DEL AMOR AL ODIO 

                                             ( Fragmento de la Novela)

.... Pasaron muchos días en los cuales para nada le dirigía la palabra..., a leguas se veía, estaba más molesto que nunca.

         A ver…, todo…  ¿Por no haber acomodado los cubiertos en la mesa…?  

         ¡No pues sí…! ¡Vaya si el niño tuvo motivos para molestarse…!

         Creyó pasaría el ataque de molestia, pero no fue así.

         Ya después, a pesar la prudencia desplegada, fue innegable que tal situación se prolongaba.  

         No faltaba cualquier motivo nimio para hacerla sentir poco menos que una inútil… En tanto ella, solamente seguía aguantando…  

         ¡Por quítame estas pajas, era puesta como chancla…!

         A pesar más comportara sensatamente y callara, puesto ni siquiera había reclamado, menos mencionado estar enterada del nuevo affaire que comenzara. Aquella situación se convirtió todos aquellos días, en una verdadera orgía... ¡Más no sería de deleites…!

         Sino del pánico provocado con sólo escucharlo llegar, algo que se hizo cotidiano, pues venía siempre vertiendo estupideces, lanzadas a diestra y siniestra contra todo lo suyo, por saber en ese hogar, todo clamaba denunciando la presencia de Clarisa. ¿Y cómo no iba serlo…?

         ¡Si hasta la misma propiedad, había sido ella quien la había adquirido con cuanto fue ahorrando…! ¿Pues qué…, lo había olvidado…?

         Como fuera, en tanto ella seguía aguantando…, esperando a ver hasta cuándo durara aquella insólita reacción que no valía la pena estar viviendo.

         Esa ocasión sólo pensó en no hacer más grande el desquicio.

         Pero como no entendía, cada vez más iba dejándola absurdamente más extrañada, al grado se decía muy molesta.

         - Ultimadamente si quería andar con aquella jovencita...

            ¡Que anduviera…!  Finalmente… ¡Cosa muy suya…! Hiciera cuanto le gustara, pero por favor…, no la atosigara siempre de llegar a casa…   

         Pero no entendía... Hasta cuando por fin ante una situación que ya se había prolongado, Clarisa recapacitó.  Sabía no era cosa de él exclusivamente.     ¡Esa cuestión atañía a los dos...!  

            ¿No era cierto, ambos iban navegando en el mismo barco…?

         Así, si uno se hundiera, irremisiblemente arrastraría al otro….

         Y pues ni modo, aunque igual estaba convencida, en alguno de los dos debería caber la prudencia, por ello una y otra vez había aguantado el chubasco de verlo todo entrompado...

         ¡Vaya si  eso ya había sobrepasado el límite…! Cada vez las acciones se iban agravando…, haciendo insostenible el continuar solo aguantando sin decir nada. Pero no tuvo tiempo para hacer ver al hombre, lo mal que estaba comportando. Como al parecer su marido buscaba la camorra y ella nada hacía para terminar con una situación tan molesta. Acuciado por lo que quería a toda costa conseguir, comenzó a realizar acciones más directas, enfocadas contra la esposa,  a quien pensaba la tenía arrinconada…  

         Como el día cuando recibió en su falda, nada menos el plato aventado conteniendo la sopa caliente. Por supuesto se quemó, lo cual no dolió tanto, sino el observar la actitud de odio que destilaba el hecho.

         Esa vez intuyó claramente, que quien antes fuera su hombre había cambiado por completo.

         Ahora lucía ya no el mascarón del marido bonachón con cuya conducta antes la conquistara, sino la horripilante máscara de un hombre virulento, quien actuaba con sevicia y ferocidad que mordazmente atosigaba sin tener base para hacerlo.

         Tal vez fuera por sentirse estar atado y no encontrar manera cómo compensar su desilusión, al no poder correr tras el juguete nuevo, en esta ocasión significado por el cuerpo que anhelaba tener como suyo, personificado por aquella modelo, que apenas conociera en la última reunión.

         A últimas fechas, Andrea la mantenía informada. Esta vez no se midió, proclamaba a grito abierto, cuál era el deseo de parte suya y cómo iban los progresos para obtener para sí, la dama que colmaba sus anhelos.

         Por tanto era voz común, seguía saliendo con ella, pero al parecer, la dama si no se rehusaba, le había expuesto un dilema, dado quería nada más y nada menos… ¡Ser la señora de la casa donde vivía el fulano…!

         ¿Acaso no lo era, ahí donde vivía Clarisa…?

         En la oficina no sabían a ciencia cierta el progreso para conseguirlo, aunque lo intuían, deduciendo que estaba haciendo todo lo posible, para conseguir complacer a la que ya para entonces, calificaban de prostituta. Eso por las  frases sueltas que lanzaba…, como cuando le preguntaban respondía      ¡Ya merito…! ¡Esta niña, me va querer como yo la quiero a ella…! ¡Me quito el nombre, si no pronto la presento como la señora de mi casa…!

         Ya Clarisa no hallaba qué pensar.

         Sólo con ver el comportamiento que desplegaba a esas fechas, le indicaba, estaría fraguando una acción drástica para quitar a ella de por medio… No entendía que un marido, en este caso el de ella,  perdiera por completo la chaveta, por una jovencita que podía ser su hija… 

         Durante todo este tiempo, ella se había reservado, aguantando el  exponer cualquier cosa que desembocara en nuevos pleitos.  Confusa se decía… ¿Acaso Joaquín  no había captado la cordura que puso en práctica…? Si en esa ocasión, a pesar saber en las que andaba, ni siquiera una vez  reclamó, ni dijo nada…

         Si acaso actuó de esa manera, pensando solamente en salvar su matrimonio, exclamando para sus adentros…  -  Hay qué darle tiempo…, ya se le pasaría el entusiasmo…!  

         Aunque eso…, a estas alturas ya ni ella misma lo creía… Más bien la evidencia la llevaba a pensar en otra cosa que no lograba admitir.

            La última oportunidad de haber estado juntos, fue cuando el marido  colmó el vaso, de por sí ya lleno hasta el tope. O como vulgarmente se dice, cuando de plano, ya le había llenado el buche de piedritas...

         Aún así,  todavía en esa ocasión intentó actuar prudentemente.

         No había dicho nada, no por no querer hacerlo, sino por buscar conservar su entereza, la cual compaginaba junto con su decoro y dignidad, cualidades que bien entendía, por lo visto estaban en entredicho.  

         Clarisa tenía las dos en gran estima, por ello se había dicho, ya no era posible continuar viviendo así, menos sabiendo de seguir en lo mismo, hasta correría peligro su integridad, pues para entonces, Joaquín se comportaba en forma impredecible.

         Francamente a estas alturas, vaya si tenía miedo… más que nada porque sabía, luego de confrontarlo, posiblemente si él empecinara, significaría tener  la señal que le diría, debería terminar definitivamente con su matrimonio, en el cual, tal como pronosticara su padre, ya no le estaba yendo tan de maravilla.

         Mas ya no tuvo espacio para hablar de cuanto quería aclarar con él, dado si ella planeaba la manera de poner los puntos claros, el marido a su vez había fraguado otro plan, que a su vez, sólo requería un poco de tiempo, dado los preparativos  estaban ya muy adelantados.

         Fue por eso ocurrió ese día cuando había llegado el hombre viniendo de la calle más temprano. Esa vez lo vio en apariencia más calmado. Queriendo poner en claro todo, decidió esperar hacerlo, luego al terminar de tomar  los alimentos.  

         Aquí se debe exponer algo fastidioso, sucedido anteriormente. 

            Había por ahí alguien, un sujeto completamente desconocido, pues ni siquiera sabía quién fuera, el cual se había dedicado a molestarla, llamando una vez y otra por el teléfono de casa, buscando aparentemente concertar una cita con ella, añadiendo... ¡Serviría para conocerse…!

         Obviamente Clarisa al inicio, sin saber se trataba de un acoso, educadamente había conversado un poco, respondiendo algunas de las preguntas del susodicho fulano, pensando si llamaba, sería para tratar cualquier asunto, por lo cual, dos o tres veces estuvo ingenuamente respondiendo los requerimientos, sin llegar a captar, menos descubrir todavía, cuáles fueran sus verdaderas intenciones.         

         Cuando ya entendió de qué se trataba, y por dónde pretendía llevarla, simplemente colgó el auricular, misma actitud que en adelante adoptaría, buscando no contestar más, aunque por como veía, aquél idiota fastidioso, de verdad era insistente…

         Temiendo fuera darse algún mal entendido por parte del marido, a últimas fechas siempre revisaba qué hubiera grabado ese sujeto en el buzón de mensajes. Igualmente borraba de inmediato aquél número grabado en el identificador de llamadas.

         Así el repiqueteo del teléfono se convirtió en un problema, debiendo antes de contestar, revisar para saber quién llamaba.

         En cuanto veía de nuevo fuera el tal teléfono que conocía de memoria, ya ni contestaba, sólo para evitar estuviera sonando, simplemente descolgaba el auricular, colgando de inmediato….  

         No se interesaba en correr una aventura… ¿Cómo iba hacerlo…?

         ¡Si era una mujer casada...! ¡Ella respetaba la santidad del hogar…!

         Hasta entonces su orgullo siempre estuvo cimentado en que a pesar del genio que a últimas fechas Joaquín lucía, por parte suya no había fallado en absoluto, menos buscando o admitiendo dañar la honra de su compañero.

         ¡Cualquiera que dijera lo contrario, mentiría a boca abierta…!

         Pero aquél individuo fantasma, trataba de meterse en su vida, vaya si era un tipo necio e insistente, francamente fastidiaba….

         Una vez y otra llamaba y llamaba…, creyendo,  eso suponía, si gracias su insistencia, posiblemente llegaría el momento en que algo conseguiría.

         Se entiende, Clarisa estaba malhumorada con dicha situación, en la cual era víctima de un acoso telefónico, no cómplice de una falla.

         En otras circunstancias, de inmediato lo hubiera dado a conocer a su marido. ¡Sólo ahora…, por las que estaba pasando, bien entendía, el horno no estaba para bollos…! ¡Mejor esperaría un poco más, hasta cuando lo considerara pertinente…! Aunque tal situación se había ido prolongando…

         Por razones obvias, no pudo dar constancia de cuanto pasaba, para hacerlo del conocimiento de su esposo, sobre todo si a últimas fechas, el hombre andaba de un genio.... ¡Para qué te cuento...!  

         Así con él ni contar para atreverse en hacer alguna confidencia.

         Pensaba sin mucho convencimiento, ya se le pasaría al tal fulano eso de comportarse tan molesto, por andar seguramente invadido, por aquello que calificó de un calentamiento de cautín

         Ingenuamente se dijo, bastaría con no hacer caso y ni siquiera tomarlo en cuenta… ¡Ya se cansaría…!  A su juicio repetía… nadie aguanta el recibir desaires durante largo tiempo. Bueno... Ese era su pensamiento…

         ¿La verdad…? Ni tenía la más mínima idea de quién se trataría aquél impertinente irreflexivo, quien al parecer no tenía más en qué ocuparse, sino en estar llamando para molestar, buscando conquistar la dama...

         Dar aviso a la telefónica, significaría que checaran y cuando descubrieran algo, en su afán de quedar bien, hasta podrían molestar a su marido, por estar el teléfono a su nombre. Algo había que no le agradaba…

         ¿Sería eso de andar tras de sus huesos…? ¿O sólo pretendía molestar…?

         No interesaba dilucidarlo. Ojalá ya se aburriera y dejara de llamar.  

            Lo que no tomó en cuenta, fue cuando un día su esposo sólo de llegar, como coincidencia sonó el timbre telefónico.

         Al escuchar repiquetear la campanilla, fue él quien se adelantó y descolgó el auricular, por tanto estuvo oyendo un tierno y apasionado soliloquio amoroso, claramente dirigido hacia Clarisa.

         Luego de lo cual, lo que pocas veces antes había hecho, esa ocasión se entretuvo en  revisar el buzón de los mensajes. Obvio…, estuvo escuchando las declaraciones grabadas en las llamadas nunca respondidas…

         ¡Dónde aquél día…, el fulano se había extra limitado, llamando y llamando, aunque Clarisa para nada contestara!

         ¡Lo peor, el imprudente sujeto, dejaba mensajes amorosos, mismos  que Clarisa ya se los sabía de memoria…! ¿Y ahora su marido escuchándolos…?

         ¡Ay Dios...!  ¡La que se armó…! ¡Ahí sí que ardió Troya…!

         Como buena mujer consciente de cuál era su deber, sabiendo quería luego hablar para aclarar los puntos que hubiera oscuros en su relación deteriorada, estaba muy tranquila calentando la comida en la cocina, sin siquiera sospechar, que la trampa estaba bien tendida, y Joaquín estaba a punto de descargar el golpe.

         Por estar ignorante que hubiera otro tipo de maquinaciones, no podía sospechar que su marido ya hubiese descubierto, que tal teléfono se repetía varias veces, algo que podía saber, dado en el buzón dejaba mensajes supuestamente cargados de un amor apasionado, aunque estuvieran dirigidos a quien ni siquiera conocía…

         Lo cual sería el pretexto ideal, para lo que luego sobrevendría.

            Obviamente la reacción en el supuestamente ofendido marido, de inmediato se vio cuánto le descomponía.

         Fue cuando Clarisa aterrada entendió, en seguida atacaría por el punto más débil que tenía, por ser ella a quien se buscaba aburrir cuanto antes, sin importar con tal acción, estuviera destruyendo un matrimonio que al parecer ya había durado más de la cuenta…

         Al estar preparando un platillo, después podría decir, hasta sintió la presencia negativa de quien agriamente entró más que furibundo, dando un tremendo empujón que hizo a la puerta abrir y regresarse, como si hubiera rebotado en la pared.    

         De repente tras de sí escuchó la voz agria y completamente airada de su marido, quien llegó gritando sin consideración, utilizando las más soeces palabras que encontró en un repertorio de insultos, que por lo escuchado, más pareciera apto para ser utilizado en una pelea de cantina, no en un hogar decente como consideraba el suyo.

         Claramente escuchó cuando furioso le espetó…

         - ¡Ahora mismo me dices, quién es ese fulano que te deja los mensajes amorosos…! Como la agarró desprevenida, de momento no supo qué contestar…, es más, ni siquiera hiló se refiriera a los mensajes telefónicos, por lo cual el marido reclamaba…

         Asombrada y aturdida, no supo qué decir. De verdad no atinaba a qué se refiriera, simplemente por no entender de qué hablaría.

         Esa vez Joaquín no explicó más, pero ahora sí llegó a las manos…

         Le agarró por el pelo y al jalar, la hizo caer trastabillando.

         Entonces furibundo le arrastró jalándola de los cabellos, así entre que se paraba y volvía a caer, ante un nuevo tirón del furibundo, la fue llevando hasta el sitio donde estaba instalado aquél teléfono, donde la hizo escuchar uno a uno de los famosos mensajes comprometedores, que como ella hacía a diario, ni siquiera los había escuchado, pues de otra forma, por supuesto los hubiera borrado…        

         ¡Fue en ese instante cuando finalmente comprendió de dónde provenía el motivo del nuevo enojo que se manifestaba con aquella violencia inusitada, ocasionado ahora lo sabía, por algo que en otras circunstancias aparecería como increíble, motivado por una serie de llamadas telefónicas, la cuales ni siquiera las había escuchado, menos atendido…!

         A partir del momento en escuchar la voz melosa con cuanto aquél fastidioso sujeto había grabado, supo que su marido tenía en su haber un argumento contundente, ahora sí totalmente firme para molestarla a fondo, buscando desahogar una ira que ella no había provocado.

         Pero a ver… ¡La evidencia la culpaba...!

         Pensó si hablando, tal vez al aclarar, con eso terminara aquél asunto, trató hacerlo, intentando por todos los medios calmar al marido furibundo, sin lograr aplacar su ira… ¡Nada...! ¡No escuchaba razones...! ¡Al contrario!

         Era claro, iba enfureciendo cada vez más...

         De los tirones del cabello, pasó a otras acciones… Recibió una cachetada propinada con toda la furia y fortaleza, la cual corroboró lo que temía… ¡Su marido estaba sin control, fuera de sí…!

         Ya después sabría, no golpeaba tanto por los celos, sino porque tenía un plan bien preparado, el cual llevó a cabo poniendo en su acción el odio que sentía, no creía hacia ella, sino por querer quedar bien con quien andaba.

         De plano no entendía en qué hubiera fallado…, porque luego se diría al recordarlo…¡Hasta sus ojos despedían chispas…!  ¿Serían…?

         ¿Del coraje…?  ¿O para dar mayor énfasis a lo planeado…?

         Si a eso se añade qué ocurrió después, se entenderá el pánico que entró en la mente de Clarisa, dado al recibir un nuevo golpe cayó de lado, quedando en posición vulnerable, acabando por permitir al energúmeno, dejarse ir a fondo, buscando dañar cuanto más pudiera.

         Como diría después…, tal vez queriendo de una buena vez matarla, algo que presintió al recibir una tremenda patada, que golpeó en pleno vientre, con lo cual ya se puede intuir, cómo lo menos que pensó, ahora sí la furia iba tan  en serio, cuanto mejor buscar huir…, si no quería morir...  

         ¡Sencillamente, en esos momentos…, ante un ataque despiadado, francamente confesaba, hasta temió por su vida…!

            Difícilmente se lograría levantar, tratando librarse de recibir un nuevo golpe, que la estaría dañando aún peor, si no pusiera pies en polvorosa.

         Ahora sí… ¿Qué hacer…? ¿Cómo controlar a quien veía completamente desquiciado…?

         ¡Ni pensar siquiera podía, menos sabiendo cualquier cosa que dijera, sería usada en contra suya…!

         Ese hombre estaba desquiciado, así nunca entendería.

         ¡Estaba vuelto un diablo...! Y ella… ¡Por completo vulnerable…!

         Sintió que su instinto de conservación actuaba, exigiendo se protegiera reaccionando, saliendo de ahí y poniendo tierra de por medio.

         Como quien dice, el peligro la hizo reaccionar…

         Una voz interior pareciera repetir… 

         ¡Debía salirse de aquella ratonera donde había caído…!

         No supo cómo, pero lo hizo... Lo logró aventando una silla, logrando al topar contra ella, hacer tambalear al fulano, quien cayó al no lograr esquivarla, sino tropezar y caer al suelo cuan largo era, brindando una oportunidad invaluable a quien huía, de contar con unos momentos muy valiosos, los cuales Clarisa aprovechó, para en el desconcierto subsecuente, lograr salir de aquél trance,  huyendo a toda prisa.

         Ya no esperó a ver si se calmaba. Entendió en eso le iba la vida…

         Por lo pronto, sólo urgía poner distancia y desaparecerse.

         Comprendía, de lograr completar la huida dependería el seguir viviendo.

         La vida era primordial salvarla. Ya después vería qué hiciera, pues de momento aquél hombre estaba enceguecido... ¿Mientras ella...?

         ¡Muy triste y sobre todo azorada…, completamente apabullada con un agobio que no lograba definir…!

         Misterios del corazón femenino, que más antes bien sabía, la había llevado siempre a disculpar los absurdos del esposo, buscando una razón para entender lo que a todas luces, otro cualquiera calificaría de ilógico, eso por decir lo menos..., tanto cuanto en esa ocasión se le había convertido de plano, en una actitud desatinadamente irracional...

         Aunque no se crea, como si fuera un velo que caía, esa vez por fin captó, debía admitir que las cosas habían llegado a mayores.

         Claramente intuyó, dicha acción sería el inicio de algo peor, si permaneciera donde él pudiera encontrarla.

         Su pensamiento captaba, ver al marido convertido en bestia, le había dejado más adolorida a los golpes que recibiera.

         Por ende  algo muy dentro se fue desgarrando en su interior, gritando en su mente, importaba mucho salir de esa parte de inmediato.

         Cuando ya estuvo a salvo, a diferencia otras veces, comenzaba a sentir por Joaquín ya no afecto, sino era obvio se estaba incubando un principio de sórdido rencor, por no decir mezclado de odio, provocado por la desilusión de ver derrumbado al ídolo que antes adoró... ¿Qué…?

         ¿Ese era el hombre que había prometido protegerla…?

         Si actuaba como energúmeno, en adelante no se detendría más, lo había sabido al recibir aquella patada, copn la cual de tajo acabó, con el principio de prudencia,  que hasta momentos antes había querido poner en práctica…  

         Ella no había hecho nada…, pero aún cuando lo hubiera hecho…

         ¿Acaso por un desliz ni siquiera cometido, explotaba al grado de golpear y tratar de asesinarla…?

         ¡Los golpazos no fueron para menos…! Esos de caricias no tenían nada.

         Lo peor de todo no era eso, sino el saber exactamente, que la causa que promocionaba tal reacción, no era por ella, sino por él, quien buscaba deshacer y anular cuanto antes a la mujer que estorbaba, para quedar en libertad de poder  introducir de lleno en el nuevo affaire que iniciaba...

         Eso lo sabría hasta después. En ese momento logró salir corriendo hasta por fin ponerse a salvo… No supo de dónde sacó fuerzas, pero eso hizo…

         ¡Dolían los golpes, pero más dolía el alma…!  

            Sobre todo… ¡Qué desilusión…! Fue cuando comenzó entender, el corazón si bien tiene sus principios inexplicables, también cambia de opinión llegado el momento, cuando se da cuenta, es imposible ponerlos en práctica.

         No quedaba de otra, sino el agarrar el toro por los cuernos.

         Si lo que había sido hasta entonces ya no era posible continuar con ello, dado las circunstancias orillaban para adaptarse a repeler el estallido que sufría, que no era para aguantar sino para no permitirlo, lo mejor sería darse un lapso de tiempo, algo así como una tregua, para calmadamente poder reflexionar, hasta comprender el origen y la magnitud de la tragedia, que contra ella veía venir se avecinaba y ahora coaccionaba, la cual a su pesar, ya no era posible detener, pues la veía avanzar en forma más que amenazante.

         Efectivamente, como pudo salió huyendo, buscando agrandar la brecha entre él que la dañaría y ella que pretendía sólo librarse de su furia.  

         Como pudo llegó donde acostumbraba dejar estacionado el automóvil, el cual no pudo abrir, menos echar andar, al no contar con la llave, que ahora recordó, la había  dejado en su tocador, metida dentro de su bolso.

         Pero temiendo que el hombre desquiciado, llegara hasta donde estaba, de plano salió corriendo hasta llegar a la avenida, logrando perderse entre la muchedumbre,  que a esas horas deambulaba por la calle.

         Dolían los golpes, de seguro hasta tendría moretones… Hubiera querido dtenerse a ver los daños, pero no era el momento. Mejor seguir a dirigirse a cualquier lado, menos permanecer cerca de su casa.   

            Fue como tratando no darlo a conocer a quien con curiosidad la miraba, llegó a casa de Clotilde, su amiga de siempre, quien al ver el estado en que venía, para pronto le brindó abrigo, haciéndola pasar para saber qué aconteciera, lo cual escucharía,  en tanto le curaba las heridas.

         Para empezar la llevó al baño, ahí debería limpiar todo, pues venía hecha todo un desastre… Ya cuando salió de limpiar cuanto más pudo, se sentó donde por fin pudo desahogar al entrevistar con ella.  

         Esa amiga era una mujer bien casada, muy consciente de contar con un matrimonio estable, con alguien que en nada desdecía del afecto que sentía tener hacia su marido.

         Ya sólo de llegar con ella, Clarisa no aguantó más… Pasó buen rato  llorando, mientras iba mezclando sus palabras, sintiendo que con las lágrimas que derramaba, iba desahogando la pena que traía en el alma.

         A ella contó sus cuitas, sin impedir sino dejar fluir las lágrimas, intentando con ellas, sacar la impotencia que sentía, para hacerla salir fuera, desahogando cuanto le oprimía en su pecho...

         Terminada la explicación del porqué había llegado como arribó tan desaforada, por mientras pidió le diera, en tanto otra cosa ideara, un alojamiento que sería algo así como estar en un refugio, permaneciendo lejos del marido, que aunque quisiera olvidar, todavía lo sentía como si la estuviera amenazando…

         Afirmó se quedaría y estaría con ella, sólo en tanto planeara bien la manera de ver cómo iría actuar, mientras las cosas se calmaban, pues conociendo a Joaquín, no dudaba luego vendría a buscarla arrepentido.

         Eso si llegara a saber dónde escondía, por eso pedía, a nadie revelara, ella estaba dando alojo a quien huía.

         ¡Aunque en esos momentos estuviera furiosa, de todos modos, era obvio, conservaba la esperanza que luego todo se aclarara y terminara aquella situación desastrosa…! ¡Así misma confesaba, sólo pedía que fuera pronto…!

         Pero transcurrió ese primer día y llegó el siguiente…. Obviamente, del esposo ni sus luces… ¡Mejor, así podía pensar mejor!

         Joaquín conocía bien el domicilio de la amiga. Pero por lo visto, ni siquiera la buscaba. Así que, Clarisa ya no sabía qué debiera hacer…

         Fue cuando pensó, seguramente el marido no habría investigado dónde se había refugiado, por creerla culpable…

         Pero no sería ella quien se lo comunicara.

         Esos dos días estuvo comiendo en la mesa con la amiga, aprovechando el rato mientras el hombre, el jefe de esa casa estaba ausente, por haber vuelto a salir para presentarse en el trabajo.        

         Pero al tercer día, decidió ya era indispensable saber algo de qué tanto habría ocurrido en aquél hogar, que de momento había abandonado…     

         Así lo dijo a Clotilde su amiga, quien comprendió qué quería hacer…         Si hasta eso, no hizo siquiera el intento de retenerla.

         ¿Acaso no peligraba ella misma en recibir una reprimenda, en caso su esposo supiera, la había recibido en su casa…?

         Clarisa salió, cuidando revisar antes, nadie viera dónde estaba alojada.

         Por primera vez después de aquél pleito, aunque más qué temerosa, se aventuró a salir a la calle, llamaría para entrevistar a quien podía informarle…, así si su marido viera en el identificador de la oficina, la llamada provenía de un teléfono público, no sabría quién hubiera llamado.

         Por suerte quien contestó fue la secretaria Andrea.  

         Quedaron de verse en una pequeña cafetería, ubicada en un parque más o menos cercano a la oficina donde laboraba junto con Joaquín.

         Era ahí donde a ella gustaba pasar un buen rato, cuando se citaba para conversar con alguna amiga. De seguro Joaquín ni la conocería.

         Para no equivocarse en tanto llegara la hora, Clarisa por ahí anduvo deambulando, recorriendo una y otra vez el parque, dejando que la mente repasara todo, siempre imaginando mil detalles que a su juicio, habrían orillado a su marido para tomar la decisión de hasta golpearla.

         ¡Qué lara le pareció la espera…, pero era indispensable saber más…!

         Por ser casi la hora, dirigió sus pasos a esperar en la cafetería, sabiendo ahí encontraría con Andrea, a quien todo ese tiempo había estado esperando. Ella no podía venir, sino hasta cuando fuera la hora en que permitían al personal salir a comer dejando la oficina, para a la vez tomaran un pequeño descanso,  lo cual se repetía cada vez a mediodía.

         Sólo de encontrarse frente a ella, aunque no quisiera, sus ojos se llenaron de lágrimas, revelando la pena que sufría.

         Ahora sí ya no sabía si fueran de coraje, de despecho o de qué…

         Por ser amigas, fue Andrea quien rápidamente la puso al tanto de cuanto había sabido, según dijo, por vivirlo de cerca. Y además, sin que se molestara, debía admitir que todo mundo ya lo comentaba, por ser voz común entre todo el personal de la oficina, donde el marido vaya si blofeaba, haciendo gala de su destreza en aquello de conquistar las damas, sin hablar de la consorte, para disfrazar cuáles fueran sus verdaderas pretensiones.

         Con tal preámbulo, Clarisa quedó sabida, iba escuchar lo que nunca  hubiera deseado oír, menos en estas circunstancias…

            Cómo dolieron sus palabras cuando escuchó en la respuesta a lo que interrogó, una confirmación a sus sospechas.

         ¡El estallido de furia, no fue improvisado, sino planeado…!

         Como  Andrea bien le dijo, cuando abundó en sus revelaciones… 

         - ¿Sabías que Joaquín, afirmó se llevaría a la dichosa modelo, dizque para tenerla a su disposición, nada menos en tu propia casa…?  -Agregando…

         - ¡De seguro si lo hizo, han de estar utilizando hasta tu misma cama…!

         Cuando yo pregunté porqué lo hacía, así me dijo, ya sabía tú y yo nos hacíamos confidencias, por tanto te dijera si hablaras conmigo, mejor ni le buyeras…, pues si hiceras alharaca, te denunciaría como marido ofendido, al haberte agarrado in fraganti.

         Sabe bien con eso, al menos por su lado, si no te quita todo, procurará dañarte lo más posible. Eso sí, lo presentará como indemnización a su reclamo, en una compensación por la afrenta recibida, dado según presume, hasta se quedará hasta con tu propia casa, la cual dice él te ayudó a comprarla, por tanto tiene derecho al acusarte, a quedar con ella por doble vía.

         Jura lo hará, esgrimiendo sus argumentos con todo y testigos, que a una petición suya, darán cuenta de los malos pasos en que andabas…

         Al escuchar lo cual, Clarisa se sintió mal, tanto exclamó…  

         -  ¿Testigos…? ¿Pues cuáles…? ¡Sólo que los inventara…!

         Si eso pasó en la intimidad del hogar… Pero en fin…

         ¿Y qué más has sabido de lo que anda haciendo…?

         Por supuesto la amiga poco a poco fue contando, las ridiculeces y los desperfectos que andaba haciendo aquél hombre, al buscar conquistar aquella dama, la modelo que por lo visto se había comportado muy difícil de convencer, algo que en verdad acicateaba su hombría, pues de seguro al sentirse rechazado, a toda costa había tratado de obtener lo que buscaba, sin importar cuál fuera el precio que debiera pagar, con tal complacer y otorgar a ella cuanto pidiera, para luego recibir en recompensa, finalmente hacer suya a la dama que le había sorbido el seso.

         Como quien dice, eso fue un juicio muy personal de Andrea,  calificando que a su juicio, Joaquín había enloquecido por obtener aquella dama, pues como aseguraba, ningún hombre en su sano juicio, jamás hubiera hecho lo que hizo, llegando hasta impulsar la violencia para hacer salir huyendo a la propia esposa del hogar, para en seguida pensar en solo traerse a la querida, para meterla en la misma casa, cuando la mujer legítima ya la hubiera abandonado…

         ¡Y si estaba enloquecido, de plano, de momento nada qué hacer! Era su consejo. Mejor aguardar a saber qué más ocurriera.

         Si en otras ocasiones, sus infidelidades trataba de taparlas, esta vez se desató, quizás por haber presumido ante los demás de su valía.

         Todos en la oficina lo sabían, estaban atentos esperando, eso sí, a ver en qué terminara aquél trágico suceso que calificaban de sainete de alcoba…

         De boca de Andrea, muy atenta Clarisa escuchaba en concreto, el relato de esa amorosa aventura de su marido.

         Si hasta eso, no se extrañaba demasiado, dado estaba más qué  acostumbrada a saber que cuando andaba entusiasmado, comportaba haciéndose el ofendido. ¡Tantas veces, como se lo había hecho…!

         De verdad eso ocurría, y ella aguardaba hasta cuando finalmente recapacitaba, sabiendo siempre volvería con ella…   

         Aunque en esta ocasión le había golpeado, en lo que por lo menos antes se recatara, pues gritaba mucho, pero nunca le había pegado. 

         Siguió escuchando, tratando digerir aquella píldora amarga… 

         Apenas si lograba entender lo que oía…

         ¡Por lo visto, vaya si Joaquín estaba aplicando su destreza en los negocios, sólo por desgracia ahora, para buscar dañar a quien tanto le había ayudado…!  Obvio, con cuanto iba escuchando, resintió el golpe, aunque hubiera sido recibido a través las confidencias de la amiga, quien no aplaudía la acción del compañero de oficina.   

         Luego siguió narrando…, aunque primero estuvo reafirmando la amistad que les unía, la cual le obligaba a decirlo todo a ella, confesando era demasiado el coraje que sentía, por lo cual se sentía en la obligación de informarla de todo a todo. ¡Había algo más en esa escena que personificara…!

         Al ver cómo al escucharla hablar, se descomponía el rostro de Clarisa, pudo entender que en esta ocasión la ruptura iba en serio, así y todo todavía añadió, había descubierto lo que entendía, sólo fue una trampa que Joaquín le tendió en confabulación con Eulogio, otro sujeto de la oficina…, afirmando esa era una marranada,  no otra cosa…

         Como si la voz proviniera de muy lejos, Clarisa asombrada escuchó cuando le dijo…

         -  Perdona amiga, si te lo digo es por tu bien… No me gusta que siempre que pasa algo, en cuanto llega contigo ahí estás toda blandengue y para pronto lo perdonas, sólo para que a la vuelta de la esquina lo repita.

         Espero entiendas, ahora sí debes recapacitar y no ser tan crédula, porque francamente no te mereces lo que te han hecho ellos dos…, principalmente tu marido quien fue el que planeó todo.

         Por ese estilo la regañaba de verla siempre doblegada a cuanto Joaquín ordenaba. Por saberla enamorada, era evidente bastaba él dijera algo bonito, para que se derritiera y olvidara las ofensas con que antes la había llenado.

         Era obvio, el amor la hacía ser demasiado débil, algo que su amiga siempre reprochó, haciéndole ver, el amor es muy hermoso, pero no significa tener qué capitular en todo. Prosiguió dando sus consejos…

         - Te conozco y te quiero, lo sabes, por eso ahora sí voy a decirte todo, ya después imagino no serás tan tonta como para creer que tu marido sea una dulce ovejita… Sólo te digo que esos dos infames, te están haciendo víctima de una verdadera marranada. – Comprensiva fue agregando…

         - Pobre de ti, créeme te compadezco por ver cómo te humillas. Francamente si eso es el amor, prefiero no tenerlo, pero como tu amiga que soy, me siento en el deber de ponerte al tanto y decírtelo todo, a ver si de una buena vez por todas despiertas y ya no más te dejas humillar.

         Nomás te cuento, el mismo día que te fuiste, llegó tu marido muy ufano  y feliz a la oficina. Consigo llevaba un botella de ron y dos copas.

         Llamó a Eulogio, quien para pronto acercó a saludarlo, entrando los dos a encerrarse en su privado, donde estuvieron riendo al contar el uno al otro, cuanto había pasado al terminar lo que llamaron el asuntillo…

         Como me pareció algo tan insólito el hecho que brindaran a hora tan temprana, entré en curiosidad. Por eso abrí el “manos libres del interfón”, esperando enterarme de qué tanto estarían hablando, al haberlos visto riendo, como si estuvieran festejando, pensando nadie los escucharía…   

         Fue cuando claramente escuché cuando Joaquín felicitaba a Eulogio por aquél trabajo tan bien hecho. Siempre supuse fuera solamente un ayudante en aquello de llevar las cuentas, pero ya sabrás, me equivoqué, puesto pronto supe era como quien dice su brazo derecho, para apoyarse en él, en resolver sus asuntos particulares, dígase para hacer el trabajo sucio, dejando a Joaquín presentarse impoluto ante todo mundo…

         Tú mejor que nadie, sabes la mente retorcida que se bota…

         Luego estar escuchando, poco a poco comencé a saber  la porquería que hicieron, claro, luego haberse puesto de común acuerdo… Aunque todavía no entendía, de quien hablaban era justamente de ti. 

         Confieso me entraron remordimientos por andar espiando, pues era claro, ellos dos seguirían hablando de lo mismo, mejor apagué el aparato, no fuera cosa y  captaran los había escuchado…

         Pero ya estaba intrigada. Con cuidado me puse observar por el cristal, pude ver lo contentos que estaban brindando.

         ¡Tanta euforia no era muy normal…! Menos estando en la oficina…

         Fue por ello volví encender el aparato…

         Algo estaban festejando, pues los dos estaban jubilosos, tanto que Joaquín a un momento dado, ofreció su mano para jalarlo y darle un abrazo de agradecimiento. Cuando escuché mencionaba tu nombre, supe era a ti a quien se referían… Nuevamente brindaron por haber logrado te salieras de la casa sin mayor problema...

         Entonces ya sabía de qué se trataba.

         ¡Te habían puesto una trampa y festejaban hubieras caído en ella…! 

         Claro está, para nada me metí, sólo aguardé esperando saber un poco más de cuanto habían hecho…  Por cuanto hablaron colegí…, fue ese tipo, el tal Eulogio, quien por cierto me cae como patada de burro en el estómago, el que por encargo de tu marido, te estuvo llamando una y otra vez a tu casa, para insinuar buscaba platicar de amores contigo. Según hablaron, lo hizo hasta hacerte caer en la trampa que entre ambos te pusieron, tú sólo mordiste el anzuelo, desgraciadamente terminaste cayendo hasta quedar entrampada en el garlito que te tendieron.

         Pero supe mucho más… Como no lo admitías y por tanto no te ibas a quedar otro lado, Joaquín esa mñana había decidido precipitar las cosas, así  lo dijo a su cómplice, ordenando debería llamar justo cuando viera él entrara en tu casa. Añadió… ¡Esta vez, se va porque se va…, ya verás, le voy armar un Pancho de aquellos…!

         Entendí, la tal modelo le había pedido que si de verdad quería se entregara a él, debería ser en la misma cama donde contigo siempre se acostaba. Caso contrario, ya lo había dicho… ¡Nada de nada…!

         Fue por eso una vez se pusieron de acuerdo, quedaron en que Eulogio llamaría estando ya dentro de tu casa…. Por eso llegó directamente e hizo la finta de ir a responder el teléfono, donde  en apariencia, para ti, no para él, sin habérselo propuesto, se pondría para escuchar varios de los mensajes.  

         Lo demás ya tú lo sabes.

         Por cuanto veo, dio resultado la trampa ideada. Mírate nada más cómo vienes, por lo cual entiendo, no has vuelto a pararte en el sitio que es tu hogar, y aunque no creas, le dejaste el camino libre a esa ofrecida…

         Ahora sí amiga, tú sabrás lo que quieras hacer. Yo sólo te pongo al tanto, pues no creo sea justo lo que te están haciendo…

         Si Clarisa creyó no le afectaría tanto, el escuchar la verdad oculta de cuanto antes no lograba comprender, menos el porqué se diera tanto ensañamiento contra ella, equivocó de a palmo…

         Aquella acción que apenas iba entendiendo, tenía  algo más que un desatado ensañamiento… ¡Era una aberración diabólica…!

         ¡Y ella había sido la víctima de cuanto planearon aquellos dos aberrantes caballeros…! Que de eso poco tenían, pues fue más una confabulación e intriga sórdida, en la cual abusaron de su buena fe.

         Si hasta eso, apenas si lograba aquilatar aquella acción repulsiva bastante bien planeada, para hacerla víctima de un desquicio, provocado por las exigencias de una dama que debería ser igual como ellos… ¡Demoníaca…!

         ¡Una verdadera y truculenta salvajada, producto de una mente espeluznantemente intrincada…!

         Si le hubiera caído una bomba, no se hubiera sentido tan mal como se sintió, al haber resentido el golpe moral que afectó todo su cuerpo…

         Estuvo a punto de caer desmayada…

         En ese instante, sintió como si algo terrible ocurriera en su cerebro...

            Un asomo de pulsaciones descompasadas percutieron su cabeza...   Golpeaba la sangre caliente acelerada, la cual de repente hizo sentir, como si todo diera vueltas, por ende haciendo temblara todo el cuerpo.

         Pero reaccionó, haciendo un esfuerzo logró sobreponerse…, no iba dar en ese espacio público un espectáculo de desmayo, menos estando frente a la amiga que con buena voluntad le estaba informando…

         Luego…, aunque Andrea seguía hablando, ya poco la escuchaba… ¿Para qué…? Si ya sabía cómo había estado todo el asunto. Se llenó de ira…

         Sólo supo conscientemente, ahora la iban a conocer…, claro, pelearía, ya no tanto por reinstalar el  amor hacia el sujeto, sino ahora sí, por sentir dentro sí misma, se levantaba un odio declarado, que desde el interior clamaba justicia, impulsándola para cuanto antes tomar venganza.

         Si todavía hasta hacía poco conservaba la esperanza de arreglarlo todo, comprendió, con cuanto ahora ya sabía,  todo había cambiado.

         Al sobreponerse al primer acceso de un vahído que no llegó a presentar mayor repercusión por haberlo superado, supo qué debía hacer, puesto no estaba dispuesta a ceder así nada más, un lugar que durante años se había ganado, con tanto estar aguantando aquél marido deshonesto, quien quisiera ella no existiera…, o supuesto ya existía, le urgía no se hiciera presente…          ¡Pero jamás le daría ese gusto…

         En adelante se convertiría en una fiera, pues como bien se dijo en su interior… ¡Ay Joaquincito…, no sabes qué alacrán te echaste al seno…!

         Luego ante la pregunta de su amiga, en la cual pedía dijera qué iba hacer…,  respondió iría a buscarlo. ¡La iba conocer…!

         Ahora sería ella quien hablaría. Pensaba que misteriosamente el amor había pasado, se podía decir estaba muerto, en cambio el odio había nacido, en su corazón estaba bien presente…

         ¡Este era tan recalcitrante, cuanto ya vería cómo hacer para desquitar aquél sentimiento que sentía quemarle las entrañas…!  

         Su marido vería en ella, no más la mujer sumisa que una y otra vez había tolerado todo…, hasta el grado de permitir haber llegado a ser golpeada, sino una bestia bruta, no en celo, sino encelada, pues finalmente había comprobado, se había incubado en ella una verdad irrefutable...

         ¡Del amor al odio…, no hay más que un paso…!

         Ah, pero luego lo pensó  mejor, se dijo esperaría un poco a preparar bien lo que iría realizar, para que más doliera...

         Había salido del hogar, mano sobre mano. Pero era bien conocida, por ello saliendo de ahí, pasó al banco más cercano, donde gracias ser bien conocida, pudo hacer un retiro de efectivo. Aprovechó para dar de baja sus tarjetas, alegando se las habían robado. Algo cierto, pues Joaquín le había robdo la tranquilidad que antes disfrutara. 

         Después con el alma por los suelos, se dijo decidida, pondría tierra de por medio. Buscaría llegar hasta la Central Camionera, donde tomaría el primer autobús que la llevara lejos, sin entender que todavía ni siquiera había pensado qué iría hacer, aunque en estos momentos tampoco tenía ganas de reflexionar sobre ello, sólo sabiendo, una vez bien pensado todo, decidiría después la táctica a seguir en ese intento.  

         De momento sólo quería estar muy lejos, perderse en un sitio desconocido, en un lugar donde pudiera reflexionar mejor lo que haría, dado estaba convencida, tocaba el turno de aguardar, para una vez tuviera bien fraguada su venganza, regresar para poder llevar a cabo su revancha…

         ¡Vaya si estaba odiando a decir basta…!   

 

 

 

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Comentario por juan ignacio arias anaya el enero 27, 2017 a las 6:38am

Ma. Emilia 

Ya ves, seguir os navegando en los mares de literatura 

Al verte me siento feliz. 

No te despegues demasiado 

Saludos 

Ignacio 

Comentario por juan ignacio arias anaya el enero 26, 2017 a las 6:56pm

Beto Brom 

Qué gusto me da verte. 

Como vuelve a resurgir la página, qué bien tratemos hacer algo para que los amigos escritores tengan más espacios dónde moverse. 

Saludos 

Ignacio 

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