Jubileo

La tarde del 21 de julio de 1969 me sorprendió en la sala de casa viendo atentamente el televisor. La historia marcaba la gloria del hombre al posarse sobre la superficie de la luna, allí en el mar de la tranquilidad. Yo tenía once años, volteé a ver a mi padre y en voz baja le dije.

¡Quiero ser astronauta!

Mi padre asintió con la cabeza y siguió en silencio. Yo estaba concluyendo la primaria, y en aquella época jugaba muy bien la primera base en el equipo de béisbol del profesor Víctor Reséndiz, una vez pasada la efervescencia de los viajes espaciales, me acerqué a mi padre y le dije un día.

¡quiero ser beisbolista!

Durante este tiempo de la secundaria, en las vacaciones, mi padre me contrataba como ayudante en la trastienda, allí, empacaba kilos de arroz, azúcar, frijoles. Mi padre era el gerente y podía acercarme al mundo del comercio así que, alguna mañana de sábado mientras me pagaban, le dije

¡quiero ser comerciante!

Cuando comencé la preparatoria, en Mérida, estaba firmemente convencido de que lo mío lo mío, era la aviación. Así que llegué de nuevo con mi padre y le dije

¡Quiero ser piloto aviador!

Mi padre esbozó una leve sonrisa, tal vez recordando que, hacía un par de meses, mientras me paseaba en el rancho entre vacas y caballos, le había dicho.

¡quiero ser veterinario!

A todo esto, tengo la sospecha de que estudié Medicina porque una amiga me dijo un día, -de todas las profesiones, medicina es la más completa, ganas muy bien, vistes muy bien, viajas muchísimo, todos te admiran, te la pasas bomba, etc. y etc. 

Quiero ser médico. Le dije entonces, a mi padre.

El asunto no paró allí y así, durante la carrera, hice pruebas de locución en la universidad y le comenté a papá, ¡quiero ser locutor! Y después, cuando me integré a la rondalla de la escuela, le dije, ¡quiero ser cantante!

Durante la residencia rotatoria, en el hospital de Jesús, conocí al Dr. J. A. Vázquez García, mi maestro y a su maestro, el Dr. López Antuñano, y también le comenté a mi padre.

¡Quiero ser cirujano Ortopedista!

Pero, si no lo logro, quiero irme a la universidad de Ensenada porque quiero ser Biólogo Marino 

Todo esto último, se lo decía a mi padre por teléfono. El seguía en silencio, pero al final de mi discurso dijo 

—Déjate ya de pendejadas hijo. Y colgó.

En la vida, no siempre puede hacerse todo lo que uno quiere, pero lo que sí se puede y se debe hacer es disfrutar intensamente lo que la vida nos regala.

A mí, la vida me regaló estar en este hospital, y crecer como cirujano en Ortopedia, me regaló conocer aquí a Lau, mi esposa.

Aquí también, la vida me regaló compañeros y amigos con quienes he compartido esta andadura.

Finalmente, en un arranque de bondad infinita, Dios me regaló la felicidad con mis hijos Oscar y Dany. 

El diablo, celoso por tanta bonanza, un buen día me dio un raspón y me regaló a mis adscritos y a mis residentes. 

Queridos amigos, muchas gracias por haber caminado conmigo. 

28 de septiembre de 2018 

Oscar Mtz. Molina