Patrick McGilligan nos presenta en este libro una biografía de completa y detallada de unos de los cineastas más complejos de nuestro tiempo, de vida intensa, opiniones polémicas y aventuras secretas. En el siguiente pasaje, se cuenta una de la aventuras políticas disparatadas de Eastwood y una, muy pequeña, parte de su muy turbulenta vida sentimental:
Clint había empezado en los Estados Unidos de Eisenhower, había triunfado durante la presidencia de Nixon y ahora, en la era de Ronald Reagan, consolidaría su posición en el panteón de los inmortales de Hollywood. Y los cambios políticos que se produjeron durante su carrera se reflejaban, ahora más que nunca, en películas que derivaban hacia el republicanismo.
Clint había apoyado a Reagan en la campaña presidencial de 1980 y respaldó su reelección en 1984. Se cuenta que Reagan, que se relajaba viendo películas, disfrutaba con las de Clint tanto como Nixon. «¡Adelante, alégrame el día!» ('Go ahead, Make my day!'), la frase más famosa de
Impacto súbito, se convertiría en el lema del presidente. Reagan la soltó en marzo de 1983 durante su enfrentamiento con el Congreso por la subida de impuestos.
Del mismo modo que se desarrollaban actividades secretas en la Casa Blanca de Reagan, había reaganismo encubierto en la Malpaso de Clint. El esforzado trabajador Fritz Manes consiguió por fin que se reconocieran sus méritos en la biografía de Clint escrita por Richard Schickel, donde aparece como el hombre que, entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, presentó a la estrella mercenarios que trabajaban para extender la democracia en el mundo: un golpe de Estado aquí, un baño de sangre allá, lo que fuera.
Entre ellos se encontraban Bob Denard, un aventurero francés que había dirigido con éxito la invasión de las islas Comores, situadas frente a la costa oriental de África; Mitchell WerBell III, un traficante de armas internacional «especializado en las artes del asesinato y el golpe de Estado por cuenta prpia» (Jim Hougan, Spooks: The Haunting of America: The Private Use of Secret Agents), y James G. «Bo» Gritz,1 ex «boina verde» que trabajaba por su cuenta en el asunto de los soldados desaparecidos en combate que supuestamente (nunca se demostró) seguían cautivos en Vietnam.
Denard viajó a Hollywood por cortesía de Clint, que tenía la opción de compra de los derechos de la historia de su vida, y Bo Gritz invitó a la estrella a visitar su escuela de antiterrorismo situada en el norte de California.
Según una fuente, Clint prestó un día su rancho a Gritz y sus soldados de infantería para un «control de comunicaciones». «Bajo la supervisión de [FRITZ] Manes —informó Josh Young en la revista George— el avión que Warner tenía en Burbank voló al rancho cargado de M-16, sistemas de comunicación de alta tecnología y uniformes de camuflaje. Más tarde, Gritz y sus hombres fueron detenidos e interrogados porque les sorprendieron probando su equipo.» Manes declaró a George que, cuando el sheriff local se puso en contacto con Clint, este les dijo que los hombres estaban probando un equipo de radio para su siguiente película.
Eran personas peligrosas. Cualquiera que haya leído la revista Soldier of Fortune o visto una película de Chuck Norris reconocerá la especie al instante. No obstante, Clint se identificaba con esos soldados machotes, establecía vínculos con ellos, lo cual condujo a un episodio disparatado y penoso.
Gritz planeaba una incursión en Laos para liberar a unos presuntos prisioneros de guerra. El gobierno estadounidense le había alentado al principio, pero después sus contactos oficiales empezaron a arredrarse, lo que puso en peligro las posibilidades de la misión. Al parecer Gritz no acababa de conseguir el visto bueno definitivo de Ronald Reagan. Clint, que conversaba de vez en cuando con el presidente (nunca se ha revelado con qué frecuencia y sobre qué materias), conocía el número del teléfono particular del rancho que Reagan tenía en Santa Bárbara. Gritz le preguntó si podía telefonear al comandante en jefe del mundo libre y abordar el tema.
En efecto, Clint llamó a Reagan a finales de 1982 en busca de apoyo para ese plan poco perfilado. «El actor dijo a Reagan que el gobierno debería implicarse de manera oficial en los esfuerzos por rescatar a prisioneros de guerra, según el testimonio de quienes informaron al comité [de Inteligencia del Senado] —publicó Los Angeles Times-, y el gobierno federal debería ayudar a Gritz, no dejar el asunto en manos de particulares como Eastwood.»
Sin embargo, Reagan consultó a sus asesores, quienes le advirtieron que Gritz no merecía la menor confianza. Eso no detuvo a Gritz… ni a Clint. Según los artículos periodísticos, Clint se comprometió a aportar cincuenta mil dólares de su bolsillo a la misión patriótica de Gritz (los socios de este insistieron en que la cifra era menor, quizá unos treinta mil dólares). Otras pocas celebridades de Hollywood, entre ellas el capitán de Star Trek, William Shatner, también entregaron ciertas cantidades.
Una vez financiado su tejemaneje en parte con dinero de Clint, Gritz condujo a una docena de norteamericanos y guerrilleros anticomunistas de Tailandia a Laos en noviembre de 1982. En su incursión no detectaron a ningún desaparecido en combate, pero se toparon con una patrulla hostil que les atacó y dio muerte a un guerrillero. El irrefrenable Gritz llevó a cabo otra incursión en enero de 1983, con resultados similares y otra vida perdida. (…)
Clint sabía cuándo debía mostrarse como un hombre parco en palabras. Se negó a comentar en público el fracaso que había contribuido a financiar. No fue hasta unos años después cuando se sintió a gusto declarando que todo había sido un gesto patriótico pero imprudente.
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Mientras rodaba películas sobre vengadoras de violaciones y se explayaba hablando del feminismo ante los miembros boquiabiertos de la prensa del espectáculo, Clint se liberó por fin de las cadenas del matrimonio y pudo reanudar con más libertad sus acostumbradas conquistas.
Es imposible saber si fue monógamo con
Sondra Locke, siquiera durante un breve período de tiempo. Algunos amigos afirman que no dejó de tener aventuras de «una noche». Otros insisten en que su relación con Locke era de verdadero amor y que fue fiel a la actriz desde 1976 a 1980 como mínimo. «Yo estaba asombrado —contó Fritz Manes—. Era amor ciego, absoluto.» La amistad de Manes con Locke y el hecho de que la aceptara dentro de la organización de Malpaso (donde abundaban las murmuraciones contra la mujer que había «cazado a Clint») fueron tantos a su favor de cara a Clint.
Manes admitió que entre 1976 y 1980 Clint tuvo varias «relaciones de mantenimiento», en alusión a Maggie (quien no hizo mutis por el foro hasta 1979), Roxanne Tunis (a quien Clint visitaba de vez en cuando), su vieja amiga Jane Brolin (aunque en este caso es imposible estar seguro) y su nueva amiga Jacelyn Reeves (algunas veces).
Un empleado de Malpaso dice que Clint flirteó descaradamente con la hermosa chica que, disfrazada de gorila, salió de una tarta en una fiesta privada que organizó Warner (cuyos ejecutivos entregaron con gran aparato a Clint un cheque por un millón de dólares) con motivo de la finalización de
La gran pelea. «Era como si intentara demostrar algo —recordaba un asistente a la fiesta—. Clint no fue nada discreto.»
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A principios de los años ochenta, Clint cortejó con éxito a una joven que conoció en un torneo de golf celebrado en el sudoeste del país (los torneos de golf eran tan propicios para conocer mujeres como las pruebas de selección de actrices). Fue entonces cuando Clint se descarrió, según Fritz Manes. Fue como un sorbo para un alcohólico. Como la erosión de la ladera de una montaña.
Puede haber dudas sobre la monogamia de Clint entre 1976 y 1980, pero pocas dudas después de ese período. No puede haber muchas dudas sobre su prolongada relación con la analista de guiones Megan Rose.
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Cuando Megan Rose conoció a Clint en 1982, ya era una admiradora suya, una gran admiradora. Nacida en Junction City (Kansas), adoraba a Clint y siguió su carrera desde la primera vez que le vio, el 9 de enero de 1959, cuando debutó en el papel de Rowdy en el primer episodio de Rawhide. Rose dice que tuvo la premonición de que algún día conocería a aquel actor alto y guapo, y de que se enamoraría de él. Contaba entonces catorce años.
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Más tarde Rose reflexionaría sobre la interesante circunstancia de que Maggie, Sondra Locke, Frances Fisher (incluso ella misma un poco) se parecieran físicamente a Clint. «Clint Eastwood está enamorado de sí mismo —llegaría a pensar—. ¿Te has dado cuenta de que en todas sus relaciones serias la mujer se parece a él? Facciones idénticas a las suyas: la misma nariz prominente, los pómulos, la cara delgada, casi esculpida.»
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De pie junto a la puerta cerrada del despacho, Rose dijo a Clint que estaba enamorada de él desde que era una adolescente y que, si no era demasiado atrevimiento, quería pedirle un beso. Él se agachó para ofrecerle los labios, pero, cuando ella se estiró para besarle, él movió un poco la cabeza, de modo que Rose solo consiguió rozarle la comisura de la boca. Algo avergonzada, se echó a reír y dijo: «Este no ha salido muy bien. ¿Puedo probar otra vez?».
En esta ocasión él no movió la cabeza y se dieron un beso rápido en los labios. Rose estaba muy contenta consigo misma, cuando, para su asombro, Clint la agarró y la besó de nuevo, tan apasionadamente que a ella le temblaron las rodillas. «Oh, me ha gustado —tartamudeó—. Creo que me gustaría otro.» Así que él la abrazó y la besó de nuevo. A continuación entreabrió la puerta, miró con intensidad a Rose, esta vez con ojos en los que se transparentaba la lascivia, cerró la puerta de golpe y se besaron una vez más.
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La oficina de Megan Rose en el departamento de guiones de Warner Brothers se hallaba en diagonal respecto a Malpaso, en la segunda planta de una de las unidades de los estudios. Si bien ella trabajaba para los ejecutivos de Warner, Clint encontró motivos, tanto personales como profesionales, para pasarse por su despacho con regularidad.
Hacían el amor en el despacho de él o en el de ella, tanto daba; lo hicieron entre doce y quince veces, según calculaba Rose, en el curso de los cinco años siguientes. La primera vez fue en agosto de 1983 y la última, recordaba Rose, más o menos en diciembre de 1988.
Por lo general hacían el amor durante la pausa para comer, en el despacho de ella, donde había un pequeño confidente, pero en ocasiones iban al dormitorio que Clint tenía detrás de su despacho.
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Sondra Locke no tenía ni idea de lo que había entre Clint y Megan Rose. Se cruzó con la analista de guiones en Malpaso un día, y Clint las presentó, pero solo él sabía que ambas mujeres se acostaban con él.
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