Hollywood vive de sus arquetipos, se alimenta de ellos probando nuevos actores. Aunque a veces, los Humphrey Bogart, los Steve McQueen o los Clint Eastwood se inventan a sí mismos y su personalidad surge por encima de sus papeles. La masculinidad en el cine es objeto de análisis: unos se preguntan si está en crisis y otros la cuestionan por narcisista, misógina o masoquista, según la película que vean. 

El mundo verbal y visual de los personajes surge de la melodía que tocan los actores en cada época. El culto a la estrella masculina robusta que llena los cines ya sea manejando cuadrigas a lo Charlton Heston, o levantando una sola ceja a lo Clark Gable o George Clooney. El actor se vende gracias a su poderosa barbilla de héroe. Cuando Arnold Schwarzenegger llegó a Hollywood en los ochenta convertido en Conan con su acento extranjero y su taparrabos, ya había pasado por los estudios Johnny Weissmuller treinta años antes haciendo de Tarzán. 

El arquetipo del hombre de músculo había triunfado, sin embargo, Arnold lo adaptaba a los tiempos de Reagan, contrarrestando a los intelectuales de los setenta que pusieron de moda a Al Pacino y Dustin Hoffman. Estos tomaron a su vez el relevo a los juguetones Robert Redford y Paul Newman, mientras que estos sustituyeron a los torturados Marlon Brando y James Dean. Y mirando hacia atrás: William Holden, Gary Cooper y Kirk Douglas brillaban con sus nombres en las marquesinas de los teatros del mundo antes de que todos cayeran deslumbrado por James Dean. 

El hombre moderno 

Fue James Dean, en 1955, tras el estreno de «Rebelde sin causa», quien revolucionó el arquetipo del macho en la gran pantalla. Con su chaqueta de piel roja, sus jeans, su flequillo y frente al volante del viejo mercurio negro dijo eso de: «Oye torero, el primero que salte es un gallina» Y cambió por completo la definición del tipo duro. Dean transformó una imagen y nos dejó un estilo de hombre icónico, imitado después por Brad Pitt, River Phoenix, James Franco… 

Aquellos galanes que iban y venían de la guerra, tan populares a principios de los años cincuenta, dieron paso a los afligidos personajes de Tennessee Williams que de pronto se pusieron de moda. En los caminos rotos de la América profunda se inspiró Williams para crear sus papeles masculinos. El autor compartía la olvidada cultura norteamericana con las masas, la misma que hoy revive y grita cegada por Donald Trump. 

Marlon Brando nos enseñó un arquetipo en «Un tranvía llamado deseo», y Paul Newman otro en «La gata sobre el tejado de zinc». Ellos fueron pioneros en transformar las teorías freudianas sobre la condición humana y hacerlas transgresoramente comerciales. En el Hollywood actual, el de los «millennials», podemos culpar a Jude Apatow y a los hermanos Ferrell por construir un icono masculino ambiguo y contradictorio, aunque la fórmula estaba ya inventada. 

Las estrellas del milenio caminan en un espacio andrógino, y Dane Dehaan, protagonista esta semana de «La cura del bienestar», es un gran ejemplo, igual que Michael Cera o Jesse Eisenberg. El poder sexual de Brando, Brad Pitt o McCounaughey, recae en Ryan Gosling, quien, consciente, rehúye el estereotipo, o incluso en Jake Gyllenhaal, obsesionado en hacer terapia con sus personajes. 

En los papeles escritos por Apatow, los actores se ríen de la masculinidad: en Superbad, Jonah Hill y Seth Rogen desconfían del poder sexual. Los superhéroes, objeto de culto de los milennials, representan una sociedad obsesionada con la tecnología. No es coincidencia que a este tipo de hombres con talón de Aquiles, los admiren unos jóvenes que ven en ellos algo de sí mismos. James Dean abrió la puerta a la posibilidad de reimaginar la masculinidad incómoda con su realidad. Tennessee Williams, primo lejano de Dean, acabó con los finales felices en la América de la posguerra mundial. El macho nunca volvió a ser el mismo. La gran pantalla y la audiencia se rinden hoy frente al arquetipo del hombre perdido.

Jake Gyllenhaal

Simpático, tímido y muy atento, Jake contesta a las preguntas con sentido del humor, tratando de quitar importancia al hecho de estar considerado uno de los hombres más atractivos de Hollywood. Un actor que nos tiene acostumbrados a hacer estudios psicológicos de sus personajes. 

«Los actores somos una raza muy sensible y encuentro reconfortante la honestidad. A veces es difícil escuchar ciertas cosas en una conversación abierta, pero nada me asusta más que mi mejor yo o mi peor yo», explica. Esta semana estrena Redención, la historia de Billy «The Great» Hope (Billy La Gran Esperanza), un peso ligero que fue campeón del mundo de boxeo. «Quería explorar los límites de mi rabia dentro de un contexto en el que estuviera seguro. Lo más difícil fue el boxeo a solas porque tienes que pelear contra el aire utilizando tu imaginación mientras un grupo de gente te mira y comenta tus movimientos. Es muy embarazoso. Tuve que aceptar esa vergüenza de pensar que debía convencer a todos los allí presentes de que yo sabía hacer lo que estaba haciendo».

Dane DeHaan

El año que comienza tiene como protagonista a Dane DeHaan, un actor norteamericano, ausente de las pantallas el año pasado, que regresa con ímpetu estrenando tres películas en los próximos meses. «He estado trabajando sin parar», advierte, consciente de la expectación que despierta entre sus admiradoras. Esta semana estrena «La Cura del Bienestar», un filme entre el terror y la ciencia ficción. «Es una película perturbadora, extraña y divertida al mismo tiempo. Creo que ahora hay una tendencia a rodar películas de terror con elementos de comedia, donde el humor tiene su espacio. Como ir a un parque de atracciones y montarse en una montaña rusa gigante. Sin embargo, al mismo tiempo que te diviertes, te planteas preguntas existenciales de mucho valor. A mí me parece una cinta muy significativa, original y rara, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de historias repetitivas que se ruedan. No hay nada barato en nuestra película. Me parece que es importante valorar contenidos únicos, es algo que necesitamos hoy en día en el cine. Al menos, yo espero que el público valore nuestro trabajo». 

Surrealista y conceptual, la cinta muestra anguilas flotando en equipos quirúrgicos. «Creo que el director hace un guiño al cine de Buñuel con esas escenas. Como actor me gusta arriesgarme, bucear en historias que no responden a los cánones establecidos».