Bendita palabra

Las personas tendemos a agruparnos, probablemente por instinto de supervivencia. Por evitar la vulnerabilidad del individuo. Y nos agrupamos con los que creemos afines a nosotros en cuanto forma de pensar o actuar -tema no siempre parejo – o simplemente por simbiosis de clase social.

Y la gente queda a tomar café, ir de compras, llevar a los respectivos al partido del colegio, a desgañitarse contra el pobre árbitro, voluntario y voluntarioso. Hacer una barbacoa o compartir una velada de cine.

Curiosamente, y a pesar de ello, apenas saben los unos de los otros más de lo que se trasluce socialmente. A la vista. El escaparate  que todos llevamos permanentemente frente a los demás.

Con los fuegos de artificio pertinentes, para que no se termine de ver bien, con claridad, la calidad del producto.

Tampoco hay una apertura de sentimientos recíprocos, que permitan ir más allá, del conocimiento que nos interesa que la otra parte sepa. Como una salvaguarda de nuestra intimidad más absoluta.

Son amistades de superficie. Del conocimiento superfluo. De la no profundización en los individuos. Del no querer saber más ¿para qué, realmente?

Nada que provoque, en toda su medida, la utilización de una santa, denostada, y casi ya extinguida palabra.

Pero en cambio. A todos se les llena la boca con ella, cuando se refieren a alguien que nos pueda dar prestancia frente a otros individuos;  mi amigo Juan, médico cirujano. Mi amigo Pedro, uno de LOS MAS importantes de la ejecutiva del Banco Los Halcones.

Porqué eso sí, el amigo tiene que ser "el más" en lo que sea, sino no sirve para nuestros propósitos.

También lo tenemos mucho más doméstico y cotidiano;

No te preocupes de la carne. Mi amigo Manolo el dueño de la carnicería, nos sacará de la que guarda para llevarse a su casa.

Y para llevar tu coche, el mejor mecánico es nuestro amigo Paco.

Y así hasta el infinito.

Y cuando queremos dar más empaque a esa amistad, le incorporamos el apellido (o los dos) para que el realce sea mayor; mi amigo, el famoso cirujano Juan  Bisturí Camilla ¡Eso ya es la leche de amigo!!

Pero luego, queda el vacío. El que nos aplasta cuando nos quedamos con nuestra verdad. La que sólo sabemos nosotros mismos. La que sonrie al mirarnos en el espejo y nos pregunta ¿para qué?

No la del mercadeo que significa ahora; “ya sabes dónde me tienes, tráeme la renta y le echo un vistazo” “Oye! Que te llevaré el coche. Déjamelo bien ¿eh?

AMISTAD significa abrir el alma. Desnudar el yo hacia el otro que sabes de antemano de su respeto y comprensión. De su paciente escucha y no menor interés.

Y notas cómo la tensión disminuye y la fatiga por la angustia se aminora.

Entonces te das cuenta que otros toman pastillas para sentirse bien. Esos mismos que tienen tantos “amigos” Y que probablemente, uno de ellos, será el que se las receta.

Y también te das cuenta de que tienes algo que los demás desconocen. Tienes el secreto del gran Chamán. El que emplea en su brebaje de hechicero. La pócima milagrosa. La que sana.

Tienes NADA MENOS que la palabra mágica en tu poder.

Una palabra llamada… AMISTAD!!

Ríos Ferrer es autor del thriller

"El Juicio de Dios"

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