Este año, la Academia fue generosa con sus premiaciones repartiendo galardones a casi todas las películas nominadas.   

Sin embargo, el premio que más ha dado de qué hablar fue el de mejor película para Green Book.

Los mexicanos pusieron el grito en el cielo al ver que Roma se quedaba sin la estatuilla soñada que podría haber hecho historia para su industria, para el cine de habla hispana y extranjero en general. 

 Que podría haber dejado huella a nivel político, social y cultural con una trama sobre una trabajadora doméstica indígena en plena era de políticas antiinmigración y muros.

Pero los miembros de la Academia fueron a lo seguro. Green Book era la película correcta. Es una historia magnífica, que habla de amistad, aceptación, homosexualidad y racismo en casa. Tenía elementos suficientes para convencer a la organización de que era la apuesta más correcta de todas. Pero no la más arriesgada. Y el resultado ha sido una división extrema de opiniones.

Arriesgarse hubiera sido premiar a Black Panther. Que hubiera hecho historia para el cine de superhéroes y la comunidad afroamericana en Hollywood. Arriesgarse en serio habría sido que premiaran a La favorita, una película inteligente, audaz y fuera de la norma clásica del Oscar. O a Infiltrados en el KKKlan, que habría saldado la deuda pendiente de la institución con Spike Lee. Habrían premiado una historia sobre el racismo y la valentía que requiere enfrentarse a él, y habría enviado un mensaje alto y claro a Donald Trump.

Arriesgarse hubiera sido premiar a Roma. Esa joyita de Alfonso Cuarón por la que Netflix apostó el todo por el todo. Porque la casa streaming invirtió unos $30 millones en la campaña de la película para la temporada de premios, según el Telegraph. El doble de lo que costó hacerla.

Podría decirse que Roma no es una película para todo el mundo. Así como dividió a muchos usuarios de Netflix entre quienes la calificamos como obra maestra y quienes dicen que la apagaron por aburrimiento; lo mismo podría haber pasado con los miembros de la Academia.  Sin ir más lejos, poco antes de celebrarse la 91 ceremonia,  publicó su artículo anual en donde un miembro votante desvela sus votaciones manteniendo el anonimato.

Era uno de los 519 directores miembros y, según él, la película “es artísticamente bella y se ve fantástica, pero al final, me pregunto dónde está el entretenimiento o el valor intelectual. Para mí, es muy lenta e indulgente – la home movie (de streaming) más costosa jamás hecha”. 

Sin embargo, no estoy seguro de que allí resida el motivo. A fin de cuentas, Roma ganó tres premios. Los miembros de la Academia apreciaron la fotografía y la dirección -ambas de Alfonso Cuarón- y le dieron el premio a la mejor película extranjera. Es decir, la mayoría la apreció. Y si tenemos en cuenta que el premio a mejor director suele ir ligado (no siempre) al de mejor película… ¿por qué no dárselo?