ARIADNA

Ella estaba cansada, no sabía muy bien que es lo que quería. No sabía si continuar con la vida que estaba llevando desde hacía un año. Si debía buscar otras cosas. Si se iba o se quedaba.
Todo se lo cuestionaba. Todo en su vida últimamente cobraba otra dimensión. Los recuerdos - de los que vivía desde hacía un año-, se magnificaban y se minimizaban según su subconsciente manejara los pensamientos.
¿Cómo hacer para continuar con esta vida que le tocaba? Si no la quería, si no la había pedido, si no estaba en sus planes.
Todo en su vida siempre, había sido vivido con pasión. Todo. El amor, el odio, la amistad su relación madre e hija, la relación con su padre, el amor incondicional para con su hermano. Todo.
Amaba con total entrega y exigía lo mismo en la amistad, en el trabajo, en todo. Le temía al silencio total, a la nada.
Siempre le había temido, desde adolescente, cuando una rara sensación la invadía y trataba por horas de descifrar cual era, entonces siempre se decía, “…es la angustia, y es la nada, es el vacío”, y ello le generaba una profunda tristeza.
Duele, el abandono duele, y como en una sucesión interminable, desde el primer hecho, los demás se fueron sucediendo uno a uno. ¿Por qué, se preguntaba una y otra vez? ¿Por qué?
Estaba sola, muy sola. Un día los amigos también se fueron, y otro día fueron los colegas, y fue perdiéndolo todo, no solo lo afectivo, lo material también.
Parecía destinada a quedar vacía, a despojarse de todo. Lo malo era no haberlo decidido, la despojaban sin preguntárselo.
Se sienta .Piensa que tal vez lo mejor sería no sufrir más ese dolor.
La pena que la embarga desde hace un año, no cesa, ella lo ha intentado todo, pero no ha podido evitar que su vida se derrumbe.
Toma sus lentes, abre un diario, justo en una página señalada. Lee, lo hace en voz alta, como si tratara de escucharse. Su voz se torna grave, sensible, emocionada, se acongoja cuando dice te amo, aún te amo. “Será lo mejor para los dos. No se puede continuar así.”
Se despide con un extraño y conocido rito de todos sus recuerdos, mira sus fotos, saca los videos, los acomoda, junta las cartas, sus diarios íntimos. Coloca todo en una caja, la deja abierta aún y vuelve a su diario, busca una lapicera y escribe.
Su letra, no es la de siempre, el trazo es fuerte y hay mucha presión en él, es casi ilegible en algunos tramos. De pronto se detiene, se desmorona, comienza a llorar con desesperación, tiene miedo, mucho miedo, y no sabe que hacer. Pasan los minutos y las horas.
Su mirada esta perdida en el espacio. Parece vacía, pero no, en realidad está impregnada de dolor, una profunda pena la invade y no puede ocultarla más.
Se levanta, va hacia la caja. Toca cada uno de los objetos que ha guardado, la cierra. Se dirige hacia el escritorio, abre un cajón y saca papel para carta, un sobre y escribe.
Mientras lo hace, su rostro se va distendiendo, de pronto sonríe, ya no siente miedo, ni dolor, Se nota el alivio. Firma la carta, le da un beso, la coloca en el sobre, lo cierra.
Se dirige al equipo de música, pone un CD y mientras escucha música, levanta el teléfono, marca un número y cuando le responden dice -Hola, habla Ariadna. ¿Cómo estás?
- Bueno, me alegro, yo quería decirte que te amo, solo eso, aún te amo. Adiós.
Y corta.