Red de Literatura y Cine
Mal poeta enamorado de la luna,/ No tuvo más fortuna que el espanto;/ Y fue suficiente pues /como no era un santo/ Sabía que la vida es riesgo o abstinencia,/ Que toda gran ambición es gran demencia/ Y que el más sórdido horror tiene su encanto.
REINALDO ARENAS
El recuerdo trae a la memoria los casos personales de cineastas y escritores que vieron su vida partida en dos por el exilio exterior o interior como lo son Cabrera Infante, Arenas, Almendros, Padilla...y otros.
Sin olvidar a ninguno de los mencionados, porque todos tienen una vasta historia de lucha, valentía y tesón, en este caso voy a comentar la vida de Reinaldo Arenas quien el próximo 7 de diciembre del presente cumple un año más de su forzada muerte.
Quienes conocimos, o hemos leído la obra y vida de Reinaldo Arenas sabemos que este escritor cubano tuvo una vida trágica y a veces confundible con segmentos de su obra.
Luchó por su libertad personal, defendió su obra hasta la obsesión y la clandestinidad, y a la cultura cubana como un monumento al que se sabía pertenecía.
Fue prohibido, golpeado, perseguido brutalmente, encarcelado y finalmente arrojado al estrecho de La Florida en una renqueante embarcación que le llevó a Estados Unidos de América, en el triste éxodo forzado de El Mariel.
Desde el exilio, siguió pensando lo mismo sobre sí mismo, sobre Cuba y sobre Castro. Tampoco se sintió cómodo ni en Nueva York ni en Miami. Dicen sus amigos más cercanos que el “Viejo Mundo le sentaba mejor.”…
Reinaldo Arenas no sólo fue y es uno de los más reconocidos escritores cubanos, sino uno de los más importantes escritores hispanoamericanos del siglo XX, así como uno de los pocos escritores que manifestó sin tapujos su homosexualidad y que incluso militó con ella.
A pesar de estas cosas que marcaron su personalidad, no dejó de escribir múltiples novelas, y poemas, donde la descarga emocional de sus vivencias era el plato fuerte del tema principal, tampoco dejó sus raíces, a pesar del forzado exilio.
Nacido en la provincia de Oriente en el 1943 cerca de Aguas Claras, un pequeño poblado rural Holguinero, a unos kilómetros de Gibara, en la misma provincia. Se crió en el rancho de sus abuelos, ya que su madre había sido abandonada por su padre y ella no volvió a casarse.
Creció entre una multitud primos, hijos de las hermanas solteras de su madre, y muchos animales. De orígenes humildes, comenzó sus estudios en la escuela número 91 del barrio de Perronales, donde vivía, a cinco leguas de Holguín.
En dicho ambiente, aprendió a cosechar y a relacionarse con la naturaleza; en su autobiografía relata que fue su abuela quien lo llevó a conocer el mar, que no conoció de muy chico a pesar de vivir a no más de 40 kilómetros de distancia.
Desde pequeño tuvo relaciones cercanas con el poder: su abuelo, militante del Partido Ortodoxo, dirigido entonces por Eduardo Chibás. La muerte del político cubano se vivió con particular luto en su casa.
El mismo abuelo, años después, debido a la crisis ocasionada por la dictadura de Fulgencio Batista, decidió vender la finca y se trasladó la familia a Holguín, pueblo que no le impresionó mucho a Reinaldo, acostumbrado a vivir en el descampado, y donde consiguió su primer empleo en una fábrica de dulces de guayaba llamada “La Caridad”.
Ahí compró su primera máquina de escribir y esbozó sus primeras novelas a los trece años. También en Holguín conoció su primer amor, un chico llamado Carlos con quien solía ir al cine, y ahí decidió unirse a los rebeldes que se habían alzado contra el régimen.
Hacia 1958 comenzó a participar en la guerrilla. Huyó de la casa de su familia hacia Velasco, un pueblo que parecía haber sido tomado entonces ya por los rebeldes, y ahí consiguió que lo llevaran a la Sierra de Gibara, donde logró integrarse a éstos. Nunca participó en un combate, pero observó de cerca la avanzada rápida de los cuerpos rebeldes.
La guerra terminó cuando él tenía 15 años y participó en el desfile de victoria en Holguín, tras la huida de Batista en diciembre de ese año, a principios de 1959.
En ese momento, comenzaron a suceder los primeros fusilamientos de personas “antirrevolucionarias” a manos de los “tribunales revolucionarios”.
A pesar de disentir de estas prácticas, logró obtener del régimen una beca para estudiar en una recientemente creada escuela politécnica, llamada La Pantoja, la profesión de contador agrícola, como entonces también hicieron muchos jóvenes rebeldes.
Se gradúo y le fue asignada una granja cerca de Manzanillo, en el extremo sur de la Provincia de Oriente, a la que se fue a finales de 1961. Se mudó a la capital para estudiar un curso para contadores agrícolas de planificación en la Universidad de La Habana, convocado por el gobierno castrista.
Llegó a vivir al Hotel Nacional y, al ser seleccionado, después se mudó al hotel Habana Libre, antiguo Habana Hilton expropiado por el gobierno, junto con los demás estudiantes.
Todos ellos fueron reubicados, al poco tiempo, en unos albergues en Rancho Boyeros y, para pagar sus estudios, le asignaron una plaza en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA).
Aquí es donde comienza su inspiración literaria, aprovechando la máquina de escribir de la oficina, donde redactaba sus primeros cuentos. Participó en un certamen de la Biblioteca Nacional en 1963 para narradores de cuento, donde se memorizó uno suyo y logró el primer lugar, a manos de Eliseo Diego.
Allí conoció a varios escritores del momento, como Cintio Vitier y Fina García Marruz.
A petición de María Teresa Freyre de Andrade, se tramitó su traslado y comenzó al poco tiempo a trabajar en la Biblioteca Nacional, donde pudo seguir escribiendo y terminó la primera versión de Celestino antes del alba.
Esta novela participó en un concurso de la UNEAC y ganó el primer lugar, fue publicada un año después, en 1967. Debido a sus orígenes rurales, él mismo considera que hasta entonces comenzó su formación literaria, en los pasillos de aquella biblioteca.
Con ese trabajo, también logró escribir El mundo alucinante, también premiado en otra edición del certamen anual de la UNEAC, aunque Alejo Carpentier y José Antonio Portuondo, miembros del jurado, se negaron a darle el primer lugar. Hacia finales de la década de los sesenta, el régimen comenzó a vigilar de cerca a la clase intelectual cubana, de la cual participaba ya Reinaldo Arenas.
Por entonces, logró publicar en Francia por primera vez sus novelas traducidas, sin autorización de la UNEAC, a través de Jorge Camacho y su esposa Margarita, amigos suyos que vivían en Francia. Esto le costó mayor vigilancia por parte del Departamento de Seguridad del Estado.
Las tertulias literarias ya no eran seguras, pues muchos escritores participaban en el Régimen y fungían como informantes encubiertos. Esta situación de vigilancia se recrudeció a partir de 1968, año en que el sistema castrista se declaró a favor de la invasión a Checoslovaquia por parte del régimen estalinista.
Al año siguiente, en 1969, los escritores de la UNEAC fueron llamados a la Zafra de los Diez Millones, meta impuesta por Fidel Castro. Reinaldo Arenas fue comandado por la UNEAC a registrar lo que sucedía al Central Manuel Sanguily cerca de Pinar del Río, donde presenció la explotación a la que eran obligados los cubanos en el Servicio Militar Obligatorio, utilizado para trabajos forzados que coadyuvaran al sector agrícola.
Uno de los casos escandalosos que vivió de cerca el autor fue el de Heberto Padilla en 1971, cuando el poeta fue arrestado junto con su esposa y, tras torturas e intimidaciones, declaró públicamente a la prensa internacional que se arrepentía de haber sido “contrarrevolucionario”.
Asimismo, Nelson Rodríguez, otro escritor, murió al tratar de secuestrar un avión rumbo a Cienfuegos y convencer a los tripulantes de desviarlo hacia los Estados Unidos. En esa época vivía con su tía, la misma que reprobaba sus prácticas sexuales y anticastristas y que lo vigilaba de cerca.
Por miedo a que lo delataran ante Seguridad del Estado, contrajo matrimonio con Ingrávida González, una actriz reconocida antes del régimen y entonces viuda y con hijos, para pedir al Gobierno que les asignaran una residencia en otra zona de La Habana, moción que nunca fue aprobada.
Poco tiempo después, en 1973, fue arrestado junto con Coco Salas por tener relaciones homosexuales en espacios públicos durante una visita a Guanabo; en esa ocasión, salió bajo fianza de la cárcel de Guanabacoa. Varios escritores de la UNEAC (entre ellos, Nicolás Guillén) declararon en contra de sus prácticas contrarrevolucionarias y se le armó un caso por disidente y homosexual, ambos delitos penados por el régimen.
Ante el inminente arresto, le confesó a Hiram Pratt su decisión de huir del país a través de la base naval de Guantánamo: al día siguiente, fue emboscado en su casa por la policía. Logró fugarse de la celda en que lo tenían dentro de la estación de policía en Miramar, escapó por la playa y sobrevivió prófugo en varios lugares hasta que logró llegar a Guantánamo e intentó fugarse.
Al fracasar, volvió a La Habana con otra identidad para intentar fugarse desde allí. Logró mantenerse escondido por una temporada en el Parque Lenin (antiguo Bosque de La Habana), controlado por soldados castristas, donde los hermanos José Abreu y Juan Abreu, amigos suyos, lo alimentaban.
Un día, en una salida hacia el pueblo de Calabazar, fue finalmente apresado y llevado a la Fortaleza del Morro. Allí sobrevivió redactando cartas a los familiares de los presos, que le pagaban en especie sus trabajos, aunque tuvo un intento fallido de suicidio.
Tras varias interrogaciones, lo llevaron a Villa Marista, sede principal de la Seguridad de Estado, para sus declaraciones; en ese momento, Reinaldo Arenas confesó ser disidente y prometió rehabilitarse.
Debía entregar una lista de personas que conspiraran contra el régimen. Arenas decidió hacer la lista con gente que lo había delatado a él. Sin dar información relevante, la declaración final sólo decía que era un contrarrevolucionario que había publico ilegalmente en el extranjero, mientras firmaba su compromiso de reformarse sexualmente.
Lo regresaron al Morro con la promesa de que disminuirían su condena y que se abordaría su caso.
Finalmente, al no poderlo culpar de corrupción de menores (los muchachos que habían encontrado con él y con Coco Salá en Guanabo decidieron no declarar en su contra), su condena fue de dos años por abusos lascivos. Meses después, fue trasladado a una “prisión abierta”, situada en el Reparto Flores, cerca de Miramar.
Allí trabajó en la construcción de edificios para los soviéticos recién llegados y de una escuela secundaria rural. Obtuvo la libertad a principios de 1976.
Vivió unos días con el escritor Norberto Fuentes, informante del Estado cubano, y después logró mudarse con Elia del Calvo, una señora comunista que le permitió vivir en una de las habitaciones que controlaba. Allí pudo reelaborar Otra vez el mar, pues el segundo manuscrito había sido confiscado por el Gobierno.
Por esa temporada, murió su abuela y el escritor José Lezama Lima, ambas pérdidas muy significativas para el autor. Después de demandar a su tía por parte de la propiedad de su casa en La Habana, logró apropiarse de un cuarto en el antiguo Hotel Monserrate, donde vivió hasta su salida del país, que venía planeando gracias a la ayuda del matrimonio Camacho en Europa.
Trató de huir nuevamente con Vicente Echerri, otro escritor, quien lo delató ante la policía, por lo cual se reforzó la vigilancia sobre Reinaldo Arenas. Virgilio Piñera, gran amigo del escritor, también murió ese año. En abril de 1980, se dio el caso de la toma de la Embajada del Perú por una multitud cubana que buscaba asilo político.
La situación pronto se desbordó y llegó a la prensa internacional. Fidel Castro, bajo mucha presión, dejó salir por un salvoconducto a varios de los refugiados y les prometió transporte seguro hacia Miami, en la Florida, donde se había instalado para entonces la colonia más grande de refugiados cubanos.
Los botes salían del puerto del Mariel, llenos de refugiados de la Embajada del Perú, , y de otras comunidades renegadas por el régimen, quienes consiguieron el boleto de salida tras una convocatoria que se tramitaba en cada barrio.
Así logró fugarse Reinaldo Arenas, como homosexual y no como escritor; encubierto, se coló en el puerto con una identificación falsa.
Llegó a Cayo Hueso días después a bordo del bote San Lázaro. Tras una temporada en Miami, donde se reunió con varios de sus amigos escritores exiliados, eligió mudarse a Nueva York, donde continuó escribiendo.
Trabajó en la revista Mariel, muy polémica en la época por protestar públicamente contra el régimen desde el exilio, y en la película Conducta impropia, premiada en Cannes, que exhibía la persecución que sufrían los homosexuales bajo la dictadura de Castro; así como en otros proyectos.
En esos años terminó El color del verano, su última novela. En 1987 se contagió de SIDA y, tras escribir su autobiografía (publicada póstumamente con el nombre Antes que anochezca), se suicidó en su apartamento el 7 de diciembre de 1990 a los 47 años.
Se publicó, dirigida a la prensa y a sus amigos, una sentida carta de despedida, en la que culpaba a Fidel Castro de todos los sufrimientos que padeció en el exilio.....
Y no crea que lo que le he contado es mentira. No vaya a pensar que porque tengo un poco de fiebre y a cada rato me quejo del dolor en las piernas, estoy diciendo mentiras, porque no es así.
Y si usted quiere comprobar si fue verdad, vaya al puente, que seguramente debe estar todavía, toda desparramada sobre el asfalto, la torta grande y casi colorada, hecha de chocolate y almendras, que me regalaron sonrientes las dos viejecitas de la dulcería…
Fragmento del cuento CON LOS OJOS CERRADOS de Reinaldo Arenas Nueva York 1990
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