La respuesta a la primera pregunta parece clara. Graceland va a ser propiedad de las tres hijas vivas de Lisa Marie: la actriz Rileigh Keough, de 33 años, y los gemelos Harper y Finley Lockwood, de 14, fruto de dos de los cuatro matrimonios de la hija de Elvis. En principio, eso significa que todo va a seguir igual. O así lo sostiene el 'management' de Graceland. "Nada va a cambiar en las operaciones o en la gestión", ha declarado un representante de la fallecida al diario 'Los Angeles Times'. Así, al menos en teoría, todo queda "atado y bien atado", por usar una expresión que en España tiene connotaciones políticas --y de profecía no cumplida-- cuando a partir del domingo el cadáver de Lisa Marie descanse para siempre junto al de su hijo Benjamin Keough, que se suicidó en 2020, cuando solo tenía 27 años de edad, y a quien ella dedicó un ensayo hace apenas seis meses en la revista de celebrities 'People'. En otras secciones del complejo, están enterrados Elvis, sus padres y su abuela.

Por lo que ha trascendido en la prensa estadounidense, Graceland está gestionado por un piedad de un 'trust', formado por Lisa Marie, que fue quien heredó la propiedad a los 25 años. Pero hay dos socios minoritarios. Uno, su madre, Priscilla Presley, de 77 años. El otro, SunTrust, uno de los mayores bancos regionales del sur de Estados Unidos.

Legalmente, Lisa Marie era la dueña. Y así lo dijo hace 9 años en una entrevista: "Es mía y siempre ha sido mía en un 100%".Pero, en la práctica, su madre, Priscilla, parece haber sido quien convirtió a Graceland en la máquina de ganar dinero que es. Hay que tener en cuenta que Lisa Marie despilfarró una considerable cantidad de su herencia, y que fue solo la transformación de Graceland en una actividad comercial gestionada profesionalmente lo que la salvó de la ruina. Hay que tener en cuenta que en 2004, Lisa Marie tuvo que vender el 85% de la empresa Elvis Presley Enterprises, que había sido fundada por su padre para gestionar su patrimonio musical y cinematográfico para evitar la ruina, aunque, sabiamente, retuvo el control de Graceland.

Así que Graceland va a pasar de la hija a tres nietas, dos de las cuales son menores de edad. Eso ha despertado todo tipo de especulación en Estados Unidos acerca del futuro de la mansión, especialmente porque Priscilla, que, desde un segundo plano, mantiene una más que considerable influencia en la gestión del patrimonio de Elvis, tiene ya 77 años. La nueva generación ¿va a mantener la propiedad de la casa? ¿O va a venderla? Aún queda, además, una cuestión: ¿cuál era la situación financiera de Lisa Marie? Teóricamente, su patrimonio estaba saneado. Pero con las celebrities, siempre existe el riesgo de que la bancarrota asome por detrás de las griferías doradas o los aviones privados. Precisamente, Graceland puede ser un buen activo para 'hacer caja' pero, también, es un 'ingreso pasivo' que genera 9,5 millones de dólares en beneficio, si bien no es cierto que no es lo mismo que los genera para uno solo --Lisa Marie-- que para tres --Rileigh, Harper y Finley-- .

Graceland puede ser el sueño de un inversor especializado en rock. Pero también puede atraer a algunos de los gigantes de Wall Street, como Blackstone o KKR, que ha tratado, sin éxito, de comparar por 500 millones de euros el catálogo del grupo inglés Pink Floyd, y han pagado cifras similares por los de Bruce Springsteen, Paul Simon, o Bob Dylan.

Pero Graceland es algo más que un parque de atracciones o el museo de una celebridad. Porque Elvis era mucho más que una 'celebrity'. Así que su residencia es como una especie de santuario laico para la clase media y media-baja blanca de Estados Unidos. Memphis, la ciudad en la que está, es una de las capitales de la música de EEUU, como Nashville --también en Tennessee-- o Nueva Orleans.

Tiene su zona de bares con música en directo para los turistas sedientos de cerveza --Beale Street--, su zona más sofisticada para los turistas más culturetas --los Sun Studios, por ejemplo, donde grabaron, literalmente, el 'Quién es quién' del rock and roll--, y también tiene sus tugurios nocturnos de blues del Delta del Mississippi, que empieza, precisamente, en esa ciudad, en los que la concurrencia, al contrario que en los otros lugares, es, frecuentemente, negra en su mayoría.

Claro que da igual la razón por la que uno visite Memphis: hay una parte ineludible del viaje. Sea por admiración, morbo o, simplemente, curiosidad, la parte que nadie puede eludir es la visita a Graceland, con auriculares que explican la vida cotidiana del hombre que popularizó géneros musicales que hasta entonces habían sido 'negros' gracias a un carisma y un instinto para la fusión que probablemente hoy hubiera sido prohibido por los guardianes de la corrección política bajo el argumento de que se trataba de "apropiación cultural".

Ahora, todo ese complejo queda en manos de la tercera generación, que ya ni siquiera lleva el apellido "Presley" y que comparten madre, pero no padre. Graceland, el santuario --y, también el mausoleo-- de Elvis --y de gran parte de la cultura de Estados Unidos-- entra en una nueva etapa.