DELIRIOS DE AMOR
JUANA l DE CASTILLA
La autora, se apoya en datos biográficos, a la vez que los adapta a su imaginación
NARRADOR: (Da dos golpes en el suelo con su báculo) Reina de Castilla y Aragón, Archidu-quesa de Austria, Duquesa de Borgoña y Bra-mante, Condesa de Flandes, Reina de Castilla y León, Galicia, Granada, Sevilla, Murcia, Jaén, Gibraltar, Islas Canarias , Indias Occi-dentales, De Navarra y Aragón, de Nápoles y Sicilia, Condesa de Barcelona, Señora de Viz-caya y Valencia.
Esta obra de teatro, trata solamente el episodio vivido por Doña Juana l de Castilla, desde el momento en supo del fallecimiento de su es-poso, hasta que lo enterraron en Granada, tal como era el deseo del Rey , expresado tex-tualmente en el testamento entre sus últimas voluntades, así como el que fuese extirpado su corazón para ser trasladado a Flandes.
ESCENIFICACIÓN
(Doña Juana, está en su aposento, acomodada en su regio sillón, cavilante, con la mirada per-dida, ensimismada en su mundo de pesadillas motivado por los celos que le causa el ser espo-sa de un caballero enamorado de toda belleza femenina, a la vez que acaricia su grávido vien-tre. Espera Juana al que será su póstumo hijo, a su hija Carolina).
Llaman a la puerta con los nudillos. Es su fiel doncella, que suavemente pide permiso para entrar, y al hacerlo, muestra serenidad fingi-da; su nerviosismo y consternación lo denotan sus pausadas palabras.
JUANA: Pasad!
DONCELLA:¡ Mi amada Reina y Señora, vuestro esposo acaba de regresar de su viaje, , viene maltrecho, yo…me atrevería a decir, que…. Muerto!.¡Lo trajeron sus fieles criados, y di-cen… Señora.., que lo hallaron de bruces so-bre una mesa. Mas bien parecía que estuvo en compañía, aunque en soledad lo encontraron!.
NARRADOR: ( Juana, sumamente pasmada por la grave noticia, se levanta con brío de su asiento, se pone los brazos en la cabeza, mira a su doncella, camina por su aposento, balbu-cea palabras ininteligibles, su corazón le palpi-ta de tal modo, que los latidos le ahogan la garganta, cree que padece un tétrico sueño, y a él se enfrenta con entereza).
JUANA: ¿Cómo?¡ decís que mi amado esposo ha retornado muerto?. ¡Diréis que se halla indis-puesto! ¡De ninguna manera puede ser que su cuerpo se halle sin vida. ¡Él, apuesto caba-llero, más bello que los querubines, Rey y Se-ñor casi del mundo!¡. ¿Cómo alguien ha osado quitarle la vida?. ¡No!. ¡Vos estáis equivocada, debéis de hablarme de otra causa, que a mi en nada me atañe!.
DONCELLA: Mi Señora Doña Juana, en su ca-rruaje trajeron a vuestro esposo muerto, ya nada se puede hacer para devolverle la vida. ¡Venid!¡venid!¡y veréis vos misma, como por desgracia es veraz lo que os digo!¡Bien sabe el cielo, que si mi boca errase, rogaría a Dios mi-les de veces que me bendijese por haber incu-rrido en tal error, y no que fuera verdad su muerte! ¡Venid! ¡Venid mi Reina y Señora!
NARRADOR: (Juana, atribulada de espanto, sale de su aposento a toda prisa a comprobar lo que le dice su doncella, Sus manos denotan nervio-sismo, crispación su mirada, los latidos de su corazón hacen sentirla desfallecer de un mo-mento a otro. Camina con paso decidido y fir-me, anhelando que su doncella se haya equi-vocado, habla en trémula voz alta.
JUANA. ¡No puede ser cierto lo que decís!.¡ Mi Rey y Señor es inmortal. Su persona singular y sublime pervivirá a través de los tiempos, y es por eso que me remito a lo que os dije: que no estáis en la verdad, de que hayan encontrado a mi esposo muerto!.
Doncella: ¡Si en mi estuviese el don de calmar vuestro dolor, tened por seguro señora, que ni un sólo segundo pasaría por vos!.¡Mas, he aquí a vuestro esposo, nuestro amado Rey!.
TELÓN.
Escena II.
(Al abrir el telón aparece un túmulo con su esposo de cuerpo presente. Dos cirios alumbran la escena. Juana está de rodillas al lado de él en oración recogida. Se levanta. Sus-pira.. y se dirige a él como si estuviese vivo).
JUANA :¡Amado y señor mío! decidme ¿qué dolor tan magno os causa estar acostado?. ¡Cuando vos sois diligente en vuestros quehaceres, y las resoluciones van en vos inherentes!. ¡Habladme Señor! ¡Decidme tan sólo una pala-bra que me demuestre, que vuestro cuerpo se halla con vida!. ¡Habladme amado mío, que mi dolor de esposa, fluye candente de mis entra-ñas, traspasando todo mi ser!.
DONCELLA: Mirad Señora su pálida cara, sus frías manos, mirad como su corazón ya no palpita, ni de sus labios hálitos fluyen!,¡ Mirad señora!,¡ Mirad a vuestro esposo!. ¡Su cuerpo ya no tiene alma!.¡Ya os mira desde cerca, quizás de lejos, y vos…no lo veis. ¡Mi Reina y Señora, ya no tiene vida su cuerpo!.
JUANA: ¿ Es cierto lo que decís?. Decidme pues, ¿quién ha osado arrebatarle la vida?. ¡Decídme-lo!. ¡Porque entonces, en verdad os digo, que yo, Juana l de Castilla, sea quién fuere, sin ningún duelo con espada le traspasaría las entrañas, y su inmundo cuerpo lo pisotearía con mis pies!. ¡Decidme, ¿quién ha sido su asesino?.
DONCELLA: No se sabe a ciencia cierta , mas, sí se sabe que ha sido vilmente envenenado, ¿no veis, Reina y Señora, que su gallardo cuerpo no está herido?. ¡Y se halla sin vida!. ¡Aceptad la realidad, ya que nadie puede devolverle la vida!. ¡ Nadie Señora, nadie puede hacerlo!.
(Juana se arrodilla delante del féretro de su esposo, llora en silencio, cubriendo su rostro con las manos)
NARRADOR: De repente, dos hombres hacen acto de presencia, se acercan a Juana, con moda-les bruscos, la cogen por los brazos, la levan-tan y en contra de su voluntad se la llevan. La doncella intenta liberarla, y es empujada. Juana sollozando vuelve la mirada hacia el cuerpo de su esposo a medida que es llevada a la fuerza para ser encarcelada en su aposento.
Felipe es enterrado sin los honores de Rey. Juana desde su cautiverio, mira la tumba de su marido, prometiéndose a si misma, que si logra salir del encierro impuesto, se cumplirán sus últimas voluntades, tal y como figuran en su testamento por orden propia, y en esos ar-dientes deseos, desde su cárcel le habla.
JUANA:¡Felipe, mi amado esposo, encarcelada me hallo, pero yo te prometo, que si un día me liberan de este encierro, tus últimas volunta-des serán cumplidas, así como este ser que llevo en mi seno, si es hembra, se llamará Ca-rolina, y si fuese varón, como vos, Felipe!.
TELÓN
Escena III
(Sale a escena la fiel doncella portando en sus manos una jarra con agua, llevando un vestuario de color negro, que es como viste la reina de riguroso luto todo sucio por su nega-ción a asearse, así como acicalarse el cabello).
DONCELLA: Mi Señora, os traigo agua para la jofaina, he dado orden de que os preparen el baño para que os aseen y perfumen, la pelu-quera peine vuestro pelo, también la ropa pa-ra que os mudéis. Debéis señora mostraros acorde con los cánones en el porte que os es propio!. ¡ Hoy ya sois libre señora! ¡Ha finali-zado vuestro cautiverio! ¡ Ya podéis acudir al cementerio a rezar por vuestro esposo, nues-tro bien amado Rey!.
JUANA:¡ Apartaos!¡si soy libre como decís, de-jadme salir pues! ¡Debo de cumplir de inme-diato con las últimas voluntades de mi ama-do!. ¡Qué importa el que yo esté desaliñada!. ¡Qué importa el que yo no vista ropa de mi li-naje!. ¡Qué importa ya todo eso, cuando lo que impera es hacer que se cumplan sus últimas voluntades, y pueda descansar en paz! . ¡Apartaos que llevo prisa, y dejad esas premi-sas! ¡Venid conmigo, tenéis que hacer que se acaten las órdenes que os voy a redactar sin pérdida de tiempo!. ¡Vamos!.
NARRADOR (Juana sale de su cárcel, la sigue su doncella. Va hacia el regio salón de palacio. Al llegar, se sienta en el sillón, y en la señorial mesa redacta sus órdenes en un decreto real, para que sean acatadas a rajatabla, que escri-be y se dicta a sí misma.
JUANA: ¡Yo, Juana l de Castilla! ordeno, la inme-diata exhumación del cuerpo de mi amado es-poso. Ordeno se disponga caballería, carrua-jes, la guarda, servidumbre. Para que se cumplan las últimas voluntades, tal y como constan en el testamento que en vida , el Rey y Señor , Felipe El Hermoso, ha redactado, y es como sigue:
¡ Deberá ser su cuerpo trasladado a Granada, y su corazón a Flandes; ambos re-cibirán cristiana sepultura con todos los honores de Rey, de este Rey, donde todos sus innumerables territorios no conocen la puesta del sol, y el albor le es perenne!.
¡Tomad mi fiel doncella, este decreto, que mañana antes del alba, partiremos con su cuerpo, y a gemela hora, otro cortejo partirá con su corazón , al frente de él, la Curia, Hacia Granada, yo, su esposa, amante, confi-dente, iré a su lado, Haced pues que se cum-plan las órdenes dictadas!.
DONCELLA:¡Si Señora! Su mandato será cumpli-do, mas…yo quisiera…perdonad mi insisten-cia de que os mudéis de ropa, acicalen vuestro cabello, aseen vuestro cuerpo, ¡Mirad mi seño-ra, son muchos los días que lleváis con la misma ropa negra, sin asearos, y sin peinaros, el cuerpo de todo ser humano necesita su co-tidiano aseo…!.
JUANA ¡Callaos!. ¡Cumplid con vuestro cometido!. ¡Ya os he dicho y digo, que la prioridad está en que se cumplan las voluntades que tan in-exorables fueron ignoradas!. ¡Que de mi en-tristecido cuerpo ya no importa su fragancia o hedor!, ¡pero…! ¡Qué mas dará ya mi imagen , si él ya no me ve !. ¡Id presta con la encomien-da!.
NARRADOR. (Juana se queda sentada miran-do para su doncella, como con ligereza sale con el pergamino en la mano, quedando como muy entristecida, mirando hacia el techo, como ab-sorta en sus pensamientos, bajando la mirada hacia la mesa, y cubriéndose el rostro con sus manos, dejando salir unos sentidos sollozos.
TELÓN
bajando la mirada hacia la mesa, y cubriéndose el rostro con sus manos, dejando salir unos sentidos sollozos.
TELÓN
Escena lV
Se alza el telón
NARRADOR: Juana deambula por la amplia y se-ñorial capilla ardiente, en la que su yacien-te marido, en el ataúd, está como reposan-do su solaz.
Gesticula Juana nerviosamente. Su dolor de esposa, no puede con la realidad, y mas, sabiendo que por expresa última vo-luntad, le ha sido extraído el corazón para ser trasladado a Flandes, cuyo cortejo lo encabeza La curia de Palacio.
Se están ultimando los detalles para emprender el largo viaje hasta Granada y Flandes.
Viste Juana de riguroso negro desaliña-do, su desgraciado corazón no acepta la cruenta realidad.
NARRADOR: Ella aceptaba en vida de su esposo, el sentirse por él ignorada, sabiendo que su efusión amorosa era saciada en relin-das cortesanas, doncellas. El impoluto y fiel amor ardiente por su esposo, traza en el corazón de Juana su límite, no acepta el verle yaciente, y es cuando su delirio hace acto de presencia, y ante la cordura y la locura, fluyen los sentimientos, en la men-te atribulada de horror.
JUANA: ¡Callad! ¡Respetad el sueño de mi amor! ¡No perturbéis su sueño! ¡No está muerto como decís, está descansando, depuesto, y es por ello, que yo os ordeno, a hombros lo llevéis, vuestro aliento controléis, pueden vuestros hálitos molestarlo! ¡ ¿o es que acaso no veis su tersa piel, sus rosados labios, entornados ojos en la dulce placi-dez! ¡ No me miréis como si loca estuviese !¡ miradlo , miradlo bien, como descansa en el sueño reparador!. ¡Le dará vigor pa-ra emprender resolución de nueva causa! ¡ ¿ Pero…pero por qué claváis vuestra mi-rada en mi y no os movéis en la orden por mi dada?. ¡Es vuestro Rey y Señor, Felipe el Hermoso. Él, el amor de mi vida, la es-trella más rutilante que el cielo pueda te-ner! ¡¿ o es que acaso no veis , como sus ojos expanden destellos, y su sonrisa dul-ce y serena, al viento intimida, subyugado por cautivo por su encanto?, ¡ y su afe-rente palabra acaricia la brisa de la ma-ñana y el relente de la noche! ¡Caminad! ¡ caminad en lentitud y silencio! ¡ quedan largos días y noches hasta llegar al desti-no, no debéis desfallecer!. ¡Ni tampoco in-terrumpir el sueño de mi amado esposo, dueño de mi corazón!¡ bien lo sabéis !¡ así como cierto es que su corazón palpita , y si desfallecido se halla, es por causa de insondable fatiga de ser Rey y señor de te-rritorios de Occidente a Poniente, desde no es conocida la puesta del sol!¡ No!¡no está muerto!¿ Como es que osáis siquiera el pensarlo? ¡Miradlo. Miradlo! ¡Silencio! ¡Callad! ¡Caminad descalzos! ¡ no quiero que el ruido al tropezar en una sola piedra cause la interrupción de su solaz! ¡Si, so-laz, habéis oído bien, he dicho, solaz!¡ no vamos en la ruta para enterrarlo, vamos para rendirle los honores que le son pro-pios a vuestro Rey , y en el transcurso del viaje despertará, y ni el bramar del viento en su furia , el cielo quebrado en es-truendos, y los rayos hendiéndose en la tierra la calcinen, la polvareda nuestros ojos ciegue y crepite entre los dientes, iremos sagaces sin descanso para el cuer-po. Avanzando, paso a paso hacia Grana-da. Y yo Juana su esposa, iré yendo a su lado al igual que vosotros, descalza, para no interrumpir su reparador sueño!.
Doncella: ¡Señora, os ruego que reneguéis de esos delirios en que os veis cautiva, acep-tad la realidad, y descansad en vuestro cuerpo y la mente! ¡estáis agotada , y es por eso que deliráis, pensad que vuestro grávido seno necesita reposo, pensad, que vuestro amado esposo duerme, pero duerme el sueño eterno, y sois vos ahora señora la que debéis tomar el testigo que os ha sido legado, renunciad a que os guíe el dolor que a vuestro corazón traspasa!. ¡Aceptarlo y asumirlo señora, significa tomar el timón y gobernar!.
JUANA: ¡Callad! ¡ No sigáis!. ¡ No habléis en tono alto!. ¡ Vuestro Rey, mi esposo, duerme, y no acepto ni un solo gesto, ni palabra que intente demostrarme lo contrario, a menos que al llegar a Granada, su cuerpo se halle álgido como el hielo, solo entonces, aceptaré lo que me decís en esa firmeza que demostráis, que se halla muerto, y sólo entonces será , y no antes!. ¡Así pues, emprendamos el viaje , fórmese el cortejo , que son muchos los días yendo reco-rriendo largos trayectos, sufriendo fríos, lluvias, tinieblas, alboradas, díscolas ráfa-gas, hasta llegar al planificado destino!.
DONCELLA:¡ Vuestra orden será acatada!
¡ Escuchad, Guardia, servi-dumbre, dispongámonos ya para partir hacia Granada, descalzaos y caminad si-lenciosos, que nuestra Reina Doña Juana l de Castilla, va velando el sueño de su esposo en reparador reposo!¡ partimos ya!.
TELÓN
Escena V
NARRADOR. Llega el cortejo a Granada después de transcurrir ocho meses en los que Juana no se separa ni un solo momento del féretro de su esposo, ni se peina ni se cambia de ropa, y al igual que el agotado cortejo , va descalza para no interrumpir el sueño de su amado, Al llegar a Grana-da, hacen un alto en el camino, posan el ataúd en el suelo, sobre un dosel, y Juana postrada de rodillas delante de él, le habla dulcemente.
JUANA: ¡Felipe, amado mío!¡ despertad , que ya son muchas las noches y los días, vastos los pueblos recorridos!. ¡ Despertad amado esposo de vuestro letargo!¡ Miradme señor, oíd como mi corazón late cansado y afligi-do, pues no es costumbre en vos un sueño tan prolongado, mas…..¡ay! ¡ Dios mío!¡ que vuestro cuerpo expande frío, vuestra piel se os ha tornado amarillenta, rigidez muestran vuestros amadores labios, y vuestras manos…. ay! Dios mío que entre-lazadas entre si, no se sueltan para acari-ciar las mías!. ¡ Felipe, amado esposo, mi Rey y señor, ya formáis parte de la tribu del cielo!¡ y ahora ! ¿ qué será de mi vida sin vos?¿ qué será amado mío, si para vos yo vivía?.
JUANA CLAMANDO AL CIELO
¡Dios mío. porqué él y no yo?¡ que tú sa-bes Señor Omnipotente, que la nada sin él yo soy, ¡ él es la luz que nimba todo mi ser, mi estrella, mi norte, es el sumo todo!¡ Tomad mi DIOS mi vida y devolvédsela a él, que el terror que me invade sin su vida, es ingente. Perdonadme Dios mío, pero yo no deseo seguir viviendo sin él.!
JUANA DIRIGE SUS PALABRAS A GRANADA
¡ Granada, a ti te encomiendo este cuer-po por el mío endiosado, guardadlo como el más preciado tesoro , pues ninguna ori-vería irradia como Felipe, mi amado espo-so!¡ Granada!¡os entrego al aliciente de mi corazón y mi alma, ahora, sumamente desgraciada!.
FIN
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