Aquel domingo de noviembre, cuando los primeros rayos de la aurora, pintaron de carmesí, ese inmenso y ensoñador pedazo de llano, que amanecía, pletórico de amores, deseos, pasiones y costumbres; ella despertó soñolienta, aún con el sabor de aquellos labios ansiosos que durante la noche, horadaron los suyos, acariciando suavemente su paladar, tan acostumbrado, antes a degustar el verdadero amor.

Hubiera deseado con todo su corazón que él estuviera allí, en su cuarto ordenado y armonioso, lleno de sueños hermosos. Allí, donde se rinde homenaje al arte y los artesanos de la antigua talla de madera; donde la imagen de la madre Auxiliadora, reina y el crucifijo del resucitado cubre su lecho, quizá, protegiéndola de nuevos dolores, que le pueda deparar la vida; allí donde hay espacio para la música en todos sus géneros y la danza que transporta a paraísos celestiales.

Con sus ojos entornados, reparo su primorosa pijama de tiernos diseños gatunos, que acariciaba su piel; abrazo con ternura la almohada que cada noche roza sus suaves piernas; por su mente apasionada, cruzo cual jinete veloz el pensamiento; Y ¿si no fueras tú, tersa y mullida almohadita, sino aquel cuerpo que ansío, aún sin conocerlo físicamente? A pesar de luchar contra ello reiteradamente, dio rienda suelta a esta quemante pasión, para recrearse en aquel amor, amor literario, que sin querer, aquel día con su suave y sensual voz de atrapasueños, su pluma acariciante y atrevida, poco a poco se metió en su alma, para acabar de una vez, con el prometido celibato, llevado a cabo con rigor, durante largos y tranquilos años, después de la partida al creador de su amado.

Momentos de pasión vivió, soñando con quien le ama con su pluma; quizá aquel, Don Juan , que sabe amar a una mujer y hacerse desear a través de su corta prosa, bien lograda y estudiada. Posiblemente, nunca lo sabría.

Recordando cuan mujer sensible,  decente,  defensora del hogar y los derechos de las esposas  es, en profunda introspección, luego de tres horas de lucha con sus cálidas y cómplices sabanas, intento apartar de su pecho, de sus muslos y su mente aquel naciente, apasionante e impactante amor literario.

Apago su sistema de ventilación con mirada agradecida, camino unos pasos, arreglando sus cabellos desordenados, lavo su boca que sabía a piel de miel; se unió a ella su hermosa felina cálica barcina, ronroneando de alegría, tal vez porque siente el dolor, el amor, la pasión y el placer, de su simbólica madre humana.

Mientras sus manos plenas de sueños, algunos para hacer felices a otros, alimentaban su mascota, que saltaba entusiasmada, ésta aprendiz de la pluma, recordó cuanta lucha fue necesaria, para alcanzar el anhelado equilibrio, de su cuerpo apasionado, en la danza y la oración, en el vínculo afectivo, con aquellos menos afortunados, que siempre han sido parte integral, bendición de amor, y dieron valor a su existencia, en momentos de cruel dolor.

Un frugal y exquisito desayuno, con sabor a gloria, a besos eternos, abrazos, y fue la hora de la danza, hoy sin maestra ni compañeras, solo ella, Mapi y de pronto, el imaginario amor literario, que se resiste a partir, y asoma coqueto, de cuando en cuando a las puertas de su mente.

Sonó aquella música, alegre, evocadora, instrumental, fantástica, que eleva y perfecciona el sentir, algo de calentamiento articular y seguidamente, la bonita y singular torre Sony, de pie como una guerrera, ofrecía un nuevo ritmo para danzar. Los acordes envolventes de la salsa se escucharon, tan sensuales como siempre; al marcar el ritmo con sus pies y cadera, esta pluma imaginaba, como tras su pelvis, otro cuerpo anhelante se movía suave y rítmica-mente. Conteniendo ésta desbordada imaginación, continuo, danzando cuidadosamente, en su rostro de alegría resplandeciente, una sonrisa se dibujó y el espejo se la devolvió; quiso danzar atenta, sin perderse, para que aquel amor literario, no perdiera también su ritmo.

Como siempre en su rutina y por propia convicción, cuando los compromisos lo permiten, esta pluma cristalina, un tiempo dedica a la oración, pues sabe que es el padre celestial quien ama y bendice a los suyos, y como una prioridad, a pesar de sus múltiples defectos, intenta cultivar su espiritualidad, sensibilidad social, amor por la naturaleza, y la academia que da libertad, también la salud física, el amor por la otredad, así como la cultura en cada uno de sus tantas y tan bellas expresiones, que florecen en esta equivocada pero adorable humanidad.

Al final, de estas líneas, recobrando su compostura de pluma moderada, pensó y al cielo prometió, si aquel amor literario dueña tuviere, solo será un bello regalo a la pluma dedicada, y como tal, le amara tiernamente y deseara en silencio en lugar de su almohada.

Hilda María Romero Hernández (HILARES)
Villavicencio, Meta, Colombia. Domingo 18 de noviembre de 2018 5.52 pm.