desmedido ardor del afecto
que me inspira tu ser.

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A los lectores aficionados a los ripios

No llego a las mayorías,
mi desgracia es no escribir
lo que se suele exigir:
relajadas tonterías,
vulgares majaderías,
adocenados lirismos,
simplones malabarismos,
sentimientos de postín,
desfogues con retintín
y vacíos eufemismos.

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A los hombres de grandes culos

Hay hombres aficionados
a entrar en las otras vidas,
tienen ínfulas subidas,
se creen por Dios agraciados
o por los diablos malvados,
no respetan el honor,
avasallan sin pudor,
son doctísimos idiotas,
autorizados berzotas
que hacen del mundo un horror.

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A los dueños del aliento

Pido excusas porque soy,
porque existo, porque vivo,
porque, de hablar, no me inhibo,
porque, a mis asuntos, voy,
porque, en este mundo estoy,
pido perdón por amar,
por sentir, por respirar,
por no resistirlo todo,
por comportarme a mi modo
y, a ver mi rostro, obligar.

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Siempre, silencio,
siempre, frío,
siempre, oscuridad
en esta vacía y triste prisión...
¿Qué culpa expío,
a qué deber he faltado?

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