La herencia, el viento, los truenos, la excomulgación del verbo, la destrucción del suceso, las llamas del tiempo muerto y la esclavitud del ciervo, cual distracción del sujeto. La expresion de decontento en paralelo, el tallo convertido en leño, la suerte echada a lo lejos y todo lo que va cayendo mientras se mira hacia el cielo. Rosas, besos y sombrero de paño recio, hilando con los brazos sueltos y moviendolos. A la alta luz del brío en silencio que las canas traen dentro, cuando se cierra el cuaderno al fin del verso que leyeron. Y las palabras de un preso, liberan de carceleros.

— Y ahora que hablamos en serio…

— ¿Que haremos con los gobiernos?

- Le preguntó el Poeta al pueblo mientras firmaba el enésimo…

 La voz calmada, algo viejo, maquillado para eventos con un escudo, sin velo y en su mano pluma y dedos. Se le escuchó pues el eco nos cerca aunque lo esquivemos, pues la palabra se ha puesto, tan cara como los sentimientos. Tan dura como un pan de hierro y más cercana a un florero que al honor de caballeros legado por nuestros ancestros. Y no escuché que dijeron, cambiemoslos por otros buenos, más honestos. Nadie dijo somos cientos, por si hace falta mover tierra e ir tras ellos.

- Y el poeta ensordecido escribió un cuento, alegando que el amor tal vez sea un juego, pues de terror se edulcora hasta a el respeto.

— Y ahora que hablamos en serio…

— ¿Que piensan hacer con ellos?

- Les reiteró sonriendo, lanzando ojos y nervios, en tripas contra el pavimento, recalcando que de rojo sangra el seno.

- Y volvió a su pedestal de sueños, donde de un foco irradia fuego y de sus sesos sonetos callejeros, regalados complaciendo.

— Y ahora que hablamos en serio…

— ¿Ya contaron que comieron?

- Y de pronto, alguien que lo oyó diciéndolo quiso abordar sus criterios, alegando en rumbo opuesto, pero también calmado y recto.

 De que sirve hablarle al pueblo, si el pobre siempre sigue el juego; y solo mira a los gobiernos, cuando lo agobian los precios. Mejor sigue con tus versos, que esto no tiene remedio. Pues más vale Don Dinero el Rey de los Cuatro Medios, el de los carros más bellos y el Dios que ni en sueños vemos. Los que reviven a muertos y dan trabajo en cementerios, a aspirantes a jardineros; y todo el que pague a pecho, apostando sinrazón. A quien mande en el Congreso; y al Sacristán matador.

— Y ahora que te he hablado en serio…

¿Que piensas hacer con ellos? – Retorcó…

- Pues nadie respondió a tu intento; y todos salieron corriendo.

- Y el Poeta con ingenio, le contó el acto de un cuento :

 Solo, pobre y sin amor se quedó un día un sujeto. Uno de esos tipos necios que cuando afirman ya  llego, solo depende del tiempo que habrá que esperar para ver, lo que depara el reloj, a la hora del regreso desde donde esté. Se vio encerrado en lo negro, cuajando papel, sin color. Arando polvo sobre cemento y resbalando en jabón las ganas del pensamiento. Allí en el fondo de un hueco, germinando la razón al borde de un tintero seco, fundiendo su redención en cada hueso deshecho.

- Hasta que brotó al calor la maravilla hecha flor; y el la llamó su Milsueño, pues ni al podarla secó…

 Yo seguiré hablando al pueblo, hasta que entienda mi voz, pues la col de aquel cantero, en el mio retoñó. Y hoy recuerdo a aquel Sujeto, al Poeta y al Mentor, cual la esencia del cerebro, que a corazón resistió. A embates, ruegos y pesos, que a rezos colmó el dolor. Yo seguiré hablando al pueblo hasta que escuche al cantor, al que promulgue el deseo, de ser maestro y no guiñol. Al que juzgue lo no hecho, prometido con fervor; y al que diga que al comienzo, el principio no quedó…

— ¡Y al que admirando lo bello, escriba versos de amor…!

Yo seguiré hablando al pueblo, pues del pueblo vine y soy. Y voy predicando ejemplos, sin pedir los que no doy, pues las culpas y consuelos, resumen los días sin sol. Pues las pulgas de potrero, también realizan su rol, si ven verde y floreciendo, muerden sangre de sudor. Veo la ciudad y aún despierto, tomo a la luz su candor, dejo atrás lo que dijeron, sigo el camino y veo albor, pues las lamparas en fuego, me hacen soñar al calor. Y cual Duende del soneto, tiendo mi mano y doy dos.

— ¡Hasta que brote de un cuento, la maravilla hecha flor…!

— Y ahora que hablamos en serio…

- ¡Nota que el viento cambió!

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