De niño, Manuel Rivas (La Coruña, 1957) vio el mundo en una mesa de una aldea de Galicia. Entre las manchas de tinta que tatuaban el roble, descubrió postales de la Pampa argentina, del vecindario habanero del Vedado, de un ingenio azucarero del campo cubano, de una esquina de Montevideo o Buenos Aires.

Su abuelo era un labrador que escribía cartas con letra de calígrafo para los emigrantes que habían viajado a América. También leía las noticias que ellos enviaban a las mujeres que habían dejado atrás, ésas a quienes Rosalía de Castro llamó las ``viudas de vivos''.
''Cuando escribo, quiero pensar que lo hago en esa mesa'', dice el escritor en entrevista telefónica desde España manifestando su desacuerdo con etiquetas como ``literaturas marginales y literaturas principales''.

''Puede que haya alguna [literatura] que tenga mayor número de lectores, que existan más hablantes de una lengua, y con más poder económico, pero un escritor no piensa en eso cuando escribe. A la literatura no se le puede aplicar el sistema métrico decimal ni la idea de las carreras competitivas del deporte'', añade el autor del relato La lengua de las mariposas, llevado al cine por José Luis Cuerda y protagonizado por Fernando Fernán Gómez.

Uno de los escritores más importantes del panorama actual de las letras españolas y también uno de los más premiados, Rivas tiene como ''primer amor y lengua literaria habitual el gallego'', ésa por la que oyó de boca de su madre los primeros cuentos y poemas.
''Los primeros libros estaban escritos en el aire, por eso creo que la herramienta más importante del escritor es saber oír'', afirma el poeta y periodista.

Su novela más reciente, Los libros arden mal (Alfaguara, 2006) narra una quema de libros en la Dársena de La Coruña por las tropas fascistas. El acontecimiento histórico ocurre el 19 de agosto de 1936, el mismo día que asesinaron al editor gallego Anxel Casas --ex alcalde de Santiago de Compostela-- y al poeta Federido García Lorca. Es una hora nefasta para España, en la que los libros se cierran por su potencial subversivo y la censura tiende su manto gris sobre el país.

''Un buen libro tiene que ser un peligro, tiene que golpear y arañar, como decía Kafka'', destaca Rivas, que tampoco cree en un canon literario único ni en un solo camino para llegar a la creación.

''Rivas no ha sido emigrante, pero el día del año 1957 en que nació, su padre estaba en la Argentina. Unos meses después regresó el albañil porque no pudo soportar la ''morriña o saudade'', cuenta el escritor.

''El mejor remero siempre rema de espaldas al destino'', comenta Rivas sobre esa forma de andar la literatura. ``En primer lugar porque se impulsa mejor, pero también porque al mirar hacia atrás, con la mirada de la memoria, puede ir hacia adelante. Así va viendo las marcas de la costa, el faro; su mirada se hace cada vez más amplia, se ensancha, y lo lleva al destino''.

En estos días Rivas celebra la reciente publicación de su poemario, La desaparición de la nieve, en los cuatro idiomas principales de España, el castellano, el catalán, el gallego y el euskera. La traducción al castellano la hizo él mismo. El gallego puede ser su primer amor, pero como cree en los amores libres tanto en la literatura como en la vida, tiene esa misma relación con el castellano, lengua en la que practica el periodismo.

''Este libro es como un arca que guarda cuatro lenguas, para mí es una riqueza tener en un mismo estado cuatro lenguas'', dice Rivas, respondiendo de alguna manera a los que puedan ver un conflicto en esta diversidad.

'En su opinión, esa energía del deseo es la que hace hoy más necesaria que nunca la literatura. En los tiempos de crisis que se viven, y que dejan su huella sobre el lenguaje y las palabras, Rivas --fundador de Greenpeace en España-- propone una perspectiva ecológica para protegerlos. ''La primera obligación del escritor es custodiar el sentido de las palabras'', dice Rivas parafraseando una de sus citas favoritas del escritor y pensador de origen sefardita Elias Canetti.

Rivas asegura que uno de los trabajos tanto del periodista como del escritor es hacer que las palabras vuelvan a nacer, usarlas como si fuera la primera vez, con su pleno sentido'', adelanta de su conferencia, que no concibe a la manera convencional sino que aspira a que se convierta en un espacio de creación e intercambio.