Red de Literatura y Cine
Un cuento de cierre y sin duda mi favorito de la antología DESDE MI VENTANA
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Olía a tierra mojada.
Y entonces recordó aquella palabra tan peculiar para designar ese aroma:
- ¡Petricor!
El hombre yacía sobre un colchón de hierba mullida. Se incorporó de forma pausada, y trató de hacer memoria acerca del porque estaba ahí o donde había estado antes, pero nada acudió a su mente.
Se sentó para orientarse o decidir qué haría a continuación. Se sentía ligero y vacuo. No tenía ninguna preocupación o conciencia de lo que hacía en aquel lugar.
Rememoró aquella maniobra que había aprendido en... en algún sitio... en algún momento remoto... alzó sus manos frente a sí y las examinó con cuidado.
Luego observó a su alrededor. Parecía ser un bosque con árboles enormes y follaje denso, la bruma no dejaba distinguir más que formas evanescentes frente a él. No parecía ser de día o de noche. ¿Estaría soñando?
Una imagen se fue colando en un resquicio de su conciencia. Un hombre bajito y con el terror en su rostro lo observaba de rodillas en un lugar parecido a una bodega.
Pero de repente... ¡nada!
Movió su cabeza en señal de negación. ¡Todo parecía tan extraño!
Se puso de pie con una lentitud premeditada porque esperaba el dolor punzante en su rodilla derecha que lo había atormentado por los últimos cuarenta años... ¿cómo sabía eso?... Pero aquel achaque esperado no se hizo presente.
Observó sus manos y no vió arruga alguna, ni las manchas hepáticas que marcaban su piel desde hacía mucho tiempo.
Una certeza, un recuerdo luchaba por salir del profundo mar del olvido en el que se encontraba.
Hizo un último intento y cerró sus ojos con fuerza, esperando que este gesto tuviese algún poder para hacer aparecer sus recuerdos.
- ¡No te esfuerces! Solo harás que te duela la cabeza – dijo una voz femenina a su espalda.
Él volvió a ver hacia el origen de aquella interrupción. Ahí encontró a una chica morena vestida de negro. Su cabello azabache le caía sobre los hombros. Su rostro era exótico. Le recordaba a alguien, pero no sabía a quién. Ella estaba sentada sobre una piedra redonda que lucía como un huevo gris gigantesco. La expresión de su cara invitaba a continuar con la conversación, pero no se le ocurría nada que decir.
- Te puedes sentar ahí... ¡si quieres! – dijo la joven señalando una piedra similar a la que ella usaba de asiento.
Él se sentó con aquella agitación en la cabeza. Y entonces se le ocurrió una pregunta:
- ¿Esto es un sueño?
- Algo parecido. Es más bien un interludio... una estación de paso – respondió la chica con una sonrisa.
- ¿Paso?... ¿hacia dónde? – inquirió él.
- Eso depende de ti... ¿Adónde quieres ir?
- No sé ni donde estoy...Y creo que ni siquiera sé quién soy – añadió el hombre con duda en su voz.
- Estuviste perdido por mucho tiempo... ¡es por eso que estás desorientado! – replicó ella con gentileza.
- ¿Perdido?... ¿Adónde fui?
- Alguien te engañó y te sacó del camino. – declaró la joven de negro con un tono triste.
- Estaba tratando de recordar hace un rato...y creo que hice algo... pero parecía ser algo muy malo.
- ¡Era malo!... pero alguien evitó que eso pasara y ahora tenemos la posibilidad de un nuevo comienzo.
- ¿Tú lo evitaste? – preguntó el hombre con interés.
- ¡No!... Solo ayudé un poquito...No se me permite intervenir en esas cosas.
- ¿Quién eres? – cuestionó él con ansiedad.
- ¡Ven! ¡Caminemos! – respondió la chica evitando aquella última pregunta.
Ambos se levantaron y él, de forma instintiva, le ofreció el brazo en un gesto solemne. Ella sonrió y aceptó aquel ofrecimiento sin dudar. Empezaron a caminar por el bosque nebuloso. Al acercarse a los troncos de los árboles, observaron que de los mismos colgaban plantas epífitas, helechos y musgo. Las copas parecían estar a muchos metros del piso, dando la impresión de una jungla densa. La joven se movía con gracilidad y guiaba al hombre a través de aquella espesura. Mientras caminaban seguían charlando.
- ¡Psicopompo!... No estoy seguro de lo que significa, pero ¿eso eres... verdad? – dijo él inspirado.
- ¡Me impresionas! ¡Yo hubiera dicho "guía"! – respondió ella con soltura.
- No sé por qué elegí esa palabra...solo salió. – agregó el hombre con vergüenza, que se vio atenuada porque la joven le apretó el brazo con suavidad.
Una cuestionante salió a la superficie casi como un acto reflejo.
- ¿Estoy muerto? – preguntó él con recelo.
- Eso no existe... Solo hay "conciencia y poder" – respondió la muchacha con convicción que hizo que el individuo callara al instante.
Luego de unos minutos en silencio, otra duda salió de su cabeza.
- ¿Nos conocemos?...Siento que te conozco... pero no recuerdo muy bien de dónde.
- De hecho... sí... pero solo fue por un par de días. – respondió la joven en una forma casual.
- ¿Me van a castigar por lo "malo" que hice? – inquirió él con dolor en su rostro.
La chica se detuvo, lo vio de frente. Y dijo:
- ¿Castigar?... Yo más bien diría...que tendrás que "resarcir".
- ¿Tan "malo" fue? – preguntó él.
- Mira. Yo sé que fuiste engañado y las cosas que hiciste fueron resultado del dolor que tenías en tu corazón.
- ¿Engañado...cómo?... ¿Quién me engañó?
- ¿Cómo?... Te enseñaron visiones de otros universos...de cosas que aliviaban tu pena... ¿Quién?... Eso ya no es importante. – respondió la joven con seriedad.
- ¿Pena?... ¿Dolor?... ¿a qué te refieres?
La muchacha reanudó la marcha declinando contestar la pregunta formulada. El hombre se sintió incómodo pero no insistió en el tema. Los minutos pasaban y de pronto vieron una casa en ruinas a la vera del camino. Estaba al final de un sendero y atrás de la misma se veía un pinar frondoso.
El hombre se detuvo, y observó aquella vivienda con algo más que interés, mientras una reminiscencia pugnaba por salir de la oscuridad. Y entonces como una marejada, los recuerdos de un evento en particular se apoderaron de su mente. Cayó de rodillas soltándose de la joven. Y acto seguido empezó a sollozar, mientras señalaba con su mano hacia aquel lugar.
- ¡Ahí me llevó aquel viejo! ¡Esa casa es la puerta al desierto rojo donde conocí a Ab...!
Pero el llanto no lo dejó continuar. Estuvo gimiendo de rodillas por un tiempo indefinido cuando sintió un toque en su hombro. Era la chica que le indicaba que se incorporara.
Él se levantó sin fuerzas y con lágrimas en el rostro, dijo a la joven:
- ¡Estoy condenado! ¡Jamás voy a poder reparar lo que hice! Mandé a tantos hacia aquel infierno. Los abandoné en un lugar frío y horrendo... ¡Sufrieron tanto! – terminando la frase en un sollozo ahogado.
- Sabías que "ese hombre" no debía dirigir las bodegas. Lo pusiste ahí a propósito. Luego le exacerbaste el orgullo para que arruinara todo... ¿recuerdas? – replicó ella con aquella expresión irónica en el rostro que él recordaba haber visto antes.
El sujeto se le quedó viendo sin entender lo que la chica acababa de decir, pero recordó al individuo en cuestión. El tipo del cuchillo nacarado. Solo pudo rememorar lo insufrible e inepto que era.
Luego se dirigió a la joven y secándose las lágrimas, preguntó:
- ¿Adónde me estás llevando?
- Lo sabrás cuando lleguemos... ¡no te preocupes! – respondió ella en tono consolador.
- ¿Cómo te llamas? – inquirió él con una voz quebrada.
La joven se le quedó viendo con la expresión de una profesora a la que el alumno más torpe del curso le hace una pregunta repetitiva.
Él se sintió humillado, pero trató de recordar de donde la conocía.
- ¡Adivina!... ¡Juguemos mientras caminamos! – replicó la chica en un tono picaresco, sacándolo de sus recuerdos.
- Dame una pista. – reclamó él con cierta audacia.
La muchacha sonrió con una expresión encantadora en el rostro, y dijo mientras entornaba los ojos.
- ¿Recuerdas aquel cerro cerca de la ciudad donde vivió tu esposa?
La mención de ese lugar parecía algo tan lejano, algo que había pasado antes de que todo se fuera al diablo, cuando las cosas parecían simples y la maldad no había ingresado en su vida. Sintió un dolor sordo en el corazón al acordarse de la mujer de su vida. La foto que tenía de ella del día de la boda apareció en sus recuerdos casi tan nítida como si la observara colgada en la pared de la sala. En la misma, su esposa sostenía un ramo de flores, aunque no todas eran blancas, unas eran lirios de color rosa. Usaba una tiara de brillantes que la hacía ver como una princesa. Su vestido blanco tenía tirantes delgados y fue la comidilla de sus amistades por lo atrevido del diseño en aquella época tan conservadora.
Y recordó que después de la boda viajaron a la ciudad de origen de ella para ofrecer el ramo en un santuario ubicado en la cima de un cerro que dominaba toda la ciudad. La advocación del lugar se refería a aquellas apariciones marianas ocurridas en Portugal. Y resonaron las palabras que le dijo su esposa al salir de la iglesia en aquel día nublado.
- ¡Si tenemos una hija, la llamaré Fátima!
Entonces todo se le reveló de un tirón, y volviendo a ver a la joven, le preguntó con euforia:
- ¿Eres tú?
Ella asintió mientras sonreía. Él sin dudarlo la abrazó y empezó a llorar como un niño, mientras la joven lo consolaba dándole golpecitos en la espalda. Después de un momento interminable que pareció una eternidad, la muchacha le dijo:
- ¡Debemos seguir, aún falta camino por recorrer!
Él caminó en silencio un minuto antes de decirle:
- ¡Perdóname, yo no...!
Ella lo interrumpió con dulzura mientras replicaba:
- No hay nada que perdonar... solo... ¡Camina conmigo!
A continuación ambos se dirigieron hacia la bruma donde desaparecieron entre los árboles. Sus siluetas se difuminaron gradualmente dejando solo el rumor de sus voces que se perdió en los sonidos del bosque después de un rato. Luego reinó el sublime silencio.
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Gracias por ambos comentarios. Me alegra que les haya gustado. El cuento en sí se refiere al destino de uno de los personajes de mi primera novela Los dones de la serpiente. El individuo ha pasado una vida al servicio de la maldad. Todo ello derivado de la perdida de su hija. Pero al final de su vida se arrepiente y en una serie de intervenciones bastante solapadas, logra revertir o al menos detener el curso nefasto de los acontecimientos. A pesar de perder su vida, con ello obtiene una oportunidad de redimirse. Y al final su hija lo conduce hacia su destino final.
Fue un cuento que siempre me inspira!
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