Un sándwich de cualquiera de las más populares cadenas de comida rápida contiene cientos de calorías. Y si añadimos una bebida azucarada y unas patatas fritas, la ingesta energética se dispara por encima de las 1.000 calorías. Pero el común de los consumidores no se alarma por esa cifra, pues pocos tienen una idea precisa de cuánta energía necesita el cuerpo para mantenerse saludable.

Quemar las calorías de una Big Mac exige un esfuerzo físico considerable 

La omnipresencia de la comida chatarra y su bajo costo la han convertido en parte del menú cotidiano de millones de personasL

Tampoco persuaden las etiquetas con información sobre los valores nutricionales de los alimentos. En el galimatías de las dietas, terminamos por no entender quién es el verdadero enemigo: ¿las grasas? ¿El sodio? ¿Los carbohidratos?

Esa relativa indefensión ante los “encantos” de la comida chatarra podría desaparecer si supiéramos cuánto ejercicio físico necesitaríamos para quemar las calorías de una Big Mac y un vaso grande de Coca Cola.

Al menos eso cree una parte de la comunidad científica, que desde hace algunos años aboga por incluir ese dato en los menús y etiquetas.

Una hamburguesa = una hora y media de baile

O 56 minutos de carrera o 53 minutos de bicicleta o dos horas y 20 minutos de yoga, según las ofertas de siete cadenas de comida rápida: McDonald’s, Burger King, Subway, Wendy’s, Taco Bell, Dunkin’ Donuts y Starbucks. Para ilustrar mejor la desmesura energética de este menú, el consumidor curioso encontrará el equivalente en vegetales. Por ejemplo, una Big Mac corresponde a 18 pepinos medianos o casi 22 tomates medianos o 135 espárragos. Ni el más ávido de los vegetarianos devoraría esas cantidades de una sentada.

Un experimento realizado por la Texas Christian University en 2013 concluyó que si el dato sobre el entrenamiento físico apareciera en las etiquetas, las personas optarían por un menú más sano. Esa investigación presentó a los participantes diferentes listas de alimentos.

En una de ellas se mencionaba el tiempo de marcha necesario para quemar las calorías ingeridas. Quienes dispusieron de esa información decidieron comer menos.

El resultado corroboró un estudio efectuado en 2011 por la Universidad Johns Hopkins. En comercios de barrios pobres de Baltimore, los investigadores desplegaron carteles que alertaban sobre el aporte energético de un refresco.

Cuando los adolescentes de las escuelas cercanas supieron que una gaseosa representaba 50 minutos de jogging, muchos prefirieron una botella de agua.

La apuesta por relacionar directamente la comida con la actividad física trasciende las fronteras norteamericanas. La Royal Society for Public Health (RSPH) del Reino Unido ha propuesto añadir un etiquetado sencillo, que advierta cuánto tiempo de carrera, bicicleta o natación deberán cumplir los consumidores para quemar las calorías de una barra de chocolate, un sándwich o una magdalena de arándanos.