Red de Literatura y Cine
Aquel 22 de agosto de 1999, aunque bien caluroso y soleado, no amaneció como otro día cualquiera de mi vida, pero nadie me podía bajo ninguna razón predecir que lo terminaría en una latitud distinta. Y es que el verano caribeño invitaba más a vivir sus alegrías sin medias tintas, que a correr delante de la policía, para que antes de que llegara la noche, esta perdiera nuestra pista y poder entonces dormir sobre una cama con sabanas blancas limpias, en vez de en una celda húmeda y fría.
Así las cosas me dispuse a partir a la playa con mis amigos y como cada día, cogí el carro. Un vehículo que habíamos alquilado entre todos, porque ya presuntamente se podía, o por lo menos a nosotros nos dejaban por trabajar para el turismo. No porque teníamos prioridad, pero si porque teníamos dinero y amigos de cierta influencia que nos permitían acceder a esas facilidades y nosotros como jóvenes nos divertíamos y disfrutábamos, sin pedir, ni hacer más. Eso si mis amigos y yo siempre fuimos considerados como elementos desafectos desde la más temprana edad. Quiero decir, desde pre-escolar. Aunque bueno, luego tuvimos como todos y por obligación, que integrarnos. Por lo que igual se nos conoció como integrantes de la vanguardia juvenil de nuestra época de estudiantes. Porque eso si, tontos, incultos y mal educados, si que ninguno eramos. De hecho les envío un abrazo afectuoso a todos los que actualmente siguen siéndolo, a pesar del destierro y de los años que llevamos sin vernos, ya que todos nos fuimos yendo poco a poco, hasta que allí no se quedó ninguno.
Pero lo sorprendente es que aquel 22 de agosto ninguno de nosotros presintió que sería su ultimo día en Cuba. Yo por lo menos, aunque ya me habían dicho en el consulado francés que me otorgaban una visa especial, ni lo imaginaba porque no tenia el dinero para pagar el tique de avión antes de el primero de septiembre. Fecha en la cual el gobierno de Cuba pondría en efecto la ley que hoy todavía impide a los profesionales universitarios salir fácilmente del país. De hecho, la única fecha que se me presentaba como vaga oportunidad para irme, era el 6 de septiembre. Pero ya no podría y en la embajada francesa igual me lo aclararon, que no podrían hacer nada por mi si no me marchaba a más tardar el 31 de agosto.
Así las cosas, antes de tomar el camino de la playa, por una de las calles de mi ciudad apareció un ángel del miedo. Un viejo amigo que vino a anunciarme lo que había escuchado decir a los policías en las horas que pasó recluido en la unidad de la PNR de Trinidad, por problemas de orden común, e injustificados, sobre todo. Y delante de los presente, me dijo : Tonyto, esta noche te cargarán y no importará la justificación que des, porque no te quieren más en la calle, ya que dicen que tu influencias mucho, a la libertad. - Le respondí que no estaba en nada, que de que me hablaba, que no entendía la razón de tal patraña, etc... E igualmente lo que me dio la gana durante un minuto y medio, ya que me sentí perseguido y no por primera vez. Solo que quien realiza que debe cambiar de vida y además de manera forzada, a los 29 años y sin haber estudiado con precisión el caso. Como todos los cubanos hemos hecho antes de irnos, solo festejar porque nos vamos, sin importarnos y sin imaginar lo que en todos los sentidos nos costará dicho acto. Casi nunca le quedan retoricas verdaderamente lucidas, para alegar, que lo que en realidad tiene, es miedo por su vida. - ¿Porque a esa hora, como se sale uno de Cuba? Que es, aunque suicidaria, la única opción posible para no ser encerrado como con vehemencia y convicción me lo anunciaron. De hecho, porque a ellos les daba la gana, sin más argumentos al respecto.
Voy a ser breve y no voy a contar quien me envió al ángel para prevenirme, claro está, porque quien tiene amigos tiene a un pueblo. Solo diré que nos miramos todos y que no fuimos a la playa aquel 22 de agosto de 1999, justamente, porque las alegrías solo se viven con la mente libre. Había por lo tanto llegado el tan ansiado momento de poner en practica un Plan B de emergencia, algo poético, alocado y durante años, confieso calculado. Pero del cual ninguno de nosotros imaginó que en realidad le tocaría algún día llevarlo a cabo, ya que ese tipo de cosas solo se crean meditando entre individuos libres y osados, adictos a los filmes de reparto, pero que nunca se realizan en actos.
- Ni pensarlo, ya que es simple y llanamente, imposible de lograrlo...
- El camino de ida pasó por casa de mis padres, de los cuales evidentemente no me pude despedir. Solo decirles que íbamos a la Habana, a fiestar a casa de un amigo.
Me acompañaban los míos de siempre, que nunca me dejaron solo, aún sin haber tomado consciencia de la razón por la cual enfilábamos en dirección de el aeropuerto Jose Marti, en vez de por una hipotética balsa, a la cálida arena de nuestra península. Y sobre todo de lo que esto nos podría a cada uno acarriar, porque en aquella época no permitían cubanos en estas instalaciones. Ni yo tenia papeles, solo un pasaporte, ni estaba autorizado a salir de Cuba. Ni ellos estarían allí para recibir a alguien de su familia que llegara del extranjero. Todo lo contrario, la trama era yo para afuera y como los polizontes. Eso por lo menos lo teníamos claro. Pero sin que nadie supiera como hacer, ni yo que era en definitivas cuentas el más interesado. Incluso, dejé de pensarlo por minutos observando por el retrovisor como la policía nos siguió durante unos kilómetros en la medida en que nos alejábamos de Trinidad. Lo que creo que pensaron que, íbamos a una de las playas del litoral por las que pasa la carretera hacia Cienfuegos. Y que volveríamos en la tarde, conmigo manejando tomado y con el coche lleno, como me habían dicho que pasaría ante cualquier justificación de mi parte. Porque justamente, yo mismo se las hubiera dado, así de fácil.
Ya a las 15h estábamos en el aeropuerto, yo había entregado el carro y como no teníamos ningún plan en particular, pues nos pusimos todos a tomar ron, recuerdo que esperando a que se produjera un milagro. Ya que nadie sale de Cuba por obra y gracia de su cara de santo. Mucho menos yo que nunca la he tenido, ni he albergado la esperanza de tenerla, solo para que me la vean. Y como pueden imaginar, en la medida en que pasaron las horas, el recinto se fue quedando vacío y el circulo se nos fue cerrando. Cuando reflexiono a aquello, no creo que aún hubiéramos tenido consciencia de lo que hacíamos, ni del calvario que hubiéramos podido vivir si nos descubrían, pero mis amigos se comportaron de una manera tan natural y sin nervios, que los míos se calmaban y la guardia ni nos notaba. Entonces, di no se cuantas vuelta en todas las direcciones buscando la señal de esa corrupción que de antemanos si que sabíamos, desde nuestro tiempos de tour-leaders, que existía en el aeropuerto. Claro, igual me quedaba claro que no tendría el dinero para pagarme el billete de avión hacia Francia, única opción posible y donde esperaban mi llegada, de manera secreta y sostenido por las autoridades. En realidad por pura amistad, no porque yo pedí refugio político ya que nadie me lo hubiera dado sin argumentos, ni porque se me conociera como disidente.
Lo que si no niego, es que nunca estuve de acuerdo, ni compartí uno solo de los postulados gubernamentales. Y hablo incluso de cuando fui dirigente de la FEEM, de la FEU y de la UJC en todos los centros estudiantiles y de trabajo en los que estuve, que en ninguno de los casos fueron dos. Y mi para mi, salida, pero para ellos expulsión de la UJC, por ejemplo, fue dictaminada porque me opuse a participar del trabajo obligado en el campo. En fin, yo siempre fui un buen alumno, valga aclararlo, por lo que en cada escuela me veía elegido, aún contra mi deseo, por lo que luego no hacia nada por guardar los puestos, ya que oportunista si que nunca he sido. Y unos meses antes de ese día del cual hoy les hablo, en Varadero y ya con más madures mental y política, me opuse de manera drástica y física al director español de Arenas Doradas, recinto turístico en el cual trabajaba. Al cual igualmente le llegó, por explotador de cubanos, el peso de mi mano que adolece de sentimentalismos exacerbados. E igual la historia es más larga, pero no hace falta contarla, ya que no aportará nada.
Por lo que siempre tuve la esperanza de terminar mi día siendo aún libre. Y cuando ya no podía más, ni con el ron, ni con el cansancio y cuando ya mis amigos comenzaban a inquietarse, sobre las 21h, en pleno aeropuerto de la Habana que ya estaba casi quedándose vacío, para ser breve, se me apareció otro ángel enemigo de la guardia. Y nos abrazamos, conversamos dos minutos, nos dijimos esto y aquello. Sonreímos contentos de habernos encontrado después de tanto tiempo divagando por paraísos distantes del mismo mundo divido, hasta que llegó el y tu que haces aquí. Y que yo le conté por qué me tenia que ir ya, antes de que el me respondiera que si trabajaba en la aduana y había dejado su profesión de estudios, era para intentar lo mismo, porque no tenia familia en el exterior y sus padres, tanto como los míos, apoyaban al gobierno y el no tenía un peso para alimentar a sus hijos.
- Su primera decisión fue positiva, me respondió, espérame allí con los otros que voy a verte eso, ve preparando el dinero. Y nos dimos la espalda cada uno en nuestra respectiva dirección.
Lo espere como una hora y pico y al cabo de esta lo vi aparecer aún con el semblante positivo, pero ya más medido porque el precio del billete era de 3 000 $. Y el lógicamente presumió de antemanos que yo no los tendría, como era de esperar. A la hora que era mis negociaciones estaban en punto muerto, ya que le dije que solo contaba con 100 $ y que de estos necesitaba 10 $ para por lo menos poder comprar una carta telefónica, si por fin ponía mis pies aquí en Francia. Solo que luego de unos segundo de indecisión y conociéndome, perseverante como soy, me repitió, espérame aquí que vuelvo, veré que más puedo hacer por ti. Y en ese momento me confesó que hacía solo dos semanas que trabajaba en la aduana y que aún no conocía mucha gente, pero que si lo conseguía para mi luego le sería fácil conseguirlo para el mismo. Porque ya conocería el mecanismo de venta de billetes dentro del aeropuerto, traficados por los mismos funcionarios de la corrupta Aduana Nacional de la República.
Ya a las 22h30 nuestros nervios fumigaban alcohol y olíamos a pan con pasta de ayer. Para que decir que no, el ansia me mataba a mi más que a los demás, a los cuales ya no podía mirar directamente a los ojos, por eso seguí dando vueltas y vueltas y fumando allí mismo. Primeramente por pena con ellos que estaban allí incondicionalmente y que por lo tanto se habían convertido igualmente en perseguidos. Pero igual por la culpabilidad que sentí al saberlos a casi 500 km de sus casas, sin siquiera medios para volver en cualquiera de los casos.
Un poco antes de las 23h mi amigo volvió a por el dinero, me reiteró que lo más seguro era que no pudiera lograrlo y me dio una ligera esperanza diciéndome que quizás una muchacha con la que simpatizaba, podría resolverme la situación, por humanidad, más que por finanzas. Ya que nadie aceptaba de correr tal riesgo por solo 90 $, mucho menos a esa hora, que solo quedaban dos aviones por salir para París. Ahora recuerdo que uno de AOM y otro de Air France. Por lo que mi amigo se volvió a marchar y nosotros para no seguir estresados, viendo como el aeropuerto se vaciaba de viajeros y familiares y que se llenaba de policías. Que ya hasta se acercaban para preguntarnos que hacíamos allí y no en una discoteca. Pues como cubanos al fin les seguimos la rima, compramos otra botella de Habana Club, la 5ta desde las cuatro de la tarde, la abrimos, brindamos por todos los santos como habitualmente hacemos... Y pedimos en secreto porque yo lograra mis sueños de dormir lejos, pero libre.
Como a las 23h15 vino ya el representante de la compañía de alquiler de coches a anunciarme que la policía había requisicionado el nuestro, todo por causa de un mensaje recibido desde Trinidad. Ahí le tuve que jurar que era una equivocación, que nosotros eramos muchachos buenos y no se cuantas cosas más en el mismo tono temerario. El me alegó que como estaba a nombre mio debía acompañarlo, porque estos me esperaban. A lo que le respondí sin alterarme, o por lo menos el no lo vio, que me diera unos minutos. Que ya estaba al llegar el amigo que esperábamos, que era precisamente la justificación que habíamos dado desde el principio para poder entrar a el aeropuerto. Se fue, a mi se me estremeció el alma, ninguno de mis compañeros se enteró, me senté, gané tiempo; y mi amigo de la aduana regresó.
Y como los cubanos no sabemos nunca ir directo al grano conversando, me metió tremenda muela, me dijo lo duro que le había sido, lo reconocí y agradecí hasta hoy infinitamente. Me indicó y me argumentó por qué no había podido hacerme entrar en el avión de AOM, en el que me hubiera salido más rápido de aquel calvario, pero que aún, a las doce de la noche, en media hora, saldría el ultimo vuelo de Air France. Compañía que irónicamente, solo unos veranos más tarde me confiaría el departamento de compras de proyectos de ingeniería industrial y prestaciones intelectuales, con destinación París. Y me pidió de no moverme, de no hacer más nada, ni de hablar más, de evitar ponerme más nervioso de lo que ya estaba y de esperar a que después de la lista de espera, me llamaran por mi nombre y en alta voz : RAFAEL ANTONIO CANTERO SUAREZ, por favor, por aquí.
- Nos sonreímos mirándonos de frente, nos abrazamos de nuevo, me deseó buen viaje, se me escaparon dos lagrimas indiscretas y el se fue a continuar sus nuevas funciones...
Por cierto que no supe más sobre su suerte, hasta hace tres años cuando nos volvimos a encontrar gracias a Facebook y porque ya vive fuera. Y aproveché el buen momento para escribirle y transmitirle mis mejores deseos en su vida. Ademas de todo lo bueno que naturalmente espero que le pase, porque me salvó la mía y eso le vale poseer una reliquia. Y hasta le conté, incluso, lo ansiogena, interminable, peligrosa y a la vez orgasmizante de adrenalina que fue para mi y para mis compañeros de fortuna, la ultima media hora de aquel 22 de agosto de 1999. Día en que salí de Cuba ayudados por mis amigos y casi expulsado por el Gobierno, para ser claros, porque la Policía política es su aparato represivo. Y después de haberme levantado como cada cubano enamorado de esta, con el simple y sano objetivo de disfrutar de su exquisita belleza.
Lo que pasó después no hace falta contarlo, se imagina y ya hacen más de 15 años de aquella fecha que terminé, respirando largo, por los aires libres de este mundo. Pero yo aún no me perdono esa huida precoz y ahora recuerdo a mis hermanos los balseros, compadeciendolos, justamente porque mi aventura no cuenta para nada al lado de sus odiseas. Y si que hubiera querido haber salido por otras vías más serenas al destierro, o mejor dicho, nunca haber tenido que dejar mi suelo, sin haberme aún cumplido ni un sueño.
Tony Cantero Suárez – El Idílico Existencialista – Los Susurros de Cantero – Copyright 2014
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