Red de Literatura y Cine
ESTE...., NO ES OTRO TONTO CUENTO DE NAVIDAD
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¡Vaya, vaya…!
¡Que de nuevo son las fiestas…! ¡Estamos otra vez en Navidad…!
Yo me encuentro de nuevo para asistir a las fiestas en el pueblo de Ocoyoacac.
¡Pues sí…! Para nada puedo negar, ha llegado este tiempo delicioso, cuando el frío impulsa a sentir el calorcillo humano que desparrama fuera de una misma…
Pienso aquí el frío ha arreciado. Quiera que no, siento como si algo impulsara a buscar hacer cualquier cosilla por alguien, que me haga disfrutar en una mínima expresión, del sentimiento que embarga en estos días a todo mundo.
¡A mí principalmente…! Quiero ver si ayudo alguna persona, igual como he sentido en otros años la urgente necesidad de hacerlo.
Si en otros lados estas fechas se celebran diferentes, aquí al menos, quiero pasar haciendo alguna obra buena. No es posible postergar. ¡Este tiempo dura…, pero no tanto…!
Me siento como si hubiera llegado a otra parte del mundo.
Son mis vacaciones de Diciembre, para mí no podían faltar.
Eso me recuerda cuando en otra Navidad, pude vivir la aventura más extraña, en la cual disfruté una compensación que hasta la fecha perdura, y recuerdo con nostalgia.
¡Vaya si siempre en estos días, llega la evocación…!
Sobre todo si acabo recibir esta postal, donde mi amiga Kristal luce esplendorosa.
Ahí anda enfundada en un diminuto bikini, veraneando nada menos en Copacabana, por allá en Brasil, donde según tengo entendido, están agobiados de calor por estar en pleno verano, mientras aquí estamos muriendo de frío, por ser aquí invierno…
Si ella aprovecha el verano por allá, yo aprovecho el invierno por acá.
Ella para nadar y divertir… Yo para pasar con la familia, esta noche especial...
Tal vez por eso me estoy sintiendo como cada año, más dispuesta a sacar el máximo provecho de unos días inolvidables que siempre espero con ansiedad.
Tanto, cuanto he pasado todo el año ilusionada, suspirando ya llegara esta época.
Desde meses antes, siento estar inmersa en este ambiente.
Creo por eso, en estos días medito demasiado. Lo que pasa, es que voy repasando lo ocurrido en otras Navidades, tal como las he pasado los años anteriores.
¡No puedo evitarlo…! Sobre todo tengo bien presente, el recuerdo de aquella Navidad en especial, cuando estando a punto recibirme de Médico Cirujano Dentista, me invitó la tía Facunda a venir a pasar la Navidad con ella.
Creí pasaría esos días en mi departamentito que en ese entonces tenía de estudiante, donde a duras penas iba saliendo con los gastos. No era yo lo que se dice pobre, pero tampoco tenía como para despilfarrar, cuanto apenas me alcanzaba…
Vivía sola, aprovechando el departamentito.
Todo por no querer ocasionar molestias a otras gentes, que invitaban a vivir con ellas. Siempre fui independiente, aunque por serlo, anduviera yo sufriendo, al no tener mucha compañía que digamos…
¡Es Navidad…! ¿Te acuerdas…?
Espero… ¡Te diviertas tanto como yo…!
Luego como siempre, pone una recomendación que ya sé de memoria…
¡Nada más, no te metas en problemas…!
De verdad he quedado pensativa. Esta niña, por supuesto ya no tan pequeña, cada día me sorprende más. ¡Qué fuerza de voluntad tiene para superarse…
Alguien preguntará… ¿Es posible tenga yo nostalgia o envidia…?
Pues sí y no... Depende como desde su perspectiva, considere lo ocurrido.
Otra gente podrá pensar… ¿Dizque pongo melancólica, por traer el alma sensible igual a todos, porque estas fechas hacen sentir ganas de volver generosa, urgiendo actuar para brindar a quien necesita afecto, un detalle con el cual proporcionar un goce que no cuesta mucho y se realiza fácilmente? ¡Muy cierto…!
Para todos esos afirmo… ¡Sí ando sensible y melancólica! Además si puedo…
¡También quiero ser generosa!
Regularmente año con año, siento repetir los mismos sentimientos.
Sólo sé…, este año no es distinto. Aunque un día como este jamás lo olvido, por haber sido un año especial, cuando ligué mi vida con Kristal de todo a todo.
¡Siempre en época de Navidad…!
¡De nuevo estoy igual de romántica, como cada año me pongo…!
¡Ando melancólica, llena de ternura…! Y para colmo si se diera, no dudaría andar queriendo meterme en otra bronca, que hasta ahora no se ha dado… como se dio la noche cuando conocí a Kristal.
A cambio no haya ocurrido algo importante, aunque no quiera, debo decir también quiero ser de nuevo yo, quien cumplimente un detalle bueno, brindado alrededor de cuanto pueda dejar en el alma, un poco de lo calificado, ¡Cálido sabor Navideño!
No es otra cosa, cuando ahora repaso, sino estar consciente fue en estas fechas cuando hubo gracias un ligero intercambio de palabras, un cambio completo en mi vida.
No tanto por cuanto haya podido dar, sino por haber puesto en obra, una pequeña acción que hice realizada de corazón a corazón…
Aunque ese año, la Navidad prolongó por varios meses, dado no cumplimenté todo, sino hasta cuando intervinieron otras gentes, logrando conseguir, lo que pareciera ser imposible, convertida la fatalidad, en un milagro.
La verdad… No sé si lo ocurrido ese año, haya sido por también haberme puesto romántica, o simplemente por haber condolido a última hora, con quien en esa época fría sufría sus penas, que para mí siempre serían ajenas, tan diferentes al regocijo con que en la familia celebraríamos las fiestas navideñas.
Aclaro, en ese tiempo yo pensaba que todo mundo celebraría igual como se hacía en casa de mi tía. Al parecer, era ahí donde ese año íbamos hacerlo…
Al final… ¿Creerán no lo hicimos? ¡Kristal, menos que yo…!
Ella no tenía qué celebrar sino penurias.
Sus preocupaciones podrían ser para ella del tamaño del mundo, mientras mis alegrías siendo sencillas, apenas si para mí serían pequeñas... Cuestión de enfoque.
Por lo que ocurrió en ese entonces, ya con el paso de los años, concluyo.
¿Por qué no poder compartir año con año, algunas de las alegrías nuestras, paliando las penas de otra gente, para hacer resultar calmadas las ansias de todo mundo, que celebra este día, como ninguna época del año…?
¡Sí se puede…! Yo lo pude ver en toda forma…
Mis alegrías juntadas con sus penas, lograron terminar en algo tan bello, cuanto ahora anda veraneando en una playa, en la parte sur del continente.
¿Quién asegura no queda una marcada en toda forma, cuando ocurre entregarnos a solventar necesidades ignoradas antes…?
¡Yo lo fui, así quedé igual ella, porque ambas a partir entonces, quedamos ligadas para siempre! ¡Vaya si eso pasa!
Por eso como cada año, si debo rememorar que también necesito cumplir mi cuota anual fijada, estaré tratando hacer algo por alguien, como hice aquella vez, cuando de pronto conocí justamente a Kristal….
Para clarificar el punto, voy a permitir corra una vez más mi fantasía. ¡Son mis recuerdos!
Debo retroceder varios años en el tiempo, para remontar al día cuando como ahora, también la tía Facunda había invitado a su cena navideña.
Estaré mirando sin ver, cuanto en esa otra ocasión estuve viviendo.
Narrando como coloquialmente dicen los cronistas, ¡Lo ocurrido… a toro pasado!
¡Ah…! Vaya si hubo problemillas, principalmente económicos.
¡No andaba muy boyante de billetes…! ¡A pesar eso, déjenme decir qué satisfacción queda en una, cuando hace algo y puede ver el resultado, a modo termina sabiendo cuanto se hizo, fue lo mejor que pudo haber pasado…!
Si alguno quiere saber por qué ando tan animada para realizar esta ocasión lo que sea, con tal sentirme bien, debo explicar cuanto en aquella ocasión tuve oportunidad de vivir, interviniendo sin querer, hasta rehacer la vida de una persona, en concreto de Kristal, quien pudo salir de donde estaba, gracias poner su confianza en mí, a pesar no conocerme.
¡Y yo en ella, porque ambas jalamos muy parejas…!
Salió de un lugar donde no debía estar, para reintegrar a otro donde sí debía estar.
Recuerdo bien cuanto pasó.
En ese entonces era una niña de la calle, con quien sin tener idea qué fuera acontecer, estuve conversando en plena calle. Para mí tal vez, esa ocasión sólo urgía saber si ganaba o perdía, por haber ofrecido a ella como respaldo, unos cuantos pesos para brindar un aliciente que la motivara. Sabía conformaría con muy poco.
A cambio, de parte suya recibiría la narración de su historia, la cual en efecto contó en esta oportunidad. En ella pude ver, basaba el desamparo en que encontraba, cuanto motivó a intervenir con más ahínco de como hubiera yo supuesto.
Debo afirmar, ni ella misma sabía en qué situación vivía, menos yo hubiera imaginado cuanto iba acontecer luego escucharla… ¿Qué quieren…? ¡Así es la vida!
¡Brinda sorpresas donde menos esperamos!
Ella contó sus penas, yo intuí el origen dónde provenían. De verdad fue algo único.
Jamás pensé, hasta dónde fuera capaz de llegar, como no sabe nadie, hasta cuando se ve inmiscuido al estar viviendo una situación parecida.
Esas palabras suyas fueron el inicio de una serie de acontecimientos que me llevarían a pasar muchos meses del año siguiente bastante atareada, antes terminar de resolver la situación que estaba padeciendo.
Aclaro, sólo puse algo de mi parte. Por lo pronto, esa ocasión le animé para dijera todo. Luego entregaría lo ofrecido… Si bien era muy poco, a ella pareció demasiado.
Aunque si reflexiono bien, diré sinceramente no creo haya visto sólo el dinero.
Más bien pienso, debe haber conjeturado esa charla sería el inicio para establecer conmigo lazos de confianza… Intuiría también ella, poder confiar en mí, cuando propuse el trato.
¡Más que pacto fue confianza! Justamente donde depositó su intimidad.
Por mi parte prometí cumplir lo estipulado.
Para mí era ofrecimiento, aunque luego revirtió en familiaridad.
Honestamente pensé sería equitativo. Lo había hecho en otras ocasiones
Debo decir, siempre me ha gustado cumplir cuando prometo algo.
Aunque siendo honesta, a veces lo haga con desgano…
Hay veces cuando hasta reprimo una protesta, si noto lo sabido de la otra parte, no ha valido la pena… Yo andaba con el gusto de saber, ese día celebrábamos la cena de Navidad. Es sabido desde los días cercanos, todo influye para estar dispuesta a la generosidad. ¡Por lo menos en mí es lo que pasa!
Cuando eso ocurre, siento bonito ayudar, aunque las más veces no haga nada por paliar un dolor ajeno. Eso sí, siempre repito en mi interior…
¡Es demasiada gente la que solicita ayuda…!
¡Imposible dar a todos algo…! Aunque también afirmo, cuando se puede se da…, aunque sólo sea con una persona…
¡Qué bueno…! ¿No…? Si todos hiciéramos lo mismo, no habría tanta gente que sufriera el desaliento, como padecen quienes fueron menos favorecidos por la suerte.
Creo por eso, todos buscan sentirse solidarios, al menos cuando llegan estas fechas.
Tenemos que concluir, ¡Todavía estamos vivos…! ¿Entonces…?
¿Por qué no disfrutar la deferencia que brota espontánea, cuando invade la gana de hacer algo, para al menos con alguien mostrar solidarios….?
En estas fechas, no es por nada, en general recordamos ser afortunados al contar con una familia donde pasaremos las fiestas. Estaremos disfrutando una cena especial, elaborada con cariño, dispensada por quienes como nuestros anfitriones, al invitar venir a sus casas, dan a saber cuánto nos quieren.
Si bien esto ocurre en casa, en la calle donde paseamos, suceden todo tipo de historias… Me ha gustado recordarlas…. Cada una tiene calor humano...
Pienso si igual como yo hago… ¿Habrá gente haciendo lo mismo cuando llegan estos días…? Efectivamente todos rememoramos los sucesos ocurridos tiempo atrás.
Ignoro por qué en Navidad hay una magia especial. Definitivamente, no por nada,
¡Hace soñar despierto…! No sólo a mí… ¡A todos…!
Son días cuando estamos muy sensibles, dispuestos a ser cuanto en otros días del año no somos. Este tiempo tiene sus peculiaridades, aparece diferente al resto del año.
Aparte o precisamente por celebrar el nacimiento del Niño Dios, todo influye en nuestro ánimo. Hasta la naturaleza pone un granito de su parte.
Comenzando con el frío que viene a paliar los calores sufridos los meses anteriores…
Se siente rico saber podemos combatirlo...
Salen a relucir desde ropas de invierno, hasta abrigos calientitos donde enfundamos, mientras en la cara sentimos la caricia helada de un ligero vientecillo de invierno…
Todos vamos entrando en esa condición que calificaría mágica.
Ni se diga cómo los medios de comunicación, van metiendo al auditorio en ese ambiente con tanto anuncio especial, como invade las pantallas de la tele y las estaciones de la radio, terminando con cuanto foquito de luces de colores podemos ver por dondequiera, que hacen entrar desde más un mes atrás, en una atmósfera exclusiva, donde todo aparece irreal, impregnando nuestro mundo con un toque de magia, en la cual, sentimos y somos actores de verdad. ¡Es la época de Navidad…!
¡Cualquiera vuelve romántica y sensible! ¡Yo no soy la excepción!
Navidad significa ver parientes, escribir tarjetas, poner música de villancicos...
Me encanta tanto, cuanto hasta siento la piel enchina.
Luego vienen los sueños propios de cada una.
Como yo, pues si estoy dispuesta a revivir lo ocurrido años atrás, no puedo menos recordar, fue la ocasión cuando visité Ocoyoacac. Un pueblo como hay tantos en el Estado de México. Ahí justamente ocurrió el suceso en que me vi inmiscuida.
Yo estudiaba todavía… Las clases en mi facultad quedaban en receso, por tanto podía tomar unos días libres, para visitar la familia. Mis padres habían salido de viaje. Al parecer, pasaría una Navidad triste. ¡No contaba con mi tía, que salió al quite…!
Recuerdo cuando dijo… ¡Te vienes a cenar con nosotros esta Navidad…!
En este lapso olvidaría dientes y muelas, sabiendo luego volvería a las endodoncias y extracciones, como haría ya después de graduar… Son padecimientos que si bien no pueden esperar para quien sufre las complicaciones, yo podía dejar un poco relegadas, para disfrutar solamente como lo que soy…
¡Una mujer que deseaba pasar con la familia estos días de alegría…!
Pobrecitos de los enfermos, por eso se les llama pacientes.
A ellos atendíamos en la facultad, tratando hacer ver corrigieran sus deficiencias con tiempo, no fuera tocar sufrir un agudo dolor de muelas, precisamente el día de Navidad…
Pero todo eso había quedado atrás.
Este año me había invitado y hospedado la tía Facunda, la hermana de mi madre.
Siendo yo hija única, estando ausentes mis padres, no dilató en llamar.
Quería pasara las fiestas Navideñas en su casa, para convivir gozando la compañía de mis primas, de las cuales tenía tres.
Ese día ella siendo la anfitriona, andaba afanada al estar preparando la cena.
Los demás invitados irían llegando dentro las horas que faltaban.
Yo había llegado desde el día anterior. La buena de mi tía, a pesar andar afanada con todo, no dejaba le ayudara. Repetía… ¡Había invitado a disfrutar, no a trabajar!
Ella era la anfitriona, por tanto yo debía comportar como visita, aunque fuera familiar. Aunque siempre repetía, ¡Estaba en mi casa…! Muy cierto, aunque…
Creo aunque no dijera, sentía estorbaba al no saber cómo ayudar.
¡A ella gusta tener todo listo! Todo debe quedar… ¡Como a ella gusta…!
Pero se complace en hacerlo ella misma. Es su orgullo.
¿Qué se puede hacer entonces…? Hasta mis primas, aún siendo sus hijas lo saben, mejor hacían otras cosas, menos meter ayudando en la cocina. En otros días tal vez…
¡No ese día, cuando la tía Facunda quiere ser la reina indiscutida…!
Y pues sí…, quiérase que no… Creo sí estorbaba...
Sólo estaba ahí mirando mientras ella andaba ajetreada. No por querer, sino por no dejar ayudar. Al grado invitarme a salir, a ver qué viera dando una vuelta por el pueblo…
No digo me corrió, sería yo una mal agradecida. Sólo invitó fuera a distraer, yendo a dar una vuelta para pasar el rato, mientras llegara la hora de disfrutar la cena.
No tuve otro remedio sino salir como ella decía… ¡A dar la vuelta…!
En tanto ella seguiría atareada, poniendo el toque final a una pierna de cerdo de muchos kilos, en la cual diligentemente inyectaba vino blanco y sidra. Luego embarraba con mantequilla y rellenaba con almendras, nueces y no sé qué tantas semillas más, para después ponerla hornear, hasta cuando estuviera lista para ser consumida en la noche, una vez quedara bien cocida. Sólo de pensar en tal delicia…
¡Hasta la boca se me hacía agua…!
Ante la invitación disfrazada, sabiendo no debía estorbar, decidí salir a la calle.
Iba enfundada en mi abrigo para soportar el frío. Me dije debía pasar por donde la gente terminaba de comprar lo necesario para su cena.
Ni idea tenía qué fuera encontrar en la calle.
Sólo sé, si debía salir entretener, lo mejor sería caminar un poco.
Lo haría donde disfrutara viendo todo, compartiendo la calle con la gente.
Así podría observar los bellos arreglos como acostumbran colocar en los aparadores. Estaría pasando el tiempo viendo los rostros de la gente que pasaba apresurada, queriendo sólo llegar cuanto antes al hogar. ¡Era día de Navidad…!
No iba comprar nada. Mis regalos estaban ya listos y empacados, obviamente debidamente etiquetados, puestos bajo el árbol Navideño, que lucía su atuendo de bisutería, con sus esferas y luces multicolores, entronizado en un rincón de la sala, en casa de la tía Facunda.
Costumbres nuevas, adoptadas sin recato, por ser hermosas.
Mi tía, siendo una persona que gustaba tener lo nuevo y lo viejo, había armado lo que desde niña yo había visto. Además a un lado pero en primer sitio, con el árbol luciendo como colofón a cuanto de verdad se celebraba, tenía bien colocado el nacimiento tradicional, donde la Sagrada Familia, todavía sin el Niño Dios, quien llegaría a medianoche, estaba acompañada con figuritas representando pastores y borreguitos, sin faltar la mula y el buey, que mansamente con su presencia hacían ver,
¡Esta noche era Nochebuena, por tanto comenzaba a celebrarse el día de la Navidad…! ¡De momento, yo solamente debía distraerme…!
Las primas aún no habían llegado. Ellas este día, acostumbraban hacer sus compras ya de último momento. Para eso salieron a Toluca. Así son ellas.
Dicen eso proporciona mejor oportunidad de gozar, viendo la alegría imperante en la ciudad. Yo me quedé, pensando hacer compañía a la tía. Además por pensar pudiera ser útil, sin saber no admitiría mi presencia en la cocina.
Ni lo fui y en cambio salí a dar una vuelta en el poblado.
Aclaro, mi tía vive en una parte del pueblo que está muy arriba.
Este cerro es donde termina una amplia planicie, para comenzar a subir en adelante, cuando alguien quiere ir rumbo la ciudad de México.
Su casa está enclavada en las faldas de este cerro aledaño, desde donde cuando sale una a la terraza, se divisa un panorama único, admirando la amplitud que tiene el caserío.
¡Una vista preciosa, más en este tiempo, cuando pasa una el rato mirando las lucecitas que brillan en las casas, asemejando fuera un nacimiento enorme, lleno de casitas, estas sí en toda forma, que desplaza extendido hasta el horizonte!
Aunque debo aclarar, esta casa está un poco más abajo donde los rieles del tren forman la interminable vía de hierros paralelos, por donde varios convoyes pasan diario.
La vía hace un hito, partiendo en dos la ladera, la cual fue rebajada, para dejar paso a los carros de acero, que trabajosamente van haciendo su ruido característico.
Es bello recordar al poeta López Velarde cuando escribió…
¡El tren corre por la vía…, como aguinaldo de juguetería…!
Estoy segura, si hubiera venido el poeta a este pueblo, entusiasmaría como yo mirando la maquinita pujando, arrastrando los pesados vagones cargados de mercancías, que irán a dar sea a Toluca de venida, o la Capital, de regreso con otra carga…
¡Un espectáculo que pocos saben ahí está! ¡Yo era afortunada!
Aunque haya un pero, en esta descripción de belleza…
No me gusta mucho cuando diariamente pasan las caravanas de vagones del ferrocarril, halados por una, dos o tres enormes máquinas, la primera de las cuales, por existir un poco más delante un cruce con una calle por donde transitan automóviles, siempre al pasar encima de la casa de la tía, hace sonar su bocina, la cual como todo mundo comprenderá, repercute lanzando un sonido impresionante. A mí parece imponente…
¡Más bien diría espantable…! ¡Vaya si me pegan susto…!
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Había pensado ir al centro del poblado. Por lógica pensé.
Si debía bajar hasta donde está el templo, para andar por las calles que confluyen en el sitio donde encuentra la plazoleta principal, llevando el automóvil permitiría retornar más fácilmente, dilatando un poco más tiempo, para andar paseando.
Por tanto determiné, detendría donde encontrara un lugar de estacionamiento.
Luego podría caminar como quería. En efecto, dejé mi carro estacionado donde pude.
Pude bajar para estirar las piernas. Me atraía andar caminando entre la gente, que aceleradamente hacía las últimas compras para llevar a casa.
Ver tantos apurados llevando sus paquetes, influye en una, para sentir ser parte de un conjunto de gente feliz. Ahí iba sólo mirando. Pude ver en la acera de enfrente, un pequeño y coqueto lugarcito, desde donde podría sentar, para observar el ajetreo, sin padecer los empujones de cuantos apresurados, trataban ganar tiempo, para llegar más pronto a unos hogares, donde el resto de la familia estaría aguardando.
Decidí atravesar la calle en medio del tráfico de carros intensificado esta noche, por haber un motivo real, motivando la gente anduviera en la calle a estas horas.
Al llegar a la acera de enfrente, antes siquiera enfocar donde había hecho propósito, acercó hasta mí una niña pequeña, no por menudita menos ágil, dado sorteaba con agilidad entre los vehículos, caminando airosa con una caja de chicles en una mano, mientras en la otra exhibía alguno de los paquetitos que ofrecía, para ser adquiridos por los viandantes.
Me llamó la atención escuchar su argentina vocecita en una cantaleta que repetía una y otra vez ofreciendo su producto.
- ¡Chicles…! ¡Chicles…! ¡A Peso…!
Ni sé porqué la quedé mirando detenidamente.
Noté esa niña no era fea, todo lo contrario, poseía una belleza impresionante.
¡Sólo andaba demasiado sucia…! Sus facciones eran delicadas, si bien llenas de mugre. Acusaba una grave desnutrición, más no por eso dejaba de llamar la atención.
Ahí caminaba la criaturita, usando unos frescos zapatitos de hule. Toda ella, iba tiritando de frío, apenas arropada con un vestidito bastante raído, el cual seguramente no calentaba, sólo serviría para cubrir sus desnudeces.
Llevaba puesto un suetercito que apenas tapaba, todo roto en los codos, deshilachado en los puños de unas mangas, las cuales con el uso habían cambiado de color, por verse ahora negras. Seguramente poco o jamás habría sido lavado…
Eso sí, debí admitir, ¡El atuendo presentaba lo que es mugre de verdad!
Quizás jamás lo hubiera cambiado, por no contar con otro….
Reflexionando me dije… Si en todas partes hay mugre…
¡Aquí aparece reconcentrada en esta niña!
Sin embargo la seguí observando. ¡Era un angelito…, sólo sucio…!
Sus cabellos presentaban un color rubio opaco. Nadie podría deducir si los tenía rubios, negros o castaños, debía influir en ello, la falta de cuidados, junto con una buena proporción de polvo acumulado… ¡Pero eran bellos…!
Sin dejar de ver estaban demasiado mal peinados, tanto era lo turbio y enredados como yo veía. Eso sí, los llevaba agarrados en un gesto más práctico que coqueto, tratando imitar una cola de caballo, amarrando el puño de cabellos con una cinta cualquiera.
¡Creo sería una agujeta de zapato…!
Ya ni digo de qué color, pues yo la veía negra. ¿Debía ser por la mugre…?
Si la niña repelía por verla así de sucia, sin embargo atraía, pues capté notaba en ella, un indiscutible aire de distinción, el cual no podía ocultar, igual como tampoco podía encubrir la suciedad acumulada, ni el frío que hacía ver su piel amoratada…
¡De verdad esa ocasión hacía un frío terrible…! Por andar moviendo entre los carros, quizás lo sentiría menos. Así y todo era obvio, su blanca piel estaba azulada por el frío.
No es por nada, en diciembre en concreto, en estas partes por las noches hace demasiado frío. Muy cerca existe un volcán, el llamado Nevado de Toluca, el cual genera clima helado, por los vientos llegados de otra parte, que se encargan de esparcir bajas temperaturas en estas zonas más bajas.
Ocoyoacac está situado más arriba donde ubica la ciudad de Toluca, la cual a sus dos mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar, no deja de soportar un frío impresionante, el cual por las noches obliga a mejor quedar en casa.
Puede decirse y esto es cierto, aquí comienza la parte bautizada como Sierra Fría.
Un lugar de belleza extraordinaria, que cuenta con un parque natural conocido como la Marquesa, donde por estar más alto todavía, el paseante resiente más los rigores climáticos, aunque compensados con vistas y paisajes maravillosos.
Si de paisajes se trata, debo aceptar, aquí dondequiera yo volteara, podía ver belleza en todas partes. ¡Hasta las peñas que abundan! Al grado llamarse el Pedregal, a unos terrenos que pueden verse más adelante. Y si de bellezas hablo, concluí la veía…
¡Hasta en esta niña que tenía frente a mí, a quien ni conocía!
La criatura cuando vio mi interés al estarla observando fijamente, acercó hasta mí, pidiendo comprara un chicle. Desgraciadamente no acostumbro masticar tal golosina. Sonreí dando las gracias, más que nada para hacer sentir bien, a quien no iba beneficiar con una compra. Fue cuando pude ver más de cerca sus facciones, las cuales sin querer, admití aparecían prodigiosamente hermosas.
Escuché más de cerca la vocecita cantarina, de quien mirando mis ojos, dado no iba comprar algo, añadió en seguida una petición muy infantil…
- ¿Me da un peso para mi Navidad…?
Comprendí, tras ella aunque pareciera osada, asomaba tímidamente el anhelo de obtener no el peso en sí, sino estaba buscando ser tomada en cuenta, al expresar en la moneda por recibir, no el valor intrínseco, sino el gesto de afecto que pudiera tener hacia ella, sintiendo gracias a ello mi solidaridad para con ella, al demostrar comprendía su situación, que a la vista aparecía ya de una inopia exagerada. Conmoví al verla tan desprotegida.
No podía dejar de pensar… Aquella chiquilla aparecía ante mis ojos como alguien muy especial. Dentro mi alma algo golpeó, conmoviendo fibras hasta ese día no sentidas.
Nada tenía qué ver conmigo.
Sin embargo parecía expresar al pedir mi ayuda, solicitada en una pequeña dádiva, un recordatorio donde gritaba el hecho evidente, que no gozaría como yo y tanta gente, del festejo acostumbrado por celebrar el día de Navidad.
Estaba desvalida, inútilmente esperando de parte quien transitaba en la calle, al menos un poco de consuelo, que paliara un poco la vida triste que debía llevar.
¡La notaba tan desamparada, tan falta de cariño, cuanto no resistí el deseo de acercar para hablar con ella…! Alguien pensaría fue por motivo de ver tanta gente que pasaba indiferente ante su desgracia, lo que influyó en mis sentimientos.
No sabría decir. En realidad no supe por qué.
Aún ahora si lo pienso, no logro definir qué motivó.
Tal vez haya sido por andar ya con mi particular espíritu Navideño, que en seguida escuchar su petición, sentí debía saber algo más sobre ella.
Me dije ¿Por qué no…? ¡Podría hacer mi buena obra del día!
¡O de la época que estábamos viviendo!
Aunque existen muchas fechas en el año, cuando no realizo alguna..., esta vez era especial. Algo en esa niña hizo sentir, debía preguntar para saber más de ella…
¿Quién sería…? ¿Por qué atraía…? ¿Acaso no la veía más que zaparrastrosa…?
Sobrepuse al sentimiento de repudio que cualquiera hubiera podido concebir, sobre todo si ya la había visto tan mugrosa… por no dejar de percibir tenía una carita angelical…
Su facha en general, a pesar ser muy pequeña, lucía una madurez bien definida, indudable producto de andar viviendo en la calle. Un pensamiento que hizo estremecer fibras ignoradas en mi corazón, donde no podía saber porqué fuera… ¡Pero era…!
¡Bien dicen…, en el corazón no se manda…!
Impactaba mi mente, tratando descubrir en ella, qué habría tras la mujer niña…
Aclaro. No había nada que hiciera querer en concreto, revelara ella sus sentimientos íntimos… ¡Primera vez que la veía…!
Ordinariamente tampoco me gusta hurgar, donde nada tengo qué ver con la gente con quien hablo. Menos si esa gente es una menor de edad, con quien normalmente procuro no tener tratos. Sin embargo al parecer, ahora iba interesando en esta chavalita, tal vez por captar en su mirada, un destello de ternura oculta, expresada con la vocecita que surgía de la pequeña garganta, cuando con su tono tierno pronunciaba una frase repetitiva, tal vez aprendida entre las niñas que ahí caminaban sorteando carros, y gente indiferente que ajenos a su desgracia, pasaban caminando apresurados…
- ¿Me da un peso para mi Navidad…?
Si la niña estaba aquí frente a mí, sólo me dije… ¿Por qué no seguir ese impulso que llevaba indagar qué historia pudiera llegar a conocer sobre ella…?
¿Cómo y porqué, esa niña había cambiado una muñeca con qué jugar, por una cajita de chicles para vender…?
¡Muy cierto, no era cosa mía…! Para justificar mi actitud inusitada, decidí pensar rápidamente... tratando contar con un pretexto para hacerlo…
¿No es cierto, en la calle puede alguien encontrar en vivo, personajes de historias de todo tipo, reveladas cuando surgen donde una menos piensa…?
Esta pequeña aparecía ante mí, como enviada del cielo para que yo la viera…
Podía ayudar simplemente con sólo entregar una moneda. Luego olvidar el incidente. También pensé, si bien no me debía involucrar…
¿No haría un poco de bien si conversara con ella unas palabras, haciéndola sentir un calor humano, que a gritos expresaba necesitar tanto…?
Estaba ante una criatura, quien a pesar sus pocos años, seguramente tendría un historial más largo al mío. Su mirada era natural, aunque insondable, haciendo ver en sus ojos infantiles, un destello de esperanza incierta. Ciertamente…
¡Opacada por una soledad interior que intuí sería muy profunda…!
¡Esta niña a mi juicio, no era de aquí…! A leguas la notaba diferente.
¿Entonces por qué vendía chicles? ¿Cómo había llegado a convertir en una niña de la calle…? Si fuera por ayudar la familia, pudiera entenderlo.
No obstante algo no cuadraba con su aspecto. Menos siendo tan de corta edad, comprendía anduviera arriesgando su vida en el peligro.
De ahí comencé a considerar otras facetas. ¿Quién la trajo? ¿Con quién andaba, siendo tan pequeña…? ¿No habría alguien que al menos este día, diera para ella una cena opípara…?
Quería preguntar. Cuando lo hiciera… ¿Cómo respondería tanta pregunta?
¿Y sí lo hacía…, rehusaría abrir su corazón como yo quería…?
En tanto ella sin inmutar, me veía directa a los ojos. En ellos noté algo así como una súplica, que aparte ser imploración, tenía mucho de esperanza.
Como si desde el fondo de su alma, al no captar su total realidad, gritara la palabra… ¡Auxilio…! Justo dirigida a mí, que estaba sólo mirando.
Ahí estaba yo observando fascinada, a quien ordinariamente ni hubiera visto, dada la desproporcionada diferencia que captaba haber, entre una chica normal y esta que aparecía deslustrada. La mirada en ella, parecía implorar confianza.
Era como si tratara adivinar, si la persona que tenía enfrente, en este caso yo misma, fuera de confiar, o debiera alejar de ella cuanto antes.
Según apreciaba, sabía defender de peligros que a mí misma impactaban.
A ella posiblemente nada detendría, aunque anduviera en riesgo de sufrir un atropellamiento. Seguramente toda su vida, hubiera estado inmersa en la incertidumbre y la inseguridad. Estaría pues, acostumbrada.
Sin embargo desenvolvía como si nada, sin pena alguna por traer la ropita toda raída, que no cubría, sólo tapaba a duras penas…
Ni espantaba ante el repudio que algunos, por no decir casi todos, yo inclusive…,
¿Para qué negar…? Hacíamos a sus chicles, vendiendo poco, tal como informaba la caja, que todavía contenía un poco menos de la mitad….
¡Catorce paquetitos, para ser exactos!
Si ya había decidido hablar un poco más con ella, sin meter para nada el tema de adquirir o no su mercancía, me dije ante mí se presentaba una oportunidad única de saber de primera mano, cómo alegrar mi Navidad, si hiciera algo para ayudar esa niña, que conformaba con obtener al menos un pesito para su Navidad, brindado con gusto de parte mía…
Aquí presentí, sería yo quien descubriría qué hubiera tras esa chiquitina…
Una idea cruzó por mi mente. ¡Ella podría gozar un alimento ordinario, para ella muy especial en este día de Navidad! ¿Por qué no…?
¡Podía invitarla y compartir con ella, aunque fuera una muy cuestionable delicia culinaria! Enfrente donde estábamos nosotras, una señora gorda atendía su puesto, echando a freír sus pambazos en un comal enorme, que servía de estufa para cocinar en plena calle.
Debajo debía haber un artefacto, con el cual calentaba cuanto arriba colocaba.
La idea cobraba cuerpo. Como quien dice, esa mujer vino en mi ayuda.
Ahora mi propósito era pedir, ella misma comentara qué hacía, aparte venir a vender chicles en la calle. Pregunté a la niña si deseaba comer uno de los panes enchilados, que al ser fritos, expandían su aroma en la atmósfera helada donde nos encontrábamos.
Ante mi invitación, afirmó con su cabecita…. ¡Sí quería…!
¡Le antojaba comer uno… al menos…!
El olor a grasa picante por el chile y las especias como soltaba el chorizo con papas, expandía su aroma haciendo sin querer se antojara para saborear. Aunque yo sabía no debía comer nada, dado la cena se efectuaría en pocas horas, de todas formas pedí a la obesa mujer, que experta cambiaba de lugar cuanto freía, preparara para Kristal uno, añadiendo otro para mí.
El pequeño puesto con afanes de cocina, estaba iluminado.
Una lucecita, apenas un foco común y corriente, estaba conectado con un cable bajado de las líneas del tendido eléctrico por donde pasa la corriente.
Pensé los habría conectado con una garrocha, llevando los alambres hasta arriba.
Con ese foco iluminaba el área, donde varios parroquianos consumían el oloroso alimento que antojaba con el frío que sentía, por estar caliente y saber de antemano, cuál sería la satisfacción al consumirlo.
Bien recuerdo cuando en la chiquilla primero sus ojitos iluminaron con una increíble luz, surgida por las ganas que sintió de disfrutar ella también comiendo un pambazo, igual como hacían los demás que detenían su paso para saborear algo, antes proseguir su rumbo, yendo ya camino sus casas.
Luego sin saber la causa, pude ver opacaron. Sus ojitos no llenaron de lágrimas, pero bien entristecieron…. Supe… ¡Eran de decepción…!
Con una vocecita triste que aún ahora recuerdo, agradeció mi ofrecimiento expresando no podía… Quisiera o no… ¡Debía acabar de vender sus chicles…!
Yo entusiasta, presintiendo estaba a punto descubrir alguna historia extraordinaria, pretendí componer la dificultad, destruyendo lo que tanto apuraba.
Si era por eso, no había problema, prometí pagar los chicles.
Exclamó con incredulidad…
- ¿Todos…? Sonriendo hice ver que mi oferta iba en serio… ¡Todos!
Además, en un arranque de generosidad que ni yo misma había pensado, ofrecí daría veinte pesos extras, si pasaba conmigo platicando un rato.
La niña al escuchar tales ofertas, apenas si podía creer.
¿Qué era yo un Hada buena, que venía alegrar su Navidad, ese día cuando ella al parecer lo viviría como pasaba todos los demás, sin saber lo que es calor humano…?
Tanto conmovió, cuanto sus ojitos esta vez tornaron acuosos...
¡Sin duda sus ojos expresaban alegría…!
Y un agradecimiento que no podía ocultar. ¡Estaba agradecida!
Me miró tan tiernamente, cuanto sentí estar haciendo mi obra buena.
Ignoro si fuera de gratitud, o por saber podría disfrutar tan frugal alimento, que para ella ordinariamente estaba vedado… La animé, expresando sería yo quién pagaría.
No sé porqué hice otra pregunta, que después comprendí había lastimado…
- ¿O qué…, te pegan si estás conmigo…? - Su carita expresó espanto.
Comprendí haber dicho algo indebido.
¡Había puesto el dedo en la llaga! Eso la hizo reaccionar, por suerte favorablemente. Al escuchar mis palabras afirmando por ser Navidad debía estar feliz, toda ella manifestó contento, sabiendo yo brindaba la posibilidad de festejar, aunque fuera comiendo un pambacito. ¡Si yo estaba feliz de la vida, ella todavía más…!
Y así era… Si era yo quien invitaba a comer algo, a ella sólo tocaba disfrutar.
De aquello haber mencionado la tortura, ya hablaría cuando captara, podía confiar en mí… Por lo pronto echó andar conmigo. Si ya había prometido, estaba dispuesta a cumplir cuanto acababa de expresar en mi palabra.
Ni supe porqué sentía tanto interés en la pequeña, quien rápidamente ya convencida ser yo confiable, cerrando su cajita la entregó a mí, extendiendo al mismo tiempo su manita sucia, en la cual deposité los catorce pesos que correspondían al valor de la mercancía aún no realizada. El trato había sido cerrado, yo ya había pagado...
Podía estar tranquila. ¡Había terminado de vender sus chicles!
..............................
Había pensado ir al centro del poblado. Por lógica pensé.
Si debía bajar hasta donde está el templo, para andar por las calles que confluyen en el sitio donde encuentra la plazoleta principal, llevando el automóvil permitiría retornar más fácilmente, dilatando un poco más tiempo, para andar paseando.
Por tanto determiné, detendría donde encontrara un lugar de estacionamiento.
Luego podría caminar como quería. En efecto, dejé mi carro estacionado donde pude.
Pude bajar para estirar las piernas. Me atraía andar caminando entre la gente, que aceleradamente hacía las últimas compras para llevar a casa.
Ver tantos apurados llevando sus paquetes, influye en una, para sentir ser parte de un conjunto de gente feliz. Ahí iba sólo mirando. Pude ver en la acera de enfrente, un pequeño y coqueto lugarcito, desde donde podría sentar, para observar el ajetreo, sin padecer los empujones de cuantos apresurados, trataban ganar tiempo, para llegar más pronto a unos hogares, donde el resto de la familia estaría aguardando.
Decidí atravesar la calle en medio del tráfico de carros intensificado esta noche, por haber un motivo real, motivando la gente anduviera en la calle a estas horas.
Sobrepuse al sentimiento de repudio que cualquiera hubiera podido concebir, sobre todo si ya la había visto tan mugrosa… por no dejar de percibir tenía una carita angelical…
Su facha en general, a pesar ser muy pequeña, lucía una madurez bien definida, indudable producto de andar viviendo en la calle. Un pensamiento que hizo estremecer fibras ignoradas en mi corazón, donde no podía saber porqué fuera… ¡Pero era…!
¡Bien dicen…, en el corazón no se manda…!
Impactaba mi mente, tratando descubrir en ella, qué habría tras la mujer niña…
Aclaro. No había nada que hiciera querer en concreto, revelara ella sus sentimientos íntimos… ¡Primera vez que la veía…!
Ordinariamente tampoco me gusta hurgar, donde nada tengo qué ver con la gente con quien hablo. Menos si esa gente es una menor de edad, con quien normalmente procuro no tener tratos. Sin embargo al parecer, ahora iba interesando en esta chavalita, tal vez por captar en su mirada, un destello de ternura oculta, expresada con la vocecita que surgía de la pequeña garganta, cuando con su tono tierno pronunciaba una frase repetitiva, tal vez aprendida entre las niñas que ahí caminaban sorteando carros, y gente indiferente que ajenos a su desgracia, pasaban caminando apresurados…
- ¿Me da un peso para mi Navidad…?
Si la niña estaba aquí frente a mí, sólo me dije… ¿Por qué no seguir ese impulso que llevaba indagar qué historia pudiera llegar a conocer sobre ella…?
¿Cómo y porqué, esa niña había cambiado una muñeca con qué jugar, por una cajita de chicles para vender…?
¡Muy cierto, no era cosa mía…! Para justificar mi actitud inusitada, decidí pensar rápidamente... tratando contar con un pretexto para hacerlo…
¿No es cierto, en la calle puede alguien encontrar en vivo, personajes de historias de todo tipo, reveladas cuando surgen donde una menos piensa…?
Esta pequeña aparecía ante mí, como enviada del cielo para que yo la viera…
Podía ayudar simplemente con sólo entregar una moneda. Luego olvidar el incidente. También pensé, si bien no me debía involucrar…
..............................
La animé, expresando sería yo quién pagaría.
No sé porqué hice otra pregunta, que después comprendí había lastimado…
- ¿O qué…, te pegan si estás conmigo…? - Su carita expresó espanto.
Comprendí haber dicho algo indebido.
¡Había puesto el dedo en la llaga! Eso la hizo reaccionar, por suerte favorablemente. Al escuchar mis palabras afirmando por ser Navidad debía estar feliz, toda ella manifestó contento, sabiendo yo brindaba la posibilidad de festejar, aunque fuera comiendo un pambacito. ¡Si yo estaba feliz de la vida, ella todavía más…!
Y así era… Si era yo quien invitaba a comer algo, a ella sólo tocaba disfrutar.
De aquello haber mencionado la tortura, ya hablaría cuando captara, podía confiar en mí… Por lo pronto echó andar conmigo. Si ya había prometido, estaba dispuesta a cumplir cuanto acababa de expresar en mi palabra.
Ni supe porqué sentía tanto interés en la pequeña, quien rápidamente ya convencida ser yo confiable, cerrando su cajita la entregó a mí, extendiendo al mismo tiempo su manita sucia, en la cual deposité los catorce pesos que correspondían al valor de la mercancía aún no realizada. El trato había sido cerrado, yo ya había pagado...
Podía estar tranquila. ¡Había terminado de vender sus chicles!
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Cuando encontrara con doña Queta, si comenzaba despotricar contra ella, defendería diciendo haber ido al baño. Tímidamente preguntó si era en serio podría quedar con el billete de veinte pesos ya adjudicado, o debía entregarlo a esa mujer.
A este punto contesté con una afirmación. Luego quise salir de una duda.
Si no traía dónde ocultar, dada la ropita que traía… Entonces…
¿Dónde lo había guardado…?
Quedé estupefacta cuando escuché su respuesta. Jamás hubiese supuesto, traía un bolsillo oculto en su propio cuerpecito. Sus palabras las reproduzco tal cual, porque sólo así se entiende el pasmo que sufrí cuando lo dijo… Como si tal cosa respondió…
- ¡En la panocha! - Esto significaba… ¡Lo había metido dentro la vagina…!
Estuve a punto exclamar un… ¿Qué…? Por la sorpresa…
Por suerte controlé mi primer impulso. No comenté nada... Comprendí por la vida que llevaba, a pesar sus pocos años, tenía muy agudizada su mente.
Era por así decirlo, hasta cierto punto una salvaje con instintos primitivos con los que defendería hasta con las uñas, cuanto considerara suyo.
Y en contraste, una niña demasiado chica, que a mí me parecía tan tierna, a modo causaba más ternura que rechazo… ¡Tenía razón…!
Si antes había hablado de dónde iría parar el suéter si lo llevara consigo, el dinero con mayor razón seguramente lo quitaría la tal mujer, como había dicho, luego propinar unos nada dulces coscorrones.
Por causa mía, por haber dado el billete, quedaría… ¿Robada y golpeada…?
¡Vaya vida…! En adelante no tuve más qué hacer preguntas. Saboreaba una de las golosinas. Al parecer su lengua había desatado, gracias al dulce que probaba.
O yo había inspirado la confianza suficiente, para hacer hablar a quien veía su triste vida de forma natural, donde todo eran golpazos, malos tratos y vejaciones.
Acomodé en el asiento para escuchar cuanto decía.
Fue explicando una infinidad de privaciones donde y como vivía. Esas según habían dicho, terminarían cuando vinieran por ella para llevarla a otro lado.
Tanto ella como sus compañeritas, si no querían sufrir más represión al llegar al sitio donde dormían, debían siempre haber terminado de vender cuanto habían encargado hicieran. A ella tocaba siempre vender una cajita de chicles en las mañanas y otra las tardes. Si quería comer en la noche, debía terminar la venta.
Muy ufana explicó ya lo había hecho conmigo, por eso había aceptado estar a mi disposición. Añadiendo… ¡Un ratito…!
Muy cierto, no debía hablar con nadie. Tampoco podía traspasar los límites de ciertas calles, fijados por la mujer que hacía las veces de señora de la casa.
Nadie lavaba, nadie planchaba. De barrer o limpiar, ni hablar.
¡No iban a gastar en escobas o trapos!
Andaban mal comidas, aunque no tanto, pues se ayudaban con el ingenio, como cuando conseguían robar algo, debiendo disfrazar como podían, para siquiera tocara un poco del botín, que según dijo a ella no gustaba, por sentir hacía mal.
Como cuando sustraían un pedazo de pollo en la rosticería, el cual no podían comer, pues la señora con sólo oler su boca, sabía hubieran desobedecido.
Estaba prohibido robar cuando andaban trabajando. No quería hubiera líos, amenazando si cayeran en la cárcel, ahí las dejarían hasta que murieran. Cuando habían terminado la venta, con el permiso de la señora Queta podían robar algo en la plaza.
¡Siempre y cuando no las cacharan…!
¡Si alguien se diera cuenta y gritara, la tal Queta, las pondría parejas…!
Debían traer a ella todo cuanto hurtaran. La comida era bastante mala.
Eso sí, cuando llegaba el señor, quien venía siempre de traer otra niña, ellas debían estar a su disposición. Hacía quitar la ropita, menos el pequeño calzoncito, para posar para él como dijera. Suponía, era para ver si ya estaban listas para llevarlas a trabajar en otra parte. Ese señor las acariciaba como antojaba. Pero no… ¡No les había hecho nada…! ¡Todavía! Aunque vaya si las manoseaba.
Eso daba mucho miedo, pero sabían algún día lo haría. Por eso eran mujeres.
Así habían dicho. Por eso todas decían, era preferible no crecer.
A la mejor para que no ocurriera eso, la señora Queta no daba bien de comer.
¡Ella era quien beneficiaba con la venta de los chicles, dulces y cigarros, que debían vender en la calle! Entre más niñas hubiera, más venta habría, más beneficiaría. ¡Muy obvio…!
Cuando había niñas grandecitas, ese hombre escogía entre ellas, a ver quién quedaba a dormir con él las noches que pasaría en la casa donde estuvieran viviendo.
Muy cierto, cambiaban de residencia a cada rato.
Algunas pretendieron escapar, cuando esto pasaba, entonces juntaban todas en un cuarto, terminando golpeadas a conciencia…, menos quien hubiera denunciado la prófuga.
De ahí por qué, mejor se vigilaban una a otra.
¡Estaban obligadas a cuidarse mutuamente, no andar consintiendo malos pensamientos! No sabía cómo, aunque huyeran, siempre las encontraban. Luego frente a todas, las golpeaban a tal grado, cuanto algunas quedaron lisiadas…
Si enfermaban, las dejaban estar sin salir a vender, siempre y cuando estuvieran graves de verdad. Cuando ocurría hubiera alguna difuntita, la ocultaban quedando escondida bajo pilas de basura. Para eso en el basurero donde había otras niñas hurgando a ver qué recogían, apartando cuanto se pudiera vender en los depósitos de reciclaje.
Si había una muertita, quedaban encargadas luego que un señor terminara hacer un hoyo, echar encima cuanto más pudieran, para cuando llegara la máquina emparejando, ya estuviera sepultada, impidiendo apestara.
Otras las tiraban en algún canal de desagüe, así la corriente se llevaría el cuerpo.
No sabía si la policía lo encontrara, sólo podía decir, esos días a nadie dejaban salir a trabajar en la calle. Por tanto no tenían derecho a reclamar cena.
En esos casos, como podían hervían hierbitas, recogiendo huazontles y quelites. Con esas hacían un caldo, eso comían junto con un plato de frijoles de los que hubieran quedado antes ya cocinados ¡No…! Si hasta eso no morían tantas, sólo ocurría de vez en cuando…
Así por el estilo, Kristal iba desgranando una existencia, que francamente debía ser terrible. De plano escuchando una vocecita tan melodiosa como la suya, ir contando como si tal cosa tales barbaridades, me había dejado pasmada…
¡Qué barbaridad…! ¡Esto era inaudito…!
¿Estaba oyendo a través una boquita infantil, cosas tan espeluznantes?
Supe iba convenciendo cada vez más, estaba sabiendo de una banda organizada en explotación infantil. Eso aquí, donde eran pocas las niñas que eran explotadas.
Faltaría saber qué barbaridades cometerían en otras partes, donde tendrían más chamacas. Por lo pronto iba comprendiendo, esta niña con quien poco a poco iba identificando, estaba en garras de dicha banda.
Para ser una pequeña vagabunda, su manera de expresar era desenvuelta, tanto cuanto al parecer, pudiera yo afirmar tendría algo de educación. A esto respondió no había ido mucho a la escuela, aunque una vez estuvo inscrita en ella. ¡Recién llegada a Ocoyoacac!
De recordar, jamás había terminado el año escolar.
No podía explicarme, de dónde surgirían sus modales delicados, aunque torpes.
¡Tenía galanura innata…! ¿Pues de dónde…?
¡Esa niña intrigaba…! Definitivamente, comencé a pensar, no era una muchachita cualquiera. ¿De dónde habría salido…?
¿Qué historia negra estaría tras una fachada infantil, que sin embargo, pareciera haber vivido demasiado…? Por su aspecto, aparecía como un manchón que aplicaba un influjo diferente, en el concepto ya pensado, sobre si todas las niñas que anduvieran vendiendo algo, fueran iguales. Kristal estaba contradiciendo cuanto en otras niñas había visto.
Comprendí en esa personita había algo más a la simple apariencia de una pequeña vendedora, que trabaja para ayudar la familia.
Sin querer, pensé fue bueno haber decidido hurgar en su existencia.
Con cuanto iba sabiendo, sospeché estaba entrando en un recóndito rincón, donde iba intuyendo, la niña era obligada a cumplir con un trabajo, si hasta eso ligero por ser pequeña, pero muy real, sabiendo apenas tendría seis o siete años de edad…
O tal vez menos… Afirmó aún no había bajado su período.
¡Sí…! Bien sabía de qué se trataba. Había visto varias de ellas cuando ocurría.
Platicó de otras chicas. En cuanto echaron sangre, sólo unos días después fueron llevadas a trabajar en otra parte.
No sabía dónde, ni en qué. Suponía habrían sido vendidas a los hombres.
Era lo que se comentaba entre ellas.
Como ocurrió con una de sus amiguitas llamada Alkida.
El día que amaneció sangrando, doña Queta la había separado, dejó la cajita de chicles y la llevó según dijo con un doctor. ¡Pero mentiras…!
Cuando estaban en la calle, la vieron pasar muy bañada, toda arreglada, estrenando un vestido nuevo. Apenas si la reconocieron, pues la veían más alta con las zapatillas en que caminaba a duras penas…
Kristal pudo ver le habían puesto maquillaje, traía hasta pintados los labios.
¡Se veía muy bonita, aunque los tacones hicieran trastabillar!
La llevaba muy abrazada un señor, que daba besos en la cara y la cabeza.
A ese hombre nunca lo habían visto. Doña Queta dijo, era un papá que había venido por ella. Kristal no lo había creído. Bien sabía que los hombres pagan mucho por tener, cuando una muchacha empieza a reglar.
De verdad estaba yo impresionada. Supe conforme siguiera contando cuanto estaba viviendo, iría enterando a través la vida de esta niña en concreto, cómo hay muchas pequeñinas pasando su tiempo de infancia, simplemente vagabundeando, deambulando en calles, explotadas al ser puestas a trabajar en la calle, vigiladas para no permitir huyan de sus garras. Al parecer para ellas, otro tipo de peligros son poco menos inexistentes.
Su verdadera pesadilla, por cierto no bien definida, es encontrarse sin poder zafar de manos de quien explota, quien sólo está esperando llegue el momento para destinarla a laborar, efectuando otra actividad… ¡Nada buena por cierto…!
Una vez asomando la pubertad, los traficantes de blancas, suponen están aptas para trabajar en algo para ellos más rentable, a sólo andar vendiendo una cajetilla de chicles.
Comenzó a surgir en mí un deseo acuciante de ayudar un poco más esta criatura, que había demostrado tener confianza.
Estaba frente a mí narrando con crudeza cuanto vivía. Hablar de tales cosas, a ella parecía todo como algo normal. Inaudito no tuviera miedo a un futuro incierto, donde sólo sabía, ib ser vendida. ¡Creí hasta lo deseaba, con tal salir del marasmo que significaba estar estacionada ahí con la tal Cleta!
¡Una niña, hablando que sólo esperaba el momento de ser vendida a un hombre, quien bien sabía, pagaría muy buen dinero por ella, arguyendo era la mecánica en ese estilo de vida…! ¡Era la suya, no conocía otra…!
Me dije… ¡Claro yo podía ayudar…! ¡Algo impulsaba hacerlo…!
Si un Ángel bueno la condujo a vender chicles, tocando a mí justamente ser una de sus clientes, lo menos por hacer, sería ayudar de verdad, no sólo dando un billete que luego metería en la vagina, sino con obras más concretas, a ver si pudiera sacarla del estado de indefensión en que vivía.
La niña en su inconsciencia, sin captar la magnitud de la tragedia donde estaba inmersa, por la confianza sentida hablaba contando todo, tal cual, cruda y descarnadamente, sólo ante la perspectiva de obtener unas cuantas de las moneditas que hubiera en el cenicero, que no sé si completarían los veinte pesos extras que mencionaba.
Comprendí para ella, significaban un regalo preciado por recibir, completamente aparte a cuanto había ya entregado.
¿Sería por eso que deseaba responder, contando sus anécdotas, para ganar a pulso lo prometido…? ¿O buscaba explicar una situación que rebasaba su comprensión, en la cual buscaba comprensión, a ver si alguien, en este caso yo…, quisiera ayudar…?
No hablaba con morbo. La malicia aún no aparecía…
¡Sólo era una chiquilla, no descarriada, sino mal orientada!
Sin la presión de terminar su cuota de venta, entendió ese dinero llegaría totalmente para ella, sin andar persiguiendo coches y viandantes. Aunque no se crea, pienso intuyó, era una oportunidad única para desahogar, unas pocas de las tantas penas que llevaba dentro…
Vaya si cuando puso a contar, estremecí conforme iba narrando, haciendo tener una oportunidad de conocer una historia por demás desastrosa, como han de ocurrir en esta ciudad, donde la gente en general, con dinero o sin dinero, nada quiere saber de ellas.
Tienen razón, no es su problema, como tampoco era el mío.
Pero si había logrado una pequeña entrada, quise continuar oyendo, en tanto planeaba ya para ese momento, a ver si encontrara manera para ayudar concretamente.
El relato de Kristal, reproducido cuando años después pudo escribir por ella misma unas notas, más o menos iría por este tenor.
- Desde que recuerdo, la primera que nos vigilaba fue Pachita.
Una mujer muy cruel, que a Glera, una niña muy inquieta que traía mal una piernita, ella quebró la otra, para si no se muriera, anduviera después pidiendo limosna.
Decía no servía para otra cosa.
Ya tenía un cliente que pagaría por llevarla con él así como estaba.
Pagaría el doble, si en lugar de una, fueran dos las piernas lisiadas.
Glera esperaba con ese señor que iba comprarla, pudiera lograr una vida mejor a la vivida con Pachita. ¡Esa era una bestia humana!
¡Por quítame estas pajas, daba golpes en los riñones, para que entendiéramos no estaba jugando! Si a pesar eso no entendíamos, amarraba y golpeaba las plantas de los pies, a ver si con eso escarmentáramos.
Luego así adoloridas, mandaba a trabajar, exigiendo cumplir la cuota.
Si alguna quedara lisiada como Glera, no había problema, siempre había quién la comprara.
Como ella supo, su suerte iba cambiar luego haber sido vendida.
Lo decía por saber, estaría con otra mujer en un crucero pidiendo limosna.
Como luego en efecto ocurrió.
Bien o mal, se daría sus mañas para ir haciendo un guardadito. Era su ilusión.
Con eso podría comprar cosas que de otra forma jamás ninguno daría...
Glera no se murió, eso sí quedó muy lisiada, tanto que luego la sacaban para llevarla a un crucero donde pedía limosna. Debían llevarla alzada, pues caminaba apenas arrastrando… Como nunca llegó el cliente, Pachita trataba sacar jugo a lo que decía, había sido su inversión, soportando la coja tanto tiempo.
Ahí la ponía junto con una mujer grande a quien faltaba un ojo.
Esta decía a los ocupantes de los coches, que Glera era su hija.
Explicaba habían sufrido un accidente donde quedó tuerta, mientras la niña había quedado sin poder moverse… ¡Toda una historia con tal conmover gente!
Hasta enseñaba una receta, en la cual un doctor había explicitado, cuánto costaría recomponer las piernas de la chamaca y poner un ojo de vidrio a la señora.
Aunque no parezca, con ese cuento lograban conmover muchos de los viandantes.
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