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Mi niña Lucy y sus lindos nenes
Mi niña Lucy y sus lindos nenes
por Ismael Lorenzo
Mi niña Lucy se ha puesto muy celosa porque publiqué en FB una foto mía con ‘Bella’, la nena de mi vecina, por eso publico esta de ella ahora, ha quedado como lo que es, una estrella. Desde muy niña se paraba al lado del edificio donde yo vivía, a pedir comida, yo se la servía en el ‘Laundry Room’, pero un día temprano, que iba a lavar unas ropas, oigo un ronroneo muy fuerte en una esquina y era mi niña Lucy que había tenido cuatro nenes, les traje comida, pero como a las dos o tres semanas tres de ellos desaparecieron, Lucy se veía que los buscaba por todas partes, no sé si alguien se apoderó de ello o el manager del edificio los botó, solo quedó una de esa camada ‘Linda’, con la que Lucy andaba siempre en los meses posteriores, hasta que ‘Papá Billy’, un Tomcat muy hermoso que andaba por el barrio, le volvió a hacer una trastada.
Como a los dos meses mi niña estaba ya redonda de su barriga y no acababa de dar a luz, un día en la mañana salgo al pasillo y la veo q sube trabajosamente hasta mi segundo piso, nunca lo hacía, en las escaleras se topó con un vecino antigato que la trató de patear (siempre son gente de personalidades y físicos repugnantes), como tenía abierta la puerta de entrada por la cocina, entró y se tiró en el suelo como cansada. Le di comida y a la mañana siguiente la llevé a la veterinaria y la dejé para recogerla después, cuando llamé un poco más tarde me dijo que le habían hecho una cesárea a Lucy y ahora era la feliz madre de ocho nenes.
A todos los amamantó, tenía su nuevo hogar en la cocina. Mi gato Donald parece que pensaba que eran sus hijos, porque hacía guardia al lado de ellos y gruñía cuando alguien se acercaba, mi niña Lucy los cuidaba a todos, y los ocho nenes se arreglaban entre sí por las seis tetitas, mientras la madre ronroneaba de contenta.
A los dos meses, comenzamos a tratar de regalar algunos, de hasta lugares tan lejanos como New York vinieron a llevarselos, nos quedamos con tres, BillyJr, Sheila y Don Quijote, y claro, mi niña Lucy también ya se quedó dentro de la casa.
A Linda, la hija del primer parto de Lucy no la pudimos recoger, era muy escurridiza, aunque estaba siempre en los alrededores buscando a su mamá, con mi hija Paoli estuvimos varias noches tratando de cogerla, pero se nos desaparecía.
Después nos mudamos y ya se hizo imposible, pero antes Linda había traído dos de sus nenes al ‘Laundry Room’, donde ella había nacido y sabía que se ponía comida, a Lilly y Tony, nos lo llevamos al mudarnos. Un poco antes, Paoli había hallado un gatito muy listo de cuatro o cinco semanas rebuscando comida en los latones de basura, parecía otro hijito de Linda, lo subió a casa y le empezamos a dar su leche con un goterito, tenía pulgas, lo bañamos, pero luego creció y creció, hoy Felipito pesa 16 libras y es muy apuesto y comelón.
Un año más tarde, ya viviendo en la playa, en un lugar donde no permitían gatos, me entero que a quien se le habían entregado los nenes para que los cuidara, se había cansado y los había arrojado detrás de la Ermita de la Caridad, con un amigo fui a buscarlos y recogimos a todos, excepto Lilly, escurridiza como su madre.
Lily y Jaime, otro gato no de la familia de Lucy, pero que Paoli había traído también, de un pelo largo y negro, hermoso y muy cariñoso, tampoco lo pudimos hallar, metido en los bosques cercanos. Luego me han dicho unos amigos que lo han visto en los alrededores de la Ermita, donde las monjitas le daban comida. A Lily, un americano medio loco o quizás más cuerdo que todos nosotros, que acostumbraba a darles comida a los gatos de por ahí, parece que la adoptó.
Cuando traje a los otros nenes para mi studio en la playa, Lucy ronroneo toda la noche de contenta por estar con su papá, pero BillyJr se sentía mal, estuvo quejándose y quejándose tirado en el suelo, yo le pasaba la mano para calmarlo, toda la noche. En la mañana llamé a una amigo para que me diera el viaje al SW de Miami, donde conocía que había un veterinario un poco más módico, pero cuando lo puse en la camilla y entró el veterinario, nada más de mirarlo me dijo que no se podía hacer nada, parece que algo que había comido cuando lo abandonaron detrás de la Ermita lo había envenenado.
Hubo que ponerlo a dormir, era el más bello de mis gato, como Papá Billy, hermoso y muy cariñoso, siempre lo recordaré. En mi studio en la playa, una cuadra antes del Fontainebleu, viví con los seis escondidos por varios meses, hasta que un día el Manager en una fumigación los descubrió, pero me arreglé con él regalándole una botella de ‘White Horse’ de vez en cuando.
Finalmente, a través de los contactos en la radio para la que trabajaba, conseguí la ayuda de CatNework, una organización para ayudar a los gatos, y hoy vivimos felices en un sitio benévolo a los gatos. Siempre recuerdo al gran Guillermo Cabrera Infante, uno de nuestros grandes escritores: “Hay dos tipos de personas, las que les aman los gatos, y las otras”.
©2013 by Ismael Lorenzo
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Comentario por Ismael Lorenzo el abril 17, 2020 a las 7:47pm
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Sr. Decimeón, gracias por su poema comentario, siempre se le aprecia.
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Comentario por Irredento Decimeón Moreira el abril 17, 2020 a las 6:49pm
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Permita, Ihmael, chamigo,
que le deje mi opinión
y le invito un "cimarrón",
que siempre yevo conmigo...
Sin máh reparo, le digo,
y aunque defiendo a la Vida:
creo, tiene meresida
mihma y ejemplar condena,
quien a un felino envenena,
dar cianuro por comida.
Y aunque nadie me lo pida,
va un mimo por "duplicau"...
(don Ugo me' a' utorizau)
pa' Lucy, la consentida,
deseándole larga vida,
también pa' don Felipito
y el rehto de loh gatitoh,
¡sigan con la cuarentena,
que a traido una cosa buena:
ehtar máh tiempo juntitoh!
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Comentario por Matilde Maisonnave el diciembre 16, 2019 a las 9:46pm
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Hermoso relato que me ha emocionado. Llegué a tener 16 gatos aquí en mi bosque. Todos eran descendencia de una misma gata. Amo los gatos desde niña.Recuerdo que a algunas de mis hermosas gatas me las mataron perros.Era terreno abierto y por mas que las/os cuidaba era inútil.Una vez escuché un ruido (estaba en mi escuela) me asomé y vi a un gatito entre unas maderas y un perro amenazante. Corrí y lo salvé, lo escondí dentro de mi campera y lo traje. Todos me traían gatos que encontraban... Hoy sólo tengo a Mariposa, mi compañera incondicional. Nunca tuvo bebés pues la hice castrar, debido a mi incapacidad para cuidarlos, como antes. Para mí son los mejores animalitos que podemos tener, pues ellos son especiales, entienden nuestros sentimientos, dolores y nos siguen a todos lados dentro de la casa. Toma sol en mi jardín bien cerrado y disfruta del oxígeno.
¡Gracias por compartir tu experiencia amigo Ismael!
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Comentario por Ginimar de letras el octubre 1, 2019 a las 1:14pm
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Me encantó conocer la historia de Felipito y tus otros gatitos, Ismael. Yo tengo dos gatos, Matisse y Musa, ambos recogidos de la calle. Los gatos son animales nobles e inteligentes y me da mucha pena cuánto maltrato sufren en todo el mundo. Para saber cómo es en verdad una persona basta observar cómo trata a los animales. Un abrazo :)
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Comentario por Lázara Ávila Fernández el marzo 24, 2017 a las 7:38pm
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Hermoso relato, con mayúsculas; muy bello. Me ha hecho recordar. En Cuba, por allá en una casita en las afueras de Pinar llegué a tener 22 gatos. Simplemente, los amo. La Gata, esa era la madre y llegó a la casa muy pequeña. Mi hija la recogió en la calle. Poco después se fue a Estados Unidos y La Gata se convirtió en una gran amiga. Era amarilla y blanca, preciosa. Con el tiempo tuvo varios hijos e hijas. Los machos son faranduleros y apenas paraban en casa. Hubo uno, casi gris, que en las tardes venía, nada más que me veía llegar del trabajo, a saludarme y a pasar una y otra vez entre mis piernas. Ronroneaba un poco y se iba disparado. Le puse El Brujo, no sé si por su pelambre o por su manera extraña de ser. Ya La Gata era vieja cuando trajimos a la casa a Kiara, una pastora alemán que no levantaba una cuarta del suelo. Kiara creció y en las noches disfrutabamos mucho verla jugar con La Gata. Abría la bocaza y allá adentro La Gata metía su cabeza. Eran increibles. A Kiara me la mato un carro, fue un accidente. Se nos escapó de entre las manos y no lo pudimos evitar. Tenía unos seis meses. Después de eso la gente en el barrio comenzó a envenenar a los gatos. Uno a uno fueron desapareciendo. La gente es así. Por último, La Gata estaba parida. En la parte de atrás de la casa le habíamos hecho su espacio. Al regresar del trabajo no estaba ella ni la camada. Al Brujo fue al último q envenenaron y vino a morirse a mis pies. Solo se salvaron de esa barbarie los machos que siempre fueron muy escurridizos. Después de aquello los vi muchas veces asomarse a lo lejos buscando a la matrona: La Gata.
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Comentario por Cristina Sáinz Sotomayor el marzo 24, 2017 a las 5:58pm
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Que lindo relato, que hermosa historia de gatos
me ha hecho llorar de emoción
y de ver que hay personas con tanto amor que dar como tú Ismael
un abrazo
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El que los golpea ya declara que clase de persona o animal es.
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Comentario por Trina Mercedes Lee de Hidalgo el marzo 21, 2017 a las 1:55am
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Me ha encantado este texto, lectura amena y atrapante. Me permite recordar mi folleto con un contenido parecido donde cuento todas mis vivencias con los perros. Se titula: LA SUERTE DE LOS PERROS. Un fuerte abrazo y gracias por amar a los animales.
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