Dahomey o la descolonización según la directora Mati Diop se hace con el Oso de Oro

Tan importante como el tema de discusión o la brillantez a la hora de exponer los argumentos, es la oportunidad, elegir el instante preciso, hacerlo en el momento adecuado. Y eso es lo que hace Dahomey, el documental de Mati Diop que cuenta un acto de justicia, si se quiere histórica, y lo hace de manera tan detallada y precisa como onírica; tan real como, a su modo, fantasmal; tan comprometido con su tiempo como completamente fuera de cualquier tiempo. Es tiempo de restitución, es tiempo de devolver al tiempo lo que el tiempo robó.Definitivamente, y por laberíntico que resulte, es el momento. Pocas películas, por tanto, tan oportunas.

No queda claro si este fue el argumento que siguió el jurado, presidido por la actriz Lupita Nyong'o y con Albert Serra entre sus miembros con más pedigrí cinéfilo, cuando decidió otorgar un justo Oso de Oro al último trabajo de la directora de obras tan sugerentes y notables como Atlantics. Quizá fue eso o simplemente se trataba de convertir la necesidad en virtud. Más da la impresión que se hizo lo que se pudo, que siempre es la mejor forma de hacer lo correcto. Sin florituras. Al grano. Los miembros del tribunal de la edición número 74 de la Berlinale cumplieron con el oneroso trabajo de quitarse de en medio y premiar lo mejor entre lo que había, que, definitivamente, no era ni de lejos lo mejor imaginable. El Festival de Berlín se anunció desde el principio en fase de transición con el director al cargo ya dimitido, y en transición discurrió sin saber exactamente hacia donde. Algo desorientado, sin duda.

Sea como sea, pocas pegas que poner al premio mayor, una cinta que narra la devolución de los 26 objetos del reino que da título a la cinta desde París a Benin, desde el país colonizador a la colonia que ya no lo es. Pero lo que cuenta no es tanto el hecho en sí, como, ya se ha dicho, el tiempo en el que se instala el relato, que es el nuestro y, de forma mucho más ambiciosa, es un tiempo sin tiempo entre el sueño y el mito que igual llama la atención sobre la necesidad de la acción política que sobre la urgencia de la mucho más vital acción poética.

Es una película que entra en el debate que nos ocupa, pero que lo hace abriendo las perspectivas, dejando que sean los propios objetos, primero usurpados y luego devueltos, los que hablen, los que se posicionen y los que exijan racionalidad.

Diop opta por una gramática transparente dispuesta en línea recta. Y es ahí, en su claridad horizontal, donde descubre un universo de dignidad cuyo principal argumento y sentido es la materialidad de unas piezas de arte tan frágiles como cargadas de significado, tan supuestamente toscas como profundas. La descolonización de la que tanto se habla es esto. La cámara persigue en proceso de embalaje con la misma precisión y detalle con que captura la conversación de un grupo de estudiantes. Y siempre pendiente no tanto de las cosas, los tesoros o los discursos políticos como de la leve y honda vibración de un gesto de cine, de un gesto de virtud. Inapelable.

Que en una gala en la que se habló de Palestina, de Ucrania y de Palestina y otra vez de Ucrania, no deja de ser relevante que el argumento final, premio mayor mediante, sea una reflexión profunda desde la distancia, desde la cordura y desde la justicia de un acto de paz, de un acto que restituye lo que antes fue ocupación, expolio, guerra y explotación. Quién sabe si lo que trajo Diop fue el último mensaje de esperanza para un tiempo, el nuestro, con dos guerras sin futuro ni esperanza.

El resto del palmarés salió adelante como pudo. Que el cineasta señalado con el Gran Premio del Jurado fuera, de nuevo, el coreano Hong Sang-soo por un ejercicio de cine tan mínimo como A Traveller's Needs se antojó casi como un ritual, una liturgia cinéfila. Si está él, hay que rendirle homenaje. Al fin y al cabo, y pese a sí mismo incluso, es uno de los grandes cineastas vivos. Que el director fuera Nelson Carlos de los Santos Arias por Pepe, la película del hipopótamo fugado y asesinado en el corazón de Colombia, fue no tanto un acto justo como necesario. Y muy animal por bestial. Pocas películas en la presente Berlinale se han atrevido a algo y, al fin y al cabo, ésta se atreve a todo. Bien está que, cuanto menos, se le dé un abrazo a su responsable. Y lo mismo vale para L'empire, de Bruno Dumont. El más disparatado empeño de un director entregado de forma habitual al disparate merecía una medalla y esa fue la del Premio Especial. Téngase en cuenta que estamos ante una película de ciencia-ficción con naves galácticas que son catedrales góticas y con extraterrestres con aspecto y acento de aldeanos franceses. Es muy loco y bien está que se abrace la locura.

El resto, poco que decir. Que el intérprete protagonista seaSebastian Stan por su soberbio trabajo en A different man gusta, pero descorazona. No en balde, ésta es de todas la película más relevante proyectada en la Berlinale que nos ocupa con un Adam Pearson descomunal. Que el premio por la actuación de reparto (no se hace diferencia de géneros, recuérdese) haya caído en Emily Watson por Small things like these es casi hasta de rigor. Y no tanto por lo que la actriz hace en la película, sino por lo que representa fuera de ella. Y así.

Por segundo año consecutivo, el Festival de Berlín premia un documental. Lo hizo el año pasado con En el Adamant, de Nicolas Philibert, y lo hace ahora con Mati Diop. Nótese, sin embargo, que la distancia entre ambos es grande. Dahomey no solo relata el hecho al que asiste sino que también lo discute, lo sueña y hasta lo propone como esperanza de lo que vendrá. Llega justo a tiempo para refutar precisamente el tiempo.

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PALAMARÉS BERLINALE 2024

Oso de Oro. 'Dahomey', de Mati Diop.

Gran Premio del Jurado. 'A Traveler's Needs', de Hong Sang-soo.

Director. Nelson Carlos de los Santos Arias por 'Pepe'.

Premio Especial. 'L'empire', de Bruno Dumont.

Intérprete protagonista. Sebastian Stan por 'A different man', de Aaron Schimberg.