Camino por mí ciudad a buen ritmo.

Desde hace un tiempo solo me comunico con esa voz interior que cada uno de nosotros siente en su interior, y con ella, mantengo cualquier tipo de diálogo. El resto de las personas para mí no existen. Muchas veces, dentro de estos monólogos, yo me digo

< qué importa vivir sin futuro...tengo una herida profunda y no cicatrizará. Sé que debo anular el halo trágico de mis pensamientos y centrarme en este instante que transito por las calles de Madrid para llegar a un destino concreto. Hace una mañana horrible. Reconozco, absurdo salir de casa a pie con un fuerte viento y una incordiante lluvía. La temperatura de ayer a hoy se ha modificado y todo el entorno está envuelto en una desapacible bruma gris, poco frecuente para la estación que transcurre. Da la impresión de ser un día más de un inhóspito invierno y sin embargo, ya es primavera>

Con sus desalentadoras elucubraciones, ella se va cruzando con otras personas desconocidas. Siente su cuerpo en tensión y su estado anímico inmerso en la decepción.

Pese a ello, con cierto asombro, observa los incipientes retoños que tímidamente estan despuntando en los árboles a punto de florecer. Ella sabe, que cada nueva estación marca una etapa en su decadente existencia; siente un escalofrío.

Desde hace varios meses no sale de su casa. No presta atención a nada ni a nadie y, en el improvisado paseo de esta mañana acusa más la inclemencia, porque está desentrenada. Tal vez por su estado ausente se ha sorprendido de encontrarse los jardines cercanos a su vivienda con la señal inequívoca de que el tiempo no se detiene. Ella no quiere reconocerlo pero está abatida por cumplir ese mismo día sesenta años.

No es consciente de que su rostro y su elegante estilo todavía causa admiración en los hombres. Para ella el tiempo, su tiempo, se había detenido en una profunda depresión y aún a mitad de su camino vital, la aprensión a envejecer la estaba paralizando, y para ella los días y las noches solo representaban luces y sombras, apatía  e insomnio. Su semblante ante el espejo mostrba un halo de tristeza en el fondo de sus pupilas. Ya no se sentía parte de nada. Ella había sido una mujer fuerte, con una extraordinaria capacidad  para reinventarse en momentos de crisis; su fuga era crearse estímulos como una especie de terapia. Actualmente no podía.

Mientras proseguía en su inhóspito paseo redescubría la ciudad. Esta mañana hacía un balance entre su presente y su pasado. En su monólogo silencioso reconoce su desidia. Es una sensación anodina que lentamente la va dejando sin voluntad. La consecuencia de todo este maremagno mental, era su agenda sin movimiento y su trabajo, punto ineludible para sentirse viva, abandonado. Con mil excusas rechaza invitaciones o cualquier otro encuentro promulgado por sus amigos. Todas esatas acciones  fue significativo para darse cuenta de que algo en su sistema mental se había roto. >

Las ideas van y vienen en nuestras mentes, nos las acoplamos como una prenda más para vestir nuestros intelectos y, a veces, las arrojamos como calcetines sucios, malolientes.

Cuando nuestras mentes  se astillan como los diamantes bajo el buríl, las malas ideas nos hacen su presa, se alojan en las hendiduras del cerebro y tal posesión  nos provoca  una alteración de la personalidad>

Por ello ante el primer sintoma, es necesario buscar ayuda.