Nada tienen que ver Cervantes y Fray Junípero, mucho menos Voltaire y Roosevelt. La ola de vandalismo contra estatuas en espacios públicos (y la retirada de algunas esculturas y murales en instituciones) en el marco de las protestas contra la discriminación racial y la huella del esclavismo, solo responde a una lógica simplista y reductiva.

El ataque contra Cervantes -esclavo él mismo cuando fue cautivo en Argel- perpetrado en el Parque Golden Gate de San Francisco ha sido la gota que colma el vaso y ha provocado el rechazo de instituciones y personalidades en los medios y las redes.

La Real Academia de Historia y la de Bellas Artes de San Fernando abordarán este asunto en sus próximas reuniones, esta semana, aunque expresan preocupación y disgusto por lo sucedido.

Luis García Monero, su director, declaró a ABC que «hay que ser prudentes para no dar una dimensión grave a la actitud de unos pocos individuos desorientados. Los ataques surgen en un contexto que compartimos de manifestaciones contra el racismo. Parece disparatado que se una a Cervantes con nada que tenga que ver con intolerancia o injusticia».

La cuestión latente es un debate al que debemos encontrar salida, por eso García Montero hace «hincapié en que debemos pensar en el futuro. Después de las sangrientas experiencias en el siglo XX y lo que va del XXI exigir cuentas a personajes o imperios del siglo XVI, XVII o XVIII tiene muy poco sentido. Haríamos mejor en buscar ámbitos de diálogo y democracia en los que el español tenga protagonismo. Se trata de pensar en el futuro».

Abundando en esa idea, García Montero defiende la historia de España contra la que dirigen sus críticas los activistas antirracistas en Estados Unidos.

«Me parece que no hay civilización perfecta -asegura-, hubo injusticias en todas. Ante las críticas a la colonización española debemos decir que fue mucho más respetuosa con los indígenas que, por ejemplo, la colonización anglosajona. A los indígenas no los masacraron españoles sino un tipo de colonización mercantil».

También subraya que «cuando llegan las independencias sólo un 13% de la población hablaba español, porque hubo gran respeto hacia las lenguas nativas. No es ser mejor o peor, estos son los hechos. España por su época y su situación sumó la evangelización al esfuerzo imperial, tuvo más importancia ganar almas que abandonarse al negocio. La Iglesia y los misioneros -añade- hicieron una reflexión y respetaron las lenguas indígenas, de las que publicaron los primeros estudios. Se dio esto al lado de otras cosas más injustas», por supuesto.

Por todo ello, concluye, «en la comparación con otros imperios siento el respeto por la historia de España, vergüenza puedo tener como mucho como ser humano por las brutalidades que se han hecho en todos sitios durante siglos, pero como español nunca, porque la leyenda negra aplicada a España es una falsedad».

«Renunciamos claramente a la idea de imperialismo -continúa- pero no nos avergonzamos de la historia de una cultura con esos logros». Y se reafirma en la defensa de lo español, que hoy compartimos con muchos países en un legado de mestizaje cultural: «Nosotros luchamos por una cultura que representa valores de democracia y la humanidad».

Por su parte, el catedrático de la Complutense José Manuel Lucía afirmó:    «Tuve que verlo varias veces antes de creérmelo. Conocía el monumento a Cervantes en el Golden Gate Park de San Francisco porque utilicé las fotos de su inauguración en 1916 en la exposición de Cervantes en la Biblioteca Nacional de España. Pero así, con los ojos rojos, las cruces célticas en las espaldas de Don Quijote y Sancho y la palabra “bastard” en la piedra… ¿Qué camino hemos recorrido desde que en 1916 el ingeniero español Juan C. Cebrián, el “sembrador de libros” donara el monumento a la ciudad de San Francisco y el acto vandálico de hace unos días?» -se pregunta-.

Y añade: «¿Cuánta confusión se ha impuesto para identificar lo hispano, al propio Cervantes, como uno de los enemigos de la comunidad afroamericana que ahora se defiende de tanta humillación y muerte? ¿Todo el pasado es uno y todos en el pasado han de ser tenidos por el enemigo que vilipendiar o arrojar al suelo, como a Fray Junípero Serra o al propio Colón? ¿Qué ha sucedido en estos últimos cien años para poder llegar a este extremo de barbarie?»

Como respuesta, José Manuel Lucía nos recuerda que «detrás de cada estatua de Cervantes y de don Quijote en el mundo hay una historia. Una historia de homenajes y de grandes hombres y mujeres que quisieron dejar huella de la deuda que habían contraído con sus países de acogida, con las gentes que les abrieron las manos y les permitieron crecer y, con ellos, hacer crecer a sus comunidades».

Por ello, concluye: «Más allá de las condenas, más allá de la barbarie y la ignorancia que muestra este acto, más allá del deseo de que la estatua recobre su brillo, tenemos la obligación de rescatar las historias de tantos Quijotes que siguen en el mundo sin voz. “Bastard” insulta a quien lo ha escrito. A nosotros nos desafía a defender la universalidad de Cervantes: solo así podremos sentirnos orgullosos, como el ingeniero Juan C. Cebrián y tantos otros, que dejaron huella en el mundo de los valores de respeto y de diálogo que muestra Cervantes en particular y la cultura hispana en general».