#mireto #fábula

Aquí os dejo una de mis fábulas que está dentro de mi libro de cuentos: Pequeñas enseñanzas vitales compuesto de fábulas y moralejas a la venta por amazon digital y en papel de Sonia Crespo.

LA ROSA DEL AMOR

En un pequeño pueblo muy tranquilo y donde la gente era muy amable, en el centro del
mismo había una preciosa rosa que todos la admiraban.

Esa planta fue plantada por el alcalde como símbolo del amor, aunque muy bien no la
sabía cuidar.

La flor podría tener a cualquier hombre que la supiese cuidar, pero ella prefería al
alcalde, ya que había sido él quien la había llevado hasta allí.

Este era muy egoísta y descuidaba a la rosa, lo que provocaba que se marchitara,
pero cuando eso pasaba, la cuidaba, lo cual hacía que la flor se ilusionara y se recuperara, pero siempre quedaba algo que no se curaba del todo.

Un día, a oídos de una de las vecinas, llegó que había un jardinero que era capaz de
hacer que cualquier flor volviera a lucir como el primer día y se lo dijo al alcalde, el cual dijo:

—No merece la pena gastarse el dinero en un jardinero para cuidar de solo una flor. Si
he conseguido que hasta ahora sobreviva, no hace falta.

La rosa, que lo oyó, empezó a llorar y la vecina, al ver que lloraba, le dijo:

—No te preocupes, que yo traeré al jardinero.

La planta estaba desilusionada y no quería que nadie la cuidara, pues el alcalde prometió
hacer todos los posibles porque el jardinero no se presentara y se quedara.

La vecina fue a hablar con el jardinero y le contó lo de la rosa y lo que pasaba con el
alcalde. El jardinero dijo:

—Primero debo ver a la rosa y si veo que la puedo salvar, ya hablaré de los detalles.

Los dos fueron a ver la rosa y la vecina, al ver que se estaba marchitando, de nuevo se puso a llorar, pero el jardinero la abrazó fuertemente y por un largo tiempo. Después de
eso, habló a la rosa y le dijo:

—Tienes que aguantar porque eres muy hermosa, te voy a llamar la rosa del amor y del
cariño y haré los posibles porque brilles como nunca lo has hecho.

La rosa, al oír esas palabras que le sonaron tan sinceras, decidió dar una oportunidad al
jardinero, ya que en el fondo lo único que quería es que la mimaran un poco.

A la mañana siguiente, justo antes del amanecer, acudió el jardinero, regó a la flor y la dijo:

—Hueles muy bien y quiero que tú también luches, porque yo sólo no voy a poder.

El jardinero estaba afligido porque no podía ver a algo tan hermoso así de triste y por
ello decidió que debía regarla con el agua de un manantial que había en las montañas.

Cada día recorría 50 kilómetros para ir a por el agua y así poder conseguir que la rosa se
recuperara.

Pasaron los días y la planta lució como nunca antes lo había hecho, debido al agua del
manantial y al cariño y amor que el jardinero la había dado.

Se convirtió en la rosa más famosa por su hermosura y de todas partes venían para verla
y el jardinero estaba súper orgulloso, pero el alcalde tenía otros planes y empezó a
cobrar a los turistas por fotografiarla, cosa que indignó al jardinero.

Una noche, se acercó a la rosa y la dijo:

—Quiero que aguantes y pronto vendré a por tí para llevarte a un lugar donde no se
aprovechen de ti.

La flor dejó caer un pétalo para que se lo llevara el jardinero y éste se lo colocó al lado
del corazón.

Pasaron los días y al no volver el jardinero, la rosa se empezó a marchitar, y cualquier intento del alcalde fue en vano. Ningún jardinero pudo resucitar a la rosa que se
defendía haciéndose más duras las espinas, ya que sólo quería que le cuidara su jardinero.

Hasta los oídos del jardinero llegó como se encontraba su rosa y fue enseguida a salvarla y esa misma noche llegó al pueblo. Al ver su estado, espolvoreó un poco de
agua por encima y, al sujetar el tallo para regarla, se pinchó con una de las espinas y un
par de gotas cayeron a la tierra, la atravesaron y llegaron hasta las raíces. La rosa se sintió triste porque había hecho daño a la persona que más quería y más la quería.
Sobre la tierra mojada, el jardinero escribió: *Te adoro*.

Al día siguiente, al ver que la flor se había recuperado un poco, se pinchó otra vez en el
dedo y en el agua echó unas gotas y la regó y volvió a escribir: *te adoro*.

A la mañana siguiente, la planta estaba recuperada y alrededor y con pétalos de flores ponía:

—Yo también *te adoro*.

Al estar recuperada, trasplantó la rosa a un sitio que había visto y donde todo el mundo
la podría admirar y nadie se iba a aprovechar de ella.

Una noche, cuando había luna llena, la rosa se convirtió en mujer y estaba vestida con
un traje rojo de pétalos de rosas y nació una historia de amor de esas de los cuentos
donde fueron felices y comieron perdices.

MORALEJA

No sólo hay que actuar cuando ves que pierdes a la persona que quieres sino que, día a día, hay que regar el amor con cariño y afecto para que la rosa no se marchite y, cuando está peor, siempre darle ese extra que la hace falta para que todo sea incluso mejor que al principio.

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Sonia Crespo®