La colección de patrimonio cubano, conocida en inglés como Cuban Heritage Collection (CHC), no es sólo un espacio donde se almacenan o se adquieren libros y revistas. Situada en el Pabellón Goizueta de la Biblioteca Otto Richter, en la Universidad de Miami –rodeada por la espléndida vegetación que favorece a Coral Gables– es un lugar que invita a la devoción por la investigación y al respeto por el objeto de estudio: la cultura cubana, tanto la de la isla como la de su exilio y su diáspora.

El Pabellón Roberto C. Goizueta, cuyo décimo aniversario se celebra este año, fue nombrado en honor del prominente hombre de negocios cubano quien creara la fundación del mismo nombre con fines filantrópicos. Se inauguró el 28 de enero del 2003, fecha escogida como homenaje a José Martí por celebrarse su natalicio, según subrayó entonces la Presidenta de la Universidad de Miami, la Dra. Donna E. Shalala en la inauguración. En sus elegantes salas, en el segundo piso de la biblioteca, se encuentra la Colección.

Allí esperan al visitante unos sólidos sillones de madera, y en afortunadas ocasiones, una tacita de café recién colado. Después, en inglés o en español, se puede disfrutar de la ayuda de las bibliotecarias. Y si en vez de darse el lujo de sentarse a contemplar el hermoso cuadro de Humberto Calzada que preside el salón, tiene que consultar las fuentes desde su computadora, tampoco saldrá decepcionado porque un equipo de archiveras y especialistas en digitalización han colocado en su pantalla, mediante sofisticados instrumentos de búsqueda, la mayor parte de la información disponible sobre las fuentes.

Esta labor importantísima de preservación y difusión de un legado tanto escrito como oral –y a veces inscrito en artefactos culturales que han sido exhibidos al público– es respaldada también por una singular asociación Los Amigos de la Colección Patrimonio Cubano en las Bibliotecas de la Universidad de Miami, un grupo de voluntarios que se reunieron en 1995 para apoyar la labor del personal de la colección en identificar donaciones de materiales, financiar adquisiciones, digitalizar recursos y financiar becas para doctorandos. Estas personas se han comprometido a sostener la misión de la colección a través de la cuota de membresía (que comienza en solo $50 al año) y otros esfuerzos de recaudación de fondos.

Este respaldo se invierte en varias líneas de trabajo. Del año 2008 data una de ellas, el Proyecto de Historia Oral Luis J. Botifoll, nombrado tras otro destacado prohombre cubano, que reúne videos y transcripciones de entrevistas hechas a la primera generación del exilio cubano: prisioneros políticos, activistas, artistas, grupo heterogéneo que enriqueció las bases de la cultura que floreció desde el siglo XIX en “extranjero suelo”. Esta colección recoge una memoria para unos incómoda para otros dolorosa, pero necesaria para reconstruir la historia y la cultura cubanas.

Otro proyecto creado un año después con fondos de la Fundación Goizueta y el apoyo de Los Amigos son las becas para estudiantes de postgrado especializados en Estudios Cubanos, los cuales deben ser residentes de Estados Unidos y estar estudiando en sus universidades. Dividido el certamen en dos categorías, según el estadio en que se encuentren los becarios respecto a su disertación, la CHC dota al premiado/a con un generoso estipendio, alojamiento en UM, acceso a la colección de la Universidad y facilidades especiales para consultar los fondos de la colección.

“Hasta el presente se han conferido 30 becas a estudiantes de distintas instituciones, como las universidades de Harvard, Yale, Purdue, Vanderbilt, Indiana, Michigan, Florida International, North Carolina at Chapel Hill, solamente para citar algunas de las instituciones académicas”, dijo la profesora Esperanza de Varona, directora de la CHC sobre este empeño. “Este programa no solamente ayuda a los estudiantes en el momento en que trabajan en sus tesis de doctorado, sino que también se beneficia [la colección] cuando ellos presentan sus trabajos en paneles y conferencias a nivel nacional e internacional y dan a conocer la riqueza de nuestras colecciones”.

Después de más de cuatro décadas en la biblioteca de UM especialmente dedicadas a la CHC, Esperanza de Varona y la profesora asociada Lesbia Orta Varona, bibliotecaria referencista y bibliógrafa especializada en los temas de Cuba y Latinoamérica, se retiran el 31 de mayo.

“Para las hijas del primer exilio, la labor de Esperanza de Varona ha sido imprescindible”, dijo la doctora Adriana Méndez Rodenas, investigadora de la Universidad de Iowa. “Trabajé en la CHC en una investigación sobre [la escritora cubana] la condesa de Merlín. Esperanza fue infatigable en localizar fuentes y proveer imágenes de las litografías que ilustraron mi libro [ Gender and Nationalism in Colonial Cuba: The Travels of Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin]. Ella ha aumentado el archivo de la nación con su constancia, dedicación y amor a Cuba”.

Por su parte, la profesora Mariela Gutiérrez, de la Universidad de Waterloo, en Canadá, afirmó: “La jubilación de nuestras distinguidas colegas Esperanza de Varona y Lesbia Orta Varona nos deja con el sabor agridulce de las despedidas no deseadas. Ambas fundaron la más completa colección de libros cubanos en existencia. Recordaré el invariable respaldo que siempre me proporcionaron en mis investigaciones sobre Lydia Cabrera”.

Además de Esperanza y Lesbia, el grupo de fundadoras de la colección estuvo integrado por Rosa Abella y Ana Rosa Núñez, ya fallecidas. Gladys Gómez-Rossie, parte de aquel primer grupo, sigue trabajando junto a una nueva generación bajo la guía de María Estorino.

“Según se acerca el momento de mi jubilación, pienso que el tiempo y los trabajos pasados para crear nuestro departamento no han sido en vano”, expresó Lesbia. “Siempre me he sentido plena al poder ayudar a todos nuestros usuarios, y que el departamento ha estado ahí para respaldarlos con nuestros fondos. Como ves, los sigo llamando ‘nuestros’, pues eso es lo que son y serán hasta que ya no estemos”.