"...Aquí están un hombre y una mujer y la lluvia
siempre la lluvia
chorreando esperma de otra galaxia..."
María Iluminada González
Van Gogh
La calle apoyada en sus piedras
se hace una idea frente a nosotros y descansa,
piensa para sí en mi próximo aliento.
La vida planta su brisa a retazos,
bajo la fuga imparable del polvo travieso;
pero es que también el mar dormido
reflexiona en su alfabeto de nudos
y revoca esta incertidumbre.
En sus asertos confirmo en silencio
que busca también un lenguaje
para realzar el denuedo sucesor, la voz
que declare mañana la firmeza nuestra.
Los hombres han huido extenuados.
Las terrazas apagaron su afrenta
y los astutos insectos vacían los restos,
me miran con sus cabezas altas
y su fe de convertirse en perros.
Ya saben de mí y no se ocultan,
ante el gañido de la lluvia que se acerca.
El ventilador aparenta ir en otra dirección.
Con su tangible amasijo de aire, chapurrea
para atenerme al sueño como balas que driblar.
El momento que trama con todo atisba,
sobre el techo más alto que espera aclarar
y se ejecutan las alternativas que no pienso.
¿Creen que desconozco que en la obscuridad
abunda un agua clara y lánguida?
Me limito a ganar la imagen amanecida
como la rabia de estas flores intermedias
que ladran otra vez, ofendidas y ajadas,
ancestrales de amarillo abandonado.
Ellas sienten cuando arrugo el ceño
en este árido rincón donde se desgranan,
hartas de seguir al mismo sol que espero
cada día, con expresión cambiada.
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