La luz no existe

Si tu mirada no me alumbra

Sin tu sonrisa iluminando noches y días.

La alfombra roja, inmensa, da la vuelta a la plaza y traza el camino para los invitados a la gala.

El frío de la noche queda amortiguado por grandes focos de colores que dan una dimensión grandiosa a las columnas de la fachada del teatro.

Una vez recorrida la alfombra, el hall del teatro da cobijo a los cientos de invitados que asisten a la entrega de premios.

Alfonso pasea de un lado para otro, zigzagueando en el tumulto de la entrada. Le saludan muchos conocidos y gente que ha trabajado en sus películas. Él también se detiene a saludar, correctamente, pero con brevedad, procurando no perder de vista la puerta de entrada.

Lleva días esperando que llegue esta noche.

Mira el reloj constantemente. Falta menos de media hora para el inicio de la gala.

No está, ella aún no está. Pero tiene que venir. Ha participado en una de las películas candidatas a los premios. Seguro que va a asistir.

Alfonso decide apoyarse en una columna del hall desde donde puede dominar la entrada y no perder detalle de cada una de las personas que acceden al teatro, una multitud.

Ana no llega. ¿Y si finalmente no viene y no tiene oportunidad de verla? No, eso no puede ser. Tiene que asistir a esta gala.

La mirada de Alfonso abandona un momento la puerta de entrada y observa el hall. Al fondo de la sala, entre la multitud, observa a una mujer con un vestido negro de corte sencillo y un recogido que deja ver una nuca perfecta. Transmite elegancia. Está hablando con un grupo de gente y, de repente, se gira para hacer un comentario a alguien.

¡Es Ana! ¡Ha venido! Irreconocible. Ha cambiado de peinado. Bellísima. Con ese atractivo difícil de describir que transmite la serenidad. Hace mucho tiempo que una mujer no le produce este sentimiento, que le inquieta, que le hace sufrir, que le tiene en vilo. En su madurez, con su experiencia, vuelve a sentirse como un adolescente azorado, dudando de cada paso, deseando y temiendo hablar con ella.

Al mirar a alguien fijamente, de forma continua, al cabo de un tiempo esa persona se siente observada y te devuelve la mirada. Alfonso va a probar esta teoría.

Comienza a mirar a Ana, pero las interrupciones de los saludos de conocidos son constantes. Le llegan a irritar, aunque intenta mantener el gesto cordial.

Ella continúa de espaldas, hablando con el mismo grupo, ajena a la presencia de Alfonso.

El reloj avanza. Impaciente, él sigue mirándola en los instantes en que no le interrumpen con saludos o en que, por educación, tiene que hablar con alguien.

En un momento en que Alfonso observa fijamente la nuca de Ana, ella gira la cabeza y se da cuenta de que Alfonso está mirándola fijamente. Le devuelve la mirada, hasta que alguien de su grupo le empieza a hablar. Poco a poco, casi imperceptiblemente, Ana va cambiando su posición para quedar frente a Alfonso.

Las miradas de Alfonso y de Ana inician un ritual de complicidad y se buscan cuando pueden.

Por megafonía se anuncia el principio de la gala.

Poco a poco los invitados se dirigen a las puertas de entrada a la sala.

Ellos siguen mirándose en los intervalos en que no tienen que hablar con nadie.

Él sigue apoyado en la columna. Ella continúa al otro lado de la sala.

Cada vez hay menos gente entre ellos.

El hall va quedándose vacío.

Cuando quedan fuera de la sala un número escaso de invitados, el grupo con el que está Ana se dirige hacia la entrada. Ella aduce un pretexto y permanece en el hall, de pie, a bastantes metros de Alfonso, mirándole.

Resuena la música que señala el principio de la gala.

En la majestuosidad del hall Alfonso y Ana quedan solos, en lados enfrentados, mirándose. La iluminación resalta la intensidad de las miradas.

Durante la gala dos butacas del enorme teatro van a permanecer vacías.

Al final del espectáculo, durante la cena posterior, habrá gente que preguntará por Alfonso, también por Ana. Nadie tendrá una explicación de su ausencia.

La alfombra roja de la entrada guardará el secreto de su marcha juntos, minutos después del inicio de la gala, a celebrar el amor y la vida.

El rojo intenso marca el camino.

La senda es larga,

déjame recorrerla contigo.

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