Entrevista a Guzmán Urrero, Director de la Revista Cultural The Cult

En esta ocasión tengo un grandísimo honor al poder entrevistar a Guzmán Urrero, Director de la revista cultural y científica The Cult así como un extraordinario periodista. Como siempre y en estos casos fue gracias a mi gran amiga Beatriz Fuentes que me facilitó el contacto. Os dejo que disfrutéis con la misma tanto como lo he hecho yo. fotoguzman

¿Quién es Guzmán Urrero?

Un periodista, apasionado por la cultura y la ciencia. Alguien que se divierte con lo que hace, convencido de que el conocimiento y la investigación nos mejoran individualmente y contribuyen a conseguir una sociedad mejor.

Si te digo la verdad, tuve claro que mi vida estaría ligada al periodismo la primera vez que entré a trabajar en una redacción. Ocurrió en la Agencia EFE, donde debuté haciendo reportajes y acabé escribiendo sobre temas que, curiosamente, se acercaban a esa otra vocación mía: el desarrollo rural, el sector agrario y la vida en el campo.

¿Qué tipo de estudios realizó y desde cuándo tuvo claro que su carrera iba enfocada al periodismo?

Verás, fue un proceso un tanto azaroso. En principio, mi vocación siempre ha estado ligada a las ciencias naturales, en especial a la zoología. Si embargo, hay ocasiones en que una profesión nos elige, sin que podamos hacer mucho por evitarlo. Y ese fue mi caso con el periodismo. Al final, hice la carrera, obtuve el doctorado, y desde entonces he ejercido este oficio, especializándome en la divulgación cultural.

Si te digo la verdad, tuve claro que mi vida estaría ligada al periodismo la primera vez que entré a trabajar en una redacción. Ocurrió en la Agencia EFE, donde debuté haciendo reportajes y acabé escribiendo sobre temas que, curiosamente, se acercaban a esa otra vocación mía: el desarrollo rural, el sector agrario y la vida en el campo. Mi primer director, José Luis Murcia, fue un maestro muy hábil y me enseñó mucho dentro de esta especialidad.

También escribe libros... ¿Qué nos podría contar de su primera novela? ¿Piensa seguir escribiendo?

Escribí aquella novela, En torno al sombrío rey, en colaboración, a una edad en que nadie debería escribir novelas ni tomarse demasiado en serio. Tiene gracia, porque era una historia de misterios medievales, que un buen amigo y yo completamos antes de que se pusiera de moda este subgénero. La novela es un género de madurez, al que espero volver con el tiempo.

Por lo demás, nunca he dejado de escribir. La mayoría de mis libros no son de ficción. Se trata de biografías y estudios relacionados con el cine y las artes visuales. El cine es otra de mis pasiones. Me ha proporcionado una felicidad extraordinaria. Para quienes nos perdemos dentro de una película, ir a una sala de cine o recuperar un clásico en DVD es siempre una alegría.

Fue algo formidable formar parte del equipo de colaboradores de Cuadernos Hispanoamericanos, una revista cultural que se publica desde 1948, y por la que ha desfilado lo más granado de la cultura en español.

¿Qué destacaría de sus colaboraciones en Cuadernos Hispanoamericanos o en ABC?

Llegué a la revista Cuadernos Hispanoamericanos gracias a su director, el escritor y ensayista Blas Matamoro. Blas es la persona más sabia que conozco. Además de un amigo, es un intelectual muy respetado tanto en España como en Hispanoamérica, y para mí siempre ha sido un modelo a seguir.

Fue algo formidable formar parte del equipo de colaboradores de Cuadernos Hispanoamericanos, una revista cultural que se publica desde 1948, y por la que ha desfilado lo más granado de la cultura en español. Allí pude entrevistar a figuras como el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, el científico y ganador del premio Pulitzer Douglas Hofstadter, el actor Francisco Rabal, el poeta Francisco Brines o el compositor Antón García Abril, entre otras muchas personalidades.

Colaborar con ABC fue otra magnífica experiencia. Durante años, escribí sobre cine en el suplemento cultural. Allí me sentí como en casa. De niño, leía "Gente Menuda", el suplemento infantil que el periódico recuperó en 1976, y luego me fui aficionando a leer el diario, que siempre tuvo un nivel literario muy elevado. No en vano, han pasado por sus páginas colaboradores como Azorín, Unamuno, Pérez de Ayala o Julio Camba. Es un diario en el que, además, uno podía encontrarse artículos de figuras tan diversas como Marcelino Camacho, Rafael Alberti o Jaime de Armiñán. Por otro lado, la "tercera página" de ABC es un referente para todos los que nos dedicamos a esta profesión.

La calidad de una revista de este tipo depende del rigor periodístico, el prestigio de los colaboradores y la visibilidad internacional. Para ello, debemos gestionar el nivel y el flujo de las colaboraciones y cuidar su proyección en otros países, dado que una parte muy significativa de nuestra audiencia vive en países como México, Colombia, Perú, Argentina o Estados Unidos.

Y una gran página... THE CULT (www.thecult.es), donde combina todo lo anteriormente citado...

Es cierto, Eva, ahí se combina todo. Una cosa llevó a la otra. La experiencia de colaborar con Cuadernos Hispanoamericanos, con el Instituto Cervantes y con el suplemento cultural de ABC fue lo que condujo a la creación de THE CULT, una revista de divulgación cultural y científica que lleva ocho años en la red.

Fue Javier Sánchez Ventero, un ingeniero con un gran conocimiento de las humanidades, quien diseñó conmigo el proyecto. Sin su tesón y sus intuiciones, THE CULT no existiría. Aunque él tiene una formación científica muy superior a la mía, comparto con Javier el interés por la ciencia y la cultura, y desde el principio hemos estado de acuerdo en que la línea editorial debía centrarse en la divulgación. En este sentido, creo que la revista sirve de punto de contacto entre las ciencias, el arte y las humanidades.

En un mundo cada vez más especializado, defendemos que la ciencia forma parte de la cultura y que ambas deben estar vinculadas. Por otro lado, estamos convencidos de que la cultura y la ciencia son tratadas en nuestra revista de forma amena e incluso divertida.

La experiencia de colaborar con Cuadernos Hispanoamericanos, con el Instituto Cervantes y con el suplemento cultural de ABC fue lo que condujo a la creación de THE CULT, una revista de divulgación cultural y científica que lleva ocho años en la red.

¿Qué podría destacar de ella y que trabajo hay detrás de la misma?

Cuando lanzamos el proyecto en 2006, Javier y yo quisimos trasladar al medio digital el mismo nivel de exigencia que es propio de las revistas impresas. En este sentido, la labor de edición, incluido el proceso de revisión, es similar a la que puede haber en un suplemento, en una revista científica o en una cabecera cultural.

El contacto con los colaboradores es constante. Más allá de la presentación gráfica, lo relevante son los contenidos. No queremos defraudar nunca a los lectores, y por eso procuramos que en THE CULT participen las mejores firmas, con el máximo rigor pero sin perder nunca esa amenidad a la que antes me refería.

La calidad de una revista de este tipo depende del rigor periodístico, el prestigio de los colaboradores y la visibilidad internacional. Para ello, debemos gestionar el nivel y el flujo de las colaboraciones y cuidar su proyección en otros países, dado que una parte muy significativa de nuestra audiencia vive en países como México, Colombia, Perú, Argentina o Estados Unidos.

La revista cuenta con secciones dedicadas al mundo del libro, el cine, la música, la fotografía, la historia, el cómic, la televisión, el diseño, el arte y la ciencia. Asimismo, THE CULT tiene un apartado dedicado a las entrevistas.

¿A qué público va dirigida?

Escribimos para un espectro de lectores muy amplio. No somos un medio elitista o minoritario. En contra de lo que suele decirse, las revistas de divulgación tienen un gran seguimiento en España. Si nos fijamos en las publicaciones impresas, cuatro de las diez revistas mensuales más vendidas en España pertenecen al área de la divulgación científica y cultural. Pese a las apariencias, en las redes sociales sucede lo mismo: la publicación española más seguida en Twitter no es un periódico deportivo ni una revista rosa, sino una revista de divulgación científica.

Todo ello debe llevarnos al optimismo. Hay un público curioso e inquieto, con afán por conocer y por descubrir, abierto a las sugerencias que puedan llegarle a través de un medio como THE CULT.

Nos gusta pensar en lo que espera de nosotros nuestra audiencia. Diariamente buscamos las temáticas emergentes, y procuramos satisfacer a cada uno de esos miles de lectores que disfrutan con el arte, con la cultura o con las novedades científicas.

En contra de lo que suele decirse, las revistas de divulgación tienen un gran seguimiento en España. La publicación española más seguida en Twitter no es un periódico deportivo ni una revista rosa, sino una revista de divulgación científica.

¿Qué secciones podemos encontrar en la revista?

Aparte de las columnas semanales de colaboradores de prestigio, la revista cuenta con secciones dedicadas al mundo del libro, el cine, la música, la fotografía, la historia, el cómic, la televisión, el diseño, el arte y la ciencia. Asimismo, THE CULT tiene un apartado dedicado a las entrevistas. Este último es un género que nos gusta muy especialmente.

¿Cómo podría promoverse esta página dentro del mundo de las bibliotecas y de la cultura en general?

Dentro del mundo cultural, sobre todo en campos como el editorial, el artístico y el audiovisual, nuestra estrategia consiste en ganarnos la confianza de los agentes de esa industria: editores, distribuidores cinematográficos, galeristas, museos... Procuramos establecer con ellos una línea continuada de colaboración, porque somos conscientes de que nuestra labor, en cierta medida, es la de intermediarios en la promoción de iniciativas culturales, científicas y educativas.

En más de una ocasión, nos hemos involucrado en la promoción de la lectura en las bibliotecas públicas. Entendemos que esa es una labor prioritaria, y para ello hemos cuidado los espacios que dedicamos al mundo del libro, y más específicamente, al libro infantil y juvenil.

Como un medio que canaliza y recomienda lecturas, entendemos que esa asociación con las bibliotecas es muy beneficiosa para ambas partes.

¿Cuál es el futuro de THE CULT? ¿Seguirá creciendo?

Sin duda. Año tras año, al mismo ritmo que la audiencia, crece el número de colaboradores, y este es un punto clave para nosotros. Pretendemos contar con los mejores especialistas en cada campo, y así mantener una oferta atractiva que se amplíe de forma constante.

Por otro lado, queremos que THE CULT ejerza su labor divulgativa más allá del periodismo, y en este sentido, también estamos desarrollando proyectos en el terreno asociativo.

En más de una ocasión, nos hemos involucrado en la promoción de la lectura en las bibliotecas públicas. Entendemos que esa es una labor prioritaria, y para ello hemos cuidado los espacios que dedicamos al mundo del libro, y más específicamente, al libro infantil y juvenil.

Desde el punto de vista de un periodista tan cualificado como usted, ¿cómo ve el mundo literario de hoy día?

Lo veo con optimismo. El panorama de autores consagrados permite a los lectores disfrutar de narradores tan variados como Ignacio Martínez de Pisón, Javier Marías, Mario Vargas Llosa, Rafael Chirbes, Enrique Vila-Matas o Juan Marsé, por citar solo a unos pocos. Y el aluvión de nuevos talentos es igual de valioso.

El problema es de otra índole. En España ha aumentado el número de lectores. Si no me equivoco, los índices de lectura llegan al 63%, no muy lejos de la media europea. Pero si nos fiamos de las cifras, quienes compran dispositivos de lectura digital optan masivamente por la piratería de los contenidos.

El 68% de los usuarios digitales no paga por lo que lee. Gasta su dinero en tabletas o lectores electrónicos, pero luego se descarga los libros sin pagar un euro. Eso es una tragedia para el mundo editorial, y sobre todo, para las miles de personas cuyo sueldo depende de la producción de libros.

Los promotores de la piratería defienden un cambio en el modelo de negocio, pero lo cierto es que en la venta de libros no hay alternativas más allá de la autoedición. Como dice Astra Taylor, la cultura libre, como la comida barata, tiene costes ocultos.

Si pretendemos que el libro digital cueste lo mínimo, tendremos que prescindir de editores, de traductores, de correctores... Y eso, desde el punto de vista humano y cultural, resulta dramático, sobre todo teniendo en cuenta las reducidísimas plantillas de la mayoría de las editoriales, con sueldos cada vez más bajos.

Imaginemos que un libro digital costara solo un euro. Las descargas gratuitas seguirían siendo una alternativa más tentadora para la mayoría.

¿Es mejor una sociedad que elige no pagar a los profesionales de la cultura? Ciertos gurús, patrocinados por compañías tecnológicas, han hecho creer a muchos que cobrar por un trabajo cultural es malo, y eso me parece aberrante. Eso por no hablar del arsenal de ideas demagógicas que se utiliza en estos casos.

La piratería es un problema terrible, de muy difícil solución, pero tiene propagandistas, que se han ocupado de normalizarla desde sus blogs y también desde los medios de comunicación.

Si pretendemos que el libro digital cueste lo mínimo, tendremos que prescindir de editores, de traductores, de correctores... Y eso, desde el punto de vista humano y cultural, resulta dramático, sobre todo teniendo en cuenta las reducidísimas plantillas de la mayoría de las editoriales, con sueldos cada vez más bajos.

¿Qué consejo le daría a un joven que quiere dedicarse al mundo del periodismo?

Que lo elija por vocación y que estudie constantemente. Este es un oficio duro y mal pagado, con unas dramáticas cifras de desempleo, que irán a más aunque pase la crisis, precisamente por culpa de la reconversión digital, por la mala gestión publicitaria y por la escasez de buenos empresarios periodísticos.

Al mismo tiempo, es un trabajo hermoso, en el que uno aprende día a día. Tomar el pulso de la sociedad, documentarse en profundidad y vigilar aquello que no funciona son tres hábitos imprescindibles en cualquiera que se considere periodista.

Por otro lado, espero que una consecuencia inesperada de la crisis sea la reordenación del sector, sobre todo en el ámbito digital. Llevamos años prescindiendo de la excelencia y ya es hora de volver a la prensa de toda la vida. Me refiero a esa tradición del gran reportaje, de la noticia descubierta en la calle y de las crónicas con calidad literaria.

En este sentido, a ese joven periodista le daría otro consejo: que no caiga en el sectarismo, incluso aunque parezca forzado a ello. Tal y como está configurado el sector, los periodistas se han politizado hasta extremos lamentables, convirtiéndose en una especie de portavoces ideológicos, fáciles de manipular e incapaces de salirse de ese engranaje que hoy enfrenta a la sociedad. Espero que los jóvenes sepan escapar de esa malísima costumbre y se independicen de los poderes políticos. Uno puede preferir al partido en el Gobierno, a uno de la oposición o incluso a uno que vaya contra el sistema, pero eso no debería condicionar su desempeño profesional. Política y periodismo son cosas muy distintas, y en contra de lo que creen algunos, forman un nefasto matrimonio.

Tomar el pulso de la sociedad, documentarse en profundidad y vigilar aquello que no funciona son tres hábitos imprescindibles en cualquiera que se considere periodista.

¿Cuál es su percepción como periodista sobre las bibliotecas?

Las bibliotecas son imprescindibles para el periodista. Son un centro de consulta, de aprendizaje y de investigación, y si un reportero no las visita a menudo, seguramente es un mal reportero.

Al margen del periodismo, sí que puedo decirte que no puedo pasar más de una semana sin entrar en una biblioteca. Se me ocurren pocos lugares más importantes en mi vida.

Las bibliotecas son imprescindibles para el periodista. Son un centro de consulta, de aprendizaje y de investigación, y si un reportero no las visita a menudo, seguramente es un mal reportero.

¿Qué piensa de las redes sociales aplicadas al periodismo y a la cultura en general?

Los foros y las redes sociales son un instrumento fabuloso para entrar en contacto con otros colegas y profesionales. Las redes sociales también son un buen medio de difusión de contenidos y pueden servir como fuente, pero por otro lado, ciñéndome a tu pregunta, jamás deben sustituir al periodismo.

No creo en eso que se llama periodismo ciudadano. Un buen periodista está adiestrado para filtrar los datos, para investigar lo que en ellos hay de cierto, para narrar de forma rigurosa la noticia y para recurrir a los especialistas que pueden calibrar sus consecuencias. En cambio, un tuitero o un testigo ocasional, pese a su posible talento, son libres de confundir la realidad con sus impresiones, con sus prejuicios o con sus deseos. Carecen de compromisos, para lo bueno y para lo malo.

Un banner ingenioso o un tuit que se vuelva viral, a veces difundiendo un rumor falso, jamás equivaldrán a un buen trabajo periodístico. E insisto en que ese trabajo debe ser bueno, porque desgraciadamente, sobre todo en internet, nos hemos instalado en un periodismo frívolo, manipulador y sectario, que yo aborrezco. Hay excepciones importantes, y eso me hace albergar muchas esperanzas.

Por otro lado, aunque uso Facebook y Google Plus de forma habitual, no soy partidario de que el periodismo y la cultura se dejen tentar en exceso por los cantos de sirena de las redes sociales. Al final, estamos consiguiendo que gigantes comerciales como Facebook se alimenten con esos contenidos que allí enlazamos, facturando enormes cifras publicitarias gracias a ello.

Facebook es un espléndido lugar de encuentro y un razonable instrumento de marketing, pero no debería ser un espacio donde la gente eche un vistazo a titulares sin visitar los medios donde éstos se han generado. Por eso soy escéptico con los excesivos esfuerzos que muchas empresas periodísticas y culturales dedican a las redes sociales, desatendiendo cuestiones más relevantes.

No creo en eso que se llama periodismo ciudadano. Un buen periodista está adiestrado para filtrar los datos, para investigar lo que en ellos hay de cierto, para narrar de forma rigurosa la noticia y para recurrir a los especialistas que pueden calibrar sus consecuencias. En cambio, un tuitero o un testigo ocasional, pese a su posible talento, son libres de confundir la realidad con sus impresiones, con sus prejuicios o con sus deseos. Carecen de compromisos, para lo bueno y para lo malo.

¿Qué piensa de Alquibla (www.alquiblaweb.com) como página de difusión de la cultura?

Alquibla me parece una página magnífica, en la que se transmite pasión por el mundo bibliotecario. Para quienes amamos las bibliotecas, es un referente, y precisamente por eso creo que desarrolla una labor cultural muy loable. Me interesan especialmente los artículos dedicados a bibliotecas específicas. Algunas de ellas han sido todo un descubrimiento para mí.

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