Resultado estadístico de Víctimas por la violencia de género y, otros: 1999-2010. Lista oficial del Instituto de la Mujer: Gobierno de España MUJERES MUERTAS POR DIVERSOS TIPOS DE VIOLENCIA. TOTALES MENSUALES. 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 ENERO 5 9 6 7 9 4 8 11 6 10 1 5 FEBRERO 4 8 3 6 5 9 7 10 12 11 7 7 MARZO 7 11 6 6 8 11 6 13 6 9 5 9 ABRIL 10 2 9 11 7 11 7 6 5 6 5 15 MAYO 2 6 10 8 8 11 5 7 12 4 10 6 JUNIO 4 11 5 4 10 10 10 3 13 6 5 9 JULIO 4 7 4 7 11 9 6 12 9 7 7 10 AGOSTO 7 5 8 9 13 8 6 12 9 10 6 2 SEPTIEMBRE 4 8 8 4 7 8 5 7 6 8 6 9 OCTUBRE 4 7 4 8 5 11 8 7 5 9 7 11 NOVIEMBRE 12 2 5 7 12 6 9 4 9 9 1 7 DICIEMBRE 6 11 7 6 8 8 5 7 2 13 5 TOTAL ACUMULADO 69 87 75 83 103 106 82 99 94 102 65 90 Recopilación estadística extraída de la página oficial del Instituto de la Mujer:
http://www.inmujer.es/ss/Satellite?c=Page&cid=1264005678228&... El gobierno de España legisló e implantó la Ley de Violencia de Género el día 28 de diciembre 2004, para perseguir, corregir y erradicar la criminalidad que existe en el ámbito familiar o sentimental. Criminalidad que culmina en muerte, llanto, destrucción y en desamparo paterno-maternal para los hijos. Son estos, los hijos, los más afectados en maniobra de disputa y ruptura de sus padres. Ello les desestructura, no entienden de separación ni divorcio ni merecen perder a ninguno de sus progenitores, máxime, en circunstancias traumáticas e incomprensibles y criminales. Sin embargo, la Ley de Violencia de Género no funciona ni por asomo. El motivo lo enumera el propio Instituto de la Mujer con el resultado estadístico de víctimas, muertas, a manos de la criminalidad sexista, entre otros. Es más, da la impresión de que la ley es tan desigual que divide y azuza aún más a los cónyuges enfrentados y pudiera colocar las primeras piedras del majano para que cualquier pareja en trance de ruptura aproveche los beneficios partidistas que favorecieran a una de las partes. En contra de los intereses de la otra, a quien pudiera brotarle la ira criminal que todo ser humano lleva dentro. Recientemente se ha celebrado el día homenaje a las mujeres víctimas de la violencia de género -de sexo-. Hasta ahí todo muy bien y ojalá y jamás perezca ninguna más. La igualdad y el respeto a la vida han de colocarse por encima de todo planteamiento sexista: feminista o machista. Sin embargo, una ley contradictoria no amaina al salvaje, sino que lo azuza. Cuando se legisla, en democracia ha de hacerse desde la igualdad y para la igualdad, en todos sus términos. El gobierno de Zapatero nos ha obsequiado, una vez más, con leyes injustas y desiguales -si una mujer denuncia a un hombre, con pruebas o sin ellas, se queda sin casa y con alejamiento; y ahora también, sin custodia de los hijos. Dependiendo de cual fuera la profesión o afición del denunciado, aunque la denuncia estuviera fundada en el despecho humano, tan activo en nuestra raza, sin ningún derecho a la presunción de inocencia arañaría encarnizadamente los límites de la igualdad, se le apartaría de su querencia domiciliaria y familiar, se le castigaría en sumario de urgencia y sentenciaría de antemano… En consecuencia, si al hombre le gustara la caza o trabajara de seguridad, con armas o sin ellas, posiblemente y sin presunciones, también se quedaría sin entretenimiento diversivo y sin el trabajo que le garantizaría el sustento del hogar porque automáticamente engrosaría el listado de penados y rebeldes... La opresión, represión o retroceso de derechos y libertades sociales de Zapatero contradicen el espíritu de igualdad que implantara el filósofo idealista Pablo Iglesias. Las leyes actuales no han servido para amainar y sí para azuzar e incrementar la criminalidad por, presuntamente, manifiesta desigualdad de derechos, obligaciones y actuaciones judiciales entre hombres y mujeres La ley de Zapatero parece elaborada en desigualdad, y a sí se percibe por buena parte del sexo masculino. A ello se suma la ley nueva, la de retirar la custodia de los hijos a quien se denuncie por malos tartos, aunque provenga del despecho injustificado, o por necesidad maternal de apropiación desigual en el derecho de custodia. Ello acrecienta la criminalidad y así lo demuestran las estadísticas del Instituto de la Mujer. La criminalidad no amaina con una persecución desmesurada, sino que alienta el sentimiento desigual de la pareja y, desgraciadamente recrece la mortandad y la destrucción del conjunto familiar. En la sociedad en cual cohabitamos existen muy buenas personas, aunque también machistas, verdugos y criminales de mucho calado. Ahí, precisamente ahí, es donde la ley de Violencia de Género y sus adhesiones deberían de centrarse. Sin embargo no es así, ni las administraciones equiparan la igualdad de sexos, cuando desde sus actuaciones propias y periodísticas difunden e incitan al odio y al enfrentamiento dentro del seno familiar, con la de “violencia machista” por violencia de sexo o conyugal. En cambio, si la sociedad, a través de legisladores responsables quisiera atajar un problema que ella misma alienta en la desigualdad o deseara minimizar la criminalidad y conciliar a centenares de familias, deberían de empezar por intentar aconsejar y asesorar a los miembros que entran en conflicto, para encauzar, preparar o preservar, en vez de incitar a la violencia. Los mensajes discriminatorios no aminan enfrentamientos ni educan para evitar venideros, pero sí enfrentan a los cónyuges en disputa: "Denuncie, el número de teléfono no deja huella en su factura" O este otro: “cualquiera que tenga conocimiento o de un hecho de presunta violencia psíquica o física que llame a tal teléfono...” Seamos serios, así no se soluciona el problema de la violencia de género, sino que se alienta. En contrario, la nueva ley deja el paradero del hombre a decisión de la mujer. Ello, en algunos casos, pudiera servir para desarrollar el despecho en beneficio propio. En consecuencia, el asunto de la criminalidad pudiera aumentar por la propia desigualdad que manara de la in-equidad legislativa. En consecuencia podríamos imaginar, a modo ilustrativo, que la vecina que odia al vecino por circunstancias x, pudiera buscar revancha. Para ello, sólo tendría que levantar el teléfono y denunciar, aunque fuera en falsedad. Automáticamente, y sin presunción a la inocencia, se personarían las autoridades en el domicilio del denunciado y, en verdad, eso sí, le colocarían las esposas, le pondrían alejamiento preventivo, se quedaría en la calle, le quitarían la custodia de los niños y posiblemente perdiera el trabajo... Una de las soluciones que, sin embargo, pudiera servir para buscar el camino de la justicia y la igualdad, sin discriminación al varón, por ser macho, y que salvaguarde a la mujer, también inocente pudiera radicar en presentar en público la igualdad absoluta. El auténtico verdugo, que los hay, ha de ser corregido y castigado para evitar o al menos reducir la criminalidad. A ese planteamiento pudiera caberle solución si desde las administraciones públicas se educara y se colocaran los medios técnicos y humanos que aporta la psicología en beneficio del conjunto familiar. El delincuente y el maltratador han de pagar su tropelía, sin lugar a dudadas, pero no todos los hombres, por ser machos, son o han de sentirse perseguidos por unas leyes discriminatorias, como si fueran auténticos delincuentes. Desde el Ministerio de la Igualdad se deberían de accionar cauces, medios técnicos y humanos, que intentaran la conciliación familiar, antes que la incitación a la ruptura conyugal que tanto perjudica las emociones en el desarrollo educativo y la propia formación de los niños. Ellos han sido concebidos por un padre y una madre y aspiran y necesitan conservar a ambos muy cerca de sí mismos. Si ello no fuera posible, porque así lo decidiera alguna de las partes en conflicto, quedaría otra opción: preparar a los cónyuges y a los hijos desde las administraciones públicas para afrontar la situación venidera. El conflicto de criminalidad podría evitarse en muy altos porcentajes. El coste material, en cambio, no sería muy superior al que hoy se destina para perseguir e incitar e injustamente destapar el fantasma de la desigualdad. Agustín Conchilla
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