Ausencia

                                                                                                                 Martha Estela Torres Torres

Hija mía, ¿qué te impulsa a huir inesperadamente? ¿Qué causas te privan de la ternura de madre? ¿Por qué olvidas este pedacito de estrella que se apaga sin tu reflejo?

Te has marchado en la madrugada cuando se nubla la razón para ir a buscar nuevos caminos que sin duda te llevarán a encrucijadas o laberintos oscuros. Nada justifica tu ausencia, ni la incertidumbre, ni la confusión, ni tus aspiraciones.

Tomaste una decisión precipitada sin considerar los sentimientos de tu hija, sin pensar en el dolor que le provocarías, por ello debes saber cómo encontré a Lucita: sola y llorando en las tinieblas de la habitación.

La niña al despertar se dio cuenta de qué no estabas y empezó a llamarte una y otra vez. La encontré tendida en el suelo, enrojecida por el llanto y la sal, agotada de golpear insistentemente la puerta, llamándote desesperada, sin embargo su llanto no fue poderoso para alcanzarte.

El  tiempo no existe en esta situación de llorarte sin descanso;  a veces el sueño la redime de su pena, pero después vuelve a sentirse desconsolada. Las noches y los días son idénticos, nada cambia la transparencia pálida de su rostro ni el halo marchito que aparece en el contorno húmedo de sus ojos.

Los primeros días dejó de comer preguntando hasta el cansancio por Ami, después cayó enferma, una aureola de tristeza empezó a cernirse sobre su cuerpo, debilitándola.

Pronuncia tu nombre como una letanía, como una oración que de tanto rezarse se adelgaza entre sus labios y se queda suspendida en el aire. Tu nombre quedó sellado como un talismán en su recuerdo y tu blusa es ahora una muñeca desvalida entre sus brazos.

Se ha quedado a mi amparo, pero no del cuidado tierno de su madre. Ahora soy quien alimenta su cuerpo e intenta rescatarla del aislamiento. Aquí permanezco, a pesar de mis dolencias, a pesar de la carga de mis años, de mis pocas fuerzas, atenta siempre a sus signos vitales que disminuyen cuando se hunde en el recuerdo. Su memoria prodigiosa no cesa de llamarte…

Cada día, cada hora y cada minuto revive el temor de perderte, pues tu recuerdo se ha vuelto una poderosa obsesión que no la deja vivir tranquila.

Trato de entender los motivos que te llevaron a escapar, a buscar nuevos mundos, pero mi corazón no pueden comprenderlos. Es cierto que tuvimos diferencias y tensión entre nosotras, porque tú pretendes llevar una vida cómoda e independiente en donde solo cuentas tú, mientras yo sostengo que la responsabilidad que se adquiere al tener un hijo no se puede evadir, ni postergar en ningún momento, ni por ninguna razón.

La decisión irreflexiva de dejar a Lucita a mi cargo sin consultarme, sin que luches junto a ella para conseguirle una vida estable y feliz no me parece; al contrario me duele profundamente que hayas olvidado mi ejemplo maternal. Claro que ahora podrás inconformarte con mi forma de educar, pero jamás podrás dudar del cariño y la protección que te brindé desde tu nacimiento. Es cierto, llegaste a un hogar con limitaciones, pero nunca faltó amor para ti y tus hermanos.

Te has ido según tú, para abrirte camino en la vida, pero creo que olvidaste lo más valioso por ir en pos de algo que tal vez ni siquiera valga la pena. Lucita es el tesoro más grande que tienes, pero ahora en tu ofuscación no puedes aquilatar.

Debes saber que tu pequeña está delicada y aunque no sabe ni comprende qué sucede, siente tu olvido y nada ni nadie puede remplazarte. Sigue preguntando por ti a todas horas, más insistente por las noches cuando despierta asustada por los relámpagos de la lluvia o por el ladrido de los perros.

He pasado noches en vela consolando su llanto, alimentando su sueño, sosteniendo entre mis brazos su cuerpo delgadito y sin fuerza, intentando calmarla y dulcificar sus suspiros… Ha permanecido junto a mí, pegada a mi cuerpo sin rendirse, buscando tu calor y anhelando tu aroma. Hemos amanecido juntas, abrazadas al sueño después de noches oscuras que se agitan, crecen y persisten desde que nos abandonaste.

Vuelve hija, todavía sale el sol y Lucita está con vida. Rectificar tu ausencia. Nada, óyelo, ni yo que soy su abuela puedo remplazar la dulzura de tu cariño ni el ritmo acompasado de tu corazón, ni siquiera puedo imitar el timbre de tu voz, tampoco puedo otorgarle tu esencia, ni encaminarla en su destino, porque solo tú eres agua, manantial poderoso que puede reconstituirla.

Junto a ti encontrará la armonía y el compás de la existencia. Tú debes ser su protección y su mejor amuleto, la luz universal que puede protegerla de males y peligros.

Vuelve hija, vuelve a sus brazos que te buscan con desesperación. Ahí encontrarás el refugio a tus desconciertos y a tus interrogantes. Ven, también mis brazos te esperan en este laberinto de horas que a veces nos asfixian.

Ven, y si mi corazón no te convence, ven de todos modos…  Por caridad a tu hija y por el dolor que todo redime. Ven, abre las rutas de la esperanza para que Lucita recupere el refugio prodigioso de tus brazos.

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