La Berlinale se revoluciona con una distopía a tiempo real sobre el ascenso de la extrema derecha

'Je suis Karl', del alemán Christian Schwochow, propone un lectura tan exagerada como angustiosamente cercana de la deriva populista

Un día después de que se conociera que los servicios secretos alemanes han puesto al partido ultraderechista AfD bajo vigilancia por culpa de un informe de un millar de páginas que atribuye a representantes de la formación violaciones del orden democrático, la Berlinale 'online' presentó en una acción que se diría coordinada 'Je suis Karl', del director Christian Schwochow.

La película estrenada en la sección Berlinale Special no es buena, pero quizá por ello da más miedo. Por su brutal verosimilitud, por su cercanía incluso. Al contrario que 'El cuento de la criada', por ejemplo, no se trata de un esmerada reconstrucción metafórica de cada uno de los gestos identificables que ocupan cierta política de hoy trasladados a un escenario de laboratorio. Aquí, todo es más crudo.

Se cuenta la historia de la víctima de un atentado (Luna Wedler) que, en la nube de su incertidumbre, decide y la empujan a radicalizarse. En realidad, simplemente se deja querer. Si su familia (madre y dos hermanos) fue asesinada en un ataque terrorista brutal, la desesperación le lleva a algo que bien podría llamarse venganza. No justicia.

Lo que ella no sabe (y no oculta la película desde el minuto uno) es que la bomba fue colocada por los mismos que piden medidas drásticas para que no haya más bombas (es decir, la misma estrategia de 'falsa bandera' que algunos historiadores atribuyen a Hitler en la quema del Reichstag para arremeter contra los otros). Y ésos son los que disfrazan de sentido común asuntos tales como la xenofobia, el nacionalismo cerril o la defensa de los estilos de vida rectos, que no foráneo.

Christian Schwochow lleva años dándole vueltas al asunto. Como buen alemán con película en el Festival de Berlín, el ascenso del nazismo, el de antes, ocupa un lugar de privilegio en su filmografía. En 2019, sin ir más lejos, estrenaba 'La lección de alemán', una adaptación de la novela de Siegfried Lenz que se detenía con una precisión y un disgusto milimétrico en eso que se podría llamar el nazismo sociológico y cotidiano. Se narraba la historia de un crío incapaz de entender hasta caer en la locura el comportamiento de su padre; un hombre que hizo del cumplimiento del deber su regla de vida. Con todas las consecuencias. Teniendo en cuenta que el progenitor era oficial de policía durante la Segunda Guerra Mundial, el conflicto es fácilmente deducible.

"El problema", razona el director vía zoom para explicar el ideario de la película, "es que asociamos la extrema derecha a unos símbolos fácilmente identificables. No nos damos cuenta de que ellos mismos se han dado cuenta de que ésa es su debilidad. Y por ello, la extrema derecha de ahora ha sabido camuflarse perfectamente entre ideas, gestos y comportamientos respetables. No son los mismos, puesto que la sociedad no es la misma. Pero la capacidad de destrucción es idéntica".

En efecto, desde este punto de partida se levanta el ideario entero de la película. El villano (Jannis Niewöhner) es guapo, encantador, seductor y, como toca, extremadamente peligroso y extremadamente de derechas. Se acabaron las cabezas rapadas, los gestos agresivos y las banderas amenazantes. Y como él, toda la parafernalia y simbolismo que rodea al partido inventado por la cinta que, para confundir más, ni siquiera dispone de nacionalidad concreta: es partido europeo. "El nacionalismo ya no pertenece a una tradición o estado concreto. Se entiende como patria todo lo que no es inmigración pobre. Es el nacionalismo de ricos", precisa el director.

La película está plagada de intuiciones entre atrevidas y solamente brillantes. Los paralelismos con la realidad llegan a doler. Pero, y aquí los problemas, tanto se deja llevar por el magnetismo de sus ocurrencias que acaba en simple tremendismo. En vez de contenerse, desde el primer fotograma todo es excesivo y así hasta ahogar el privilegio de la denuncia en el vicio del estrépito. Lástima. Sea como sea, la coordinación de los servicios secretos y el programa de la Berlinale, correcto.