Joselito, el gran mito de Dionisio.  (Crónica)  

 Por Esteban Herrera Iranzo.

      Si había algo que cuando niño me producía pánico era “Joselito”, un  muñeco de trapo cuya sepultura pone fin, un día martes, a los carnavales de Barranquilla. Y es que, estando yo muy pequeño,  mi padre me había llevado a presenciar el rito fúnebre: Unos hombres vestidos con faldas de mujer color negro, uno de ellos con una pala en la mano, lloraban a gritos al pelele, que yacía acostado en una tabla, dentro de un hueco de algo menos de un metro de profundidad --.Ayy Jose.  Ayyy Jose -. Y, justamente, cuando una palada de tierra caía en su “estómago”, haciéndolo levantar un pie en el que tenía una media remendada con fibras de fique y  cundida de barro --,  un viejo de sombrero de paja,  que había salido de un grupo de personas que en medio de una gran algarabía presenciaba también el rito, pasó junto a nosotros y, con una sonrisa que mostraba unos dientes desgastados y amarillosos, dijo: ”No sabe la gente que este muñeco es el demonio”.  Si bien el significado de la  frase era inalcanzable para mi entender entonces,  fue tal el miedo que me produjo la palabra “demonio”, que abracé a mi padre por la cintura y eché a llorar.    

 El tiempo transcurrió, no obstante,  y un día, estando yo de cumpleaños, mi padre me regaló un libro que yo le había pedido: “La Ilíada”, obra en que Homero narra la guerra de Troya. Yo me sabía de memoria el argumento  --, desde el rapto de Helena por Paris, hasta la muerte de Héctor, hermano de éste y máximo guerrero troyano, a manos del héroe Griego Aquiles --,  pues algunos compañeros de colegio que lo habían leído, solían comentarlo en horas de recreo. Mas, al leer yo  este, quedé sorprendido con algo que ellos no habían mencionado: Y es que en él aparecen los dioses del Olimpo, Zeus, Ares, Palas Atenea, Afrodita..,  alternando en la lucha junto a héroes de uno y otro bando. Esto despertó en mí tal curiosidad por ellos, que me entregué a la tarea de estudiarlos uno por uno en cuanto libro al respecto podía encontrar. Un día,  leyendo a Zeus, (máximo dios del Olimpo), encontré algo que me estremeció: Él y Sémele, una mujer terrenal, tuvieron un hijo llamado Dionisio, a quien los griegos veían como un superhombre, tal como Aquiles, Hércules y algunos otros, que eran, igualmente,  hijos de un(a)  dios(a) con un(a) terrenal.

 Al llegar a adulto, Dionisio  tomó de mujer a una joven tan bella que cautivó a Zeus, quien haciendo uso de sus infinitos poderes,  la poseyó, convirtiéndolo de esta manera en macho cabrío (cabrón). Fue tal la decepción del joven por el incidente, que se arrojó desenfrenadamente a las fiestas del vino y la carne en los campos de Grecia, hasta llegar a liderar las orgías más tumultuosas que jamás alguien hubiera podido  imaginar. Pocos sospechaban, sin embargo,  la tragedia que en su interior lo embargaba, ya que ocultaba su rostro tras una máscara sonriente, y solo sus amigos más allegados podían ver, cómo, por  debajo de ella,  salían unas lágrimas que corrían por su cuello.

 Al morir Dionisio, sus amigos del vino y la carne, vestidos de mujer, lo sepultaron entre llantos y ditirambos. No obstante, él había prometido volver a la vida para continuar con sus desenfrenadas fiestas.

 Su muerte engrandeció su historia de vida y pronto en Grecia comenzaron a festejarse, en su honor, las fiestas del vino y la carne, denominadas “Fiestas Dionisias”, que darían origen a los carnavales; en tanto que comenzaba a asociársele con el Teatro, la Máscara, la Tragedia…

 Cuando en 1748 se emprendieron las excavaciones de Pompeya, ciudad que había sido sepultada por el volcán el Vesubio en el año 79 de nuestra era, fue encontrada en una pared de una de las Villas Patricias,  llamada “La Villa de los Misterios”, una pintura en la que aparece Dionisio (Baco para los romanos) sonriente, rodeado de sátiros y bacantes. Y es que los romanos lo consideraban el gran líder de las Bacanales.

 Y es precisamente en base a la recopilación de datos obtenidos en las excavaciones de Pompeya y Herculano, que comienza a replantearse la cultura occidental.    

Se ha cumplido así el mito “muerte y renovación” que Dionisio había anunciado, y que puede verse con gran claridad en Barranquilla, todos los años, el martes de carnaval, cuando los Barranquilleros entierran a Joselito para que este vuelva a la vida el año siguiente y reiniciar la fiesta.

FIN.