EL MAGO. 3ª parte.

3.-

           Se despertó echado en el suelo al lado del espejo. Varias personas le habían erróneamente incorporado la cabeza y le atosigaban con una pregunta:

          --¿Qué le ha pasado?

          Les miró con aire aturdido. Las ideas eran aún confusas en su cabeza, pero notó que se recuperaba con creciente rapidez.

          --Nada, he tropezado con algo del suelo y me he caído.

          --Sí, no es usted el primero, es la arruga de la alfombra. ¿Se encuentra bien?

          --Perfectamente. ¿He estado mucho tiempo en el suelo?

          --¡No! Acaba de caerse ahora mismo. Han sido apenas unos segundos. Se ha dado contra el espejo y ha resbalado hasta el suelo y hemos acudido a su lado en el acto.

          Andrés nota en su interior que muchas cosas han cambiado. Su lógica es veloz. De inmediato comprende que el tiempo es un relativismo que conoce de sobra y prudente por una vez no trata de hacer lo que ha sido una conducta inveterada en él: dar explicaciones. Decidido, se alza sin ayuda.

          --Muchas gracias. Me encuentro bien, perfectamente. Muchas gracias.

          Y puede leer las mentes de los que le rodean observando que sus pensamientos sobre él son diferentes: desde la curiosidad de algunos hasta la compasión de otros.

          --Gracias.

          Y sin esperar más vuelve a su asiento vacío y se incorpora a la conversación de la sala. Pero nota que penetra en las mentes de todos y sus pensamientos irrumpen como una vorágine que le supera. De inmediato decide que debe irse. Las nuevas posibilidades de su mente deben ser educadas, sedimentadas, ordenadas y lograr un control que le permita encauzarlas y mantenerlas en la dirección adecuada.

          Sabe que eso le va a llevar un tiempo. Son unos dones recién recibidos, pero apenas si han transcurrido unos instantes terrenales, aunque en otra dimensión hayan sido cierto número, quizás alto, de jornadas de tiempo universal.

          --Perdona --indica al presidente que tiene al lado-- me tengo que ir, ya nos veremos en la próxima reunión.

          --¿No te encentras bien?

          --No del todo. Creo que la comida de trabajo de este mediodía no me ha sentado bien. Hasta entonces.

          Andrés se marcha. En el exterior llama un taxi y se dirige directamente a casa. Debe pensar y tomar una resolución sobre la conducta a seguir hasta que logre domeñar unas vivencias que, de momento, le crispan por el asalto continuo de pensamientos, conversaciones ajenas, ruidos, ideas, nuevos conceptos y potenciales de representaciones que sustituyen a las antiguas, que ya obsoletas desaparecen.

          En la soledad de su habitación, mientras fuma un cigarrillo, toma una drástica decisión. Tiene claro que debe irse lejos, donde pueda aislarse para concentrase en lo que debe hacer.

          --Me iré de viaje mañana mismo. Lejos de Madrid. --Se dice en voz alta-- Regresaré cuando todo tenga su lugar exacto y mi control sea total.

          Durante unos momentos recapacita sobre el posible lugar. Y las Islas Madeira en el Atlántico, en concreto la isla de Porto Santo, le parece un lugar adecuado. Un bungaló en la playa y todo rodará tal como desea y piensa convencido. Al menos es lo que espera confiado en la promesa de Circe, cuyo recuerdo y atracción no logra apartar de su mente.

Sabe que no ha sido un sueño, sino una realidad. Las huellas de las uñas de la diosa en su espalda y costados son reales. Otras señales, como sus cariñosos pero agresivos mordiscos, así lo atestiguan. Y sobre todo lo que ha sentido estando con ella, tan vívido y cierto, no se corresponden con un sueño. Y lo que hay en su mente, los profundos cambios que percibe, tiene claro que no son fruto de una fantasía. Aparta las dudas que ha tenido sobre la realidad de lo vivido, decide seguir el camino que ha elegido.

          Por la mañana, realiza una llamada a la agencia de la TAP y reserva billete para un vuelo que sale a media tarde hacia Lisboa, donde realizará el trasbordo a las Madeira. Horas después, se hace el dormido en su asiento de ventanilla mientras vuela en la dirección deseada. Su mente, en parte organizada durante el tiempo transcurrido, ha iniciado ya un proceso de decantación que va lentamente construyendo un nuevo mundo interior con el que tendrá que vivir en adelante.

          Lo que al inicio del viaje era casi insoportable, como escuchar los miedos, las conversaciones y los pensamientos más personales de los pasajeros, se han ido calmando y apenas si le alcanza alguno. Al mismo tiempo, su mente se calma, se organiza y ordena por bloques lo que le lleva a pensar un inicio de lo que puede ser su idea para el futuro, un pensamiento práctico que quizás sea acertado.

          --Debo considerarlo --se dice entre dientes.